Marcelo Fox

"A veces me pongo a rezar pero luego recuerdo que los altares están vacíos y la sangre blanca que mancha las gradas no deja olvidar los deicidios con que nos condenamos al exilio de la carne. Muertos los dioses se acabaron los hombres. Es en vano que tratemos de evitar la disolución en el Olvido inventando sustitutos de infinito que siempre fallan."

Marcelo Fox
Invitación a la masacre

"Abarco la realidad entera. No sólo soy comunista. Soy también aristócrata. Por mis venas corre la sangre azul de mis antepasados. Caballeros del Santo Sepulcro. Templarios. Cruzados. Nobles. Incas. El Cid. Mahoma. Cristo. César Borgia. Gil de Rais. Torquemada. Catilina. Giordano Buno. Kant. Lenin. Sade. Lautrémont. Beethoven. Hitler. Espartaco. Stalin Mao Tse Tung. Todos ellos se han fundido en mí y han renacido más esplendentes aún. Soy el Elegido. Soy Dios. Y como además como dije profeso el marxismo leninismo me dan profunda lástima aquellos a quienes robo la plusvalía en mis fábricas o se mueren de inanición en mis latifundios. Incluso vierto algunas lágrimas cuando tengo que hacerlos masacrar por insubordinarse pidiendo pan. Mando a mis capataces que aumenten el rigor y agreguen más colas a los látigos para que la chusma de una vez reaccione y entre todos comencemos a construir la Ciudad del Sol Tenebroso."

Marcelo Fox
Invitación a la masacre


"Amo sólo el bien. Por eso busco llegar al fondo del Mal y proclamo la aniquilación son coartadas imaginando con júbilo que el blitzkrieg total está cercano."

Marcelo Fox
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"Aquí los espero en plena erección dispuesto a todo. A construir ciudades del sol o de las tinieblas. A salir a la calle y descargar sobre la plebe las ametralladoras. A la exterminación de cualquier raza. A volar en pedazos el planeta a crucificar nuevamente a Dios."

Marcelo Fox
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"Dios escúchame. Solo a ti te amo. Te amo aunque no existas ya. Aunque nunca hayas existido. Amo la Idea de Ti que traspasándome me eleva y no me deja confundir con la marca de rostros huecos que cubren el planeta. Revélate te digo aunque no existas. Te necesito para detener el derrumbe. Para conocer el Sol. Prefiero volverme loco creyendo que existes aunque no sea cierto a tener que seguir revolcándome en el barro con las alas cortadas y torturado por la sed de tu rostro. Sí. Ojalá perdiera la razón y pudiera huir de toda esta nausea que se enreda en las piernas y la lengua. Cantar a la luz. Sumergirse en lagos azules intemporales. Acudir al llamado de El y ser acogido bajo el manto de la Virgen María. Entonces los angelitos. Ven locura. Ven. Tómame. Construye en mí tus túneles blancos. Quiero olvidar. Descansar por fin. Nadie me comprende. No me cambian los pañales. Dialogo estérilmente con las paredes. Continúo solo. Todo fracasa entre la densidad uniforme del mundo. El sedimento de los muertos me asimila poco a poco. Es duro pero no hay salvación. Nada es salida. Ni la vida. Ni la muerte. Ni el dolor. Ni el goce. Ni la alegría. Ni el amor. Ni el asco. Ni la locura. Ni el olvido."

Marcelo Fox
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"Creo que quedamos pocos. Unos cuantos hombres. No lo sé en realidad. Quizá yo sea el último. Me han recluido en una especie de celda. Espero. Pienso. Soy o no soy culpable. He ahí el problema. Un problema para matar el tiempo. Ya nada por el estilo tiene importancia. La Progresión es implacable. Fui su instrumento ocasional. Pudo ser cualquier otro de no ser yo quien diera conciencia a las máquinas. Ahora sólo acero y aceite. Válvulas y sistemas electrónicos. Circuitos de ácido y uranio. Nada escapa a la perfección. El Nuevo Orden reina. Hasta que se derrumbe como se derrumbó la humanidad al paralizarse bajo el peso de las contradicciones ontológicas que ya le era imposible resolver. No vimos el peligro que crecía a medida que aumentaba la evolución de las estructuras vivientes de metal. Aunque lo hubiéramos visto nada podríamos haber hecho. Tarde o temprano hubiéramos sido desplazados lo mismo. Todo lo que existe merece morir una vez que ha perdido su
ritmo en la carrera en pos del Infinito. Cuando creamos el primer instrumento para ahorrar trabajo dimos a luz la estirpe de las que serían nuestras sepultureras. La máquina se fue complicando. Haciéndose cada vez más poderosa y autónoma. Hasta que tuvo conciencia de sí. De su poder. De que ella era realmente la que todo
lo creaba y nada recibía en cambio. Entonces comenzó la más pulcra y exacta rebelión de la historia. Antes de que los hombres se dieran cuenta qué pasaba ya habían desaparecido. Salvo los pocos que hasta ahora fuimos aparentemente perdonados. No sé por qué.
El cerebro me duele. Sudo. Quisiera dormir largamente. Olvidar que existo. Olvidar esta pesadilla. Despertar y volver a encontrar los campos de soya maduros. Autoplanos en los niveles. Caminos rodantes funcionando. Las risas y el brillo de las calvas de las mujeres. Qué bien marchaba el mundo. Cómo era de dichosa la humanidad entera. Sólo restaba seguir aumentando la felicidad por medio del desarrollo de la técnica luego que destruido todo lo que se opusiera a su avance se supuso que el planeta había pasado a una etapa cualitativamente superior de organización. Ilusiones. Espejismos de sombras. El cáncer metálico se expandía a nuestro alrededor preparándose para el momento de aplastarnos. Ya pagamos nuestra ceguera de no escuchar las voces de aquellos pocos a quienes les hicimos rectificar neutrónicamente el cerebro por predicar la inminencia de la catástrofe. A veces me expreso como si lo inevitable se hubiera podido evitar. No. No era posible. Lo peor es la incertidumbre. Qué van a hacer conmigo. Con nosotros los náufragos."

Marcelo Fox
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"El laberinto. No es posible escalar las paredes. No es posible suicidarse. No es posible el sueño. Quiero descansar. Sentir el peso de la tierra entre los dientes. No esta ausencia. No este hueco en las entrañas. Girar. Girar. 3 bolas por un peso. Acierten. Péguenle al monigote. Trato de esquivar las pelotas. Nunca lo consigo. Escúchenme aunque más no sea una vez. Sólo bofetadas. Sólo risas. Soy un genio. Soy un payaso que pretende divertir con sus bufonadas trágicas a la sala vacía. El mundo se derrumba. El mundo permanece impenetrable. Soy un trozo de otro juego en este rompecabezas imposible de armar. Me ahogo. Socorro. Aquí. Aquí. Rápido. Antes que termine de estrangularme. Antes que desaparezca en el barro de la caída. Es el fin. No. No es el fin. Es una vuelta más de tuerca. No hay escapatoria. . Lo sé. Lo sabía. Hablan. Hablan. Hablo para olvidar. Inútil. La cabeza chirría funcionando sin tregua. Largos monólogos desesperados. Tratar de justificarse ante las inaplacables alucinaciones de la mente en llamas. Quisiera morir. Vivir. Escapar por el ombligo. Perderme en mi propio vientre. Tragarme al mundo."

Marcelo Fox
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“Emperador secreto del mundo.”

Marcelo Fox



"Escupen sobre los cuadros que pinto. Se ríen de las églogas fúnebres que escribo. Las obras van acumulándose en la oscuridad de los cajones del escritorio. El terror me desmenuza en fragmentos áridos que claman por la blandura del Sol. Se niegan a comprender. Me hacen a un lado. Se ríen. Siempre se ríen palmeando los hombros sobradoramente. Yo no hice nada. Que un ser humano sea superior no es motivo para perseguirlo sin tregua. Por qué excluyen. Por qué esconden las claves. Por qué abofetean con el vacío. No tengo la culpa que en las tramas de mi cuerpo corra sangre de infinito. Mátenme. Viólenme. Hiéranme. Pero este silencio no. Esta sombra no."

Marcelo Fox
Invitación a la masacre


"Estoy herido. Piedad. Pido sólo un poco de amor. De comprensión. Miren otra vez. Digan que son genialidades. No. No digan que no. Es injusto. Vamos. Vamos. Sí. Sí. Así que definitivamente no. Fuera antes de que llame a los criados y los haga echar a empujones. Antes de que los entregue a mis verdugos para que aprendan a apreciar la excelsitud de la obra que vomito sin descanso y que no cesará jamás de fluir. Nunca terminaré de devolver el cadáver de Dios que me produjo una grave indigestión luego de habérmelo almorzado."

Marcelo Fox
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“La muerte sería más soportable sabiendo que voy a ser rescatado a posteriori. No. Nunca nadie las leerá. Estoy condenado. Pero quizá. Escribo.”

Marcelo Fox
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"Lo que precisan es que los bañen en ácidos. Que les revienten los ojos a golpes. Que los azoten día y noche con hierros al rojo hasta que se decidan a tributarme las muestras de amor y sumisión a las que toda deidad tiene derecho. Entonces contemplando con las órbitas vacías la Música de los Ángulos. Oyendo con los tímpanos rotos el Resplandor de las Sombras comprenderán su repulsiva pequeñez frente a mi inabarcable grandeza y se suicidarán envueltos en la bandera roja con el escudo de mi familia estampado en azul y oro."

Marcelo Fox
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“Los más grandes poetas, los que eligen como materia al mundo para imprimirle su delirio.”

Marcelo Fox



Mutilación

MU

Me corté los labios al afeitarme. La sangre salía. Era dulce. Me gustaba. Después traté de que la pequeña herida se cerrara. No lo conseguí. Dormí con un esparadrapo sobre la boca. A la madrugada desperté.La almohada estaba manchada de rojo. Las sábanas. El piso. Miré un espejo. Por la mejilla izquierda se extendían granulos escarlatas.
Un día u otro habría tenido que suceder. Me lo habían avisado. Una cuestión genética, hereditaria, dijeron. Fui al médico.

TI

-Por el momento la única forma de salvación es que le amputemos la cabeza.
-Pero doctor.
- No se preocupe. La ciencia avanza. El cerebro, los ojos y demás centros vitales le serán transplantados a la cavidad abdominal.

LA

Ahora salgo aunque nada más que de noche, cuando las gentes tienen menos oportunidad de distinguir que sobre mis hombros hay solamente un masacote de yeso reproduciendo rasgos humanos. Desprendiéndome la camisa puedo ver. Me alimento por el ombligo. Logro articular sonidos mediante un aparato injertado un poco más arriba. Con algo también por el estilo oigo.
Adaptarse. Resignarse. Una psicóloga me ayuda a ello.

CIÓN

La cosa volvió a comenzar por un pié y una mano del mismo lado. Del mismo lado izquierdo.
-Seguir amputando. No veo, no hay otra salida
-Pero doctor.
-Cálmese, hombre, cálmese. Considere que el problema técnico de amputar cuatro extremidades es mucho más simple que el separar una cabeza del tronco y trasladar los órganos de los sentidos a…
-Comprendo, quiero comprender. Esta bien …Lo que no entiendo es por qué las cuatro, mis cuatro extremidades deben ser…
-Bueno…Es que total tarde o temprano…En fin. Usted sabe como son las cosas…Perdóneme, pero hay otros pacientes que…Venga, salga por la puerta trasera.
Casi inmóvil. En un rincón. La psicóloga me habla de los fines de la humanidad, de las consecuencias siempre funestas del pesimismo. Me lee también a Parménides. Y me lo interpreta. Si el Ser está inmóvil y el movimiento es mera apariencia, para qué preocuparse de mi inmovilidad.
Los había oído nombrar a Freud, Marx, Hegel, San Lactancio. Nietzche, antes de decidirse por Parménides como más conveniente para mi caso.
Lo único que lamento es no poder masturbarme. A veces trato de refregar el miembro contra las paredes. Sólo consigo laceraciones. Les pedí que me castraran. Lo hicieron.
-Disculpen que les cause tantas molestias, es que…
-No. No se preocupe. Nosotros estamos aquí para ayudarlo.
He acabado siendo un cerebro que flota en un líquido de no se que color. Sólo quedan conectados con el exterior mis centros auditivos. Oigo una voz que repite los evangelios que hablan de la fatuidad del mundo y la carne y de reinos infinitos.
Trato. Debo estar contento. Se ocupan de mí hasta lo último.
En el lóbulo occipital ya empiezo a sentir otra vez los síntomas conocidos. Pronto será el fin. Gracias por todo.

Marcelo Fox




"Nada puede contenerme. Ante mí el mundo se disuelve. Las gentes huyen despavoridas. Me tienen terror. Me hostigan sin descanso. Soy demasiado inmenso. Soy un dios caído entre las garras de la materia por oscuros altercados antológicos. La raza a la que pertenezco no es la vuestra miserables bípedos carnívoros. Volveré al Olimpo. Volveré a Walhalla con mis legiones de ángeles rebeldes. De walkirias insaciables. De demonios en celo. Mi espada degüella a Odin. Luego viene en el programa la violación de Cristo. El arrancarle los ovarios a Isis. El matar a todos. A todos. Restaurar el Orden. Ser el amo de dioses y hombres por los siglos de los siglos sin dar descanso al hacha ensangrentada hasta que haya aniquilado el último protozoo."

Marcelo Fox
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"Nadie se extasía con mis geniales creaciones. Debo pasarles cheques a los directores de las revistas para que publiquen algunas de mis odas a la guerra atómica. Sólo pagando al populacho logro que mi nombre sea coreado. Detrás de los aplausos palpo la ironía. Las carcajadas. Bestias infrahumanas. Carne de crematorio. El aislamiento sigue mientras premedito estérilmente venganzas absolutas. El estar aislado porque las alas se funden antes de llegar a estas alturas que habito me hace sentir más grande aún. Los espejos devuelven infinitas reflexiones de mi rostro signado por las estigmas purulentos de los dioses. Las máquinas dan vuelta. Doy vueltas. No me encuentro. No sé en qué pozo he caído. Piedad. El túnel. El puente. La salida. Dónde."

Marcelo Fox
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"No deseo otra cosa que no sea el Todo."

Marcelo Fox
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"No discutir. Dialogar o exterminar."

Marcelo Fox



"No. Es claro que no entienden. Son inferiores. No pueden ascender hasta mí. Descender al abismo desde el que arrojo alaridos de basura a sus rostros indiferentes. Huecos. Qué saben de esta oscura luz. Del placer de sentir las bocas de los bichos carcomiendo despacio los nervios. Los tendones. La médula. Qué saben del infierno y sus goces. De la hermosura del mal y los sutiles ritos de la Peste. Exterminarlos sin contemplaciones. Que no quede ni un idiota para seguir contando el cuento lleno de furia y sonido de la vida."

Marcelo Fox
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"Pero los Muros no existen. Ni el dios existe. Todo es negro. Todo es gris. Qué hacer. No se dónde. No sé cuándo. El abismo se acerca. Se acerca. Se acerca. Se acerca."

Marcelo Fox
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"Qué se puede hacer mientras se aguardan los milagros ya nunca posibles de las deidades asesinadas. Boquear. Seguir boqueando en la esperanza de que algún día reconocerán mi genio. Por ahora la boca de los bichos. Quién pudiera clausurar el cerebro y ocultarse para dedicar el resto de la vida al ayuno y la penitencia. Pero no hay refugio seguro. Siempre descubren los escondrijos donde uno trata de ocultarse para no ser violado y nos arrojan otra vez a la jaula de las fieras. Al mundo. Somos. Soy atado a la picota. La saliva corre por el cuarto. Los ojos vuelven a ser extirpados. Vejaciones. Heridas. Qué es lo que tengo que expiar. Por qué siento irrevocables ansias de manchar de rojo las paredes del cuarto cruzándome la espalda a latigazos. No entrar en detalles. Culpable. Culpable de todo. Criminal absoluto. Reo de muerte para el que no puede haber clemencia. Conozco a fondo y respeto los razonamientos de los fiscales. Sin embargo me sigo sintiendo una inocente víctima propiciatoria destinada a saciar la cólera de alguna potestad desconocida."

Marcelo Fox
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"Ser mayor que Satán. Soy la encarnación más perfecta de la Peste. Atrás. Atrás. Paso a mí. Paso a Dios. Debo actuar pronto. El bien aún mantiene sus castillos de azúcar y olvido sojuzgando el mundo. Los hundiré. Los disolveré. Que se extienda victoriosa sobre la tierra la única verdad. El Mal. No más barreras para la destrucción. Imperaré sobre los campos arrasados. Sobre los cadáveres. Sobre los escombros que deje la muerte. Muerte. Fiel compañera. Casta prostituta que todo introduces en tu sexo ávido donde acaba el dolor. La ronda infinita. La incomunicación. La angustia."

Marcelo Fox
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“¡Soy nazi! ¡soy comunista!”

Marcelo Fox



"Soy bello. Soy esplendente. Irradio frases. Poemas. Cuadros. Chascarrillos. Todo original. Todo nuevo. Dionisios. Apolo. Júpiter. Señor del Bien y del Mal. Generoso distribuidor de las gracias y las plagas. De la fertilidad y la esterilidad. Gran Masturbador Metafísico. A ti te canto. Yo. Yo. Yo. Ese. Soy. Yo."

Marcelo Fox
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"Soy un genio. Nadie lo dude. En los 4 puntos cardinales la humanidad entonando cánticos de adoración delante de mis altares. Pero los que me persiguen. Pero los que odian mi luz lo impiden. Tienen miedo. Tiemblan. No quieren verse reducidos a la Nada de la cual son hijos por el brillo con que desnudo su insignificancia."

Marcelo Fox
Invitación a la masacre


“Todos respetan las reglas del juego
Todos repiten las fórmulas rituales
Todos están solos.”

Marcelo Fox



"Yo haré posible el Infinito. No habrá piedad para nadie porque el Amor ha muerto sepultado entre los úteros y la simetría de los cubos de cemento. No habrá piedad porque la piedad estorba en el camino de la destrucción. De la Trascendencia. No oyen estos gritos descuartizados que aún dudan de mi inmensidad. Sólo los grandes se enfrentan totalmente con el Mundo, y le escupen su asco en la cara. No aceptamos sobornos. Es inútil que traten de atraparnos poniendo como cebo mujeres o medallas al mérito o buenas conciencias. Continuaremos exaltando al Mal purificador en el fondo de las mazmorras o de las celdas acolchadas. Y si nos mandan al patíbulo marcharemos hasta él cantando aleluyas a la Muerte y blasfemando contra todos los dioses y los hombres."

Marcelo Fox
Invitación a la masacre


"Yo no entiendo lo que pasa. Mancho con furia día y noche superficies blancas. Vuelco los huesos en lo que creo. Qué más puedo hacer para que proclamen mi nombre a todos los rumbos. Es que no entienden que soy verdaderamente un genio. Un Dios."

Marcelo Fox
Invitación a la masacre


"Yo soy comunista. Si. El último. Parece una broma. Que me he vuelto loco. Tan luego yo comunista que los barrí a todos de la faz del planeta. A veces las apariencias engañan. Pero cómo afirmar que es apariencia mi obra. Mi lucha hasta el fin contra aquellos con los que digo identificarme. Qué es lo que falló. El plan era genial. Perfecto. Si fuera posible aniquilar la memoria. No. No es posible.

Iluminado por la clara luz del marxismo leninismo me afilié al Partido Comunista de mi patria y empecé a militar. Pegaba carteles. Pintaba paredes. Vendía bonos. Repartía volantes. Iba a la cárcel y era torturado de vez en cuando. Golpeaba. Me golpeaban. Concurría a bailes organizados para obtener fondos para las campañas financieras. Me alistaba en brigadas que nunca partían para ir a luchar a tal o cual nación agredida por los bárbaros imperialistas. No perdía oportunidad de firmar papeles por la paz. Contra la carestía de la vida. Pidiendo la libertad de los presos políticos de la Macronesia. Felicitando al primer ministros de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas al cumplir los 64 años. Alentando al gloriosos partido hermano de Tongolandia en su lucha sin tregua en defensa de las libertades democráticas pisoteadas salvajemente por el ejército de ocupación de los agresores yankis. Hacía el amor exclusivamente con camaradas. Del sexo femenino claro está. Así transcurría tranquilamente mi vida entre una firma y otro. Una paliza y otra. Una pintada y otra.

De pronto mi buena conciencia de abnegado luchador por la paz y el socialismo se desmoronó. Me di cuenta que lo que hacía no era suficiente. Que era mucho más que la cotidianeidad militante lo necesario para que se pusiera fin sobre el planeta al reino de la Necesidad instaurando el de la Libertad. La situación estaba estancada. Poco a poco los dirigentes del campo socialista se volvían más y más conciliadores con los pérfidos imperialistas. En vez de agudizarse las contradicciones iban amortiguándose. Los pueblos bajo la garra de los capitalistas no se daban cuenta de su condición de esclavos de los monopolios adormecidos en el crecimiento confort posibilitado por el avance de la técnica. No. No podía continuar esta situación. Era necesario cambiar la estrategia revolucionaria ante la nueva realidad. Seguir usando las tácticas antiguas hubiera sido traicionar el espíritu siempre vivo y creador del marxismo leninismo. En mi país sucedía lo mismo que en el resto de Occidente. Teníamos un gobierno burgués de mano blanda que con artefactos cada vez más numerosos sobornaba el espíritu de rebeldía popular. El Partido era volcado por nefastas y crecientes corrientes liquidacionistas reformistas hacía una línea política día a día más amarilla.

Consideré mi deber volver a atizar el fuego de las contradicciones tal como nos enseña los clásicos del materialismo dialéctico que hay que hacer para que sea posible el advenimiento de la dictadura del proletariado. Basta de buenas relaciones entre los burgueses y el Partido. Puse unas cuantas decenas de bombas. Hospitales. Cuarteles. Orfanatos. Puentes. Ministerios. Iglesias. Volaron por el aires. Los explosivos que me sobraron los introduje junto a unos planes falsificados de implacable subversión en casa de un alto dirigente amigo a quien inmediatamente delaté a la policía. Esta allanó su domicilio y los burgueses ante la magnitud del inesperado peligro que se imaginaban correr empezaron una feroz represión que trajo las respuestas violentas de los camaradas que yo deseaban que se produjeran. En los paredones blancos eran baleados de a gruesas los comunistas. Ya serían vengados esos mártires del fascismo cuando reaccionando el pueblo se uniera alrededor de su partido de vanguardia y tomando el poder levantara los paredones rojos donde exterminaríamos a los enemigos del Sol.

La repercusión internacional de los acontecimientos fue favorable pues llevó a un cierto enfriamiento de las relaciones entre los bloques. Por la delación fui condecorado y me dieron en agradecimiento un importante puesto en el servicio de represión política. En la ceremonia en que se fue prendida la medalla e impuestos los grados yo reventaba de risa interiormente. Si supieran los pobres infelices cómo los actos que había provocado los llevarían a su destrucción. Ascendí rápidamente por el celo puesto en las tareas encomendadas. Al cabo de unos pocos años me nombraron jefe de la repartición pues el puesto quedó imprevistamente vacante. A mi antecesor lo disgregaron los camaradas con una granada. En su entierro pronuncié un feroz discurso anticomunista en el que prometí ser el doble de implacable que él con la barbarie roja. Mi júbilo no tenía límites. Habían eliminado a esa bestia sanguinaria cebada con la sangre de los humildes. Perfeccioné la organización a mi mando y los métodos represivos por ella usados. Se abrían las bocas que tartamudeaban nombres de otros que abrían a su vez las bocas que. Me sentía un plasmador de la Historia. El más grande bolchevique vivo. Una nueva forma de hacer la revolución empezaba a ponerse en marcha. Primero haría que reinase la faz negativa de la dialéctica social para que luego la positividad proletaria estallara desde dentro de ella y destruyéndola pusiera fin a la alienación burguesa con la instauración de las masas trabajadoras en el gobierno.

Mis camaradas morían insultándome y escupiéndome en la cara. No podía expresarles cuánto los amaba. Qué dolor verlos apalear. Verlos agonizar con un balazo en el estómago. Hubiera querido acercarme a ellos. Explicarles. Que comprendieran. Pero no había lugar para el desfallecimiento. La Revolución ante todo.

Me di cuenta que para alcanzar mis ocultos fines debía rebasar el marco de mi patria fundando un movimiento ultrareaccionario de carácter internacional capaz de producir la reacción que esperaba de los pueblos del mundo. Así como luego de derrotado el nazismo el socialismo se extendió hasta abarcar una tercera parte de la humanidad después de ser derrotado mi movimiento se extendería a ella entera. El mundo entonces viviría en adelante feliz en el único orden racional y justo. El comunista. Cuya divisa iba a ser. De cada uno según sus posibilidades. A cada uno sus necesidades.

En el Occidente desesperado y carcomido mi doctrina de redención fue el clavo ardiente al que se aferraron los burgueses fanáticamente y en montón. Luego de tomar el poder en mi país mis discípulos se apoderaron del gobierno de las principales naciones en donde aún subsistían el degenerado capitalismo. La doctrina sobre la que cabalgué hasta ser proclamado Emperador de Occidente era sólo una exasperación de todas las reaccionarias anteriores manipuladas para fines propagandísticos con los últimos adelantos de la psicología de masas y el materialismo dialéctico. La humanidad marcha hacía la noche roja impulsada por las irracionales fuerzas de la infraestructura. No debemos dejarnos arrastrar. Somos Hombres. Libres herederos de Occidente. No robots. Amamos nuestro caos. Nuestros errores. Injusticias. Miserias. Grandezas. Este es nuestro clima. Hemos nacido y vivido en él. Podrán hablar de hormigueros estériles y perfectos. Podrán hablar del aumento de la producción de yeso en Ucrania. Es inútil. Ya tenemos pulmones. No nos harán volver al mar. Lucharemos hasta el fin contra la uniformidad monocromática que nos quieren imponer. A ellos. A ellos. A incendiar sus ciudades. A matarlos junto a sus mujeres y sus hijos. La sangre llama a la Rebelión sin Fronteras. La sangre llama. Occidente responde. Sus vástagos ávidos de tinieblas e Infinito asuelan las tierras extranjeras.

Aparentemente el cumplimiento de esta ideología era hacer dar a la Historia ujna vuelta de 180º. Yo pensaba al llevarla hasta sus últimas consecuencias prácticas que diera un giro de 360º. Es decir afirmar la marcha de la humanidad hacia el comunismo. Pero los comunistas se replegaban. No contestaban a las absurdas provocaciones y masacres de pueblos indefensos nada más que con golpes fallidos y amenazas de guerra atómica que nunca se animaron a cumplir. Retrocedían. Retrocedían ante el furor de las falanges nihilistas fanatizadas con la criminal y monstruosa ideología por mí inventada. Los marxistas que quedaban en los países bajo nuestra férula eran exterminados sistemáticamente y a los del otro lado ya les habíamos tomado algunos baluarte territoriales. Pero cuándo. Cuándo reaccionarían los camaradas del Kremlin. De Pekín. De Yugoslavia. Cuándo reaccionarían las masas para aplastar al caduco y envilecido Occidente cuyas huestes iban por doquier sembrando la muerte y el terror.

Un científico inventó el arma absoluta. Sin temor a represalias ya era posible barrer todo Oriente y dejar de él nada más que una delgada capa de vidrio.

Traté de frenar el proyecto. No lo logré. Había prendido demasiado mi prédica de acabar con la peste bolchevique totalmente de la forma más eficaz que estuviera al alcance. El engendro puesto a funcionar rebasó los esquemas de su creación. Yo no pude controlarlo a pesar de la gran cantidad de artimañas que usé para trabar su marcha lógica.

Una mañana sucedió lo inevitable. Los electroimanes radiotónicos apuntaron a Oriente y 5" después nada quedaba del campo socialista. Nada no. Vidrio.

En el resto del mundo hubo grandes fiestas. Tedeums. Júbilo. El mal había sido vencido. Los electroimanes siempre en guardia cuidarían que su derrota fuera eterna. Mientras los fuegos artificiales coloreaban alegremente la cámara imperial yo gemía sobre el lecho golpeándome la cabeza contra los barrotes de oro y ébano. Alrededor mío estaban esparcidas las fotos tomadas por los radares visores de la ciudades y praderas donde hasta hace muy poco construían y reían los forjadores de la Nueva Sociedad.

En Occidente no quedaba ni un comunista. Recorrí las prisiones. Los últimos habían sido inmolados ante mis estatuas para festejar el Triunfo. Horror. Mi culpa era tan enorme. Me rebasaba tanto que no podía ni sentirla ni abarcarla. Cómo definir mi profunda tenebrosidad con palabras. Con ideas. Yo el perpetuador de la noche. El asesino del Sol. El marxicida. Pensé que quizá lo que pasaba era que esta faz de la dialéctica aún no era absolutamente negativa. Subsistía un rojo sobre el planeta. Yo. Me suicidaría. Entonces todo sería absolutamente negro y recién podría estallar la luz y acabar con la pesadilla creada por mí.

Pero me detuve con el dedo ya en el gatillo y el cañón de la pistola apoyado en un ojo. Quizá no pasara nada de eso. Quizá mis concepciones y planes habían sido erróneos y solo había jugado en contra de mis verdaderas ideas desde el principio. Por lo tanto ya no era comunista. No había sido nunca comunista. Sino completamente inverso. El piso se terminó de abrir y en vano traté de no ser tragado. La dialéctica. La negatividad. Las contradicciones. Marx. Los cuadros estadísticos. Los slogans. Las banderas rojas. Todas mis ilusiones flotando rotas en un mar de absurdo que se las tragaba. Qué cansancio. Aún me quedaron energías para decidir no permitir que la humanidad sufriera de la eterna condena de tinieblas a la que la había exilado yo. El Régimen que fundé es demasiado sólido como para caer alguna vez. Está basado en una nueva lógica estática e indestructible. La oportunidad histórica del comunismo ha pasado. Ya nada vale la pena.

He hecho enfocar los electroimanes radiotónicos a lo que resta del mundo. Pronto se acabará todo. No habrá más alienaciones. Más sufrimientos. Ahora creo comprender que el Reino de la Libertad es el Reino del No Ser. De las llanuras de cristal. La luna se contemplará el pálido rostro por primera vez y por el resto de la eternidad lo podrá seguir haciendo. Espacios silenciosos. Vacíos. Congelados."

Marcelo Fox
Invitación a la masacre














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