Isabela Figueiredo

"El racismo de mi madre estaba muy relacionado con los sirvientes domésticos. La forma poco elegante y desdeñosa que trataba a estos niños, que por lo general eran bastante jóvenes. Ese sirviente para mí era una persona más con la que podía jugar y hablar. Yo era hija única, estaba bastante sola, me pasaba el día con mi mamá y tener una nueva persona en casa era maravilloso, pero me daba cuenta que esa persona le tenía miedo a mi mamá. Ese chico, de 15 o 16 años, que jugaba y se reía conmigo era “el otro” para mis padres. El racismo de mi madre está en estas relaciones de poder no violentas, pero que segregan y que separan. Creo que mi padre sentía más empatía por sus empleados favoritos que mi madre, aunque ella tuviese una relación no violenta o agresiva con ellos."

Isabela Figueiredo


"Escribo porque necesito hacerlo, porque tengo esta manía de tener algo que decir sobre el mundo. Mi objetivo no es agitar las aguas. Se trata más de llevar a los demás un conocimiento que estoy teniendo, una visión que tengo del mundo y creo que no está mal, y que se puede discutir y evaluar. Mi objetivo es mostrar lo que veo y pienso."

Isabela Figueiredo



"Fue un viaje importante y me alegro de haberlo hecho. Fui inocentemente. Tenía en mi cabeza la ciudad donde nací y crecí. En verdad, tenía en la cabeza esa maravillosa África que los portugueses construyeron con el trabajo de los negros. Mi problema cuando llegué fue que me di cuenta de que la ciudad que dejaron los portugueses está ahí en términos arquitectónicos, pero ya no es una ciudad de los portugueses. Es una ciudad africana sin características de Europa. Y el punto es este: lo que descubrí fue mi identidad cuando fui allí. Descubrí que la ciudad que me gustaba era una ciudad africana con características europeas y que esas características —orden, limpieza, organización del espacio— ya no existían. Había toda una relajación africana que no se preocupa si las paredes están pintadas o con los huecos de las carreteras porque tiene que preocuparse con necesidades básicas como tener algo para comer y dónde dormir: y este también fue el legado que dejamos. Esperaba que después de casi 50 años de independencia esa tierra hubiera encontrado paz, pero también crecimiento, progreso, un camino sin dictadura y sin fascismo. Y lo que encuentro es exactamente lo contrario. Sigue siendo un país colonizado por otros, con una clase alta mozambiqueña que explota a la clase baja, un país profundamente atrasado, sin un sistema de salud y de educación avanzados. Encontré caos, desorden y eso no era lo que quería encontrar porque quiero a Mozambique. Es mi tierra, soy de allí. El viaje fue un disgusto y un descubrimiento. Me di cuenta de que a lo largo de mi vida como niña y adolescente en Mozambique, mi cultura y mi idioma eran el portugués. Al llegar a un lugar donde existe el idioma, pero la cultura se ha derrumbado y no hay nada allí con lo que me pueda identificar, soy portuguesa. Lo cual es interesante porque en Portugal a menudo me siento mozambiqueña."

Isabela Figueiredo


"La historia que se cuenta sobre los descubrimientos debe equilibrarse con lo que era el colonialismo como ideología. No podemos simplemente hablar de nuestra gran aventura de descubrir el mundo. Partimos en barcos y trajimos a Europa el Nuevo Mundo que ya existía allí. Lo que sigue —política, religiosa e ideológicamente— tiene consecuencias políticas que aún hoy son visibles y obstaculizan el progreso de esas tierras y pueblos. Las antiguas colonias portuguesas y las de España aún hoy padecen del colonialismo. El colonialismo está en todas partes: es una ideología que se apropia y no habilita. Este lado oscuro tiene que estar en nuestra Historia. El programa educativo de Portugal y el de España —porque en España no es diferente— deben ser revisados ​​y deben incluir un discurso paralelo sobre cómo fue encontrar y explorar este nuevo mundo, y qué consecuencias tuvo y sigue teniendo hoy."

Isabela Figueiredo


“Las antiguas colonias portuguesas aún hoy padecen del colonialismo, este lado oscuro tiene que estar en nuestra Historia.”

Isabela Figueiredo


"Los humanos tenemos un lado luminoso y un lado oscuro."

Isabela Figueiredo


"Portugal debería disculparse y eso tendrá que suceder tarde o temprano."

Isabela Figueiredo




"Supimos del 25 de Abril el 26. Se lo contaron a mi padre, al anochecer, estando nosotros en la plazoleta proyectada en la avenida Latino Coelho en Lourenço Marques. Sé que estábamos en la plazoleta proyectada en la avenida Latino Coelho, porque estoy viendo el escenario de los edificios, los hombres en círculo con sus guayaberas azules, cenicientas, castaño claras, beis, intercambiando opiniones; y yo, deambulando entre ellos y el bordillo de la acera, sobre el cual andaba haciendo equilibrios por entretenerme, mientras escuchaba. Por momentos me aferraba a las manos de mi padre, revoloteando en torno suyo, tirándole de los brazos. A él le exaltaba la conversación con los otros hombres pero no dejaba de prestarme atención, un «ten cuidado, hija, que te caes», un «ven aquí», y yo escuchaba, sin prestar atención, el ruido desequilibrado de las voces, y las emociones que contenían. Oía a lo lejos. No escuchaba. Solo me interesaba mi padre.
Llevaba puestos mis pantalones caquis y calzaba chancletas de goma, compradas en los almacenes de chinos de la Baixa. Hacía calor. Estaba anocheciendo, y crecía ya aquella sombra húmeda, y el olor de los árboles y de la tierra, cansados de luz; pero el día no había sido tan caluroso.
Mi madre había subido a preparar la cena.
Aunque es extraña la localización de este recuerdo, porque solo nos fuimos a vivir a la plazoleta proyectada en la Latino Coelho después de las masacres del 7 de septiembre de aquel año.
Tal vez hubiésemos ido a visitar a alguien. Tal vez a mi padrino Joaquim, el loco, que había construido unos edificios, quiero decir, que los negros de mi padrino Joaquim habían construido unos edificios, porque mi padrino no sabía nada de construcción, aunque supiese dar órdenes, y gritar que quería todo listo para el día siguiente, porque después venían el fontanero y el electricista… Y también debía saber dar órdenes al fontanero y al electricista, aunque mal, porque mi padrino era esencialmente poeta y suicida, explotador de mujeres y mentiroso. Y espiritista. Tenía unos zumbidos en los oídos y veía cosas extrañas. El hombre sería vidente, constructor no, eso es lo que yo creo.
Me acuerdo de otra conversación sobre el 25 de Abril, también al final de la tarde, en la Baixa, en el lado izquierdo del edificio del bazar, en la calle. Un grupo de hombres, como siempre, yo la única niña, solo porque acompañaba a mi padre, y participaba como testigo mudo en sus actos públicos. Era la hija del electricista. Lo que ha crecido tu hija. ¿En qué curso estás ya? Y poco más. Escuchaba.
La conversación de la plazoleta proyectada en la Latino Coelho tuvo lugar al atardecer, pero no demasiado tarde. La luz era más blanca. En esta, la luz caía más tenue, más anaranjada. Era la luz naranja del Índico, del mismo color que la tierra de Zambi, de la Costa del Sol, de la Ponta Vermelha, que no es roja, sino naranja fuerte como el azafrán oscuro.
¿Cuál de los escenarios es el real? ¿La conversación sobre el 25 de Abril tuvo lugar arriba, en Alto Maé, o en la Baixa? ¿Fue la misma conversación? ¿Fueron conversaciones diferentes sobre el mismo asunto? Prefiero la segunda hipótesis. Acaso las dos hayan sucedido. La coherencia del tiempo y del espacio, a medida que pasa el tiempo, se pierde. «Fue así», «este es mi recuerdo». Una cosa es cierta: sucedió.
Se había producido una revolución en la metrópoli. El día anterior había sido ya muy confuso: Marcelo Caetano había huido a Brasil, el país estaba sin gobierno, había tropas en las calles; era una república bananera, ¿y qué pasaría en las colonias? Sí, se había producido una enorme confusión en la metrópoli, ¿y luego? El gobierno había cambiado de manos, mejor, porque los que estaban nos robaban a diario. Habían sido los militares. ¿Era bueno para nosotros? ¿Iban a conceder la independencia a las colonias? ¡Ah, finalmente, África iba a ser nuestra! ¡Finalmente, íbamos a dejar de pagar impuestos a los cabrones de la metrópoli! Ahora, podríamos prosperar y hacer de nuestra tierra una California. Era eso lo que nuestra tierra iba a ser: California. California, pero como en Sudáfrica. Con los negros sometidos por nosotros, controlados, o no sería. El 25 de Abril iba a entregar África a los blancos, y después íbamos a ser felices."

Isabela Figueiredo
Cuaderno de memorias coloniales



“Todos los bandos poseen una verdad incontrovertible. No hay nada que se pueda hacer. Nadie admitirá la mentira que edificó para caminar sin culpa, para dormir, despertar, comer, trabajar.”

Isabela Figueiredo









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