Hans Werner Kettenbach

"Herbert Klofft estaba sentado en un sillón en el balcón. En frente de él había una mesa mediana para su trabajo, con varios libros, papeles y periódicos. Entre ellos estaba el Código Civil o BGB, el código civil de Alemania. Y un espeso libro personal de color azul, un compendio legal, ampliamente usado por la gente encargada de las contrataciones y los despidos. A su lado había un jarrón de cristal y un vaso de agua, también de cristal. En otro lado, una mesa más pequeña dentro de la puerta del balcón con un portátil y una impresora. El olor aromático del cigarro que Klofft había obviamente estado fumando por la mañana se esparcía aún por el aire.
El empresario llevaba una camisa de cuello abierto marrón que mostraba parte de su peludo pecho y dejaba al descubierto sus brazos nervudos. El pelo de su cabeza era todavía oscuro, excepto por el gris de las sienes. Sus espesas cejas eran oscuras también. Su piel era pálida, pero con un tono ligeramente rojizo en la frente y las mejillas.
Bajó su periódico y esperó hasta que su esposa había cerrado la puerta después de mí, fijó sus ojos en mí y dijo, "¿Conque usted es el señor Zabel?"
"Sí, yo soy Alexander Zabel. Buenos días, señor Klofft.
Se tomó su tiempo para plegar el periódico, lo dejó sobre la mesa y me miró. "¿Es usted el joven que recomienda Bruno Hochkeppel?"
"No soy ningún joven. Soy un abogado cualificado, y trabajo en el bufet del doctor Hochkeppel."
Mantuvo sus cejas alzadas durante un tiempo y preguntó, "¿Qué edad tiene?" Puse mi maletín sobre la mesa, separé una de las sillas, me senté y dije. "Tengo veintinueve años."

Hans Werner Kettenbach
El sexo más fuerte



"La carta de Ninoshvili me ha hecho sentir curiosamente incómodo. Es ridículo, pero sentí algo parecido al presentimiento de un desastre a la simple vista del sobre gris sucio cuando regresé al hogar después de impartir cinco tediosas clases y me lo encontré sobre la mesa. Me quedé mirando el sello, con su imagen colorida del rey David enarbolando su espada contra los musulmanes. Me di cuenta de que el matasellos era de Tiflis, me quité una imaginaria mota de polvo de la manga de mi chaqueta, y empecé a sentir temor.
Ninoshvili escribe para decir que se siente muy feliz de contarme que, tras denodados esfuerzos, podrá viajar al fin a mi país. Ha sido comisionado oficialmente por el Ministerio de Cultura de la República de Georgia para visitar la República Federal de Alemania, donde él espera contactar con editoriales interesadas en traducir la literatura georgiana al alemán. Desafortunadamente, añade, Matassi no puede venir con él, pero espera poder renovar nuestra amistad de nuevo, siete años después de que nos encontráramos por vez primera.
La carta ha tardado alrededor de cuatro semanas en llegar aquí desde Tiflis, y desde que Ninoshvili dice que si todo va bien hará la presentación final en un mes, podría tocar a mi puerta en cualquier momento.
Me levanté inmediatamente del escritorio donde, en medio de un gemido ahogado, me había sentado, levanté el visillo de la cortina y miré fuera. La calle yacía abandonada al sol del mediodía. Ningún taxi a la vista.
¿Quizás el vendrá a pie desde una parada de autobús para ahorrar dinero, trayendo únicamente un pequeño maletín con él? Quizás ya ha pasado por delante de la casa, haciéndose una idea de la misma. Quizás esté ahora en camino, avanzando lentamente hasta atravesar el jardín, mirando a su alrededor con sus inescrutables ojos oscuros.
¡Todo esto es absurdo! No tengo ninguna razón para inquietarme por su visita. Será un inconveniente para mí, eso puedo verlo con claridad. La postdata de su carta en la cual espera que pueda ayudarle a encontrar un acomodo barato, es bastante clara. Probablemente piensa que sería natural para mí pedirle que permanezca en mi casa. Cada brindis bebido en Tiflis era señal de la hospitalidad del pueblo georgiano, y ahora, siete años después, he de sufrir las consecuencias de esa admirable cualidad."

Hans Werner Kettenbach
La venganza de David














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