Reinaldo Ferreira

Contento nunca estoy; feliz no sé
Si existe alguien en este o en otro mundo.
Voy hacia la Nada, soy de la Nada oriundo,
Y entre dos Nadas  la desventura es Ley.

De la cobarde esperanza emancipé
La previsión de mi destino inmundo.
Soy consciente del mal en que me hundo,
Y consciente del mal continuaré.

Ni revuelta me queda, apenas prisa
De convertirme en pieza quieta
En el rodar cósmico nefasto y loco.

Después quiero dormir un sueño enorme
Que para una aflicción que nunca duerme,
La muerte, bien temo que sea poco.

Reinaldo Ferreira


El punto

Mínimo soy,
Mas cuando a la Nada presto
Mi realidad elemental,
La Nada es sólo el resto.

Reinaldo Ferreira
Este poema está escrito en la lápida del propio escritor en la ciudad de Maputo, Mozambique



¿Me preguntas quién soy? Soy astro errante
Que un sol dominante a sí llamó,
Y, ciego de su brillo rutilante,
¡Se quema en esa luz que lo encantó!

Mis pasos de inseguro caminante,
Sumisos a la mirada que los esclavizó,
Caminan para Ti en cada instante,
¡Y tú todavía preguntas quién soy!

Yo soy aquéllo que de mí hiciste,
Soy las horas sombrias que me diste
A cambio de la ternura que te di.

¿Me preguntas quién soy? En nombre de Cristo.
Yo nada soy, Amor, yo ni existo,
Pero queriendo tú, Amor, ¡Todo seré!

Reinaldo Ferreira



Muchacha de ojos tristes

Muchacha de ojos tristes,
¿Qué es lo que tanto te hace llorar?
-El soldadito no vuelve
Del otro lado del mar.

Señora de ojos cansados,
¿Por qué la fatiga tanto el telar?
-El soldadito no vuelve
Del otro lado del mar.

Vamos, señor pensativo,
Mire la pipa que se apaga.
-El soldadito no vuelve
Del otro lado del mar.

Anda tan triste un amigo,
Una carta lo hizo llorar.
-El soldadito no vuelve
Del otro lado del mar.

La Luna, que es viajera,
Nos puede informar.
-El soldadito no vuelve
Del otro lado del mar.

El soldadito ya vuelve,
Está ya casi por llegar.
Viene en un cajón de pino.
Esta vez el soldadito
Nunca más se hizo a la mar.

Reinaldo Ferreira



Pasemos, tú y yo, despacio,
Sin ruido, casi sin movimiento,
Tan mansos que el polvo del camino
Lo pisemos sin dolor y sin tormento.

Que nuestros corazones, en un torbellino
De hojas arrastradas por el viento,
Sepan beber el precioso vino,
La rara embriaguez de este momento.

Y si viene la tarde, déjala venir.
Y si la noche quiere, puede cubrir
Triunfalmente el cielo de nubes calmas,

De costas para el sol, entonces veremos
Fundirse las dos sombras que tuvimos
En una sola sombra, como nuestras almas.

Reinaldo Ferreira



Receta para hacer un héroe
  
Cójase un hombre,
Hecho de nada, como nosotros,
Y en tamaño natural.
Embébasele la carne,
Lentamente,
De una certeza aguda, irracional,
Intensa como el odio o como el hambre.
Después, cerca del final,
Agítese un pendón
Y tóquese un clarín.
  
Sírvese muerto.

Reinaldo Ferreira




"Tres hombres, completamente embozados, abandonaban un vetusto edificio deshabitado sito en la calle Saravia de Carvalho, transportando, con una dificultad que auguraba su peso, un grueso volumen de forma humana envuelto en unos paños.
[...]
¿Cómo le habría sido posible al siniestro bandido de ojos bizcos y mirada aviesa aprehender unos documentos de tal crucial naturaleza? ¿Y esa mujer velada, que a lo largo del Museo de Artillería, se dispusiera a entregar un rollo de papeles, qué traidora misión desempeñaría en relación a esta felonía para que el más bárbaro espionaje industrial se mostrara tan generoso? Ante la inesperada resolución de aquel secreto que un providencial azar me llevó a desenterrar de las aguas del Tajo, para hacer frente al audaz coraje de aquellos bandidos, se imponía la más enérgica y decidida intervención."

Reinaldo Ferreira
O Mistério da Rua Saraiva de Carvalho










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