ALGUNAS POCAS COSAS DE LAS QUE ESTOY SEGURO
A Pilar, portentosa sanadora de gatos
Color de sol primero,
florece la mimosa
con tímidos racimos.
Desnuda todavía,
trenzando va la higuera
Con lentitud de siglos
sus curvados fractales.
Se demoran las sombras.
Las sombras redimidas
por la mujer que acoge
sobre el vientre antiquísimo
a dos gatos enfermos
rondados por la muerte.
José Luis Giménez-Frontín
El vagón de Kolimá
"Después, todos los días me pedían:
Recítenos alguna cosa más!”
Nina Gagen-Torn
La estepa te rodea, Nina Gagen, la estepa nos rodea
De cuna a cuna helada nos rodea
Sin límites, helada, la estepa, Nina Gagen
Y no hay noche pascual ni amanecer tangible
Hacia el rumbo insistente, sin límites, helado
En tu vagón de harapos y ganado humeante
En la paz auroral de los blancos metales
Liberada por fin de tus torturadores
De camino hacia otros
Navegando la tierra de la muerte hecha tierra
Hecha niebla, hecha llaga y mar petrificado
En el plomizo instante saturnal del odio
Larga noche negada, sin nombre, sin cronistas
En la gloria secreta de tu vagón ritmado
Que no recordarán tus carceleros
No nacidos aún o apenas si nacidos
En Milán, en París, en Barcelona
De desdén laureados .../...
Pero ahora alguien tose, alguien llora, alguien canta
Alguien callado abre
Las altísimas puertas de su lenta agonía
En la paz entre cunas del mar petrificado
Abrazado sin fin de estepa en la negrura
Sin voz y deslumbrante de horizontes helados
Y ahora, como entonces, el fuego de la vida
Blanda, imperiosamente, te sigue cabalgando
Los pálpitos antiguos de todos los lenguajes
La entraña de poemas que respiras
Los poemas que escandes
Sobre el lamento helado y la tos insistente
Sobre la muerte sucia y el silencio futuro
De todos los profetas laureados
No nacidos aún o apenas si nacidos
Como si en tus poemas, dulce Nina, las luces
Clara estepa abrazaran
Con dones inflamados
Y oíd que los desnudos, los sin voz, los sin causa
Las montañas de muertos a gritos lo proclaman
Este poema mío que te dice y rescata
Este poema tuyo que su camino traza
Sobre el plomizo instante saturnal del odio
Por honda estepa de piedad en llamas.
José Luis Giménez-Frontín
Habla Epicuro
Una mañana, uno se sorprende
con la vida madura entre las manos.
Ha enterrado su infancia en ese día.
La adolescencia sigue, y se resiste,
y cree no morir y va muriendo
hasta la noche en que uno se desvela,
agobiado su lecho de recuerdos.
Pierde la juventud en ese encuentro.
Pero la madurez -oh donación tardía-
ya no nos abandona, aunque queramos
a la vejez abrirle nuestras puertas.
Que es más veloz la muerte que la vida,
dice Epicuro, anciano, a sus discípulos.
José Luis Giménez-Frontín
"Me reconozco como gestor cultural."
José Luis Giménez-Frontín
Soy el que soy. Poema
que sin verte te escucha
leer con el oído.
Soy memoria avivada
sobre pulpa aún caliente.
Frondosidad altiva
y recóndito nido
donde en noches de estío
solitario cantaba
un pájaro cantor.
Los dos amantes soy
que apenas lo entreoyeron
en el lecho del goce.
El lecho soy y el hombre
que modeló sus formas
con cepillos de acero.
Callosidades viejas
entintadas de aceites,
pero también acero
y sudores de fragua
y golpes de martillo
o de callada hoz.
Soy la atroz utopía
perfecta de Procusto.
Soy la dulce utopía.
José Luis Giménez-Frontín
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