Gregorio de Narek

"Hacia Ti me vuelvo, santa Madre de Dios, Tú que has sido fortificada y protegida por el Padre Altísimo, preparada y consagrada por el Espíritu que sobre Ti reposó, embellecida por el Hijo que habitó en Ti: ayúdame con tus oraciones, a fin de que socorrido siempre por Ti y colmado con tus beneficios; habiendo hallado refugio y luz junto a tu santa maternidad viva yo para Cristo, tu Hijo y Señor. Sé mi abogada, demanda, suplica; pues, así como creo en tu inefable pureza, así creo también en la buena acogida que se hace a tu palabra.
Glorifica en mí a tu Hijo: que Él se digne obrar divinamente en mí el milagro del perdón y de la misericordia, ¡oh, servidora y Madre de Dios! ¡qué por mí tu honor sea exaltado, y que por Ti mi salvación se manifieste!
Así ocurrirá, ¡oh Madre del Señor!; si en mi búsqueda incierta me acoges, ¡oh Tú, toda disponible!; si en mi agitación me tranquilizas, ¡oh Tú, que eres reposo!; si la inquietud de mis pasiones Tú la transformas en paz, ¡oh pacificadora!; si Tú, que eres dulzura, endulzas mis amarguras; si Tú, que has superado toda corrupción, me despojas de mis impurezas; si Tú, ¡oh gozo! de repente detienes la voz de mis sollozos.
¡Oh Tú, Madre del Altísimo Señor Jesús, creador del universo y de todo, a Quien, de un modo indecible, Tú diste a luz, con toda su humanidad y toda su divinidad, Él que, con el Padre y el Espíritu Santo, es glorificado en su misterio de Dios y en su misterio de Hombre; Él, que es todo en todas las cosas! ¡Para Él sea la gloria por los siglos de los siglos, Amén!"

San Gregorio de Narek


"He asumido voluntariamente todas las faltas, desde las del primer padre hasta las del último de sus descendientes, y me he hecho responsable de ellas."

San Gregorio de Narek



"Hubo un tiempo en que yo no existía, y tú me creaste. No había pedido nada, y tú me hiciste. Todavía no había salido a la luz, y me viste. No había aparecido, y te compadeciste de mí. No te había invocado todavía, y te ocupaste de mí. No te había hecho ninguna señal con la mano, y me miraste. No te había suplicado nada, y te compadeciste de mí. No había articulado ningún sonido, y me comprendiste. No había todavía suspirado, y me escuchaste. Aún sabiendo lo que actualmente iba a ser, no me despreciaste.
Habiendo considerado con tu mirada precavida las faltas que tengo por ser pecador, sin embargo, me modelaste. Y ahora, a mí que tú has creado, a mí que has salvado, a mí que he sido objeto de tanta solicitud por tu parte, que la herida del pecado, suscitado por el Acusador, ¡no me pierda para siempre!…Atada, paralizada, encorvada como la mujer que sufría, mi desdichada alma queda impotente para enderezarse. Bajo el peso del pecado, mira hacia el suelo, a causa de los duros lazos de Satán… Inclínate hacia mí, tú, el sólo Misericordioso, pobre árbol pensante que se cayó. A mí, que estoy seco, hazme florecer de nuevo en belleza y esplendor según las palabras divinas del santo profeta… Tú, el solo Protector, te pido quieras echar sobre mí una mirada surgida de la solicitud de tu amor indecible… y de la nada crearás en mí la misma luz."

San Gregorio de Narek
Libro de las lamentaciones


Los tormentos de mis enfermedades [...]
como un cáncer que se disemina,
han tocado todas las partes de mi cuerpo,
no hay bálsamo -como no lo hubo para Israel-
para mis innumerables llagas.
cada parte de mi cuerpo, de la cabeza a los pies,
está enferma y alejada del auxilio de los médicos.
Pero tú, misericordioso, benéfico, bendito,
de largos sufrimientos, rey inmortal,
escucha por misericordia las oraciones de mi asediado corazón
cuando a ti grito, Señor,
en el tiempo de mi necesidad.

San Gregorio de Narek







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