Ricarda Huch

El caballero Schaumburg 

Ricarda Huch
Lápida de Riemenschneider 

¿Es dejar la vida,
Caballero, o el anhelo de morir
Oscurece esa frente notable?
¿La fortuna te ofreció escoria?
¿Soportaste, para tu pérdida,
odiosos deberes y luchas? 

La palma de la victoria abjuraste,
ofrecida a muchos escudos;
La fe enciende tu fervor.
El cielo nunca dijo una palabra,
Todo lo que querías fue
abandonado , Sin amigos en el bosque y el campo. 

Tú de la ronda aburrida de los días
Huiste al bálsamo de los benditos:
Liberado del dolor y del laberinto, Sin
culpa, pero siempre solo;
Dejando el grito reprimiste a
Frozen y te endureciste hasta convertirse en piedra.

Ricarda Huch


"Hoy parten Velia y Yessika. Se han quedado un día más para esperar a Liu, pero al final ellos mismos lo han convencido de que todavía era demasiado pronto para afrontar el cansancio del viaje. Ya se ha levantado, aunque todavía está débil. Seguro que se quedará aquí unos tres días más, o sea que si partís pasado mañana, ya nunca volverás a verlo. Yessika se ha enfrentado valientemente a sus sentimientos; no pensaba que fuera capaz de sobreponerse de esta forma. Hoy, de buena mañana, ya estaba en el jardín llenando cestos de rosas con las que después ha adornado toda la casa. «Parece una casa de novios», ha dicho. Y después ha añadido: «Mamá, debimos estorbaros bastante viniendo al mundo tan seguidos uno detrás de otro, ¿no es cierto?». Yo he respondido: «Sí, si nosotros mismos no hubiéramos sido los culpables, quizás nos hubiese molestado un poco». Tu hermano Velia, que acababa de entrar, ha apuntado:
«Dios mío, ¿qué te piensas? Se habrían aburrido terriblemente sin nosotros». Y Yessika, indignada: «¡Arrogante! Tú, con lo vago que eres, no dijiste ni una palabra hasta los dos años, y no hiciste ningún chiste hasta los diez». Ya puedes imaginar con qué ternura discutieron. Y encima aquella carita, tan serena y pálida, con su sonrisa infantil de siempre. Tratadla con cariño este último día, ¿me oyes, corazón? Y no la ofendas hablando mal de Liu. Eres una pequeña luciérnaga, demasiado joven e insensata para juzgarlo correctamente. En cualquier caso, se trata de una persona distinguida, y delante de las personas distinguidas hay que tener la deferencia de pensar, en principio, lo mejor de ellas, y en caso de duda reservarse la opinión. Por lo que respecta al chófer que tía Tatiana propone que contratemos en lugar del viejo criado, papá no acaba de decidirse, a pesar de que reconoce que tal vez fuese más agradable para nosotros. No desea la presencia en nuestro hogar de un completo extraño, pues no es infrecuente que el partido revolucionario introduzca a los suyos en las casas para que informen sobre la situación particular de la familia o se pongan en contacto con el servicio. No le gustaría introducir un elemento ambiguo entre nuestros criados, tan fieles y de confianza.
Teniendo en cuenta que papá no teme a nada, debe de llevar razón al mostrarse tan precavido. O sea que nos quedamos con el viejo Kyrill, que tampoco bebe más que Iván. Además, papá dice que los borrachines son gente de buen corazón. Recibe un fuerte abrazo, querida hijita. Quereos mucho los tres, tú y Velia no discutáis durante el viaje y no os llaméis burro, lagartija o cerebro de gorrión –bueno, esto último puede pasar–, que las bromas suelen acabar mal, y además es una fea costumbre que puede causar mala impresión entre quienes no os conocen. Cuida de Velia como si fueras la mayor, pero sin que se dé cuenta; él me preocupa más que tú, cariño, porque estoy segura de que tú te comportarás bien y llegarás a ser alguien en la vida.
¡Ahora soy una mujer sin hijos! Pero os llevo muy dentro del corazón, donde todavía sois unos niños y os gusta estar acurrucados con vuestra mamá en un pequeño rincón."

Ricarda Huch
El último verano



Soledad

Te inclinas, alma mía, como el abedul se inclina,
A la aledaña flora.
Yérguete firme, como el abeto el torso empina,
Porque estás sola. 

Bien es verdad que todo ser insufla a cada quien
De su alma el soplo;
Su anhelo empero vano será también,
Porque están solos. 

Aunque abrazados durmáis sobre una almohada, despertáis
Alejados en la alcoba cual luceros
Tan pronto, quizá de noche, a soñar volváis
El mismo sueño. 

Dichoso tu mundo, tu estrella, si tu ascua
Moldea  la esplendorosa materia de la vida,
Y nada exijas —es exigencia fatua—;
Tu solo patrimonio es tu energía.

Ricarda Huch



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