Narciso Genovese

"Hasta ahora me he limitado a señalar que este relato es la cristalización de una fantasía novelesca, de ciencia-ficción, pero hoy puedo afirmar que en esta narración no se relata nada ficticio, y rectifico mis declaraciones en el sentido de que lo aquí relatado no es más que una condensación, un resumen, una pálida imagen de un acontecimiento histórico, cuya realidad proyecta consecuencias desconcertantes.
Considero muy necesario enfatizar sobre la veracidad del presente relato.
 El fin que persigo no es el de que usted me crea, sería una insensatez esperarlo, y soy el primero en reconocerlo. Usted opinará lo que más lo convenga, y naturalmente, lo que alcance el límite de su discernimiento.
 Puede tomar este relato como novela divertida, como narración de una bella ilusión: en fin, como mejor le plazca. Pero antes de definir su opinión examine con sinceridad y cordura estas cuestiones: ¿Se atrevería usted a asegurar que entre los millones de astros, con sus respectivos miles de millones de planetas diseminados en infinidad de galaxias, sólo nuestro planeta, que es uno de los más insignificantes, es el único habitado por seres racionales?
Y si no es el único habitado, ¿se atrevería usted a jurar que los habitantes de este pobre planeta somos los más adelantados del Universo?
En este nuestro planeta-manicomio, lo que llamamos adelanto científico está en relación con el dinero disponible. ¿Cree usted que el talento y la ciencia se puedan calibrar sólo con dinero?"

Narciso Genovese
Yo he estado en Marte en el Prólogo



"Todos los habitantes del planeta estaban enterados y esperaban nuestra llegada. La ciudad de Tanio, capital de Marte, ocupaba el centro de una extensa llanura, la mayor del planeta. El campo de contacto, que así llámanse en Marte los campos de aterrizaje, mediría unos cinco kilómetros de superficie y hoy estaba literalmente cubierto de naves dispuestas en un orden perfecto; sólo las que habían ido a nuestro encuentro sumaban más de mil. Muchas de ellas, sin embargo, habían descendido en otros lugares de la ciudad.

No menos de cien mil personas, ordenadamente distribuidas, esperaban formando un gigantesco semicírculo [...]

Nueve hermosísimas doncellas, espléndidamente ataviadas, nos brindaron los primeros perfumes y los primeros colores de su tierra con sendos ramos de flores."

Narciso Genovese
Tomada del libro Viajes inexplicables de Chris Aubeck y Jesús Callejo, página 215







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