Raúl Guerra Garrido

"El Bierzo tiene ese carácter fronterizo que a mí me gusta, porque es muchas cosas y a la vez es muy suyo."

Raúl Guerra Garrido



"El enigma está servido. Que las piezas o chapas no sean de cobre es normal pues la pintura precede en el tiempo a los cúpricos patacones o monedas de diez céntimos que hoy conservamos como oro en paño (son especie ya extinta pero nos gusta seguir lanzando con ellos). Que lance las chapas apoyándolas sobre una regleta, en vez de hacerlo a mano desnuda, también es normal pues así se hacía en tiempos pretéritos y sigue haciéndose en otras latitudes, en Irlanda, por ejemplo. Que en la iglesia el Niño Jesús estuviera jugando a las chapas en vez de a los naipes, como todos los cacabelenses le han visto desde el principio de sus respectivos tiempos, es lo anormal. Una anormalidad enigmática y procelosa pues nadie sabe quién, cuándo ni cómo se produjo el cambio de tercio. Ni por qué. Es más, todo el mundo simula no haberse apercibido del cambiazo y ni siquiera lo comenta. Un enigma alquímico, perfecta transubstanciación del plomo en oro; la de dos chapas de plomo en el cinco de oros de la baraja española. Lo de una copa en cuatro es irrelevante.
En la historia comarcal del Bierzo no aparece ningún alquimista, al menos que yo sepa, pero siendo tierra propicia al cuerpo a cuerpo con lo aleatorio, es lógica la ubérrima cosecha de golpes de fortuna que también transmutan la desesperanza en una sonrisa o, en su defecto, el plomo en oro. Como en mi primera partida de chapas, de adolescente, en unas fiestas de la Encina de Ponferrada, en el corro que solía plantarse entre las vías muertas de la estación y el prostíbulo portátil de doña Manolita. Dino, de Bernardino, a pesar de la ramita de saúco que se había colocado en la oreja, no sacaba caras ni de broma. Cuando lanzó sus terceras cruces consecutivas, y la porra de los que por su intermediación apostábamos quedó en números rojos, me sentí desfallecer. Quise insultarle y le llamé lagapalarmasbra, la palabra más larga que se me ocurrió con una sola vocal. No teníamos con qué pagar y para colmo de males el tío Demetrio se aproximaba al corro charlando distraídamente con otro señor. Si nos veía estábamos perdidos, o jugadores o puteros. Huimos a la carrera como almas en pena y sin tener en cuenta la deuda de honor que dejábamos sin saldar, como ladrones sorprendidos in fraganti."

Raúl Guerra Garrido
Cuaderno secreto



"ETA fabrica miedo desde siempre. Ahora la gente ha empezado a responder un poco más, pero el miedo produce silencio, y entonces todo ese mundo "nacionalista" cree que le están dando la razón. Y es mentira, la gente está simplemente aterrorizada. Hasta que no desaparezca el miedo no existirá democracia. De hecho, nosotros todavía estamos en la Transición."

Raúl Guerra Garrido


"Hablar con idiotas morales es perder el tiempo."

Raúl Guerra Garrido



"La mar está ligeramente rizada, suaves crestas de espuma sobre las olas, apenas una ondulación de pradera, pero contrasta lo suficiente con la habitual superficie de chapa metálica para que no se alquilen pédalos y todos los artilugios flotantes permanezcan varados en la orilla junto al Club Náutico. Los alemanes aprovechan para entretenerse con los motores de sus poderosos barcos. Gorka viene del frontón, sube las escaleras hasta la terraza en donde se apiñan los conspicuos jugando a cartas, se aburren si no hacen algo con las manos y, como ni nadan ni leen, el campeonato de mus es el atractivo para las inevitables horas de playa que las mujeres imponen con el fin de hacer bronce, si no vuelven morenas al pueblo el veraneo ha sido un fracaso.
Hace un alto para contemplar a sus circunstanciales compañeros, los desprecia profundamente por animales improductivos, los odia como al juego y la herencia, el beneficio de unos pocos sobre el sacrificio de los más, se creen hombres de negocios y son simples funcionarios del orden establecido que sin ellos no podría existir, capitalistas de segunda fila, de buena gana los sacaría a tortas de la sombra en donde trasiegan aperitivos y los pondría firmes con el brazo en alto cantando el Cara al Sol, eso suponiendo que alguien se acuerde del Cara al Sol, pero representa a un tío jatorra y sigue en el escenario, así es que se aproxima a ellos, sonríe y bromea.
—¡Salud, camaradas!
—¿Qué habéis hecho?
—¿Qué íbamos a hacer? Ganar.
Acaban de ganar su segunda eliminatoria. Ramondegui se ha ido a sus polimorfas obligaciones de Cala Romana y él explica las jugadas clave a Josemari, el más sensato del grupo, pero en voz alta para que las oigan todos.
—Una barrida, no veas, le empiezo a meter bolas a la pared y cuando se pega a ella le sacudo hasta el cinco, un bote tan vivo que no lo para ni Diógenes.
La conversación se generaliza.
—Vais de miedo.
—¿Es que alguien duda de que seremos campeones?
—No seas fantasma.
—Lo seremos. Estoy seguro.
—Farol.
—Mis faroles no se apagan, se celebran. A ver, chaval, champán para todos, agua de Bilbao, o sea francés, seco y frapé.
Hay comentarios para todos los gustos, las antipatías son mutuas y Gorka sabe que sus fanfarronadas se critican con acidez, incluso con ese fondo de envidia que siempre provoca el impertinente, pero es lo que busca. A María Dolores empieza a preocuparle el qué dirán y sólo con recordarlo se enternece. Esta mañana, antes de salir a pasear con Garaialde, se lo había dicho.
—Podíamos buscar otra forma de entrar en contacto, sé que nos están criticando y a mí no me importa, pero no quiero que quedes mal delante de tus amigos.
—No son mis amigos.
—Pero son tu gente, tus paisanos, de tu clase social, tienes que vivir con ellos, negociar con ellos.
—Son basura.
—Alguna cara me suena de La Palanca.
—Lo que te digo, basura.
—Si me descubren me muero de vergüenza.
—Tú pasea a caballo y deja lo demás a mi cuenta, no te preocupes.
Le devuelven a la realidad.
—¡Por el dúo dinámico!
El brindis es más irónico que cruel, nadie confía en la victoria final de la pareja Hirigoyen-Ramondegui por la sencilla razón de que don Juan es invencible.
—Querrás decir por el dúo ganador.
—Aizpuru os la va a meter doblada.
—¿Tú crees?
Gorka les observa con la curiosidad científica del bioquímico ante una nueva cepa de penicillium. Están felices y seguros del porvenir, en los próximos diez años ninguno de ellos se habrá suicidado por un motivo serio. Konto, con su camiseta de más y mejores kilómetros, vuelve a su obsesión publicitaria, hasta pone cara de ejecutivo para decirlo."

Raúl Guerra Garrido
La costumbre de morir



"Lo de “activo” y “progreso” es la metáfora de un camino, el de llegar a la meta de ser escritor, me gustaría llegar a ser un escritor. En cualquier caso lo emocionante está en recorrer el camino y la evolución es la que marcan los años: el mismo camino, más oficio y menos entusiasmo."

Raúl Guerra Garrido



"Lo de escribir es un acto de soledad intrínseca y absolutamente masturbatorio: si no disfrutas no te la toques."

Raúl Guerra Garrido



"Me fijo con cierto malestar en el tipo del plumífero blaugrana, me parece haberle visto antes. Es una insensatez lo que estoy haciendo, pero necesito justificarme con la necesidad de volver a verla, de contemplar de nuevo el brillo de la seda en la mórbida curva de sus rodillas. La tenue llovizna marítima del crepúsculo es ya una desagradable garúa que me empaña los cristales del 505 con una visión delicuescente, fantasmagórica: la de mi paisaje alrededor y la de los protagonistas que por él se evaden. Estoy en la cuesta, frente al Tiffanys. A mi derecha la oscuridad marina astillada cada pocos segundos por el haz del faro y muy cerca de mí por la baliza roja que marca el exacto punto medio de la bahía. A mi izquierda las sombras de las decrépitas fachadas de los edificios en trance de demolición y de los no menos decrépitos andamiajes de aquellos que se estaban construyendo: sé muy bien la causa por la que se han detenido todas las obras de Miraconcha. Los bajos de guiños multicolores son un bar tras otro cubriendo en su totalidad la cuesta, la costa del culo dice Koldo. Antes de abandonar el Peugeot 505 observo la borrosa figura del joven, se sube el cuello del chaquetón azulgranate y, quizá por sentirse observado, se medio vuelve de cara a la pared. ¿Me estará siguiendo? ¿Dónde le he visto yo antes? Debería regresar a casa, esto es una imprudencia. El coche es el último reducto de la intimidad, el único posible encuentro consigo mismo del ciudadano agobiado por oficios, impresos, pagarés, multas, pólizas y cartas sin remite. El acelerador es el mejor de los consejeros, devalúa las dificultades del pensamiento lógico y potencia los argumentos del instinto; ya sólo puedo reflexionar dando una vuelta en coche, pero es otra la razón que hasta aquí me empuja. Ahora los movimientos del muchacho son inequívocos, se baja la cremallera de la bragueta y mea contra el zócalo de arenisca, eso me tranquiliza. Te mean y dicen que llueve.
[...]
Rechazo la oferta del minorista, es otra la sustancia con la que trato de evadirme de la propuesta de Arizala, pura droga dura. No la he visto a través del ventanal pero no importa, entro en el Tiffanys. Está lleno y el estruendo de la música satura hasta los mínimos huecos por los que a duras penas consiguen deslizarse las camareras. Sin duda alguna soy el más viejo del lugar, la prueba es que me sorprende el póster de la Polla Récords. Quien canta es Anne Fisher. La propuesta era no hacerme el desentendido y aceptar la imprecisa y por lo visto ineludible batalla. Está en la misma mesa, con la misma ropa, se reclina componiendo la misma figura, en la mano la misma pócima de azul venenoso: el tiempo no existe."

Raúl Guerra Garrido
La carta



"Ser uno mismo precisamente cuando seguir siendo tú mismo es lo que más puede perjudicarte."

Raúl Guerra Garrido


"Un clamor de circo acogió la propuesta. Los inmigrantes ya no se podían evadir, por bigotes tenían que formar el equipo cacereño, negarse sería un signo de debilidad.
Se interrogaron con la mirada. No estaban muy bien enterados de las reglas del juego, pero los más fuertes se dispusieron a lo que fuera. Pepe aceptó el reto con júbilo, por lo menos le serviría de desahogo, la oposición que sentía a su alrededor se personalizaría en alguien concreto con el que pelear. No es que fuera de los más fuertes, pero tenía fama de nervio.
Los eibaitarras seleccionaron el equipo, así como el orden de los miembros a lo largo de la cuerda, con una seriedad de profesionales. Se tomarían una pequeña revancha por la invasión a que se veían sometidos, demostrando quién es quién.
Un equipo de sokatira consta de ocho hombres, uno es el hombre poste que se sitúa el último, debe ser el de más peso. Este gordo, pero fuerte, sujeta la cuerda pasándosela por todo el cuerpo y entrepiernas, su resistencia marca la del equipo. Los otros siete sólo tirarán con las manos, se colocan la mitad en kilos a cada lado de la soga para que quede tensa y recta. Cada equipo se sitúa a un extremo de la soga y en el punto medio de ésta se ata un pañuelo, después, en el suelo, se trazan dos señales equidistantes. Cada equipo empuja para su lado, el que consiga que el pañuelo llegue a su señal gana.
Los cacereños imitaban como buenamente podían a sus oponentes. Pepe, por ser el más menudo, quedó el primero frente al enemigo. Tremendo error táctico. ¡Preparados! Manos enormes, como zarpas, empuñaron la soga. ¡Ya! Los brazos musculosos, peludos, se pusieron en tensión.
El primer envite fue tan brutal que el equipo resto provincias se tambaleó y algunos de sus componentes cayeron de rodillas hacia adelante. Se rehízo poco a poco y recuperó terreno volviendo a la posición inicial. Durante unos segundos la tensión dinámica se igualó en ambas partes, la soga quedó inmóvil. Los gritos de ánimo, encontrados, llegaban al cielo.
—¡Fuerza!
—¡Os movéis menos que el salario base!
Tiraron fuerte los vascos. Pepe veía con terror cómo la soga se le escurría, no quería soltar y la fricción le arrancaba la piel, los pies que tenía clavados en el suelo también se le iban a pesar de destrozar los zapatos intentando agarrarse al menor relieve. Veía las caras de sus oponentes como si fueran monstruos, Iñaqui era el tercero de enfrente, de vez en cuando, coincidiendo con algún tirón, se miraban rabiosos. No quería, no podía perder, pero el pañuelo se le iba, intentó un tirón desesperado. Resbaló. Cayó al suelo sin soltar la cuerda y fue arrastrado más allá de las dos señales. Clavó las uñas en la tierra hasta hacerse sangre, sin querer mirar a su alrededor. Habían ganado los vascos.
Sonó el chistu con aire victorioso, vivas, algarabía, baile por lo suelto. Los jefes felicitaban a ambas partes, para evitar secesiones, comentando que más mérito habían tenido los de fuera por resistir tanto tiempo sin tener idea de la técnica del juego.
Los ganadores saboreaban las mieles del triunfo. Los compañeros les golpeaban la espalda, les levantaban los brazos como a los boxeadores y les pusieron unas txapelas grandes como paraguas, de campeones. Izaskun corrió hacia Iñaqui, se abrazaron y se besaron en la mejilla. Pepe, maltrecho, sentado en una banqueta porque no se tenía en pie, creyó morir al verla."

Raúl Guerra Garrido
Cacereño

















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