Rosa Cruchaga

A un infierno de estrellas
               
A un infierno de estrellas han lanzado
ese mar que enterrara su talento.
Porque al siervo cobró su trigo el viento:
crujiendo dientes rueda y condenado.
Yo, en un fruto lloroso me he salvado
de maldición a higuera sin lamento;
más retumba, como un inmenso viento,
mi larga sangre en él, que está enclaustrado.

Bebe, hijo, de esa hiel. Mi honda, mi dura
cruz eres, y te calca, y te asegura
tu semilla de sangre sepultada.

Bebe, otra vez, y sal hacia la estrella
del fruto aquel de maldición, de aquella
que he sido en ti, cuando no soy en nada.

Rosa Cruchaga Montes



"Ah, que de ella (mi poesía) hablen mis lectores. A mí dejó de interesarme, y dejó de serme necesaria, desde que me amigué profundamente con el Maestro. Porque el 'solo Dios basta' no me parece una exageración teresiana. Puedo jurarlo."

Rosa Cruchaga Montes


Como un jarro, costumbre transparente,
soy en las cenas de la sana gente
y a la vera tic-tac de algún enfermo.

Con un moño tirante como asa
que cae despeinado mientras duermo:
como muriendo en paz con lo que pasa.

Rosa Cruchaga Montes o Rosa Cruchaga de Walker



Despierten

No le culpen en pecho sino en roca.
No le tomen el eco por latido.
No es hijo: es un deshielo en que se esponja
cima en que no cabía ya más frío.

No le hablen que la espiga tiene roja
médula que las uvas ya palpitan,
porque él viene de un mar, vértigo y boca
donde la vida emerge y cae hundida.

No le canten: se acuerda de su siega,
cuando un tallo cortó que estremecía.
Que aliente al oír pasos en sus venas,
pasos de vuelta a mar ya sin orillas.

No despierten las lluvias esa yesca
de mi carne arrasada en un diluvio.
Muera sin sed: por no beber se muera
sin el agua culpable y sin el fruto.

Rosa Cruchaga Montes



"Los fines ahora son los medios para alcanzar los objetivos. Lo urgente prima sobre lo más importante. El consenso de errores vale como decisión en moral, en justicia. Se eliminó el cuarto mandamiento: "Honrar a padre y madre" y el hogar se rige por la oferta y la demanda. La longevidad es el premio a que aspiran los justos."

Rosa Cruchaga Montes



Noches en la madre

Noches de nifia; siempre en su costado,
como lluvia en la lluvia, iba y venía.
Un levántate escondo, como Lázaro
que arrebatan de madre en piedra tibia.
No alcancé a ser su sangre: sólo el pálido
néctar que la nutrió y empobrecía.
Yo era un bulbo profundo: allí llegaron
por las venas auroras encendidas.

Y había de nacer: antes descanso
me procuró en sus fosas sumergidas.
Martirio que inminente me signaba
y en profundos laureles me ceñía.

Que yo quiero esta vez madre sin labios,
duro pecho que no traspasaría.
Me gestó anciana y nifia para el mármol,
alud rojizo, cicatriz de orillas.

Rosa Cruchaga


"¿Sabía usted que el feminismo comenzó en  Corea a fines del siglo XIX?. De ahí prendió en Inglaterra y Europa. En España parece que no hubiese surgido, a no ser que consideráramos feminista a la Pasionaria, por haberse "cargado" a tantos hombres. La visión que yo tengo del feminismo es nefasta: es a través de Simone de Beauvoir quién, pretendiendo defender a las mujeres en sus derechos, cae en tan abyectas defensas que hasta la más  desdichada preferiría quedarse sin remedio pero con dignidad humana.
El feminismo que nunca estaría demás es aquel que no se expresa con arengas ni pancartas sino con testimonios de vida como sería el caso de aquellas mujeres que sobre espaldas frágiles han cargado con inmensa y victoriosas responsabilidades. Entre las más notables de estas no pretendidas feministas cabría citar a Florence Nightingale, Juana de Arco, Golda Meir, Teresa de Ávila, Margareth Thatcher, Eva Perón, Teresa  de Calcuta y poetisa Gabriela Mistral."

Rosa Cruchaga Montes


Sé que me voy

Sé que me voy. Me voy retrocediendo
como el salmón que vuelve cuna arriba.
No alcancé nunca al mar, estando viva.
No llegaré a las cumbres, falleciendo.

Sé que te vas, te vas y no queriendo:
como una esponja amarga y fugitiva.
Hasta el fondo del mar con tu saliva,
sobre la arena rosa oscureciendo.

Sé que te vas de mí. Que nada queda:
ni un rastro ni algún sauce que nos pueda
llorar de bruces arañando el río.

Yo nunca llegué al mar. Yo nunca: siendo
que aquel morir inmerso era lo mío.
Y que. me voy, te vas. Nos vamos yendo.

Rosa Cruchaga Montes











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