Miguel Ángel Hernández

“Escribir en sí mismo no cura nada; lo que sirve de bálsamo es la lectura de los demás."

Miguel Ángel Hernández



"La literatura la concibo como una pasión, por eso prefiero no tener encargos ni fecha límite."

Miguel Ángel Hernández



"La tecnología no es en sí misma ni buena ni mala, es neutra. El problema es el uso que le damos.  Los móviles, internet… son tecnologías que nos conectan, nos pueden hacer más ricos en experiencias porque conocemos a gente que no hubiésemos conocido jamás; llegamos a sitios, documentos, películas, músicas a las que no habríamos accedido de otro modo. A priori nos aportan muchísimo, pero toda tecnología tiene un uso perverso, que es la capitalización de esa tecnología, que hace que, en cierto modo, nos convirtamos en consumidores constantes y en mercancía. La clave no sería desconectar en el sentido de irse a una isla desierta, sino usarla de forma racional, siendo nosotros quienes dominamos la tecnología y no ésta a nosotros. Ahora mismo todos somos esclavos de las máquinas, esclavos de los móviles, de las teles, de todo aquello que nos rodea. Hay que generar una cierta distancia. Que tengamos posibilidad de escaparnos, de no estar tan atados."

Miguel Ángel Hernández



"Si fuera Supermán no sabría a quién salvar... las certezas solo traen problemas."

Miguel Ángel Hernández




"Una novela no es una investigación policial. Un escritor no es un detective. Lo que se desentraña son emociones, recuerdos, memorias, pero nada más. La idea de que un escritor vuelve para resolver el crimen que no pudo resolver la policía es una ilusión. Eso pasa en las novelas de Jöel Dicker. El misterio del que habla la literatura no tiene que ver con datos, análisis o expedientes policiales. El misterio está mucho más dentro. La verdad a la que se aspira –aunque durante mucho tiempo esté guiada por la búsqueda de los datos– es una verdad esencial, no es la respuesta a un hecho concreto."

Miguel Ángel Hernández




"Y entonces llega lo más terrible. No sabes quién lo dice, pero resuena en el salón como un trueno seco que da inicio a la tormenta.
Han encontrado a Nicolás.
Muerto.
En un barranco.
Esa es la noticia que te desgarra.
Ha saltado desde lo más alto. Su primo ha encontrado su cuerpo. Había intentado ahorcarse.
No escuchas ya nada de lo que se dice a continuación. Porque ahora todo se convierte en sollozo. No gritas, no hablas, no sabes si tienes palabras. Tus ojos se llenan de lágrimas. Todo se torna borroso.
Es entonces cuando María José te abraza y besa tus mejillas. Es entonces cuando sientes su cuerpo junto al tuyo, la abrazas con fuerza y notas tus lágrimas humedecer su pelo. Es entonces cuando sientes sus pechos duros apretándose contra ti. Y es también entonces cuando no puedes evitar la erección.
Tu mundo se desmorona y por un momento quisieras que este instante fuera eterno. El momento que tantas veces has soñado. Cuando te masturbas, o cuando te tiendes sobre la cama a pensar cómo sería estar junto a ella, besarla, tocarla, abrazarla. El momento que tantas veces has imaginado. Ahora, precisamente ahora, cuando el dolor te abrasa las entrañas.
Tu amigo muerto en un barranco.
Tu polla dura.
El mundo entero rompiéndose en pedazos.
Junto a la foto del barranco, otra imagen se me grabó en la retina. Una fotografía anecdótica, de recurso, situada al pie de una página de La Verdad: «Un grupo de familiares, amigos y vecinos, ayer, ante la casa familiar.»
En ella aparecía mi padre, en primer plano, con el gesto serio y los brazos cruzados sobre su barriga prominente, en una pose muy suya que casi había olvidado y que me conmovió en cuanto la vi. Identifiqué también a algunos vecinos de la huerta, sobre todo a mi primo Quique, en la esquina izquierda, y a mi amigo Juan Alberto, a la derecha de mi padre. Junto a él estaba yo. Me reconocí por el chaquetón. En la foto, en blanco y negro y granulada, apenas se distinguía nada, pero yo no tenía la menor duda de que aquel era mi chaquetón verde y yo era la persona que estaba de espaldas, con la cabeza vuelta hacia la casa, con las manos en los bolsillos, hablando con Juan Alberto.
Intenté recordar el momento en que fue tomada la instantánea y no pude encontrar nada en mi memoria."

Miguel Ángel Hernández
El dolor de los demás










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