Luis Leante

“A veces, esto no consiste solo en que la historia sea buena en sí, sino también en la forma que le damos a través del tono, el género, la estructura, etcétera; en definitiva, lo que yo llamo el traje literario.”

Luis Leante



“A veces tratamos a los jóvenes como si estuvieran en una burbuja totalmente ajena a nosotros y dando por hecho que no vamos a entenderles, prefiriendo que cada uno vaya por su lado.”

Luis Leante



"Duerme durante la mañana, durante la tarde, casi todo el tiempo duerme. Luego pasa en vela la mayor parte de la noche: una vigilia intermitente, con momentos de lucidez pasajera y otros de delirio o de abandono; con frecuencia, de desmayo. Un día tras otro, durante semanas. No hay frontera en el paso del tiempo. Cuando consigue mantenerse un rato despierta, intenta abrir los ojos y, entonces, cae de nuevo en el vértigo del sueño: un sueño profundo del que le resulta difícil regresar del todo.
[...]
Lo primero que ve son las sombras de los desconchones del techo. Por una ventana pequeña y demasiado elevada entra una luz muy escasa. No sabe si anochece o amanece. No se oyen ruidos que delaten la vida fuera de aquella habitación. Junto a la otra pared descubre una cama desvencijada y con robín. El corazón le da un vuelco al comprender que es una cama de hospital. No tiene colchón. El somier exhibe sin recato sus mellas y el abandono. Entre las dos camas, una mesilla metálica de un blanco antiguo, salpicado por la ruina de su decrepitud. La mujer siente por primera vez el frío. Agudiza el oído para reconocer cualquier sonido que le resulte familiar. Es inútil, no se oye nada."

Luis Leante
Mira si yo te querré 



“Los profesores muchas veces metemos la pata; somos personas que hemos estado estudiando para una cosa y ahora se pide que sean psicólogos, psiquiatras y de todo.”

Luis Leante



“Me gusta contar las cosas desde distintos puntos de vista para contrastarlas, pero, en este caso, me daba la sensación de que estaba repitiendo una fórmula del pasado; me di cuenta de que el libro necesitaba este traje, así que una historia con ciertos elementos de la novela policiaca, aunque no sea del género puro, me pareció la mejor forma de llegar al lector.”

Luis Leante



“Muchos padres dejan la educación de sus hijos en manos de lo que se considera especialistas, que son los profesores, y en muchos casos se percibe pasotismo, distancia; una sensación de que se lavan las manos de los problemas más gordos de los jóvenes. Por lo general, claro que los padres ejercen su papel en el día a día, pero a veces no atienden lo importante. Esa lucha por estar ahí, porque parece que el que no es visible no existe.”

Luis Leante



"No pude aguantar su mirada. Me levanté y fui a la cocina con la excusa de traer algo más para comer. Abrí el armario. La taza de Victoria seguía en el mismo sitio diez años después. Su delantal estaba colgado detrás de la puer­ta. Sin embargo, había momentos como ese en los que no podía recordar su rostro. Y los álbumes de fotografías lle­vaban una década cerrados.
[...]
No me costó mucho esfuerzo escribir aquel libro. Pedro Luis Angosto me había facilitado el trabajo. Aprove­ché las vacaciones de julio. No tenía planeado ir a ninguna parte. Estoy seguro de que Carolina se alegró cuando le dije que prefería quedarme en Barcelona, aunque fingió estar decepcionada. Nuestra manera de entender los via­jes era opuesta e irreconciliable. No le confesé que pen­saba encerrarme en casa a escribir un libro sobre exilia­dos y deportados; habría pensado que me había vuelto loco. Carolina trabajaba en una agencia de viajes. Antes fue guía turística. Aunque tenía un punto frívolo a primera vista, escondía detrás algo que no le gustaba que los demás vieran. Leía mucho, odiaba su trabajo y soñaba con montar un negocio y forrarse. Nunca le había habla­do de Victoria. Ella, sin embargo, solía hablar del hombre con el que compartió los últimos tres años hasta que la relación se rompió. Carolina era seis o siete años más joven que yo. Nos conocíamos desde hacía diez meses. No bebía, no fumaba, hacía vida sana. Su único vicio era la obsesión por la moda y el deporte, pero a mí no me molestaba. Nos veíamos con cierta frecuencia, una o dos veces a la semana; nunca en mi casa. A veces pasaban quin­ce días sin saber nada de ella. A lo nuestro no se le podía llamar relación de pareja. En la vida de Carolina había otros hombres. Yo lo sabía; no me lo ocultaba."

Luis Leante
Cárceles imaginarias


"René negó con un gesto y desapareció. Sentía la necesidad de desahogarse con alguien, pero su madre no era la persona adecuada. Estuvo esperando hasta muy tarde la llegada de Wilhelm; esa noche no apareció. También su padre estaba raro desde hacía un tiempo. Se encerró en su cuarto y empezó a garabatear unas frases sin sentido en su libreta. Quería escribir en su diario lo que le había ocurrido, pero no sabía por dónde empezar. A pesar de las molestias, comprendió que allí había material para un cuento. Le dolía todo el cuerpo, tenía levantada la piel de la pantorrilla y los codos ensangrentados. Pero el dolor más insoportable era la vergüenza que sentía al acordarse de todo lo que había sucedido. Estaba dispuesto a terminar con aquellos juegos estúpidos que ya sólo divertían a sus compañeros del liceo. Abrir coches con un destornillador, robar motocicletas, entrar en las casas y hacer destrozos había dejado de ser una experiencia excitante hacía mucho.
El Alman Lisesi, al que asistía René, pasó de ser un lugar de diversión a convertirse en una cárcel. La dureza del Gymnasium obligó a muchos de sus compañeros a quedarse en el camino. El chico buscaba cualquier excusa para dejar a un lado los estudios. Mentía en sus calificaciones, y el único que mostraba interés por él era Wilhelm. Además, el abandono en el que se iba dejando caer Patricia afectaba a los resultados de René en el liceo.
Hasta los siete años estudió en el colegio alemán Ernst Reuter, como la mayoría de los hijos de diplomáticos, pero cuando Hugo Kuhnheim desapareció de sus vidas Patricia quiso romper todos los vínculos con el pasado. René cambió de amigos y de colegio. Sus nuevos compañeros del Alman Lisesi eran hijos de funcionarios extranjeros o de empresarios. De pronto se vio inmerso en un complejo mundo de afinidades en el que no resultaba sencillo sobrevivir. Con el tiempo, algunos fueron quedando en el camino; otros iban y venían según el capricho de cada nuevo curso. A los quince años era un chico inadaptado que se esforzaba por no parecerlo. Empezó a faltar a clase y a competir en todo con sus compañeros. Cada uno tenía su propia forma de reafirmarse ante los demás. Aprendió a abrir coches con un destornillador; después, a conducir motocicletas, y por último a robarlas. Sus compañeros admiraban la sangre fría de René y envidiaban su aplomo ante las situaciones de peligro. A veces entraban en alguna casa, forzando la puerta, y hacían destrozos para simular un robo. Asaltaban, incluso, las casas de sus compañeros de colegio. Con frecuencia aprovechaban las calles solitarias y la complicidad de la noche para forzar las cerraduras de los vehículos y llevarse todo lo que encontraban. Competían para ver quién aguantaba mejor la tensión y quién era el último en salir huyendo. Les resultaba fácil. El aspecto de adolescentes extranjeros de barrios ricos les ayudaba a no despertar sospechas. René pasaba cada vez menos tiempo en casa. Buscaba cualquier excusa para volver tarde o para pasar la noche fuera. Empezó a falsificar las calificaciones del liceo. Había llegado a encontrar placer en arrancar una motocicleta y buscar una salida apresuradamente para desaparecer a toda velocidad. Al forzar la cerradura de un coche, sentía las venas de sus sienes bombeando sangre al cerebro y su corazón a punto de estallar. Temblaba y, sin embargo, tenía la necesidad de seguir hasta que alguien daba la voz de alarma y escapaba corriendo. Pero una tarde de 1975 decidió terminar con todo aquello, aunque no sabía cómo hacerlo."

Luis Leante
La luna roja


“Soy filólogo, pero me hubiese gustado ser periodista.”

Luis Leante












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