Ivan Jablonka

"El español es una lengua cultural para mí con una importancia suplementaria. Los hermanos de mi abuelo se refugiaron en Argentina. Por eso, siempre ha sido la lengua de la salvación en una época en la que Europa se sumía en el caos.”

Ivan Jablonka


"Es cierto que la historiografía de la Shoah está en pleno auge, pero existen aún muchas zonas sin explorar como, por ejemplo, la actitud de los polacos durante el genocidio o la historia de algunos campos de exterminación como Sobibor o Chelmno, de los cuales no se conoce casi nada. Tampoco se había escrito una investigación histórica de los destinos individuales de dos judíos comunistas, en el seno de la Europa de los años cuarenta. Salvo quizá Los hundidos de Daniel Mendelsohn, que también explora la historia de su familia, pero desde una perspectiva literaria."

Ivan Jablonka



"Esas cuestiones que me planteé sobre mis abuelos fueron más allá de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Hablaban del sentimiento de la ausencia, de la desaparición de los seres humanos, como ocurrió en España tras la Guerra Civil. Los muertos dejaron huerfanos y esa misma historia es la que atraviesa todas las familias, más allá de las judías. Que yo hable de mis abuelos, siendo ya mayor que ellos cuando murieron, -mi abuelo tenía 35 y mi abuela 28-, puede parecer un contrasentido. Pero me dije que ahora me tocaba y tomé la decisión de devolverles la eterna juventud. Por eso el libro habla también de la desaparición y sobre lo que representa una vida humana."

Ivan Jablonka




"Mi libro (Hombres justos) parte de una reflexión a raíz del movimiento de MeToo, que planteó la cuestión de la igualdad de género y de poder. Esto cambió nuestra manera de ver la masculinidad hoy en día. Me pregunté como reconciliar esta visión con la justicia de género, bajo las diferentes esferas sociales, en la familia, pero también en los espacios públicos, en los transportes, en la empresa, en el mundo político. Preguntarse qué es un “hombre justo”, un hombre bueno, es también interrogarse según el género sobre qué es ser un buen padre, un buen profesor, un buen manager, un buen médico, un buen periodista, un buen urbanista, un buen político... Mi último libro, Un garçon comme vous et moi, que acaba de publicarse en Francia, se cuestiona sobre la manera en la que uno se construye su masculinidad, en la edad infantil, adolescente, joven y adulta. Basta con pensar por ejemplo lo que ocurre en el recreo del colegio. ¿Quién acapara el patio? Los chicos jugando al fútbol mientras las chicas están arrinconadas para que no les peguen un balonazo. Desde que uno es niño, se está preguntando cómo adopta o rechaza las normas del ser masculino."

Ivan Jablonka




"Quiero decir que la vida de mis abuelos es la vida de millones de desaparecidos en España, en Polonia, en Francia... Todos ellos, nacidos en la miseria y en países que no eran democráticos, vivieron una injusticia mayor de la que vivirían los jóvenes de hoy en día. La segunda injusticia es que su vida fue demasiado corta. La tercera, que todos ellos habían o han desaparecido completamente. No existen huellas. Son, lo que llamamos, los olvidados. Contra las dos primeras injusticias, no puedo luchar. Pero siendo historiador puedo sacarles del olvido. Es mi manera de reparar, de poner memoria, justicia y amor allí donde había odio, injusticia y olvido."

Ivan Jablonka




"Todas las miradas están puestas en el Juzgado de Primera Instancia de Nantes y, más particularmente, en los jueces de aplicación de penas (JAP). Oídos varias horas por la Inspección General de Servicios Judiciales, éstos están en el banquillo de los acusados.
En la cafetería del tribunal, una sala bañada de luz con máquinas de café y plantas verdes, una oficial de justicia me cuenta las repercusiones del caso en el seno del TGI. Para empezar, como todo el mundo, los magistrados y el personal se percatan del carácter dramático del suceso. Bastante rápido «nos enteramos de que Meilhon es uno de los nuestros, un “cliente”». Y entonces sobreviene la consternación. Para la JAP a cargo del expediente, «es la suprema consternación». Sabe que «van a ir a por ella».
El 2 de febrero, los magistrados del tribunal de Nantes se reúnen en asamblea general extraordinaria. En una moción adoptada por unanimidad menos tres abstenciones, afirman su apoyo a los JAP cuestionados y denuncian la «postura demagógica» del gobierno, que quiere que se olvide la «incuria de los poderes públicos», y se acuse a los magistrados y funcionarios. Jacky Coulon, juez de instrucción y delegado de la Unión Sindical de Magistrados, impugna públicamente las acusaciones del Poder Ejecutivo.
El 3 de febrero, a la hora del almuerzo, los magistrados participan en una nueva asamblea para decidir qué forma dar a la acción colectiva. La Inspección General de Servicios Judiciales sigue en el interior del edificio. En el transcurso de la reunión, el fiscal adjunto, el número dos de la fiscalía por debajo de Ronsin, recibe una alerta en su teléfono: Nicolas Sarkozy acaba de reiterar sus ataques contra los jueces. De inmediato transmite la información a sus colegas.
En visita a Orleans, el presidente de la República declaró desde el patio de una comisaría:
Cuando se deja salir de la cárcel a un individuo como el presunto culpable, sin asegurarse de que contará con el seguimiento de un asesor de inserción, eso es una falta. Quienes cubrieron o dejaron cometer esa falta serán sancionados, esa es la regla. […] Nuestro deber es proteger a la sociedad de estos monstruos.
Dicho en otras palabras, los jueces permitieron e incluso facilitaron la comisión de un crimen: a su «falta» deben responder ciertas «sanciones». En cuanto al sospechoso, se lo trata de «presunto culpable». Esas declaraciones son el eco del caso Nelly Crémel, de 2005, durante el cual Nicolas Sarkozy quiso hacer «pagar» al juez de ejecución de penas por su «falta».
Es la gota que colma el vaso. En la sala de reuniones atestada, la indignación es unánime. Los magistrados, esa gente que suele ser tan seria y tan ponderada, se sienten profundamente conmocionados. El Poder Ejecutivo, cuya política de recorte desestabiliza la función pública en general y la justicia en particular, cuyos ataques contra los jueces son recurrentes, ¡está haciéndolos pasar por cómplices de un crimen! El discurso de Orleans provoca una conmoción en el TGI: el trabajo de la justicia se ve deslegitimado por el propio presidente de la República, que sin embargo es garante de su independencia. La reverencia natural de los magistrados de cara a los poderes públicos se ve violentamente afectada.
Siguiendo un mismo ímpetu, los magistrados, incluida la fiscalía, los sindicados y los no sindicados, los principiantes y los veteranos, los incendiarios, los tibios y hasta los más timoratos, votan por una semana sin audiencias. A medida que la noticia se expande por todo el palacio, los magistrados bajan a la sala de los pasos perdidos, donde fraternizan con abogados, trabajadores sociales e incluso policías. A partir de las 14 horas, todos los casos no urgentes son postergados, con la lectura por parte del presidente de cada tribunal de un comunicado redactado colectivamente. El colegio de abogados de Nantes se une al movimiento. Día de ira, momento fundacional."

Ivan Jablonka
Laëtitia o el fin de los hombres



















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