José-Maria de Heredia Girard

Antonio y Cleopatra

Juntos, los dos contemplan desde altiva terraza
a Egipto adormeciéndose bajo un cielo asfixiante,
y hacia Sais y Bubastis corre el río gigante
en torno al negro Delta que sus ondas rechaza.

El invicto soldado, bajo la gran coraza,
cautivo de un ensueño infantil y distante,
siente contra su pecho cómo tiembla, anhelante,
el cuerpo voluptuoso que estrechamente abraza.

Ella desató al viento sus oscuros cabellos
y le ofreció sus labios: de fugaces destellos
una lluvia dorada sus ojos despedían.

Inclinóse el ardiente Imperáter romano,
y en esos grandes ojos vio un inmenso océano
donde errantes galeras derrotadas huían. 

José-Maria de Heredia Girard



El olvido

La Tierra, madre amante de los Dioses que han sido,
en Abril, vanamente elocuente, alza un canto
y al capitel vetusto ciñe otro verde acanto;
pero el Hombre, insensible a cuanto ve caído,
sin conmoverse escucha en las noches serenas
la voz del Mar que evoca llorando a las Sirenas.

José-Maria de Heredia Girard
Les Trophées


"Mi alma vaga a través del follaje
Estremecimiento..."

José María de Heredia Girard











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