Oh Jung-Hee

"-¡Aparta ese espejo, malcriada! Se lo contaré a tu madre.

-¡Cuéntelo! ¡Cuéntelo! Haga lo que quiera -se burlaba la niña, deslumbrándola con el espejo en la mano y rebotando como una pelota por todo el patio.

La anciana, aterrada, se subió al entarimado. La luz, reflejada en el espejo, brillaba entre los animales de masa de harina blanca puestos a secar y se posó en la cara de la anciana, dejando al descubierto sus arrugas, como un papel de aluminio estrujado y estirado de nuevo.

-¡Apártate, por favor! ¡No hagas eso! –suplicó la anciana con voz llorosa, pero la niña, a la que divertía provocarle miedo, soltó una carcajada de diablillo y siguió deslumbrándola.

Huyendo de la luz, la anciana entró tambaleándose en la habitación donde descansaba su marido. Este pensó que debía decir algo amable a su esposa, que no hacía nada por ocultar el llanto. Abrió la boca con miedo y vergüenza como un niño, pero no entendió las incomprensibles palabras que intentaba expresar.

-¿Qué? ¿Qué has dicho? ¿Quién dices que ha venido?

Con sus cabellos negros como la noche, él estaba tendido en el suelo con la boca medio abierta. Sus flácidos labios ya no podían pronunciar palabra.

La luz del espejo se paseó rápidamente por el techo y las paredes, y se detuvo en el vaso de cristal. Entre el silencio y la penumbra de la tarde, brillaba con claridad la dentadura postiza sumergida en el agua, como queriendo decir algo."

Oh Jung-Hee
‘El espejo de bronce



"Las pequeñas aves volaban hacia el cielo tenebroso. Me seguí sintiendo como si hubiera olvidado algo y de repente me detuve en seco, alzando los brazos y contemplando la vaciedad de mis manos. ¿Dónde había dejado esa jaula? ¿De dónde había salido el pájaro?
Me volví y miré en las cuatro direcciones, traté de gritar y reclamar su presencia, pero era incapaz de recordar nada de lo que había hecho con él. La oscuridad se espesó a cada paso que daba. Mi padre me había dicho que si seguía las vías del tren, podría ir a cualquier parte del mundo."

Oh Jung-Hee
El pájaro


"Una chica que estaba sorbiendo leche en polvo de su mano se acercó a la cerca con el alambre de púas.
¿Quieres un poco?
Metí mi mano. Ella la tomó y sopló con tal fuerza que una pequeña pizca de polvo escoció mis ojos.
Piérdete, gordo.
Alguien golpeó el tanque de oxígeno fuera de la choza. Clang, clang, clang.
Tenemos hambre. Clang, clang, clang.
Venid a desayunar. Clang, clang, clang.
Todos los niños se levantaron al unísono, sueltos sus cabellos, y desaparecieron en el interior.
Me puse en la boca el caramelo que me quedaba y regresé por donde vine, más allá de la aldea y en los límites de la ciudad.
No había mercado ese día, así que las calles estaban sumidas en el silencio del mediodía, únicamente rompía aquella muda monotonía el martilleo de la herrería y su eco, claro y fuerte.
Caminé lentamente hasta el final de la calle, persiguiendo el autobús, que acababa de dejar a dos pasajeros, mirando al interior de los callejones muertos, la peluquería, el pub, la posada."

Oh Jung-hee
El jardín de mi infancia









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