Salvador García de Pruneda y Ledesma

"Era la ciudad un inmenso cuartel, con soldados por todas partes, tabernas repletas de moscas y bares de camareras con tanguistas cansadas. De noche, un olor a manzanilla reseca y encabezada dominaba la calle pero cuando la madrugada llegaba, el campo se adentraba, la abrazaba, se la incorporaba, y como una marea viva penetraba por todas las rendijas. Se retiraban entonces las patrullas de vigilancia que se llevaban los últimos borrachos y las broncas de vino, trasunto del frente, se iban apagando lentamente. Un olor a paja y a grano se empezaba a sentir y los vapores del vino trasnochado se diluían en el aire campesino del valle ibero."

Salvador García de Pruneda y Ledesma
La soledad de Alcuneza

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