György Konrád

"A mí, en modo alguno me parece que el profesor Habermas tenga razón, ya que él piensa que el destino de Europa, de cara al futuro, lo determinan dos fechas o momentos: cuando hubo las grandes manifestaciones contra la guerra de Irak y, por otro lado, con la «Carta de los Ocho». Decir que esas fechas definen todo el futuro de Europa es como decir que un simple grano o suceso determina toda una vida, cuando en realidad se trata de fenómenos pasajeros. Un fenómeno que no es pasajero es que la Unión Europea esté funcionando como una comunidad económica y que se esté preparando una Constitución. Estos son los asuntos realmente importantes y determinantes, no sólo los chismorreos de quién es nuevo o viejo. Puestos a hacer diferencias, tampoco tiene mucho sentido establecerlas porque, según eso, también podría decirse que América es más vieja que Europa, ya que la Constitución americana, como carta democrática, es la primera."

György Konrád


"Creo que soy el mismo en todas las facetas, aunque lo que hago preferiblemente es ser novelista. En Hungría han aparecido dos libros míos últimamente. Uno se titula Partir y regresar, y el otro, que es como su continuación, Arriba, en el monte, en el momento del eclipse de sol, aunque el título en húngaro es más breve. Son, para definirlos de alguna forma, dos «novelas autobiográficas», que cubren desde los años de antes de la guerra, los de la guerra, la posguerra y hasta nuestros días. Durante la guerra yo vivía en provincias, en un pueblo llamado Berettyoújfalu, aunque desde mayo de 1944 hasta mayo de 1945 no, porque si me hubiese quedado allí, habría terminado en Auschwitz. Yo tenía once años y mis padres fueron detenidos por la destapo y deportados. Era el método que solían utilizar: escogían primero a los más pudientes de las ciudades o pueblos pequeños. Mi hermana y yo, junto a dos primos, nos quedamos en Budapest. De Budapest nos enviaron unas cartas de invitación, que ya no se podían cursar porque era demasiado tarde. Entonces yo soborné a la autoridad local y nos dieron un pase para viajar. Así que un día antes de que el pueblo donde vivíamos se convirtiera en un gueto, pudimos llegar a Budapest. Los demás jóvenes de la población, al cabo de dos semanas, ya se habían convertido en humo. En realidad, en febrero de 1945, estábamos ya de regreso en nuestra pequeña ciudad. Mis padres, debido a una serie de circunstancias bastante increíbles, lograron sobrevivir. Fueron deportados a Austria y esto también hay que atribuirlo a una casualidad, porque en principio el tren donde iban se dirigía a Auschwitz, y el otro, el que no debían tomar, a Austria. Por un azar se equivocaron de tren. En aquella época había muchas cosas así, puras casualidades, y como resultado, de la pequeña ciudad donde vivíamos, donde había más o menos mil judíos, nosotros fuimos los únicos adolescentes que quedaron con vida y nuestra familia, la única que quedó intacta. Yo tenía entonces once años, pero si hubiera tenido catorce, como Kertész, habría tenido más posibilidades de sobrevivir, porque a esa edad eran enviados a los campos de trabajo. Sin embargo, a los once, uno era enviado directamente al crematorio."

György Konrád



"¿Debe conocerse a sí misma la primera persona del singular? Debo forcejear conmigo misma, mirar dentro de mí y desarmarme a mí misma. ¿Qué hallaría en mi interior? ¿Un fondo luminiscente? ¿Una inagotable repetición? ¿Podría ser que la puerta que abre el interior padece de esclerosis? La alegría se entremezcla con el dolor como recurso catárquico, mientras esperamos ganar algo de dinero. Cada frase, cada párrafo es una unidad independiente, valiosa en sí misma. Las piezas de cada colección se organizan de forma independiente. Muchas historias pueden convivir en una misma casa, hecho que podría ser comparado con una novela y sus diferentes héroes. Un anciano catatónico apenas recuerda su juventud. Veo un colorido jardín de flores, quizás la barroca fantasía de una mujer. Mi vecino sólo es un viejo pedante llamado Erik, dice una anciana. Veo una piedra y una ninfa en el agua, una columna cubierta de musgo, arcos y torres por triplicado, o tal vez sólo lo he imaginado; quizás sólo sea la locura de un arquitecto en una absurda versión de la realidad."

György Konrád
Inga



"El condenado a muerte, la víctima, participa de forma seria y solemne de la ceremonia de la muerte. No se la toma a broma. El amor propio le exige respetarla. ¿En qué se distingue la subida al patíbulo de otros movimientos rutinarios, como levantarse, cuadrarse o juntar las manos a la espalda? Si uno se acostumbra a las formalidades de la cárcel, al ritual del cautiverio, si uno obedece órdenes sin sentido y somete su voluntad de manera natural a los carceleros, si habla sólo cuando le preguntan y guarda silencio cuando no le hablan, si considera cierto y verdadero y digno de atención tan sólo lo que los guardias esperan y aprueban, si por el bien de su ansiada supervivencia se atiene a todas y cada una de las reglas carcelarias, sean relativas al tabaco o a la orina, entonces su participación en su propia ejecución no es más que prolongar los automatismos del prisionero que hasta entonces lo han mantenido vivo. Si no se ha rebelado antes, tampoco lo hará ante el pelotón de fusilamiento. Si es esto lo que queréis, nuestras vidas, aquí las tenéis. Apuremos el trago cuanto antes. Si éste es el final del papel de prisionero, vamos, interpretémoslo hasta el último acto.
Dragomán asociaba esta distribución de los papeles propia de un universo concentracionario con los sistemas represivos y las relaciones personales características de la opresión. Quienquiera que esté abajo obedece, ejecuta, compra favores a cambio de obediencia, benevolencia a cambio de halagos. Quiere gustar a sus superiores, se muestra como un subordinado leal y entusiasta y seguirá siéndolo mientras la propaganda del Estado continúe inamovible, mientras el torrente de palabras centralizado condene todo cuanto se aparte de las normas.
No obstante, cuando la voz de la autoridad flaquea, cuando el ciudadano se ve obligado a pensar por sí mismo, cuando los listos situados en lo alto no cumplen con su papel y no piensan eficazmente en lugar del pueblo, cuando los subordinados no reciben órdenes claras, entonces se produce la confusión, empieza la disolución y se acerca la revolución. En esos momentos, el ciudadano se sume en profundas reflexiones, comienza a perder el respeto a las ceremonias de auto anulación y se dispone a reunirse con sus conciudadanos en la plaza principal y depositar su lealtad en una nueva autoridad."

György Konrád
El reloj de piedra


"En aquellos tiempos de la dictadura, vivíamos en unas condiciones claramente diferentes. Uno ni siquiera tenía consejos razonables que poder dar a sus colegas. Yo pude describir un cierto comportamiento a un grupo de personas de aquí, que estaban en la oposición democrática a la dictadura, pero que era también congruente con lo que hacían otros compañeros de causa en Chequia o en Polonia, es decir: una especie de movimiento central o del este europeo por la democracia. Un movimiento, que obtuvo bastante resonancia y «éxito»; otra cosa es lo que pasara después con la gente, eso es algo completamente distinto. Aun así, no me gustaría decir que, en la actualidad haya algún tipo de rol, algún deber general reservado a los intelectuales. Todo el mundo tiene un papel, aquel que construye para sí mismo. En ello hay una gran libertad, al tiempo que un gran riesgo. El papel depende las personas. Por otro lado, como el éxito de los escritores en la actualidad se ha convertido por desgracia en algo tan «cuantitativo», ese papel, esa búsqueda permanente de un rol, es la gran coartada para una presencia constante en los medios. El éxito revierte actualmente en el número de ejemplares vendidos, algo que puede ser cuantificado inmediatamente. Sería una gran hipocresía no verlo o no querer hablar de ello; y por otra parte, sería también idiota estar entusiasmado o encantado con esa situación. Se trata de un hecho puro y simple de nuestra época, y cada uno efectúa sus propias desviaciones. A veces esas «desviaciones» se convierten en éxito, y otras veces, no. Pero, como siempre, hay que distinguir netamente los valores literarios de lo que son éxitos mediáticos."

György Konrád



"La generación de mi padre acabó el bachillerato; la mía, una carrera universitaria. Nos dedicamos a profesiones diversas: ingeniero textil, biólogo, cirujano, economista, matemático, escritor. Los miembros de la segunda generación eran comerciantes, fabricantes, un médico, un banquero, un farmacéutico, un óptico, todos ciudadanos bien acomodados antes de la deportación.
Los miembros de la tercera generación han sido intelectuales, gente con espíritu crítico, humanistas rebeldes, un ingeniero de izquierdas que organizaba huelgas contra su padre, un médico despedido que organizó un grupo de partisanos.
La familia de mi madre era más acomodada, no tanto por el abuelo como por el sentido práctico y el talento comercial de mi abuela. Mi abuelo materno era más bien un lector de libros y quizá ni siquiera le interesaban las empresas. Tenía una esposa muy lista, y, gracias a ella, la familia poseía toda suerte de fábricas: una de muebles, otra de betún y de cal, así como explotaciones forestales. Él era un hombre religioso, aunque no ortodoxo. Leyó mucho sobre el judaísmo.
Miembro de la presidencia tanto de la comunidad neóloga como de la ortodoxa de Nagyvárad, le gustaba presumir en las ceremonias y tenía cierta inclinación a vivir bien. No era muy hacendoso. Se conformaba con trabajar desde las nueve de la mañana hasta el mediodía. Después venía el almuerzo en familia, el café por la tarde y la lectura en su propia vivienda por la noche, pues por entonces ya estaba harto del barullo familiar."

György Konrád
Viaje de ida y vuelta


"Se dio la vuelta y salió del edificio. Craso error. Dos semanas más tarde, Klára lo apuñalaba por la espalda con un cuchillo de cocina. Lo siguió sin ser vista a un piso, cuya puerta el joven había cerrado pero no atrancado. El cruz flechada cayó de rodillas y empezó a buscar la pistola en su bolsillo interior. La segunda puñalada de Klára le partió la yugular. Dentro de la estufa de azulejos encontraron las piernas de una mujer y, junto al cuerpo, un volumen de la Encyclopaedia Britannica (Ita to Lor) con billetes de cien dólares entre las páginas. Cuando Kobra entró por la puerta entreabierta con la intención de defender a Klára, ésta ya había concluido su faena.
La noche del 17 al 18 de enero vimos un tanque, y otro y otro, pasar sobre la barricada. Los soldados alemanes, apostados detrás de ella con sus ametralladoras, salieron corriendo en dirección al parque. Esa noche no nos acostamos en el suelo de la sala grande, sino más adentro, en el vestíbulo, pero no cesamos de acercarnos a las ventanas para espiar. A la luz de las bengalas Stalin pudimos ver dos o tres escenas típicas de las noticias de guerra, pero sin el marco de la pantalla de cine. Y después cantamos La Internacional y una canción dedicada a Flórián Geier. Nos las había enseñado Márta, una bailarina alta y pelirroja. Era comunista y nos pedía que nos uniéramos a su partido porque era el único prohibido. Los demás, por el mero hecho de ser legales, habían colaborado de alguna manera con las autoridades. Estudiad ruso, niños, que lo necesitaréis. Más adelante, en 1949, tía Márta, desilusionada, intentó huir cruzando la frontera con las mismas botas de esquiar con las que pasó el invierno durante el sitio de la ciudad. Los guardias fronterizos dispararon unos cuantos tiros de aviso; una de las balas le dio y tía Márta murió en el hospital. Sea como fuere, esa noche cerramos los ojos a las cuatro de la madrugada, con una sensación de liberación absoluta."

György Konrád
Una fiesta en el jardín


"Siempre hay que manifestarse contra alguien. ¿Quién es el más poderoso? Cuando se manifiestan los antiglobalización en contra de los G7 o los G8; cuando protestan o se manifiestan en contra de las cumbres europeas, entonces yo quiero imaginar que todos tienen sus razones más o menos racionales. Pero no creo que sean unas razones tan inteligentes como para que, para defenderlas, haya que romper los cristales de los escaparates. Creo que existe cierta energía que tiene que manifestarse de alguna manera, y que a veces esa energía encuentra el contrincante justo. Quizá un buen ejemplo de ello serían las manifestaciones del año 89, a favor de la liberación de Centroeuropa y la Europa del este. Entonces, las manifestaciones tenían un éxito rotundo, pero tengo que decir que Jamás se rompió ni un solo escaparate. Yo he vivido también bastante tiempo en Berlín, largos períodos, y sabía perfectamente que los grupos «autónomos» se iban a manifestar, que se trataba de una serie de acontecimientos de tipo ritual. Que era una cierta dramaturgia, una puesta en escena social."

György Konrád


"Yo siempre he estado convencido de que los escritores no juegan en ningún tipo de «equipo nacional» encaminado a ganar premios como el Nobel. Aunque me alegré, claro está, dada su biografía, y dado el tema que trata. Aunque Kertész dijera recientemente en una entrevista que el verdadero tema de su obra no es el «ser judío», sino un cierto período del comunismo en Hungría, normalmente es imposible no identificar su nombre y su biografía con sus novelas. Aunque también es cierto que una situación de opresión se puede trasponer a las diferentes condiciones humanas. Sólo su novela Sin destino merece ese premio, sin duda."

György Konrád














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