Miguel Espejo

Caos

Nació el hombre y fragmentos dispersos
lo unieron con el destino del mundo;
un atavismo de preguntas, sucesión de noches
caídas y recomienzos, golpes y muertes,
el paladar ensangrentado, la memoria errante
y vagas sombras en medio de nuestro rostro;
las puertas se cerraron, se abrieron las tinieblas
nos abandonaron los pactos
y nuestra libertad se hizo presente.
Nacimientos abortados nos circundan
nos olfatean años sin fecha
y nuestro sudor no es demasiado fuerte.

Polvo, viento, sol, agua —ritos—­
y un escenario para nuestros actos
trajeron hasta nosotros un potro embravecido
el insondable abismo, la caída sin fin
y la partida incesante sin ningún regreso.

Renació un cadáver, dejando de ser alimento
de la tierra, dispuesto a dividirse
en incontables cenizas, mortajas y catafalcos
para cumplir con todas las ceremonias de la muerte;
no bastan los ritos para exorcizarla,
ella se nutre de nuestra desolada batalla pensante
que transformó los bosques en desiertos.
El cuerpo concedió su parte, declinó raíces
para servir imágenes, sueños delirantes
sin consistencia humana.
Volvamos al sueño
al verdadero origen del transcurso,
alejémonos del llanto hipócrita, de la histeria
fétida, como un pedazo de virtud ejemplar.
Es preferible en todo caso
la absurda vanidad del eremita
el matrimonio con los jíbaros, bordeando apenas
los residuos del orden, la excelsa barbarie
en donde al menos descubrimos
un rostro sin máscaras.

Una flecha envenenada atravesó el corazón
comprobó la aridez del cerebro
rememoró días, acertijos y nostalgias
y se clavó finalmente en un pie enmohecido:
símbolo de fuerzas declinantes
siervas de la tranquilidad, partidarias
de un horizonte atrozmente limitado.

Miguel Espejo
fragmento


Corán

Nos sentamos a orillas de un río
para ver pasar el cadáver
de nuestro enemigo,
pero, detrás de él
pasa también nuestra vida.

Miguel Espejo



Escritura

Escribo por hastío

sobre todo poemas que nunca salen de mi boca –
por desolación y falta de palabras.

El ruiseñor de la vivienda, mi casa, ha quedado sin lengua
desde el día, no lejano por cierto, que lo llamé a mi puerta,
aunque lo extraño era que yo no tenía puerta ni casa
o tal vez sólo una casa cerrada
con una pequeña ventana en lo alto del techo
apuntando al cielo.
Estoy en la tierra.
Quiero estar en la tierra
A cada instante necesito repetírmelo
recordar que no me encuentro flotando
en constelaciones sin nombres, en desiertos gigantes.

Amé con una desesperanza entre mis manos.
Me he separado de la desesperanza total
o quizás me abandonaron
todos los impulsos que he conocido.
Estoy sin instintos
como una vieja comadre
a la que le extirparon la lengua.

Ebrio de contradicciones y de dolor hubiese debido
abandonar la poesía
hablar de metafísica, de crítica literaria y de historia.
Pero la única historia que me interesa descifrar
la he perdido en la tormenta de esta época.
Escribo para aparentar un oficio.
Yo que siempre me he rebelado a tener algún oficio
pienso ahora que lo único que hice fue buscarlo.
Yo que nunca pude salir de mí y que nunca estuve en mí
busqué un refugio en la memoria tergiversada.

He inventado mi historia
porque no pude tenerla.

Mi biografía es mi sombra.

Miguel Espejo



Paraíso

Lloramos un mundo perdido
un mundo que no tuvimos.

Miguel Espejo


Paul Celan

Tiraste tus huesos al Sena
como yo al infinito.
Había acaso una mirada de desmesura o la acechanza de otros vocablos. Quizás la certera intuición de los peligros y de aquello que no podía ser nombrado.
Entonces, acompañándote, estaba en el más allá
del estupor de cualquier palabra cimbreando instancias y paradojas.

Tu orgullo y dolor
fueron sumergidos en el tiempo y el río. Imágenes imprecisas de Buchenwald y Weimar danzas de los viejos maestros de la gris Alemania danzas del remolino que cautivó tu mirada para triturarte entre sus brazos.

La espera envolvente. De otra lengua.
Al amanecer.

Miguel Espejo








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