Vicente Colorado y Martínez

"Algún tiempo después, el anciano sacerdote, tío de Luz y protector cariñoso de Ismael y Darío, exhaló el último suspiro.
El día del entierro Ismael acompañó el cadáver al camposanto, lo dejó en la tumba y, de vuelta a casa, supo que Darío y Luz le habían abandonado.
Buscó en todas partes a la que amaba su alma; la buscó y no la halló. Rodeó el campo y la ciudad; corrió por calles y plazas; buscó en todas partes a la que amaba su alma; la buscó y no la halló.
De vuelta a su casa corrió al cuarto de Luz, y, allí, entre las páginas de un libro de oraciones, encontró un papel que decía: «Perdón; nos amamos».
El sol se hundió en occidente; cuando Ismael levantó los ojos todo era sombra y oscuridad; miró en torno de sí y le pareció que la naturaleza había muerto; contempló su corazón y lo encontró vacío.
El amor sin esperanza es tormento cruelísimo que solo extingue la muerte.
[...]
Era el vivo retrato de Luz, mucho más joven que cuando le abandonó con su hermano; tenía la misma cara, los mismos ojos, igual el color del rostro y del cabello, su boca, su expresión, todo, todo idéntico y semejante a Luz.
El tiempo, en lugar de correr, había retrocedido hasta convertirla en una niña.
La pasión, contenida tanto tiempo en el pecho de Ismael, rompió, estalló y se desbordó de nuevo en presencia de aquella imagen del pasado, llena de misteriosas y dulces promesas para lo porvenir.
Aurora era de una constitución delicada y de un temperamento débil; al ver su talle se pensaba en la posibilidad de que el viento lo tronchase; sus ojos eran vivos y deslumbrantes, en ellos residía toda la vida de aquel pequeño ser cuyas miradas llegaban al corazón de Ismael como agudas y aceradas flechas.
Aurora tenía un temperamento triste, una naturaleza melancólica y un espíritu serio y pensativo.
La nostalgia se había apoderado de su alma y se reflejaba en sus ojos, en sus palabras y en sus actitudes de abandono y de cansancio; nada cautivaba su atención; en cambio todo le producía disgusto."

Vicente Colorado y Martínez
La trasmigración del amor



"Antes de entrar en materia y grosso modo o en crudo, cómo se dice ahora, he de advertir al Sr. Colorado, tan decidido partidario del positivismo moderno, que se olvida de un pensamiento profundo y de gran interés de un positivista como Lange. Dice este en su Historia del Materialismo 'tened en cuenta que si el mundo es una síntesis, la Ciencia es un análisis.' Hubiera mi amigo meditado este aforismo incuestionable y por ende habría logrado no dejarse llevar tanto y tan escesivamente de esas síntesis, que más que atrevidas, esceden y rebasan los limites del campo de la hipotésis para tocar en los linderos del soñador Idealismo. Comprobación práctica de que en el campo del error (y la Lógica del error es más inflexible que las leyes de la Balística) los extremos se tocan."

Vicente Colorado y Martínez
Urbano González Serrano, prólogo a Vicente Colorado, Fundamentos de la Sociología. Memoria leída en el Ateneo de Madrid, en la sesión inaugural de la Sección de Ciencias morales y políticas, el 10 de noviembre de 1882, Imprenta de El Extremeño, Plasencia 1883, página VI










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