Tonino Guerra

CANTO VIGÉSIMO

Al principio las gotas hacían temblar las ramas
y nosotros, detrás de la ventana, esperábamos
a que el agua lavara las hojas más ocultas.
Luego estalló la tormenta y llovió a mares,
habíamos puesto un vaso en el alféizar
para medir el agua de la lluvia.

A las cuatro salió el sol
y en la ventana brillaba el vaso
lleno hasta rebosar.

Mi hermano y yo nos lo bebimos a medias
y luego nos pusimos a comparar el agua
del pozo con la del cielo, que es más blanda
pero tiene el olor de los relámpagos.

Tonino Guerra



“Cuando se llega a la ancianidad el erotismo es un horizonte maravilloso, el amor en la mente de dos ancianos es una boutade, una provocación, una cruel ilusión.”

Tonino Guerra




EL CEMENTERIO DE LAS CRUCES OXIDADAS

Maioletto era un pueblo que desapareció de la faz de la tierra una noche que llovía a mares y la montaña se resquebrajó. Una parte aún está en pie; la otra, sin embargo, donde estaban las casas, los hombres y los animales se hundió en el precipicio.

Bajo el enorme barranco que ha quedado hay un cementerio con cruces desperdigadas entre la hierba o apoyadas en las paredes.

Una pareja de jóvenes que iban paseando y miraban los árboles en flor entraron en aquel silencio para intentar leer lo escrito sobre los hierros y las losas. Pero el tiempo había devorado hasta las fechas. Allí solo había cruces oxidadas, abandonadas incluso por los huesos y por los nombres.

Con un clavo comenzaron a escribir sobre la herrumbre, como si hubiera muertos allí dentro.

Tonino Guerra



“Escribir es también parar el tiempo. Pero tengo la esperanza de que mis palabras ayuden a vivir de manera vertical, siempre en ascenso.”

Tonino Guerra



“La única manera de vencer a la muerte es permanecer durante mucho tiempo en la memoria de los demás. Yo creo que todo lo que he escrito y he hecho en esta vida no tenía otro objetivo.”

Tonino Guerra



Mi casa en Pennabilli

Ahora vivo aquí arriba
en una casa de montaña
y paso el tiempo con las hojas secas
y las pongo en fila sobre un escalón;
o voy a tocar esos hilos de agua
que saltan por una grieta entre las piedras
donde las truchas se acurrucan al fresco
y Sivestro las coge con las manos
como hacen los gatos con las mariposas-
También me gusta hacer cuentas
con una aritmética elemental:
dos y dos cuatro seis y seis doce
si compras siete huevos y se te caen tres
al suelo, ¿cuántos te quedan?
O si no, trazo rayas en la arena
del patio, astas una tras otra
para recordar las piernas esbeltas
de otros tiempos y el aire
lleno de luciérnagas y la bicicleta
y el tirachinas, las cometas
y allá abajo cada mes de agosto
el mar que estaba tumbado detrás de las montañas de arena
como un animal bueno
bajo las caricias del amo.
Por las tardes me siento a ver el valle
y la montaña al fondo
con los sembrados que parecen trapos
tendidos al sol y las lindes
rojas de amapolas y puñados de casa
como nidos de golondrinas sobre la tierra
y la gente agachada trabajando
pequeña como polvo y yo sentado
con todas estas cosas en los ojos
y la memoria que se ha vuelto blanca
y sobre esta sábana de vez en cuando pasa
la voz de mi pobre madre
y el olor de los membrillos
que ella guardaba encima del armario.

Tonino Guerra



















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