Manuel da Fonseca

Antes que sea tarde

Amigo,
tú qué lloras una angustia cualquiera
y hablas de cosas suaves como la luz de la luna
y quietudes
como las aguas de un lago dormido,
despierta!
tiempo de quietud
las orillas del arroyo solitario
lugares donde te miras
como si fuesen tu enamorada.
Abandona el jardín sin flores
de ese país inventado
donde tú eres el único habitante.
Deja que los deseos sin rumbo
del barco de los Dioses te darán
ese aire de renuncia
de las cosas del mundo.
Despierta, amigo,
libérate de ese milagro de la paz podrida
que existe
sólo en tu imaginación.
Abre los ojos y mira,
Abre los brazos y lucha!
amigo,
antes de que venga la muerte
nacido de nuevo a la vida.

Manuel da Fonseca



Los ojos del poeta

El poeta tiene ojos de agua para reflejar todos los colores del mundo,
y las formas y las proporciones exactas, incluso las cosas que los sabios desconocen.
En su mirar están las distancias sin misterio que hay entre las estrellas,
y están las estrellas que brillan en la penumbra de los barrios de misería,
con las siluetas oscuras de los niños vagabundos despeinados por el viento.
En su mirar están las nieves eternas de los Himalayas vencidos
y las arrugas maceradas de las madres que perdieron a sus hijos en lucha entre las patrias
y el movimiento que ulula de las ciudades marítimas donde se hablan todas las lenguas de la tierra
y el gesto desolado de los hombres que vuelven al hogar con las manos vacías y callosas,
y la luz del desierto incandescente y trémula, y los hielos de los polos, blancos, blancos,
y la sombra de los párpados sobre el rostro de las novias que no se casaron,
y los tesoros de los océanos desvendados que causan maravillas como cuentos de hadas en las horas de la infancia
y los trapos negros de las mujeres de los pescadores revoloteando como banderas afligidas
y corriendo por la costa con las manos viradas hacia el mar maldiciendo la tempestad:
-todos los colores, todas las formas del mundo se agitan y gritan en los ojos del poeta.
Desde su mirada, que es un faro erguido en lo alto de un
promontorio, sale una estrella que vuela en las tinieblas,
tocando de esperanza el corazón de los hombres de todas las latitudes.
Y los días claros, inundados de vida, pierden el brillo con los ojos del poeta,
que escribe poemas de rebelión con tinta de sol en la noche de angustía que pesa sobre el mundo.

Manuel da Fonseca











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