Nedim Gürsel

"Al principio lo habíamos apodado «el Soldado». Estaba gordo y caminaba por el medio del pasillo con aire cansado. Sabiendo que la artillería se divide en tres categorías —ligera, semipesada y pesada—, propuse llamarle
«Semipesado». Mi propuesta fue aceptada inmediatamente y le quedó el apodo.
Estaba menos empollado que nosotros en física, y, cuando trató de hablarnos acerca de la bomba atómica, al cabo de dos frases lo pillamos en un renuncio y concluyó: «No sé cuál es su potencia en megavatios, pero quema y destruye todo». Evocaba Hiroshima y Nagasaki, ciudades remotas que nosotros tomamos por balnearios. Un día, tratando de explicar la teoría de la relatividad, escribió en la pizarra la famosa fórmula de Einstein y luego, falto de argumentos, concluyó:
«Solo tenéis que encontrar por vosotros mismos la solución». Decía que el oficio de las armas era toda una ciencia, pero ni una palabra de los soldados que montaban guardia para impedir el acceso a los aseos o lo que sucedía por la noche en las habitaciones, cuando todo el mundo estaba dormido. Fue preciso que yo mismo pasase la penosa experiencia para comprender que el oficio de las armas no es una ciencia, sino un auténtico calvario.
El servicio militar era una prueba de fuego. Si no estabas enchufado, no había ninguna oportunidad de escapar de la instrucción. Ni que decir tiene que yo era un enchufado. Después de todo, era el hijo de Asan el Verdugo, miembro del
Comité de Unidad Nacional. Y como había hecho mis estudios en la Escuela del Sultán, en cierto modo se podía considerar que había cumplido mis deberes militares. El bueno de Semipesado incluso me había enseñado el arte de la artillería.
Antes de cerrar el capítulo de los apodos, no puedo sino recordar al Berenjena, que, como habréis adivinado, debía el alias a su nariz. Era profesor de comercio, pero, mientras nosotros planteábamos diversas teorías y comparaciones —desde el punto de vista de la biología estructural— entre su nariz y su miembro viril, él, en lugar de hablarnos de comercio, abordaba temas edificantes, verbigracia, la Ablución Mayor, asunto este, como es natural, competencia de Dirección a La Meca, que nos acusaba de hallarnos todos en estado de impureza. Esta expresión, «como es natural», estaba muy de moda en ese momento, pero hoy nadie la usa."

Nedim Gürsel 
El hijo del capitán



"No quiero abandonarle así, solitario a orillas de las aguas negruzcas del Cuerno de Oro. Es tan inexperto, tan débil, tan temeroso. Por muy próximos que seamos, nos separan años. Hay entre nosotros ciudades, países, otros placeres para él desconocidos. Y otras mujeres. Es el personaje principal de esta historia, y yo su narrador. Nos conocemos bien, pero él ni siquiera sabe que existo."

Nedim Gürsel
La primera mujer


"Pensaba en los acontecimientos subsiguientes a la muerte de Nâzim, después de la Primavera de Praga, que desembocaron en la destrucción del Muro de Berlín, diciéndome que el Partido había desaparecido llevándose con él un pasado poco glorioso, cuando la camarera pelirroja vino y me trajo un mensaje acompañado de un segundo Korn que no había pedido. Leí lo que estaba escrito en el papel: «No vaya a pensar que no he acudido a nuestra cita. Lo observaba, sentado en un taburete al otro lado de la barra. Ni siquiera se dio cuenta. Es lo habitual en este tipo de citas. Como dice en un poema Nâzim Hikmet, al que nosotros en el Partido llamamos Sair baba, “Papá Poeta”, quien dirige el juego “no aparece de inmediato”. Tengo los documentos. Y los informes. Nos vemos mañana a la misma hora, es decir, a las cinco de la tarde en el Dressler».

¡Vaya! Así que me había seguido, estaba detrás de mí en el café y, antes de irse, tuvo tiempo de escribir un largo mensaje e incluso de espiarme —apuesto a que con una sonrisa burlona—. Obviamente, quería picar mi curiosidad. Pues muy bien, me dije, si no tiene nada mejor que hacer... Vuelvo a pensar en el cuadro de Brueghel. Nâzim, una tarde, después de haber bebido como yo una copa tras otra, pese a que los médicos le habían prohibido beber y fumar, había escrito un poema en el que relataba su sufrimiento y sus paseos por Peredelkino en el bosque de abedules: había en su poema los mismos árboles desnudos que en el cuadro, las estrellas, e incluso una ventana donde brillaba una luz amarilla, pero no había cazadores. Al poeta no le gustaba la caza y recuerdo que repetía constantemente «A veces, de cazar pensamos, cazados quedamos».

Probablemente porque tenía el estómago vacío, me mareé y mi visión se nubló. Entre tanto, el café se había llenado. Pedí un caldo de lombarda. Tengo debilidad por la lombarda y debo admitir que durante mi estancia en Berlín pude satisfacer mi capricho. Pero no pedí cerveza. Quizá temiese, sentado en mi taburete, parecerme a uno de esos viejos alemanes ensimismados en la morosa contemplación de una jarra gigante; con esta nevada, me dije, después de todo el aguardiente que había bebido, sería mejor que acompañase mi caldo con un brebaje más refinado, y pedí una copa de vino."

Nedim Gürsel
El ángel rojo



“Santa Sofía pertenece a la humanidad y no solamente a Turquía, a pesar de que esté en Estambul."

Nedim Gürsel



"Se puede soñar con el Imperio Otomano, pero hay que contar con los recursos para hacer ese sueño realidad.
Lo que me molesta actualmente de Turquía es su obsesión con el Imperio Otomano, es por eso que acabo de terminar una novela sobre el despotismo otomano.
Yo no estoy orgulloso de lo que mis ancestros otomanos hicieron, especialmente a nivel político."

Nedim Gürsel


"Turquía sigue un mal camino y se dirige cada vez más hacia el autoritarismo. Es preocupante para los demócratas y para valores como la libertad de expresión, el Estado de derecho, entre otros.
Turquía va por el camino equivocado y se aleja cada vez más de la democracia."

Nedim Gürsel













No hay comentarios: