EL ESTANQUE DEL AHOGADO
¿Ves a esta hora las lámparas en el barro,
las piedras blancas erigiendo leones en la sombra,
las aguas esculpiendo montañas azules llenas de pavos
reales y de astros, el cielo con sus rojas heridas descendiendo
sobre tantas rosas, sobre tantos oros enfermos,
y el viento que agita el bosque desnudo, tortuoso,
y muerde los almendros,
y barre una casa de viejo color amarillo?
¿Ves los jardines vigilados por murciélagos,
entre las verjas oxidadas, entre los matorrales,
una cabeza de mármol en las manos de una niña,
un fuego antiguo en sus ojos azules donde arden las islas,
los desmesurados valles rojos que custodian halcones,
y lunas, y un cielo atrapado en dos arcos?
El alba se vuelve un abandonado granero en llamas,
un sueño del paisaje, y después un zafiro.
Detrás de las arenas movedizas, detrás del mar y el trueno,
la tela resplandece, brillan los violines de plata junto
a la tumba, caen otros colores destrozados por el día
y manchan un bello crepúsculo de Virgilio.
Mira esta música, este derrotado cuerpo, este rumor nocturno
que busca tu mano de nieve, y sueña que corres
tras el increíble otoño que sangra millones de estrellas
en el fondo del estanque donde, estáticos, tus ojos me miran.
Fernando Denis
GEOMETRÍA
Sueño que ya soy el verso, la metáfora destinada a vivir
en un viaje perpetuo
convertida en nave o en mapa de ruta.
Sueño que soy el marfil lastrado por el martilleo de la luna,
por la escritura tempestuosa de las aguas.
Soy un verso domado en los labios de tus esclavas dormidas.
Vengo de una metáfora de la piedra y voy hacia otra metáfora
más antigua, arcilla de otro mundo, esculpida en rituales
de fuego y en callejones de oscuros laberintos.
Mi país es la geometría y tengo como escudo un brillo
entre mis manos.
Fernando Denis
LO QUE REMEDIOS DICE
Estoy tan sola.
La lluvia llora y esos amarillos en los árboles
Son pájaros.
No sé por qué el mundo me mira.
Me asomo en las mañanas al cielo de Macondo
Y entonces ce la lluvia.
El cóndor observa con sus ojos móviles
Mi cabeza rapada.
Sé que hay un espejo que se parece al agua.
Soy hija de la forma de los colores
y Remedios me llama.
No me gusta ser mirada porque sufren
Y aún cuando soy hermosa nunca me veo.
Aquí en este mi cuerpo de niña
¿Está acaso el paraíso?
He buscado la fealdad,
Pero en cada palabra que digo se mueven las aguas
Y hay luz en los robles
Y la memoria de los hombres se detiene.
Podría ayudarme dar belleza a los poetas
¿y que el amor sueñe conmigo?
Ebria de mi niñez, de soledad y tiempo
Espero en este baño
Donde mi desnudez se prepara
Para ascender y hablar con el cielo.
Fernando Denis
MARIONETA
Hoy vengo vestida de luz, vestida para fastidiar a las sombras.
El esplendor que me cubre es una canción que brilla,
el canto azul de una imagen que susurra en los bosques.
Vengo de lejos, de una noche antigua, de una lejanía que no alcanza
a vislumbrar los ojos. Mi lugar está en la luz, en el rayo,
en las palabras del fuego.
En estas palabras que brillan.
Lentamente fui bajando de las colinas
contando mariposas y cometas, contando diamantes
en mis bolsillos.
Con el vestido manchado de esplendor veía descender
los enardecidos crepúsculos, allí donde el Magdalena
vierte sus jardines
y es asediado por infinitas auroras, por incansables primaveras
que iluminan su mente.
Un árbol fue mi casa cuando nací, el frondoso roble
donde un envejecido laúd lastimaba las horas.
Mi cuerpo de madera brilla, se estremece bajo los cielos
ingrávidos de los trópicos.
Yo estaba sola en la orilla; arriba, en el techo del mundo,
pájaros agoreros de la sombra, los murciélagos
con chillidos infernales batían sus alas enormes.
Con prisa de liebre hasta el cementerio y me escondí.
Aquí, entre tumbas, entre las letras grabadas en el mármol,
la noche se sumerge en sus aguas, en sus pozos de piedra,
la noche que entra en mis ojos como un ángel de vidrio.
Sé que estoy sola en el centro de la tierra, que mi cabeza
está sonrojada de olvidos, que no recuerdo el tiempo,
que mi nombre es todos los nombres y es ninguno.
Sé que ayer estaba aquí, erguida como una estatua de bronce
cantando bajo los entristecidos sauces.
Lloro y mis lágrimas son perlas sobre la negra tinta.
Estoy sola como el silencio y como la música.
Mi soledad es infinita.
Aunque no obtendré una moneda en el sombrero
sigo actuando bajo el insaciable teatro del mundo.
Y erguida bajo el cielo magnánimo y sin metáforas aún
le arranco viejas canciones a mi laúd, viejas plegarias.
Como dádiva quiero darles mi sonrisa de árbol,
quiero que todos ustedes, los muertos,
sientan un poco de orgullo en sus tumbas.
Fernando Denis
RELÁMPAGO
Si pudiera explicarte mi sueño, darte ese oro
enterrado en mi alma y en la noche,
brillarías tanto o mucho más que la luna llena,
cegarías el mundo con tus alhajas y tus anillos.
Fernando Denis
RETRATO
Otra vez va creciendo la luna en la
sombra vegetal.
El sueño te despierta, anochece,
Vives en los lugares donde respiro
Y bajo la misma luz donde te leo.
En el espeso follaje sestea otra luz.
El otoño; más allá, detrás del río
Que es fiebre y juventud, el mar olfatea
El tiempo de los cazadores de aves
del Caribe
Con colores más vivos.
Un viento estremecido de luz y arpegios
Deslumbra en las aguas tus ojos
Y tu boca
A punto de pronunciar tu nombre.
En la soledad mortal de los que trafican
con pájaros,
y con colores
el cielo enrojece
en los sensitivos paisajes de tu memoria.
En las azules atmósferas de las colinas
del norte.
Una niebla de cobre dibuja
Mis manos, después el pecho y el rostro
Allí donde tu deseo me hará recordarte.
Fernando Denis
No hay comentarios:
Publicar un comentario