Mavis Gallant

“El impulso de escribir y la tenacidad necesaria para insistir me vienen, creo, de un cimbronazo drástico temprano en mi vida. Hay hasta una expresión para eso: el shock del cambio. Probablemente significa un sobresalto que quita el cerrojo de la puerta que divide la percepción de la imaginación y la deja entornada de por vida, o que fusiona la memoria y el lenguaje como si soñáramos despiertos. Algunos escritores pueden simplemente haber nacido con una visión superpuesta de las cosas vistas y las cosas como podrían ser vistas. Todos tienen la capacidad de respirar y contener la respiración a la vez. Es el requerimiento básico. Si el shock fuera la única explicación, millones de hombres y mujeres, constantemente golpeados con dureza, no harían otra cosa que escribir; de hecho, la mayoría no lo hace. Ninguna infancia es inmune a la perturbación. Hay un temblor bajo los pies cuando un adulto en el que confiamos dice una cosa y hace otra. La reacción universal de un niño es decir ‘no es justo’. La pobre respuesta de ‘la vida no es justa’ no hace nada para restaurar el orden."

Mavis Gallant



“En muchas de las historias que escribo alguien desaparece. Y muy a menudo es el padre. Y a menudo se acompaña de la sensación de que nada es seguro.”

Mavis Gallant


“Escribir fue difícil. Si piensa que fue coser y cantar, le digo yo que no. Nunca aconsejaría a un chico joven hacerlo, salvo si realmente lo desea.”

Mavis Gallant


“Inconscientemente, cualquier niño de menos de 10 años sabe todo. Antes de los 10 entra a una habitación y percibe de inmediato todo lo que se siente, todo lo que se calla, todo lo que se reprime relativo al amor, al odio y al deseo, aunque pueda no tener las palabras adecuadas para esos sentimientos. Es parte de la clarividente inmunidad a la hipocresía con la que nacemos y que se desvanece justo antes de la pubertad.”

Mavis Gallant
El doctor



“La diferencia entre el periodismo y la ficción es la diferencia entre desde adentro y desde afuera. El periodismo narra con la mayor exactitud y economía posibles el clima de las calles; la ficción no presta atención a ese clima en particular, sino que les da vida a todos los climas posibles, es un clima de la mente. Lo que no quiere decir que no necesite exactitud y precisión: es precisión de otro orden.”

Mavis Gallant


"Los estudiantes de derecho entraron en combate anoche por primera vez. Es la facultad más conservadora, y hasta ahora no se había involucrado en la protesta. De pronto, no sólo se han involucrado sino que se muestran claramente virulentos. Ayer se los distinguía por su forma de vestir (van a las manifestaciones trajeados como si fueran a comer a un restaurante: con corbata, etcétera), por su acento esnob, que cultivan a fin de fastidiar a la plebe, y por las minifaldas de las chicas. Anoche se encontraban entre los más “enragés”.
(...)
Una jovencita que parece de carácter tranquilo nos describe a su madre y a mí cómo ella y una amiga se encontraron atrapadas el viernes por la noche entre la policía y los estudiantes. Los policías las obligaron a mostrarles las manos varias veces: las manos sucias significan que has estado levantando barricadas. Nos hablan de lo horrible que es la sensación de tenerlos delante de ti, balanceando la porra con la mayor indiferencia, y diciéndote: “A ver, las manos”. Lo cuenta todo tan tranquila que parece cierto. La madre de la chica no dice una palabra. ültimamente los padres no dicen mucho. Pero entonces la chica empieza con los rumores. ¿Es que la verdad nunca es lo suficientemente mala?"

Mavis Gallant
Los sucesos de Mayo



"Los Unwin tenían una pequeña imprenta y, como había una gran colonia anglo-americana en esa parte del mundo, nunca les faltaba trabajo. Preparaban carteles para papelerías, circulares y comunicaciones para bibliotecas, consulados, iglesias anglicanas y para la Legión Británica. Algunos los imprimían, otros los sacaban de la multicopista. El señor Unwin era también agente inmobiliario a media jornada. Vivían en una casa de campo en lo alto de una colina baldía. A causa de una sequía perenne tan sólo crecían cactus. Una bomba eléctrica les habría ayudado, pero los Unwin eran demasiado pobres para poner una. La señora Unwin trabajaba con su marido en la oficina de la imprenta cuando no se sentía muy mal. Era víctima de intensos dolores de cabeza causados por el polen, la luz del sol y los olores fuertes. Los Unwin habían tenido una cocinera, una mujer de la limpieza y una niñera, pero cuando Carmela entró en la casa acababan de despedir a la última de las tres. Hacía un año que se habían marchado las dos primeras. Desde la cocina se podía ver una pendiente que llevaba a un jardín, en el cual había árboles en flor y arbustos que despedían ráfagas de perfume para atormentar a la señora Unwin y esparcían hojas y pétalos que ensuciaban su cactus. Una norteamericana a la que llamaban la Marquesa vivía allí. La señora Unwin la consideraba su enemiga. Creía que plantaba flores adrede, sólo por el placer de molestarla. Carmela no había estado nunca en otro sitio que no fuera su propio pueblo y esa casa, pero eso la señora Unwin no tenía por qué saberlo. Le puso un monedero negro cuarteado en la mano y la mandó colina abajo al mercado del pueblo, a conseguir zanahorias y no más de medio kilo de la ternera de estofado más barata que encontrara. Carmela vio villas con empalizadas y una clínica con setos de cipreses, paredes ocres y balcones de negro regaliz. Algunas de las casas nuevas que estaban cerca de la costa se habían quedado a medio construir. Se podía ver a través de ellas y vislumbrar el mar por las ventanas que aún eran agujeros en las paredes. Oyó cómo alguien comentaba en un italiano mejor que el suyo: "Abominable. Ojalá se le caigan encima al constructor. Unwin ha puesto dinero en ellas, pero está arruinado". La mujer que hacía estos comentarios estaba sentada bajo el toldo azul de un café tan majestuoso que Carmela tuvo que mirar hacia otro lado. Como en su ojeada al mar, pudo entrever unas mesitas redondas y helados de colores en bandejas plateadas. Reconoció enseguida a un chófer de uniforme que apoyaba su espalda contra un automóvil inmaculado. Se trataba de un hombre de Castel Vittorio. No pareció que él la reconociera. La verdadera vida de Carmela acababa de comenzar y ella no tenía dudas de lo que eso comportaba. Permanecería muda y expectante entre los poderosos y los extraños. Nadaría como un pececillo y aprendería a respirar bajo el agua."

Mavis Gallant
Las cuatro estaciones


“Me gustaba ese trabajo, pero no era la vida que quería. Quería escribir, escribir, escribir. Y hacerlo antes de los 30. Porque los 30 entonces ¡me parecían los 50!”

Mavis Gallant



“Soy canadiense, pero creo que lo que te define no son tanto tus abuelos o lo que sea, son tus años de colegio. Cuando eres un niño, eres el centro del universo, y están los planetas; los dos más grandes son tus padres y orbitan a tu alrededor. Tu visión del mundo queda establecida, sin dudas, para cuando cumples 10 años.”

Mavis Gallant



“Y entonces esa mañana de junio y el viaje por las calles vacías de esos tiempos de guerra todavía suenan en mi mente como un redoble de tambores. Mi vida era mi propia revolución, los tiranos depuestos, la constitución arrancada de manos reticentes; era, yo sola, la muchedumbre liberada incendiando el palacio; yo era las banderas, los árboles, los carteles en las ventanas, los trenes adornados con flores. Yo y nadie más que yo era los cánticos y los fuegos artificiales de 1848 que confiaba surgirían de la guerra; y, como en los poéticos primeros días de cualquier revolución, como en los primeros días de cualquier aventura amorosa, no había ni el susurro de una voz que me dijera “podrías hacer concesiones”.”

Mavis Gallant













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