Francisco Herrera Luque

"A Doñana le preocupaba el porvenir de Eugenia. Tenía dieciocho años y esta era hora que permanecía soltera, a pesar de su belleza. A dos hechos atribuía la mantuana la soltería de su sobrina: a su pobreza y a la mala raza que le dejó su madre. Su hermano siempre fue un tarambana. De malos negocios en malos negocios fue comprometiendo el más crecido patrimonio. En el naufragio donde perdió la vida junto con su madre, desaparecieron la casi totalidad de los valores en joyas y en metálico que le restaban, con los cuales precisamente pensaba instalar en La Habana una factoría para importar cuero y cacao. De su cuñada, la bella Dolores, Doñana tenía la peor opinión, tanto por su origen como por su modo de ser. Era una de esas mestizas lavadas, de las llamadas castizas o en condición de blanca, que si bien tenía una belleza de .reclamo brusco, su familia no era nadie, ni nada tenía que ver con el mantuaje caraqueño. Su padre era gente del interior, de origen oscuro, con el indio detrás de la puerta. Pero el padre de Eugenia era terriblemente sensual y más pesaron sobre él los encantos de la criolla que las desventajas que le aportaba en arras ese matrimonio desigual, repudiado por su noble y extensa parentela. Dolores, además de su clase, tenía otro defecto: era casquivana. A Doñana nadie se lo dijo, pero con esa agudeza que a veces tienen las viejas matronas para percibir lo que nunca han tenido, creyó sorprender en más de una ocasión dejos cálidos en su cuñada y una injustificada resignación en sus ojos cada vez que su hermano emprendía sus largos y frecuentes viajes. No es que Doñana tuviese ninguna buena opinión del matrimonio ni que se sintiese dichosa con el marido que le había tocado en suerte. Don Fernando Ascanio la aburría con sus simplezas y la disgustaba por sus constantes devaneos con las mulatas de la vecindad; pero era su marido y ello bastaba. Jamás pudo pensar en otro hombre que no fuera él, aunque a decir verdad, ni siquiera pensó en él, ni en nadie como hombre. Doñana era un ser congénitamente casto, de esos que creen que la voluptuosidad es descomposición del cuerpo o enfermedad del alma. Para ella el matrimonio era una alianza entre dos familias, destinadas a prevalecer sobre el mundo que los rodea y a tratar de perpetuar esa fuerza a todo lo largo de la historia, como habían hecho sus padres y sus abuelos desde los tiempos de la Conquista. ¿Cómo era posible entonces que el loco de su hermano quebrara esa tradición de tres siglos al casarse con una cualquiera como Dolores? Menos mal que la muchachita, a excepción del color acanelado de su piel, sacó los ojos y el pelo de su padre. Doñana, que nunca había sido bonita, se regodeaba en la beldad de su sobrina, con esa secreta complacencia que tienen las mujeres feas y honestas a identificarse con sus contrarias. Porque Eugenia era exactamente lo opuesto a Doñana. Si Doñana era casta y firme como una lapa parida, Eugenia era ardiente y voluble como una cabra maluca. Cuando Doñana desgranaba en el traspatio sus reflexiones, Eugenia la escuchaba silenciosa, haciendo chispear sus grandes ojos, acariciando con ellos la imagen hermosa y torturada de un San Sebastián desnudo."

Francisco Herrera Luque
Boves el urogallo



“Aquí nunca sucede ni sucederá nada. Este es un país quieto, demasiado quieto, que a veces despierta, pero que de inmediato se vuelve a dormir.”

Francisco Herrera Luque



“El pobre Libertador estaba muy triste. Para estar más cómodo se mudó para las habitaciones del piso alto. Al Libertador le gustaba dormir su siesta en una hamaca de moriche, mientras un esclavo lo mecía suavemente jalando los mecates. Una vez no pude resistir la curiosidad y, muchachito como era, subí los escalones (efecto apropiado) y entré al cuarto del Libertador (bostezo) en el momento mismo en que abría los ojos: BOLÍVAR: (Con sorpresa y simpatía) ¡Guá! ¿De dónde saliste carricito? Tú también, ¿como que vienes a jalar? GILBERTO: Muchos años después fue que logré entender lo que me quiso decir el Libertador con aquello: los adulantes sobornaban al negro para que los dejase jalar el mecate. Así estaban prestos para caerle encima al Libertador y pedirle un favor, apenas abriese el ojo.”

Francisco Herrera Luque
La Historia Fabulada



“El venezolano es locuaz, niega lo trascendente con su actitud de bromista crónico, jamás se compromete realmente y por eso es ondulante y disimulador de sus convicciones más profundas. Nadie sabe lo que realmente piensa, pues trata siempre de estar bien con Dios y con el diablo. Bajo una pretendida efusividad se esconde la envidia y la desvalorización hacia quienes se destacan. Tras una aparente solidaridad se transparente la indolencia, el egocentrismo y la deslealtad. Y esa extraña afición que despierta una agresividad feroz y una violencia destructiva.”

Francisco Herrera Luque



“Lo que es verdad no es cuento.”

Francisco Herrera Luque


"Se cuenta que durante la gestión del gobernador Sanchórquiz , quien llegó a Venezuela en el año 1606, se reconstruyó, con piedras arrancadas de la montaña, el antiguo camino de la Marina, que conducía por el cerro al puerto de La Guaira. Este duro trabajo era hecho por los indios del valle, quienes "morían como moscas" por no estar acostumbrados al esfuerzo. El gobernador observó que la debilidad de los nativos se debía a una mala alimentación, basada únicamente en pasta de maíz sin sal envuelta en hojas de plátano, por lo que instauró una ley que obligaba a las familias adineradas de Caracas a disponer de la mitad de las sobras de la mesa para que sirvieran de guiso al mazacote de maíz. La otra mitad de las sobras era para los cerdos. Sin embargo, los vecinos reservaron, paulatinamente, las mejores sobras para sus animales, dejando los peores desperdicios para los obreros. Semanas antes de esa Navidad, se desató una epidemia disentérica de tan gran magnitud que el Obispo impuso, como penitencia a los caraqueños, que en todo el mes de diciembre y ¡hasta el fin de los siglos! comieran mazacote de maíz con sobras de picadillo envueltas en la miserable hoja de plátano que ocultó la desgracia."

Francisco Herrera Luque
La historia fabulada



“Somos como la hallaca: encrucijada de cien historias distintas: el guiso hispanico, la masa aborigen, la mano esclava, el azucar del Indigo, la aceituna de Judea”

Francisco Herrera Luque
Los amos del valle: tomo I



"Yo te voy a decir una vaina Simón –dice Palacios-: si a lo largo de tu vida fuiste gavilán para caer certeramente sobre tus enemigos, ahora te estás pareciendo demasiado al alcatraz viejo, que si joven es tan rápido como el otro pájaro, al perder la vista se estrella contra las rocas."

Francisco Herrera Luque















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