Virginia Cowles

"La única cualificación con la que contaba como corresponsal de guerra era la curiosidad."

Virginia Cowles



“No conocía a nadie en España y no tenía la menor idea de cómo llevar a cabo tal misión.”

Virginia Cowles



“No había tomado partido por ningún bando en España. Me interesaba mucho más el lado humano: las fuerzas que urgían a las personas a semejantes pruebas de resistencia y la mezcla paradójica de fiereza y ternura que emergía de su sufrimiento. No dejaba de sorprenderme lo impersonal de las guerras”. Sus observaciones carecen de la carga ideológica que lastran a la mayoría de los escritos de los corresponsales. Su mirada es directa, de alguna forma virginal, y su relato es una ventana abierta a la realidad de España. “Escribía sobre las cosas que había visto y oído, pero no intentaba interpretarlas.”

Virginia Cowles



"Por medio de un amigo norteamericano que casualmente pasó por allí, mandé un mensaje a Tommy Thompson, aunque no tenía muchas esperanzas de que lo recibiera.
No puedo decir que me lo pasara muy bien. Los únicos visados que aparecían en mi pasaporte habían sido sellados en Madrid, Valencia y Barcelona; me di cuenta de que si nos enviaban a la cárcel, me resultaría difícil dar una explicación. Aunque Rupert se encontró con varios toreros en el bar de Chicote y se dispuso a disfrutar, yo pasé la mayor parte del tiempo en el hotel. Lo poco que vi de San Sebastián ofrecía un asombroso contraste con la miseria de Valencia. El María Cristina estaba lleno de españoles acomodados; muchachas con señoras de compañía y oficiales sonrientes que lucían uniformes pulcramente cortados y botas bien lustradas. En las calles se veían automóviles caros y los restaurantes estaban llenos de mujeres que vestían con elegancia. El retrato del general Franco estaba colgado en todos los cafés, con banderas monárquicas cruzadas encima. La música y el baile estaban prohibidos por la Iglesia, por lo que quedaba poco que hacer salvo sentarse en los cafés. No parecía haber escasez de alimentos, ya que, con la excepción de dos días sin carne a la semana, los menús de los hoteles eran largos y muy detallados.
Durante la mayor parte del tiempo estaba demasiado preocupada para interesarme por lo que había a mi alrededor, y cuando el portero me dijo que el señor Thompson estaba en el vestíbulo, me sentí como un presidiario que albergara una remota esperanza de fugarse. Tommy, al que acompañaba un tal Goodman, vicecónsul británico en San Juan de Luz, estaba de mal humor y farfulló que gracias a Dios Europa no estaba llena de mujeres periodistas. Dijo que él y Goodman habían pasado media hora desagradable con el gobernador militar de Irún, pero que finalmente le habían persuadido para que nos pusiera en libertad; Rupert, sin embargo, seguía mostrándose optimista; no quería irse sin su avión y Tony decidió quedarse con él. Esto hizo que Tommy se pusiera más furioso que nunca.
Cuando volví a San Juan de Luz busqué a mi hermana para contarle lo del viaje. Resultó que no estaba de humor para escuchar, ya que acababa de presenciar una corrida de toros en Bayona con el mayor Yeats-Brown, el autor de The Lives of a Bengal Lancer. El espectáculo la había afectado mucho y se había ido a la cama después de tomarse tres aspirinas. Los caballos no llevaban peto protector y sus tripas se habían derramado sobre el ruedo."

Virginia Cowles
Complicarse la vida


“Una bomba se había llevado la fachada, así que ofrecía un excelente punto de observación para ver la batalla. Me sorprendió lo banal que resultaba la guerra vista desde lejos (…) Sobre el telón de fondo de la naturaleza, la lucha del hombre se volvía tan diminuta que casi resultaba absurda.”

Virginia Cowles

















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