Urbano González Serrano

El Grafismo

“Los movimientos de la mano del que escribe, corresponden a manifestaciones inconscientes del trabajo cerebral. Las ondulaciones variables de la actividad muscular, determinan las formas en la apariencia irregulares de los signos gráficos, que tienen, en medio de su incoherente diversidad, algunos caracteres comunes, pues la observación constante facilita conocer el tipo de letra de cada individuo. En estos signos gráficos se revelan permanentemente, dentro del aparato registrador del papel, multitud de movimientos musculares que acompañan al acto de escribir, seguido de otros que podemos denominar movimientos concomitantes, en los cuales tanta parte toma la fisonomía al inclinar, por ejemplo, con más o menos exceso la cabeza sobre el papel, o al sacar la lengua y contraer los músculos de la faz, según la mayor o menor facilidad con que se escribe.
No es, pues, pretensión absurda registrar y anotar estos datos y observaciones como antecedentes para descifrar algunos de los rasgos de la personalidad del que escribe.
Existe toda una serie de manifestaciones inconscientes de la personalidad, que deben traducirse en los signos que las hacen sensibles por medio de la escritura. Así se observa que cada individuo posee su forma o tipo especial de letra, que la escritura se modifica con la edad, que se cambia con el estado del animo y de la salud, que se diferencia entre individuos de uno y otro sexo (siendo fácil distinguir el carácter de letra, según es de hombre o de mujer), y, finalmente, que la espontaneidad individual deja esparcidas y grabadas en los tipos de la escritura algunas de sus mas íntimas cualidades”.
(…) “De igual modo que los sentimientos expansivos se traducen por sonrisas y amplias dilataciones de la fisonomía, deben expresar los movimientos de la mano, resultado de la actividad muscular, eco a su vez de la nerviosa, los distintos estados de exaltación o depresión del que escribe en los caracteres siempre variables y en los rasgos diversos del manuscrito. Lo que usualmente se denomina estado del pulso, la regularidad o irregularidad de las letras, las terminaciones de ellas, suaves y rítmicas o alteradas y extrañas, son otros tantos indicios del estado del animo, cuando no de la intencionalidad del que escribe. La frase «leer entre líneas,» aplicable al sentido íntimo de lo que se lee, se refiere también al signo y a la recóndita expresión del signo mismo. Hay, en efecto, un cierto “spiritus intus” en la confección material del signo, que traduce desde luego anuncios lejanos, siluetas más o menos acentuadas de sentimientos comprimidos (la ira, el odio concentrado, la ironía, etc.)”
(…) ” La dificultad casi insuperable que encontramos al pretender alterar el carácter de nuestra letra, la relativa imposibilidad de falsificar los caracteres gráficos de la escritura de los demás, la falta de éxito en la pretensión de sustituir firmas y rúbricas de otros sujetos, la influencia casi nula en nuestra intención de modificar los rasgos habituales de nuestra escritura (en la mejor plana, el mas grande borrón), correspondiera casi siempre a un excesivo esmero un resultado nulo, son otras tantas pruebas de lo que venimos diciendo, es decir, de que la naturalidad y espontaneidad subyugan y dominan todos nuestros propósitos de fingimiento y
disimulo.
La naturalidad y la espontaneidad se imponen a nuestros pensamientos preconcebidos. Los movimientos de la mano, determinados directamente por el esfuerzo muscular (pulso temblón o seguro) e indirectamente por la actividad nerviosa, no obedecen a las intenciones de la voluntad, cuya influencia es casi nula en la serie de movimientos concomitantes que acompañan a la producción de los caracteres gráficos (…) y en la observación jamás se comprueba, que un hombre fuera de si y exaltado por encontradas emociones, escriba sin traducir de algún modo en los caracteres gráficos la alteración de su animo. En este caso, no hay que rehacer solo sobre impresiones exteriores; sería preciso (y ello implica un absurdo inconcebible) comenzar por anular un estado del organismo, una posición completa del animo y una tensión de nuestras emociones a que no llega el dominio de la propia personalidad. De igual suerte, el mas hábil falsificador de tipos de letra, aun aquellos que pintan los caracteres gráficos y copian mecánicamente los primores caligráficos, dejan entrever los rasgos imperceptibles, a primera vista, en combinaciones nimias, en algo que se siente y que se percibe intuitivamente, señales o indicios de su habitual manera de escribir.
Así es que, aun proponiéndonos huir de la naturalidad, ella nos persigue y rebasa las huellas del disimulo. Como la sombra sigue al cuerpo, como la conciencia tiene base y antecedentes en lo inconsciente, nuestra espontaneidad, el fondo recóndito e intimo del carácter individual repercute en los caracteres gráficos. Puede, pues, llegar (no afirmamos sin mas que haya llegado) el Grafismo a servir de indicio respecto a las aptitudes y formas de carácter, estudiando los signos que expresan la base inconsciente de nuestra personalidad.”

Urbano González Serrano



"Si es cierto, según se repite, que debemos europeizarnos y orientar nuestro pensamiento entumecido en el más prolífico de pueblos más cultos, como obra meritoria debemos estimar la del editor que publica la versión a nuestra lengua de todos los estudios de Ribot. Patrioterías mandadas recoger de algún filósofo rancio quizá estimarán, ya que las obras de Ribot no son del todo admisibles aun para los que procuran estudiarle, que un proteccionismo prohibicionista sería más conveniente, como si la inteligencia humana no progresara también eliminando errores o deduciendo según dice Spencer, el alma de verdad que existe en toda idea falsa."

Urbano González Serrano
La escuela moderna








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