Isabel García Lorca

"Conocí a Jorge Guillén en la Universidad de Madrid. Creo que fue el año 1933.
Me había matriculado en un cursillo organizado por la Facultad de Filosofía y Letras –en aquellos años ya con el nuevo plan de estudios creado por García Morente– y Guillén venía de la Universidad de Sevilla, donde ya era catedrático, invitado por la de Madrid a hablarnos sobre la poesía de Bécquer.
Me senté en la primera fila (siempre lo hacía para no distraerme). Él se bajó de la tarima, se puso delante de mí y, abriendo los brazos y torciendo ligeramente la cabeza, dijo: «Isabelita García Lorca. Muy bien, muy bien». A Guillén le gustaba repetir la misma frase por lo menos dos veces, con aquella risa entre cariñosa e irónica que tan bien expresaba su carácter.
Era joven, con un aire muy distinguido, pero recuerdo que a mí me pareció un señor mayor. Sus clases eran maravillosas, indescriptibles, porque no nos parecían clases. Era una conversación que, dada nuestra timidez e ignorancia, muchas veces se quedaba en monólogo. Leía y comentaba un poema. Él siempre contaba, hasta sus últimos días, que Federico le decía: «Van a tu clase y todos los días vienen llorando de la universidad». Llorando no, pero sí deslumbradas como quien ha asistido a un descubrimiento."

Isabel García Lorca



 “¡Me duele tanto recordar!”

Isabel García Lorca


“Mi vida la veo como un inmenso y desordenado retablo. Sola estoy en mi vivir, en mi sentir, en mi pesar. Sé que no voy acorde con nadie y en el fondo es lo natural y lo comprendo. Yo no puedo vivir sólo lo actual; mi vida es inseparable del pasado.”

Isabel García Lorca



“No podía hablar. No podía llorar. Me preguntaban y no podía responder ¿Para qué? Todo había terminado. Creo que pensar en mis padres me empujó a continuar. A seguir viviendo la pesadilla del teléfono negro balanceándose contra la pared. El crimen era verdad. Los crímenes eran verdad. ¡Malditos sean!”

Isabel García Lorca










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