Manuel García Viñó

Canción para el futuro

Y pasarán los hombres y pasarán las cosas:
las flores en un día y en mil siglos las piedras,
y brotará la hierba sobre las tumbas rotas
y será ayer lejano lo que aún es mañana. 

Apagarán cien lluvias el sol de cien veranos
y cambiarán de sitio las estrellas:
se estirará la Osa Mayor como un caballo
y yo la habré cantado como un carro de luz. 

Pero yo ya habré muerto y allí donde repose
bostezará un lagarto cansado al mediodía,
y en el árbol que cubra mi última morada
se arrullarán sus trinos dos pájaros sin nombre. 

Mi voz se habrá dormido y mi sitio en la tierra
habrá sido cubierto por una flor pequeña
que temblará al empuje de la brisa amorosa
que traiga el eco oculto de lo que ya no exista. 

Y se hundirá la torre donde mis ilusiones
habrán brillado ciertas como un faro continuo,
y todo será sombra en la ignorada playa
donde yo habré jugado, pobre niño poeta,
a vaciar el océano con una concha blanca. 

Todo, amor, pasará, como pasan las nubes
sin dejar ni una estela sobre el azul intacto.
El polvo y las marañas ocultarán las huellas
de mi paso cansado por el camino antiguo. 

Pasarán los recuerdos y pasará la historia
que los dos escribimos con nuestra propia sangre,
y quedará el oasis donde yo te he amado
como esta misteriosa ciudad abandonada. 

Manuel García Viñó
Ruinas de Itálica, otoño de 1951



"Cuando empecé a escribir, empecé también a leer. Lo leía todo. Y  seguro que aprendí de todos los autores que leía. Pero hubo dos que ejercieron sobe mí especial magisterio: Edgar Allan Poe y Gustavo Adolfo Bécquer."

Manuel García Viñó



"El escritor se tiene que formar a solas, leyendo y reflexionando sobre lo que ha leído."

Manuel García Viñó




"Es indudable que, para Bécquer, como para Hegel, la obra de arte es la manifestación sensible de un espíritu individual: idea materializada, como afirma hablando del templo toledano de San Juan de los Reyes. En cuanto a la creación estética, es para él, como dice el citado Berenguer Carisomo, «más un impulso transconsciente de fuerzas ingobernables, colocadas por encima de la voluntad del artista, que el propio deseo creador de éste». Aunque el artista no existiera, el arte existiría. Lo afirma claramente en la rima IV:
Podrá no haber poetas; pero siempre habrá poesía.
Por vía simbólica, nos sugiere Bécquer esta misma idea en dos leyendas: Maese Pérez el organista y el Miserere. En la primera, a través del hecho de que, aun desaparecido el organista, el espíritu del arte sigue impulsando las teclas, que emiten «cantos celestes como los que acarician los oídos en los momentos de éxtasis; cantos que percibe el espíritu y -aquí el tema de que hablaremos después- no puede repetir el labio». Nadie toca sus registros y, sin embargo, «el órgano seguía sonando..., sonando como sólo los arcángeles podrían imitarlo en sus raptos de místico alborozo» (158).
Espíritus venidos del más allá también, continúan entonando el miserere ideal, el Miserere de la montaña, cuando el músico peregrino ha perdido el sentido y no puede ya escucharlo. Por eso, mientras él, después, escribe al dictado de aquellos cánticos externos, su arte es realizable; pero en cuanto ese contagio sobrenatural desaparece, ya le es imposible continuar escribiendo."

Manuel García Viñó
El esoterismo de Bécquer


"Hay que reconocer que, desde que Paul Verlaine publicó su libro Les poétes maudits el malditismo tiene un altísimo rango literario, pero yo, a través de los conocimientos que he tenido de los considerados tales, lo he asociado siempre con tabernas cochambrosas, bohemia, hambre, ausencia de jabón, largas pelambreras, capas y vagancia. No hay una razón seria para ello, pero así ha sido. De manera que prefiero que me llamen silenciado, incluso puteado. Una definición del maldito, de hecho, y se trate de poeta, novelista, pintor o escultor, sería la de que, a pesar de su valía, es incomprendido, ignorado, marginado… En mi caso, no se puede hablar en absoluto de incomprensión –a mí se me entiende todo–, sino de silenciamiento, de ninguneo."

Manuel García Viñó



"Lo que sí creo es que he seleccionado con buena vista, y nunca he obedecido esa tonta máxima que dice: “Ya que lo he empezado…” Ni la de estar al día de todo lo que se publica. Siempre he leído en función de lo que estaba haciendo y, por supuesto, más ensayos que novelas."

Manuel García Viñó



Oración por mi muerte

¿Moriré como todos? No, Dios mío,
la muerte negra, no, la negra y honda
muerte que acecha y hiere entre la fronda
de una noche con nubes y alto frío

no la quiero, Señor, quiero un rocío
que me anegue despacio, que me esconda
con suavidad de beso en la redonda
plenitud de tu excelso praderío.

Quiero una muerte que me roce apenas
el filo de los párpados, creciente
flujo de ti lamiendo mis arenas,

beso de nuevo amor sobre mi frente,
limpio caudal que, abriéndome las venas,
me lleve a tu presencia dulcemente.

Manuel García Viñó



"Pero a donde quiero ir a parar es a decir que, sobre la base de lo que es y no de lo que interesa decir, resulta paradójico que se hable de la muerte de una especie literaria -la Novela con mayúsculas, la novela obra de arte- que apenas si está comenzando su andadura y tiene unas posibilidades infinitas. Si la novela es, aunque sea todavía en unos pocos especímenes, un producto estético, una obra de arte, nos encontramos más bien con que es inmortal. Es metafísicamente imposible que un arte muera. Si la obra de arte es, como decía Hegel, la manifestación de un espíritu individual en forma sensible, antes tendría que morir el espíritu y, como consecuencia, la cultura, para que una sola de las formas del arte dejara de existir."

Manuel García Viñó
La muerte de la novela



"Si nos fijamos, podemos ver que todos los fenómenos culturales modernos tienen su capilla Sixtina y sus Cuevas de Altamira. Si hay alguno tan desgraciado que aún no tiene la primera, sus cultivadores y simpatizantes no deben desesperar, le llegará el momento. Nada en este mundo, empezando por el ser que lo habita y justifica, carece de sus Cuevas de Altamira. Ciñéndonos -volviendo- al ámbito de la cultura, al que pertenece de lleno el tema de este libro, quien estime como una broma lo que digo, que acuda a una de tantas historias del cinematógrafo en que se afirma que las primeras manifestaciones de lo que vendría a ser llamado "el séptimo arte" tuvieron lugar en las cavernas prehistóricas. Los estudiosos de los fenómenos culturales -al contrario que los artistas contemporáneos, que reivindican para todo y para todos la originalidad- andan siempre empeñados en demostrar que no hay nada nuevo bajo el sol, es decir, que todo tiene sus antecedentes.
Por supuesto que la novela tiene sus romanos, sus griegos y sus lejanos abuelos del Antiguo Oriente. Sin embargo, en la polémica sobre sus orígenes, abundan las opiniones que la hacen el más joven de los géneros literarios dignos de ese nombre. Y más se advierte la insistencia en este enfoque cuanto más modernos sean los tratadistas a que se acuda.
Como escribió Menéndez Pelayo, a propósito de los Orígenes de la novela, género tan antiguo como la imaginación humana es el relato de casos fabulosos, ya para recrear con su mera exposición, ya para sacar de ellos alguna saludable enseñanza. "La parábola, el apólogo, la fábula, y otras maneras de símbolo didáctico son narraciones más o menos sencillas, y gérmenes del cuento, que tiene siempre en sus más remotos orígenes algún carácter mítico y trascendental, aunque este sentido vaya perdiéndose con el curso de los tiempos y quedando la mera envoltura poética". Para este ciclópeo estudioso de la literatura, la novela, el mismo teatro, todas las formas narrativas y representativas que modernamente se han cultivado, no son más que la antigua epopeya destronada, la poesía objetiva del mundo moderno, cada vez más ceñida a los límites de la realidad actual, cada vez más despojada del fondo tradicional. En su opinión, hasta la novela considerada como representación de la vida familiar puede insinuarse en la epopeya misma. Sin embargo, aun viendo en ella sus raíces, distinguía la epopeya, siempre envuelta en una atmósfera luminosa y divina que ennoblece y realza su contenido, y cuyas raíces son tan hondas que descienden a lo más recóndito del alma de los pueblos, de la ficción novelesca que más o menos se caracteriza siempre por el dominio de la fantasía individual, por el libre juego de la imaginación creadora."

Manuel García Viñó
Teoría de la novela



"Sin la menor duda, (la literatura) se ha degradado. Y con estruendo. La caída ha sido como desde las cumbres nevadas a las cloacas. Y lo más canallesco es que la culpa la han tenido quienes por principio tenían que defenderla: los propios escritores, los profesores y los críticos… (Hablo en términos generales, claro)… Empezando por los editores. El género más perjudicado ha sido la novela. La novela, desde Aristóteles, ha estado excluida de la poética. Los neoclásicos la desdeñaron, en comparación con géneros más nobles,  como la épica y la lírica. En nuestra época, algunos como Valéry la excluían del arte literario “por su prosaísmo”. No cabe duda de que, ni con toda la mayor buena voluntad del mundo, se podían considerar artísticas aquellas grandes, colosales, inmensas creaciones de mundos del siglo XIX. Ni sus creadores creo que lo pretendieran. “La feria de las vanidades”, “David Copperfield”, “Madame Bovary”, “Los hermanos Karamazov”, “Fortunata y Jacinta” son eso: mundos otros, con toda la riqueza psicológica y humana, moral e intelectual que era posible que tuvieran. Y ese parecía ser el destino del género narrativo cuando se produce un cambio de orientación propiciado por el nuevo paradigma que arrumba el surgido de la mecánica absolutista  de Newton y lo sustituye por el que levantan la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica. Lo mismo que ello influye en la pintura influye también en la novela. Consciente o inconscientemente, los novelistas se desentienden de psicologismos, sentimientos, personajes y aventuras, dejan de pretender ilustrar la historia y se vuelven sobre la literatura. Y así surgen, a partir de principios del siglo XX, los Joyce, Kafka, Faulkner, Virginia Woolf, Huxley, James y los miembros de la escuela que se llamó “nouveau roman”, empezando por Robbe-Grillet y Samuel Beckett. A mi juicio, las dos novelas paradigmáticas de esta revolución, sin valores éticos, pero con todos los valores estéticos son “La ruta de Flandes”, de Claude Simon, y “El empleo del tiempo”, de Michel Butor. Pues bien, el ascenso en  la escala que esto suponía se vio truncado por la irrupción del capitalismo en la edición. Un legendario editor italiano, Giulio Einaudi, había dicho: “Un libro se publica si es bueno, y no se publica si no lo es. Cualquier consideración comercial viene después”. En el último cuarto del siglo, los editores, empezando por los norteamericanos, se hacen el siguiente planteamiento: “ya hemos sacado dinero hasta de los desechos, ¿cómo podríamos sacar dinero de los libros?” Pues volviendo a novela de entretenimiento, a la novela de tema, rebajando su calidad para ponerla al alcance de las mentes más romas. Y lo que decía antes: los escritores se prestan al juego, que críticos y profesores secundan. El libro, de ser el valor de uso que siempre fue, se convierte, lo convierten, en valor de cambio. Se lo rodea de una parafernalia de marketing, publicidad indirecta y otra serie de trucos para fabricar nombres, como nombrar académico al contable de Prisa, Juan Luis Cebrián, negándole la entrada al genial fonólogo Antonio Quilis. O al ridículo epígono de los entreguistas del XIX, Pérez Reverte, dejando fuera a José Luis Castillo Puche. Ni siquiera hay que ser un experto para ver que los que más venden hoy, como Muñoz Molina, Almudena Grandes, Javier Marías, Maruja Torres, Eduardo Mendoza, etc. son los más pedestres, los que menos saben de literariedad. Y, en este punto,  se hace preciso decir que los valores estéticos de la novela no radican en el lenguaje, como se suele creer en España, como creían Cela y Umbral, que no eran propiamene novelistas (el primero sí lo fue en “La famlia de Pascual Duarte”). Aquí se  cree que novelar es ponerse a contar cosas con lenguaje florido. El lenguaje basta con que sea funcional y correcto. Los valores estéticos de la novela, que aquí confunden  muchas veces con el relato, dependen fundamentalmente de la composición y del extrañamiento, y de levantar una realidad objetiva,  con el mayor bulto, consistencia y expresividad. A mí se me ha borrado del disco duro un ensayo sobre “Las cerezas del cementerio”, de Gabriel Miró, en el que explicaba todo esto con una extensión con que no lo puedo hacer aquí."

Manuel García Viñó


"Son artistas que sufren —o gozan— de la obsesión por lo invisible; esa necesidad de búsqueda de lo desconocido que se presenta como principio de cualquier auténtica actividad del espíritu —el arte es una de ellas—, encaminada a superar los condicionamientos de lo estrictamente material afincado en lo estrictamente terreno, para elevarse o sumergirse en el ámbito de la más diáfana luz o de la tiniebla más compacta; que en el punto privilegiado por la llamada vienen a ser una y la misma cosa.
[...]
El afortunado espectador que alcance a oír, ante la obra de uno de estos artistas, ese crujido diamantino que sólo se produce en la entraña más profunda y en el siempre único primer instante, sepa que se trata del mensaje que se lanza cuando se ha dejado de creer en todo y no se puede creer ya más que en uno mismo."

Manuel García Viñó
El soborno de Caronte



"Yo creo que la informática es el futuro, por supuesto. Que ese futuro sea mejor o peor que el presente o el pasado queda por ver. Pero, aunque se llegue a la conclusión de que es peor, no se podrá remediar nada. En cuanto a las redes sociales, desde el principio no les he hecho caso. Diariamente me asaetan con múltiples invitaciones, que inmediatamente borro. Sé de sobra que, cuando a la gente le dan oportunidad de hablar no dice más que tonterías. Y más la gente de por aquí, uno de los colectivos más incultos e ignorantes del planeta. Desde mi punto de vista, la desaparición del libro tradicional será un desastre espiritual. El lector de libro electrónico tendrá menos dosis de alma. Y conste que una editorial me ha ofrecido publicar todas mis obras en e-book y he firmado el contrato. Ya han salido cuatro obras. Pero, volviendo a la informática: fíjate en como se ha acelerado la historia, que fue anteayer cuando Marshall McLuhan nos habló de “La galaxia Gutenberg”. Hoy, el mismo nos habla de la aldea global."

Manuel García Viñó


"Yo, cuando concibo una novela, inmediatamente abro una carpetilla, en cuya cubierta pongo el título, si ya lo tengo."

Manuel García Viñó










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