Marcel Detienne

"A este "gran dios" canonizado desde siempre, y ya desde el interior –Píndaro y Platón habían precedido a Winckelmann y a Walter F. Otto–, hay que decidirse a asaltarlo de costado, por sorpresa, de noche, en los lugares oscuros, en los rincones donde gusta merodear el Señor de Delfos, el que se hace llamar Loxias, el "Torcido", el "Oblicuo". En medio de sus muchachos carniceros, Apolo llamado el Crepitante, Lakeutés, expone y mercadea su saber mántico, en compañía del adivino jefe y frente a sus sacerdotes de turno, que llevan en su cintura el ancho cuchillo de los sacrificadores oficiales."

Marcel Detienne
Apolo con el cuchillo en la mano: una aproximación experimental al politeísmo griego



"Cuchillo en mano: he ahí al primer Apolo, partido de Delos y tomando posesión del lugar de la palabra oracular (en Delfos). Un cuchillo para degollar sobre un altar recientemente inaugurado. Un cuchillo para tallar los caminos, para recortar los altares, para trazar el témenos, santuario "recortado" (témnein) que se le ajusta como un guante. Los caminos del cuchillo, el Apolo Aguieús (trazador de calles) los conoce uno a uno: carnicero entre los sacrificadores, devorador de hombres, asesino de su enemigo privilegiado, cómplice de su asesino más próximo, conoce la locura y la huida enloquecida de quien derrama la sangre y hace surgir la violencia implacable de un nuevo muerto. Los caminos de la palabra a él es a quien toca abrirlos o cerrarlos, ocultarlos para mostrarlos mejor. En las encrucijadas del camino y la palabra, Apolo reina sobre lo puro y lo impuro: "Puro exiliado del cielo". Dios impuro, y siempre joven, él es entre los inmortales quien marcha más lejos en la noche. Dios pestilencial, funesto y fatal, Oúlios, tiene el fulgor siniestro de un astro resplandeciente en medio de un cielo de tinieblas. Phoibos, puro con el brillo del Sol, sabe por los senderos del oráculo separar estrictamente lo más impuro de su mancha íntima. Su arte extremo no es purificar, sino hacer puro de lo impuro, mostrando audazmente cómo, desde lo más informe, inventarse un trazado sin memoria, crear el puro comienzo de una fundación que quiere creerse duradera."

Marcel Detienne
Apolo con el cuchillo en la mano: una aproximación experimental al politeísmo griego


"En el demos de Icarión, Dioniso enarbola la máscara del Extranjero, pero aquel que ponen los dioses a hacer el rodeo de la ciudad cuando ellos vienen, se dice, a observar “la desmesura o la equidad de las acciones humanas”. Dioniso como visitante nocturno, que atraviesa el país que lleva todavía hoy su nombre y donde, desde el siglo VI antes de nuestra era, reina, con el cántaro en la mano, en el santuario que alberga su estatua de mármol de dos metros de altura. Un Dioniso es­trechamente asociado al Apolo pitio, y que puede ver a Tespis, démota de Icarión, hacer ensayar el coro, inventar al actor y descubrir la máscara, antes de triunfar en las primeras Grandes Dionisíadas, un poco más lejos, en la ciudad capital, en Atenas." Dioniso pasa de esta manera tan furtiva por este teatro.
Se ha ido hacia otra frontera, vagabundo silencioso a las puertas de Eleuteros. Aquí su acción se vuelve más compleja pero no renuncia a las mediaciones que le ofrece la pequeña ciudad de nombre “libertad”, situada al noroeste de Atenas. Una ciudad fronteriza, al pie del Citerón, en el límite entre los dos territorios de Tebas y de Atica. Y Dioniso sabe mostrarse doble en estos lugares de culto así como en sus manifestaciones.
Sobre su vertiente tebana se abre la gruta vecina pero distinta del templo donde se sitúa el Dioniso Eleuteros, que tomará la ruta de Atenas."

Marcel Detienne
Dionisio a cielo abierto


"Para el análisis comparativo, existen pues unas prácticas de reunirse en asamblea que habrían podido no producirse o generar otras formas de igualdad. Unas prácticas que pueden desaparecer: junto a los esbozos furtivos y a los trazados fulminantes, algunas conquistas, a lo largo de varios siglos, sólo parecen definitivas porque se benefician del olvido y de la evanescencia de otras experiencias, inauditas y desaparecidas para siempre. Allí donde la historia, la de los institutos y universidades, nos propone el recorrido apasionante de nuestros griegos, o inversamente, sin ni siquiera los accesorios necesarios, la de nuestros modernos y sus facetas, la antropología, que cada mañana se despierta siendo comparativa, que es totalmente libre de ir de cultura en cultura, de sacar provecho de todas partes donde reunirse en asamblea ha crecido y florecido, nos invita, a causa de su interés por la disonancia, a comparar sociedades con contrastes, exagerados o secretos, sin límites de tiempo o de espacio. ¿Por qué? Esta pregunta se repite desde que el Saber siente inquietud por las disciplinas y su futuro. En primer lugar, porque la comparación de varias experiencias en general produce espacios de inteligibilidad, de lo que los historiadores de la política, incluso los filósofos, saben cuál es el precio y el tono en su ámbito de reflexión. Y también porque varios inicios, observados en su trayectoria concreta, autorizan a analizar, de forma microscópica, los componentes de las configuraciones próximas, cada una de las cuales, según sus rasgos diferenciales, quizás permite vislumbrar al comparatista ante el clinamen que permite la fórmula de una microconfiguración de la política entre una serie de otras posibles."

Marcel Detienne










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