Hamid Ismailov

"1984 Chiasma. El significado de las palabras se difumina, aunque aún quede algo por decir…Soy vástago del metro de Moscú, el resultado de demasiadas noches en la ciudad. Mi madre, Moscú (aunque todos la llamaban Mara o Marusia) nació en alguna pequeña localidad siberiana, quizás Akaban o tal vez Tayshet era el extraño topónimo que figuraba en su pasaporte y me dio a luz el año en que se celebraban las Olimpiadas de Moscú o quizás antes, durante los preparativos, tras conocer a un atleta africano proveniente de un “país amigo”. Ella desempeñaba el rol de limichitsa; es decir, estaba enrolada en las patrullas cívicas que vigilaban la Villa Olímpica. “No los fuimos a buscar sino que ellos vinieron a nosotros” –explicaría más tarde-, en estado ebrio. Y más o menos así nací, de un cruce entre un bulldog y un rinoceronte. Me dieron el nombre de Kirill Mbobo. Mi madre murió cuando yo tenía ocho años. Cuatro años más tarde yo mismo dejé de existir. Y eso es todo lo que hay que contar de mi vida moscovita. El resto sólo son recuerdos decadentes y marchitos.
Cuando eres condenado a llevar una vida subterránea, tu mejor amigo no es el gusano masticado bajo ojos lilas y rasgados, ni las reminiscencias nocturnas del árbol del abeto sobre las oscuras paredes, ni siquiera los otros muertos que también se están descomponiendo ante tus ojos; es el metro, que llega a convertirse en una leal compañía. Y no porque cuando tenías sólo cinco años y te hallabas desprovisto de dinero, tu madre te entregó un colorido mapa del metro y te dijo: “Éste es tu propio retrato, Mbobo, mi espinoso sol” o porque siempre tendiera a huir de los terrores y delirios que presidían la vida en la superficie, en la que yo apenas era una pálida e indistinguible sombra en el reino del destino; tampoco incluso porque mis días terminaran allí y mis días se iniciaran bajo aquellos auspicios. ¡No! El metro se convirtió en mi mejor amigo por la simple razón de que cuando la tierra zumbaba a causa de un tren que pasara no demasiado lejos, mis huesos chocaban de forma rítmica y podía contemplar a las hormigas edificando sus moradas en el punto en el que hubo otrora piel."

Hamid Ismailov
Mbobo


"De repente las sombras cayeron abruptamente sobre el vagón, como enormes piernas velludas que se abatieran sobre el apéndice nasal de Yerzhan. Un estrépito más ostentoso que el mero zumbido de una mosca, peor incluso que el tremulante ruido del vagón y las subsiguientes y vacuas paneras metálicas, penetrando en los tímpanos de hombres y niños. El vagón comenzó a danzar. Los ancianos desaparecieron dejando abiertas las puertas. La mosca se posó en los desnudos pies de Yerzhan. Finalmente, se vio arrastrado hacia una retumbante tiniebla."

Hamid Ismailov
El lago muerto


"Escribo  en distintas  lenguas. Escribo  en uzbeco. Escribo  en ruso. Escribo en inglés  también. Así que son distintas  lenguas para distintos públicos. Si  escribo en uzbeco, probablemente sea para  uzbecos; no hay mucha gente inglesa o rusa  que lea en uzbeco. Las traducciones me han sido  de mucha ayuda por la prohibición de mis libros en  Uzbekistán. Pero en la era de internet, las prohibiciones  no importan demasiado, porque sigo pudiendo publicar mi trabajo  en la red. Otro tema es que a la gente le dé miedo nombrarme  o hablar sobre mí porque saben cuáles son las consecuencias. No obstante,  internet me hace la vida mucho más fácil."

Hamid Ismailov



"Le contó a Obid-Kori con solemnidad y con el brioso ímpetu de las mulas del Turquestán que habían decidido crear un estado islámico, sin distinción de tribu y nacimiento. Le habló en ruso acerca de las sociedades sin clases en la que todos serían iguales. Obid-Kori reflexionó sobre ello largamente. Ambos documentos parecían tratar de lo mismo, ¿cuál era entonces la diferencia entre ambos?
[…]
Él mismo ardía ahora junto a la paja, junto a todos aquellos libros apilados y entreabiertos, cuyas páginas sólo serían asidas por el fuego e incluso pudo distinguir palabras que se alzaban de los libros en forma de llamas flamígeras y cenicientas sombras que descendieran bajo sus pies descalzos. Sumari yerga urdi (fruta caída en la tierra) susurró por última vez y fue testigo de las últimas palabras que ardían y su deslumbrante ocaso fue lo último que sintió.
[…]
Una vez, en el día del Yom Kippur, después de escribir el título de la película, “Shri 420” con su propia orina en la pared que lindaba con la barbería de Huvron, el zapatero Yusuf fue a ver la película. No tenía claro por qué había ido –quizás pretendiera reírse de los que lloraban o contemplar un zapato tamaño 420- el caso es que el filme le afectó mucho más profundamente de lo que hubiera imaginado. Las lágrimas ancestrales de los hebreos se vieron acompasadas por su propio llanto al visionar la película que había sido prohibida por el partido y aquel acuoso torrente ascendió por tobillos y cráneos y de súbito los pensamientos de Yusuf dibujaron ecos del diluvio y del Arca de Noé además del monte Ararat y de las suelas y tacones corroídos que pronto habría de reparar. Tan afectado quedó, que tomó la determinación de no usar más como mingitorio la pared del barbero Huvron. Ése es el poder del cine de la India."

Hamid Ismailov
El tren


"Los uzbecos son cercanos a los ingleses. "¿Sabes por qué? Los uzbecos también son un pueblo isleño. Solo que son una isla en un continente."

Hamid Ismailov



"Me siento  responsable de  mi cultura, porque  cuando pienso en mis antepasados,  en mis abuelas y mis tías, en todas  las personas cuya contribución a mi cultura fue  tan vasta… tengo que devolverle algo a esta cultura,  que me hizo lo que hoy soy. Pero, al mismo tiempo, me siento  parte de diferentes culturas, de la cultura rusa, o de la inglesa también,  ahora que he estado viviendo en Londres durante los últimos 24 años. Nunca he vivido  tanto tiempo en ningún sitio. Así que, por lo tanto, le rindo tributo a este país y estoy en  deuda con él. Estoy escribiendo varias novelas en inglés para pagar mi deuda con este país y esta  cultura. Puede que Uzbekistán deba hasta darle las gracias a Ismailov."

Hamid Ismailov



"No he cometido  ningún crimen contra Uzbekistán.  No he hecho nada ni le he hecho  ningún daño a Uzbekistán. Lo único  que hago es promover la literatura y la  cultura de Uzbekistán por el mundo. Por lo tanto,  estoy bastante anonadado y perplejo por que no me hayan  dejado entrar en el país. Es donde viven to dos mis familiares;  estaba planeando ir a la tumba de mi madre a rendirle tributo. Pero cuando  ya lo tenía todo planeado, de repente, me echaron del aeropuerto."

Hamid Ismailov


"No puedo predecir si terminaré mi vida en Uzbekistán o no."

Hamid Ismailov








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