Gomes Eanes de Zurara

"Amigos y hermanos, según estimo, vuestra voluntad únicamente pretende hacer el bien y así lo considero porque no estáis exentos de coraje, de valentía ni tampoco del anhelo de retorno a nuestro reino, pero veo que todos deseáis colaborar en beneficio del provecho y la honra mutua, pero queda claro que concebimos en nuestro acuerdo cierta incertidumbre en torno a qué hemos de buscar o hacer para mayor gloria y servicio de Dios y del Infante nuestro Señor."

Gomes Eanes de Zurara
Crónica del Descubrimiento y Conquista de Guinea



Documento n° 1: Capítulo VII – En el cual se muestra cinco razones por qué el señor infante fue motivado a buscar las tierras de Guinea.

…. El lector debe notar bien que la magnanimidad de este Príncipe, por un natural designio, era llamado para iniciar y acabar grandes hechos, por cuya razón, después de la toma de Ceuta, siempre tenía navíos armados para la lucha contra los infieles; y porque él tenía la intención de saber qué tierras existían más allá de las Islas Canarias, y de un cabo que se llama Bojador, porque hasta aquel tiempo ni por escritura ni por memoria de ningún hombre, no se sabía qué tipo de tierra había más allá de dicho cabo.

Algunos decían que pasó por allí San Brandán, otros decían que fueron por allá dos galeras y que nunca retornaron. Pero ello no creemos por ningún modo que pueda ser así, porque no es de presumir que, si las mencionadas galeras fueron por allá, que otros navíos supieran del viaje que realizaron.

Y porque este mencionado señor quiso saber la verdad, pareciéndole que si él u otro señor trabajase en saber lo que sucedió, ningún navegante o mercader se hubiera internado en ello, porque claro está que nunca ninguno de los navegantes se tomaban el trabajo de navegar si no hacia dónde conocían y esperaban sacar provecho; y viendo como ningún otro príncipe trabajara en ello mandó él hacia aquellos lugares sus navíos, teniendo como manifiesta certeza y moviéndose para ello al servicio de Dios y del Rey Don Duarte su señor y hermano, que en aquel tiempo reinaba. Y esta fue la razón primera de sus movimientos.

Y la segunda fue porque consideró que , encontrándose en aquellas tierras alguna población de Cristianos, o algunos puertos en los que se pudiera navegar sin peligro, que se podría traer para estos reinos muchas mercaderías las cuales encontrarían buen mercado, segunda razón , pues con ello no trataban otras personas de esas partes ni de ninguna otra que fuesen conocidas; y que eso mismo llevarían para aquellas mercancías que en estos reinos hubiese y que traerían gran provecho a los naturales.

La tercera razón fue porque se decía que el poderío de los Moros de aquella tierra de África era mucho más grande del que comúnmente se pensaba, y que no había entre ellos ni Cristianos ni ninguna otra generación. Y porque todo serio, por natural prudencia, y queriendo saber el poder de su enemigo, trabajó el señor para mandar saber hasta dónde llegaba el poder de esos infieles.

La cuarta razón fue porque de XXXI años que había guerreado con los Moros, nunca encontró rey Cristiano ni señor fuera de esta tierra que por amor de nuestro señor Jesús Cristo quisiera ayudar en la mencionada guerra. Quería saber también si se encontraban en aquellas partes algunos príncipes Cristianos en que la caridad y el amor de Cristo fuesen tan esforzados que quisieran ayudar contra aquellos enemigos de la Fe.

La quinta razón fue el gran deseo que había de acrecentar en la santa Fe de nuestro señor Jesús Cristo, y traer para ella todas las almas que se quisieran salvar, conociendo que todo el misterio de la encarnación, muerte y pasión de nuestro señor Jesús Cristo fue hecho con este fin “a saber” para la salvación de las almas perdidas, las cuales el señor quería por sus trabajos y sus esfuerzos, traer al verdadero camino, conociendo que se no podía el señor realizar mayor oferta; que si Dios prometió cien bienes por uno, justo es que creamos que por tantos bienes, por tantas almas de este seños son salvadas el tenga en el reino de Dios tanta centena de galardones, para que su alma después de esta vida pueda ser glorificada en el reino de los cielos; que yo, que esta historia escribí, vi tantos hombres y mujeres de aquellos lugares que se convirtieron a la santa Fe, que todavía que este príncipe fuera gentil, las oraciones de estos eran bastantes para traer la salvación. Y nos solamente vi a aquellos, vi también a sus hijos y nietos tan verdaderos Cristianos como si la divina gracia salpicara en ellos para darles claro conocimiento de sí mismo.

Pero sobre esta cinco razones aún tengo la sexta que parece que es la raíz de donde todas ellas proceden: Esto es la inclinación de las rutas celestiales, que como escribí no hace mucho tiempo en una epístola que enviara al Señor Rey que si está escrito que el sabio barón se hará cargo de las estrellas y del curso de los planetas según la buena estima de los Santos Doctores no pueden culpar al buen hombre que se manifiesta pero son cuerpos ordenados en el misterio de nuestro señor Dios y ocurren para ciertas medidas y determinados fines revelados a los hombres por su gracia y también por su influencia los cuerpos inferiores son inclinados hacia ciertas pasiones. Y si es así, hablando como católicos que las predestinaciones de la esfera celeste por juicio natural, con alguna gracia divina se pueden estorbar, mucha más razón esta que las predestinadas fueran, por esta misma gracia, no solamente seguirán su curso, sino que serán mucho más creíbles.

Por ello quiero escribir aquí como todavía, por influencia natural este honrado príncipe se inclinaba a estas cosas. Esto es así porque su ascendiente fue Aries, que es casa de Marte, que es la exaltación del sol y su señor está en la XI casa acompañado del sol. Por lo tanto, el mencionado Marte fue en Acuario, que es casa de Saturno y en casa de esperanza, ello significó que este señor trabajase en conquistas importantes y sólidas, especialmente en buscar las cosas que estaban ocultas a otros hombres, y secretas, siguiendo la tradición de Saturno en cuya casa él está. Y por estar acompañado del sol, como dije, y el sol estará en casa de Júpiter, significaba todos sus logros y conquistas para ser hechas con lealtad y placer de su Rey y señor.


Capítulo VIII- Por qué razón no osaban los navíos pasar más allá del Cabo Bojador.

Puesto así el Infante en este movimiento, siguiendo las razones que ya oísteis, comenzó a enviar sus navíos y personas en cuanto la necesidad del caso requería, pero mandó muchas veces hombres que, por experiencia de grandes hechos ante otros en el oficio de las armas, pero nunca fue alguno que osara pasar aquel cabo Bojador para conocer la tierra de más allá como deseaba el Infante.

Y a decir verdad no era por falta de fortaleza ni de buena voluntad, pero debido a la novedad del caso, mezclado con su antigua fama ya instalada entre los marineros de España por sucesivas generaciones. Y aunque fuera engañosa porque la experiencia amenazaba con un daño evidente, era grande la duda sobre quién sería el primero en arriesgar la vida en semejante aventura.

¿Cómo pasaremos? Decían ellos, los términos que pusieron nuestros padres o qué provecho podían traer al Infante la perdición de nuestras almas junto con los cuerpos. ¿Afortunadamente no fueron en España otros príncipes ni señores tan codiciosos de esta sabiduría como el Infante nuestro señor? Por cierto, no he de presumir que entre tantos y tan nobles y que tan grandes y tan altos hechos realizaran por honra de su memoria, no hubo ninguno que se entrometiera siendo manifiesto el peligro y con poca esperanza de honra ni provecho, sin embargo, no dejaron de hacerlo.

Esto es claro, decían los marineros, que después de este Cabo no hay gente ni población alguna; la tierra no es menos arenosa que los desiertos de Libia, donde no hay agua, ni árboles, ni hierba verde; y el mar es tan bajo, que a una legua de tierra no hay de fondo más de una braza. Las corrientes son tan intensas que el navío que le pase jamás podrá retornar. Y por ello nuestros ancestros nunca lo intentaron pasar. Y ciertamente no fue a ellos y sus conocimientos de pequeña oscuridad cuando no sabían asentar en las cartas donde se asienta por dónde se puede navegar. Ahora, quién crees que sería el capitán del navío que tuviera dudas delante de hombres que fueran motivo para llegar y dar fe a semejantes lugares con una casi segura esperanza de morir como se presentaba ante sus ojos.

¡Oh tú virgen Temis, que entre las nueve Musas del Monte Parnaso tenías el privilegio especial de observar los secretos de la cueva de Apolo! Yo dudo si tu temor era tan grande de poner tus pies sobre aquella sagrada mesa donde las revelaciones divinas te daban trabajo poco menos de muerte dando ánimo a aquellos amenazados no solamente de miedo, también de su sombra, cuyo gran engaño fue causa de grandes gastos, que doce años continuados duró el Infante en aquel trabajo, enviando cada un año hacia aquellos lugares sus navíos con gran costo de sus rentas; los cuales nunca se atrevieron de traspasar ese punto. Bien es que no se quedaron sin honor, que por enmendar los que morían sin cumplir el mandato de su señor, algunos seguían sobre la costa de Granada, otros corrieron por el mar de Levante hasta que terminaban capturando presas de los infieles, con lo cual retornaban de manera honrosa para el reino.


Capítulo XII- Como Antão Gonçalves trajo los primeros cautivos.

Tomo mucho placer al volver a contar esta historia, porque pienso alguna cosa con que satisfaga el deseo de este nuestro Príncipe; lo que este deseo es mayor cuando las cosas por las que tan largamente trabajó están más cerca de su vista. Por ello en este presente capítulo quiero presentar alguna novedad de su tan trabajosa siembra.

Fue así que en aquel año del cuatrocientos cuarenta y uno, cuando ya se había logrado algo de paz en los reinos, hizo el Infante armar un navío pequeño en el cual envió como capitán a Antão Gonçalves, su guardia personal, hombre bastante joven. El fin de viaje no era otro al mando del Señor sino de cargar aquel navío de aceite y cueros de aquellos lobos marinos de los que ya hablamos en los capítulos anteriores a este. No se debe dudar que el Infante no le dio aquel mismo cargo que daba a los otros; ya que la edad de este era menor y su autoridad poca, tanto el encargo era más pequeño que la esperanza de huidas era menor.

Acabado el viaje de este Antão Gonçalves llamó a Afonso Guterres, otro joven de cámara que era como él, y así todos los del navío, que eran XXI en total y les habló de esta manera:


“Hermanos y amigos! Tenemos ya nuestra carga como han visto en la cual acabamos y que ponemos como fuerza principal de nuestro mandato. Y podemos retornar si no quisiésemos trabajar más allá de aquello que se nos ha encomendado. Pero quiero saber de vosotros si os parece que está bien que intentemos realizar por lo que se nos ha enviado con buena voluntad. Y en verdad considero que esta tarea nos fue encargada por el Infante nuestro señor, tanto debemos trabajar en ella con mayor peso. ¡Oh! ¡qué gran acontecimiento sería para nosotros, que vinimos a esta tierra para llevar una mercancía tan débil nosotros que tenemos ahora la dicha de llevar los primeros cautivos ante la presencia de nuestro príncipe! Y quiero decirles que tengo considerado para recibir vuestro avistamiento; esto es que en la noche siguiente yo con nueve de vosotros aquellos que estuvieran más dispuestos para el trabajo, quiero recorrer alguna parte de esta tierra a lo largo de este río para ver si escucho alguna gente que me parece de razón que debemos encontrar algo, pues es cierto que aquí hay gente que trata con camellos y otros animales que llevan sus cargas; y el tráfico de ellos debe ser principalmente en contra del mar, y es pues también que ellos de nosotros todavía no saben nada, ni pueden reunirse tantos que nosotros no intentemos contra su fuerza; y encontrándonos Dios con ellos, a menor parte de la victoria será tomar algunos, de lo cual el Infante nuestro señor no estará poco contento, para cobrar conocimiento por él de cuáles son los moradores de esta tierra. Pues tal será nuestro galardón, debe saberlo él por los grandes gastos y trabajos que él, en los años pasados, dedicados solamente a este fin, tenía ofrecidos” …


Y finalmente determinaron hacer su mandato y seguir hasta donde más pudieran llegar.

Cuando sobrevino la noche, Antão Gonçalves apartó a aquellos nueve que más aptos le parecieron, e hizo con ellos su viaje como antes lo había determinado. Y apartados del mar por una legua encontraron un camino por el cual presumieron que podría andar por allí algún hombre o mujer que ellos pudiesen atrapar; y se dio de ser así por cuya razón Antão Gonçalves colocó a los otros para que fuesen más adelante ya que no sería bueno retornar así al navío. Y contentos los otros partieron desde allí por ese desierto espacio de tres leguas donde encontraron rastros de hombres y niños cuyo número sería, según su parecer, de cuarenta hasta cincuenta, los cuales seguían al revés de lo que ellos andaban.

La calma era muy grande; y por esa razón como la del trabajo que habían tenido velando por la noche y andando a pie y sobre todo con escasez de agua que ahí no había, sintió Antão Gonçalves que el cansancio de ellos era muy grande lo cual él podía juzgar por su propio padecimiento.

“Amigos, -dice él- aquí no hay nada. Nuestro trabajo es grande y el provecho parece pequeño siguiendo este camino, que estos hombres vienen en contra de donde nosotros venimos el mejor consejo que puede haber es volvernos contra ellos, y puede ser que por la vuelta que realizaron, si se apartaron algunos de ellos o por ventura caeremos sobre ellos donde estén y atacándolos puede ser que huyan y huyendo puede ser que atrapemos a alguno menos ligero del que nos podamos aprovechar, según nuestra intención encontraremos XIV o XV, con los cuales haremos nuestra presa de mayor ventaja”.

No era este consejo en que se puede encontrar duda sobre la voluntad de esos hombres, porque todos deseaban eso mismo.

Y volviendo en contra del mar, en poco tiempo de su camino, vieron a un hombre desnudo que seguía a un camello, llevando dos lanzas en las manos y siguiéndolo no había motivo para que su cansancio tuviera sentido. Y como estaba solo y vio que eran tantos, todavía quiso mostrar que aquellas armas eran dignas de él y comenzó a defenderse lo mejor que pudo haciendo su contención más áspera de lo que su fortaleza requería.

Afonso Guterres lo hirió de un dardo, de cuya herida el moro tuvo temor, y lanzó sus armas como causa vencida. Por lo cual atrapado con gran placer por parte de aquellos yendo así adelante vieron sobre una colina las personas cuyo rastro seguían que eran del grupo del que traían cautivo.

Y no se desvanecía por llegar hasta ellos; el sol estaba muy bajo ya y ellos muy cansados, consideraron que semejante lucha les podría traer mayor daño que provecho; y por ello determinaron volver al navío. Y yendo así vieron a una moza negra que era sierva de aquellos que estaban en la colina, y siguiendo el consejo de algunos de ellos fue que la dejasen ir, para no generar nueva escaramuza, que por el contrario no era necesario ya que a simple vista notaban que era su número más del doble sobre ellos. Antão Gonçalves dijo que fueran por ella y que el menosprecio de ese encuentro haría a los contrarios entrar en conflicto con ellos. Y ya vez, la voz del capitán entre su gente se hace obedecer cuando prevalece.

Siguiendo el acuerdo, la mora fue tomada por lo que los contrincantes quisieron acudir, pero viendo nuestros pertrechos para recibirlos no solamente se retiraron para donde estaban, sino que se fueron para otra parte, volviendo las espaldas a los contrarios.

Y así damos por acabado este capítulo, dejando aquí reposar a Antão Gonçalves, hasta que en el siguiente capítulo lo hagamos caballero honradamente.

Gomes Eanes de Zurara
Crónica de Guiné. Introdução, novas anotaçoes e glossário de José de Bragança, Barcelos, Livraría Civilização, 1973. Pp. 43-61



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