Ofrecer soluciones es infinitamente más complejo que dibujar
y exponer los problemas que nos rodean.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 6
No es posible tener una esperanza ciega en la Humanidad, ni
esperar que los problemas se resuelvan solos. Pero tampoco podemos vivir con
una sensación permanente de angustia pensando que el mundo se acaba. Es
necesario encontrar un punto intermedio en el cual no se precipiten las cosas,
se actúe y se tomen decisiones meditadas para enfrentarse a un futuro cada vez
más complejo, diverso y, por tanto, difícil de predecir.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 10
En los últimos años, y especialmente a consecuencia de la
pandemia, son muchas las organizaciones y Gobiernos que apelan al incremento
del presupuesto dedicado a la salud mental. Lo cierto es que la detección y
tratamiento de enfermedades como la ansiedad, el estrés, el insomnio e incluso
la depresión se realiza, en muchos casos, excesivamente tarde. La prevención
debe ir necesariamente ligada a una reforma del sistema actual, que lleve hacia
otro más sostenible en el que el individuo vuelva a estar en el centro, para lo
que se precisa una política más humana y en perfecta simbiosis y armonía con la
naturaleza. De lo contrario, la rueda seguirá girando en un sistema que, por
muchos motivos, ha demostrado ser insostenible para el día de mañana. Si
queremos no solo sobrevivir, sino también vivir bien, tenemos que ganar en
libertad. Libertad para elegir, libertad para poder disfrutar de una vida digna.
Esto requiere cobrar un salario digno, que permita la autorrealización de cada
individuo, que lo lleve hacia la felicidad.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 25
¿Está la sociedad más polarizada o está dormida? ¿La han
narcotizado? ¿La tienen tan saturada de entretenimiento banal y estéril que ya
es incapaz de reaccionar, incluso ante los mayores atropellos? Y, en cualquier
caso, ¿es una consecuencia de la situación general que nos envuelve? ¿O todo
transcurre según lo previsto por algunas de las personas y familias más
poderosas de los últimos siglos? Todo es política, y la política es poder.
Cualquier posibilidad de un mañana mejor pasa necesariamente por pensar en el
deficiente presente que tenemos, y ese ejercicio debe ser colectivo. Si la sociedad,
o parte de ella, está pasmada, aletargada, polarizada, precarizada,
infantilizada, ¿cómo se la puede hacer despertar, revitalizar?
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 26
Por otro lado, da la impresión de que muchas personas no
están preparadas para asumir los grandes y rápidos cambios que ha traído la
globalización. La gran incertidumbre sobre el mañana, fruto de la imparable
sucesión de acontecimientos transformadores, dificulta enormemente predecir el
futuro, e incluso aventurarse a imaginar qué podrá ocurrir a corto plazo. A
esto se une, al menos en las democracias liberales occidentales, una fuerte
relativización de prácticamente cualquier aspecto de la vida social,
consecuencia de la pérdida de referentes y de absolutos intachables, que lleva
al cuestionamiento continuo. Esta posmodernidad es un estado mental, una
actitud de negación y rechazo de todo lo anterior. Es atender al presente sin
pensar en el pasado, el triunfo de la inmediatez que impide mirar a largo
plazo. Hemos perdido el valor del compromiso. Faltan certezas. Se favorece la
individualidad y el desengaño. Se rechaza a los héroes clásicos y a las figuras
representativas, mientras se adora a personajes tan mediáticos como mediocres.
Se ha olvidado, si es que alguna vez lo supimos, que «no se alcanzan las metas
con mediocres, sino con gentes excelentes». 21 Se genera así un sentimiento de
estar a la deriva. Nuestro mundo posmoderno ha renunciado a encontrar el
auténtico sentido de la realidad. Tenemos una sociedad conformista y acrítica
que ha perdido la fe, empezando por la fe en sí misma.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 27
Cuatro aspectos principales definen el momento actual:
globalización, posverdad, manipulación mediática y progreso tecnológico. Una
inadecuada combinación de estos elementos ha dado lugar al periodo de mayor
incertidumbre de la Historia.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 28
El objetivo es que el espectador vea, no que comprenda.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 31
En la actualidad, lo que prima es informarse sin esfuerzo.
La tendencia es convertir a los ciudadanos en borregos irreflexivos, sin
voluntad de pensar más allá, incapaces de ser críticos. El objetivo es que el
espectador vea, no que comprenda. Por ello, se simplifican los mensajes y se
potencian las imágenes —a ser posible muy emocionales— frente a lo escrito. Se
trata de que el receptor absorba una gran cantidad de información, pero sin
digerirla adecuadamente; de provocar un «empacho» informativo que aturda al espectador
y le impida una correcta maduración de aquello que ve. Como suele decirse, en
una inundación precisamente lo que falta es agua potable, lo cual es
perfectamente extrapolable a la sobreabundancia de información, situación en la
que carecemos de contenidos de calidad.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 31
Esta nueva sociedad se construye atacando tanto el
conocimiento como las creencias. Así, se propicia la desconfianza en las
instituciones, la apatía, el escepticismo y la individualidad. Se consigue
desestabilizar el sistema, fomentando el miedo y la incredulidad. Se favorece
la paranoia, la histeria colectiva, la manipulación, impidiendo al mismo tiempo
cualquier posición crítica. Ya no es posible diferenciar entre opinión y
análisis basado en datos. Al final, triunfan los populismos, la polarización de
ideas, la fragmentación social. Se duda de todo y se implanta el caos.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 33
Este contexto de infantilización de la sociedad, de cultura
terapéutica y de elusión de responsabilidades individuales contribuye a una
sociedad del miedo, en la que el impulso predomina sobre la razón, y afecta a
todas las capas sociales. No se debe olvidar que, dado que la infancia es el
periodo más proclive a la sugestión, si se consigue mantener a alguien (incluso
a toda una sociedad) en un estado infantilizado se potencian las posibilidades
de sugestión. La vocación de todo grupo de poder es perpetuarse, eliminar la
disidencia y lograr el sometimiento. Y para ello nada mejor que la sugestión
social, conseguida mediante la manipulación mediática, la propaganda y la
desinformación, y hasta por verdaderas operaciones psicológicas y de
influencia. En esta estratagema juegan un papel clave los medios de
comunicación, pues quien los controla, domina las mentes, y quien domina estas,
controla la sociedad. Con esta infantilización también se logra un aplanamiento
de la sociedad, una normalización del silencio. La reacción contra los abusos
del poder, aunque se sea consciente de ello (lo que no siempre es posible)
queda eliminada. Además, hace que la sociedad, al igual que el niño, dependa
permanentemente de sus «padres», de aquellos que detentan el poder —político,
económico o ambos— a la luz de los focos o bien en las sombras.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 38
La base del proceso de infantilización es considerar que los
jóvenes son aún vulnerables y tienen que ser protegidos como niños. Algunos
extienden ese periodo adolescente hasta los 25 años de edad o más. Y la gran
mayoría entiende ese periodo adolescente como un modo de vida, sin importar la
edad que tenga o el estadio de su vida en el que se encuentre.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 39
La infantilización de la sociedad posindustrial es el resultado
de una ardua labor de políticos, medios y empresas para suprimir la capacidad
crítica del individuo.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 48
La generación de necesidades en los individuos es la base de
la economía capitalista, que busca enriquecerse precisamente creándolas.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 120
El uso de drogas con fines terapéuticos en casos concretos
se ha utilizado desde el inicio de la medicina. Así es como se ha avanzado en
el descubrimiento de tratamientos. Pero esto no debería estar ligado a su
comercialización generalizada o su aceptación social, en cualquier caso, ni por
supuesto a su uso recreativo. No serviría para acabar con el crimen organizado,
que encontraría otras formas de mantener su poder. Tampoco para disminuir su
consumo, al eliminarse ese halo de prohibición que puede llevar a los jóvenes a
probarlo en épocas de rebeldía. Solo permitiría seguir produciendo los mismos
ingresos, pero en otra dirección, o en varias. Y mientras tanto, las personas,
sus familias, sus comunidades, su sociedad, serían las únicas afectadas y
perjudicadas.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 121
¿Cómo deberían ser las leyes? Si bien las leyes son garantes
de una convivencia pacífica, tampoco es menos cierto que, para que sean
percibidas como imprescindibles por la mayoría de los ciudadanos, debe existir
entre ellos el consenso de su necesidad. Es decir, se debe evitar legislar en
contra del criterio mayoritario de la población, sea por costumbres y
tradiciones, o por la coyuntura del momento. En cuanto al número de leyes,
estas deben ser lo más limitadas posible para que permitan su mayor conocimiento
por la ciudadanía, pues de otro modo es difícil su cumplimiento. Por más que se
diga que el desconocimiento de la ley no justifica el incumplirla, lo cierto es
que no se puede cumplir aquello que se desconoce, incluso aunque se tenga la
mejor voluntad de ser un buen ciudadano. De ahí que el número de leyes deba
reducirse al mínimo. Cuando las leyes proliferan en número excesivo, y mucho
más cuando, además, son cambiantes en breves periodos de tiempo, únicamente
sirven para crear confusión e incluso para desprestigiar al propio cuerpo
legislativo. Por más que las leyes nos hayan convertido a los seres humanos en
más civilizados, por aquello de su capacidad para disuadirnos de cometer
fechorías, el exceso de ellas en cierto modo las deslegitima, creando desconcierto
entre los que están obligados a cumplirlas.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 123
Las penas no pueden imponerse con un exceso de benevolencia,
por más que se crea que con ello se es más progresista y se construye un mundo
mejor. El crimen, aunque pueda ser comprendido su origen, nunca puede estar
justificado ni mucho menos tolerado, ni siquiera mínimamente. De no ser así, la
decadencia de la sociedad está garantizada. Por ello, buena parte de la
ciudadanía entiende que las penas impuestas, los castigos por los delitos
realizados, deben tener como finalidad disuadir de la comisión de otros
crímenes. Solo con esa ejemplaridad se puede proteger a la sociedad, además de,
obviamente, aislar al delincuente.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 124
La juventud se merece mucho más, todo. Los jóvenes son clave
para el desarrollo futuro de nuestra especie. Sin ellos, no seremos nada. Por
ello, los principales esfuerzos deben estar enfocados hacia la juventud. No es
la generación perdida, es la generación «por encontrar», y tiene derecho a que
se le ofrezcan otras soluciones más satisfactorias.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 129
Según el jurista y politólogo alemán Carl Schmitt
(1888-1985), los Parlamentos no pueden nunca representar a un pueblo. Si
partimos de la idea de que la política es tomar decisiones, Schmitt criticaba
que esa situación —la de decidir— no se producía en el Parlamento. En su
versión liberal, Schmitt calificaba a los Parlamentos por ser asambleas de discutidores;
en la democrática, los consideraba una reproducción del peso de los partidos
políticos, con sus facciones y su lucha por el poder. Si la representación se
convierte en poder, ¿quién representará al pueblo frente a él? Para ser libre
políticamente es necesario distinguir estos dos elementos: representación y
poder. Si el cuidado de la libertad ya no está en los representantes, sino que
estos y quienes tienen el poder son los mismos, ¿quién protege a los
representados ante el poder?, ¿quién garantiza que esa libertad no sea
socavada? Nadie. Es lo que ocurre hoy en día.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 133
Estamos presenciando el debate entre libertad y seguridad, y
va ganando esta última. Vivimos un momento en el que por «nuestra seguridad» se
censuran mensajes, contenidos, se marca una línea de pensamiento único mediante
el control de los medios. Cada vez es mayor la separación que existe entre
gobernantes y gobernados, representantes y representados, élites y pueblo, si
es que acaso todavía existe cualquiera de estas categorías.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 160
Lo cierto es que estamos asistiendo a una polarización
controlada de la sociedad fomentada por políticos, medios y empresas, que
favorecen esa pérdida de espacios de diálogo. Crece la dificultad para
deliberar y llegar a consensos, para confluir en paz como individuos libres e
iguales. En resumen, la existencia de una verdadera democracia parece
convertirse en una utopía. Todo parece ser fruto de una implacable estrategia
por el control y por el poder. ¿Nos encaminamos hacia una tiranía global
digital, en la que el miedo y la desafección política pueden jugarnos una mala
pasada? ¿Quién nos lleva hacia ella y por qué?
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 160
En las democracias despóticas, que funcionan mal, los
individuos se preocupan únicamente de ganar más dinero, se cierran en sus
círculos más pequeños y empiezan a ver al otro como un objeto de intercambio,
como una oportunidad, y no como un ser humano. Es el individualismo, primer
rasgo de una democracia que funciona mal. En la época de Tocqueville las
familias eran extensas, se tenía relación con primos lejanos, y se consideraban
parientes. Este precursor de la sociología clásica vaticinó que esos grupos cada
vez se reducirían más y más, hasta que la soledad se impondría como
característica social: más gente viviendo sola y más gente sola.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 163
Libertad e igualdad
Una democracia deficiente sería aquella obsesionada con el
principio de igualdad y que solo pensara en esos términos en absolutamente
todos los aspectos de la vida del individuo. La libertad habría quedado
relegada a un segundo plano, de manera que no se participara de la vida
política más allá de las elecciones cada cuatro, cinco o seis años. Las formas,
o la apariencia, serían las mismas que las de un sistema democrático con sus
procesos electorales, con derechos, obligaciones y libertades recogidos en las
leyes, pero no sería un buen sistema democrático. Para que exista la democracia
es necesario que haya libertad e igualdad. Si fuera un sistema donde solo
predominara la libertad más absoluta, hablaríamos de anarquía, y tampoco es un
sistema al que aspirar. Si es un sistema donde solo importa la igualdad,
dejamos de ser ciudadanos y nos convertimos en súbditos, en esclavos de una
democracia tiránica o despótica. El equilibrio estaría en una sociedad
igualitaria y libre.
En opinión de Tocqueville, ¿cómo sería una sociedad en la que el principio de igualdad hubiera pervertido el buen funcionamiento de la democracia? Este jurista y político francés entiende que ocurre por la lógica de las pasiones humanas, por el mismo hecho de cómo funcionan las pasiones del individuo. Así, de pronto, cualquier pequeña diferencia se vuelve hiriente y se trata de poner, por todos los medios, de manera desmedida, una igualdad radical en todos los aspectos de la vida, tanto sociales como políticos, privados y públicos. A esto se le suma la diferencia cognitiva entre el principio de igualdad y el de libertad. Todos entendemos la igualdad: no importa de dónde vengas, cómo vistas, tu origen familiar, todos tenemos los mismos derechos. En cambio, la libertad es un concepto más ambiguo, pues es una sensación, y por eso resulta más difícil de entender. Tocqueville planteaba que, cuando todo el mundo fuera igual, porque entendía que llegaría ese momento, se eliminarían las diferencias socioeconómicas (aristocracia, dinero, educación, posibilidad de viajar y conocer mundo...). Pero, ante esta situación, surgirían otras preguntas: ¿qué nos haría diferentes del otro?, ¿cómo demostraríamos que somos mejores que el vecino? Los elementos antes diferenciadores habrían desaparecido, la educación perdería su valor con el tiempo, al igual que el resto de las distinciones. Lo único que quedaría para desigualarnos del otro sería el dinero. Como planteaba el autor francés, de este modo el ser humano se concentraría en las actividades económicas que le reportasen dinero más fácil y rápidamente. De esta manera, nos adentramos en lo que sin duda tenemos hoy: capitalismo e individualismo.
En las democracias despóticas, que funcionan mal, los individuos se preocupan únicamente de ganar más dinero, se cierran en sus círculos más pequeños y empiezan a ver al otro como un objeto de intercambio, como una oportunidad, y no como un ser humano. Es el individualismo, primer rasgo de una democracia que funciona mal. En la época de Tocqueville las familias eran extensas, se tenía relación con primos lejanos, y se consideraban parientes. Este precursor de la sociología clásica vaticinó que esos grupos cada vez se reducirían más y más, hasta que la soledad se impondría como característica social: más gente viviendo sola y más gente sola. Acertó de pleno, como ya hemos visto.
Esta situación social, de individualismo y capitalismo entendido como la búsqueda inmediata de la riqueza personal, provocaría la tiranía de la mayoría. Esta tiranía consiste, según Tocqueville, en la adscripción de la gente a corrientes de pensamiento populares sobre diferentes temas, sin haberse parado a pensar en ellas. Porque no hay tiempo. El tiempo es para el trabajo, para producir, para crear riqueza, y no tenemos tiempo de pensar, de reflexionar, de dudar, de debatir.
Por tanto, cedemos nuestra capacidad de pensar a otros, que lo harán encantados. No pensamos, nos «piensan». Y nosotros, inocente y servilmente, decimos que esa opinión que «nos han pensado» es la nuestra, sin atrevernos a contradecir a la opinión pública mayoritaria. Mansamente nos sumamos a la corriente, a la avalancha, de lo «políticamente correcto», que nos intenta hacer ver que todo el mundo está de acuerdo con los postulados oficiales. Pero ¿quién dicta esa opinión pública? ¿Unos medios de comunicación subvencionados por el Gobierno? ¿Qué intereses hay detrás de que se favorezcan determinadas posiciones? Lo primero que debemos plantearnos es si tan siquiera llegamos a ser conscientes de en qué tela de araña hemos caído, pues sus muñidores saben bien cómo camuflarla entre palabras tan altisonantes como vacías de contenido.
Tocqueville no veía fácil la solución. Si antes se apresaba al tirano y se lo destituía, ¿cómo vamos a destituirnos a nosotros mismos? Ese es el mayor problema político al que nos enfrentamos. A la tiranía de la mayoría, unida al individualismo y la obsesión por el bien material, se añade el consiguiente crecimiento excesivo del Estado, el cual aprovecha esos vacíos político-sociales para aumentar su poder, convirtiéndose «en el jefe de cada ciudadano, [...], su intendente y su cajero [...], penetrando así hasta lo más profundo del alma de cada uno». Y estas son las causas principales que desvirtúan el sistema democrático.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 162
¡Qué profundo vacío se adivina tras la huida de la realidad!
Es duro hacer frente a los retos personales que se nos plantean a lo largo de
nuestra existencia. Hay personas que se enfrentan con entereza y abnegación a
los desafíos de su propia evolución, conscientes de que ese es el verdadero
sentido de la vida. La constante superación de esos retos nos hace ser
conscientes de la grandeza y, a la vez, de la insignificancia de nuestro ser.
Huir de la realidad, intentar abstraernos de ella refugiándonos en mundos
virtuales, tan solo sirve para dilatar lo improrrogable, aquello que nos ha
sido asignado como palanca evolutiva. Cada instante de nuestra existencia es un
reto. El propio milagro que supone el hecho de estar vivos indica hasta qué
punto la naturaleza es tan sabia como para enfrentarnos a nuestros miedos. Cada
dificultad es una oportunidad única para evolucionar en el camino hacia la
perfección. La vida es fugaz y nunca sabemos cuándo llegará a su fin. Puede ser
en este mismo instante o puede ser en años. Pero si hay algo cierto, al menos
por el momento, es que nuestros cuerpos son finitos y el tiempo apremia. Vivir
el presente aceptando tanto nuestras ventajas como las servidumbres y
limitaciones, trabajar para mejorar personal y socialmente, tener una vida
plena regida por los mejores principios y valores humanistas, relega a la
irrelevancia cualquier tentación de huir hacia mundos virtuales diseñados para
satisfacer el ego, controlar vidas y acrecentar la riqueza de los que se nutren
de la inconsistencia cultural que aqueja a las sociedades más avanzadas. No se
trata de rechazar la tecnología y todo lo bueno que aporta a nuestras vidas,
que es mucho. La Inteligencia Artificial (IA), la Realidad Virtual (VR) y la
Realidad Aumentada (RA), protagonistas del nuevo internet 3D o 3.0, junto a
cualquier entorno virtual diseñado con fines científicos o destinado a mejorar
la vida de las personas, suponen un gran avance para la Humanidad. Bien
canalizadas, todas las tecnologías son positivas. Siempre que sean consideradas
y utilizadas en su justa medida. Especialmente en lo tocante a las redes
sociales y a los videojuegos, grandes precursores de los espacios virtuales
colaborativos (CVE, por sus siglas en inglés) o protometaversos, campos de
experimentación para el desarrollo del metaverso —el universo virtual
alternativo—, todavía en gestación.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 245
El médico y astrólogo suizo Paracelso (1493-1541) afirmó que
«todas las sustancias son venenos, no existe ninguna que no lo sea. La dosis
diferencia un veneno de un remedio». Esta es la clave para que la tecnología y
lo digital no intoxiquen aún más a la sociedad. Lo virtual no debe sustituir a
lo real, ni siquiera tener mayor presencia en la vida de las personas, dado que
representa una enorme distorsión en la evolución de los seres humanos,
sociables, gregarios por naturaleza y vinculados por la energía vital que emana
de nuestros cuerpos. No en vano, el abrazo entre dos personas, las caricias y
los besos generan uno de los mayores campos de energía emocional imaginables,
proporcionando a sus artífices grandes dosis de felicidad. Somos seres físicos,
orgánicos, estamos vinculados a lo presencial. Nuestro equilibrio emocional
depende de las denominadas moléculas de la felicidad: endorfina, dopamina,
oxitocina, serotonina, ácido gamma-aminobutírico (GABA, por sus siglas en
inglés) y feniletilamina, un neurotransmisor que afecta a la libido.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 247
En la actualidad, la realidad aumentada permite conocer la
realidad observada más allá de nuestros sentidos. Esto se consigue gracias a la
tecnología computacional, que facilita crear pantallas en las que se superponen
datos e imágenes virtuales sobre otras del mundo real. La realidad aumentada
une el mundo virtual con el real, obteniéndose datos virtuales superpuestos al
mundo real de forma instantánea. Entre sus múltiples aplicaciones se encuentra
el tratamiento de diferentes fobias, como la acrofobia —el miedo a las
alturas—, la aracnofobia —a las arañas— y otras, que ahora se pueden simular.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 258
«China tiene un plan.» Esta frase, que puede parecer muy
simple, ilustra a la perfección las ambiciones chinas. Mientras que en las
democracias liberales occidentales da la sensación, en muchas ocasiones, de que
se debate más sobre el sexo de los ángeles que acerca de los verdaderos
problemas estructurales, careciendo de planes estratégicos respaldados por
políticas de Estado que se mantengan en el tiempo más allá de los vaivenes
políticos propios de la alternancia democrática, China ha trazado un plan para
ser el dominador del mundo hacia mediados del siglo XXI
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 354
No se puede analizar la docencia sin prestar la mayor
atención a su elemento clave: los alumnos. A ellos van dirigidos todos los
esfuerzos. Y, aunque algunas veces se preste casi más atención al sistema como
tal, el factor humano del educando debe siempre ser el eje sobre el que pivote
cualquier proceso docente. Los ciudadanos del futuro van a la escuela a
socializarse e intentar ser felices durante su formación. Pero también van para
ser conformados según las necesidades de un Estado que les precisa competitivos,
esforzados y, por qué no, resilientes ante la frustración, que, antes o
después, surgirá en sus vidas. Y eso es incompatible con la inercia «blanda»
con la que se trata a los niños en edad escolar (pongamos desde los seis años).
La crítica de que vivimos en una sociedad estresante y que la competitividad
desquicia a los niños, es cierta, pero solo a medias. Pedimos excelencia, pero
no aceptamos el precio que debemos pagar por ella. Deseamos cuerpos sanos, pero
olvidamos el hábito de una alimentación saludable y un ejercicio adecuado
incorporado en nuestras rutinas. Exigimos, pero buscando atajos que no hay, y
pidiendo frutos que nunca brotarán de esa forma. Sabemos que el esfuerzo, el
trabajo, mantener los valores éticos y morales, genera estrés, provoca cierto
sufrimiento, forja conflictos. Pero ya se sea darwinista o no, vivir es un
permanente desafío contra los elementos, contra otros intereses y contra el
tiempo. Ninguno ignoramos que sin esfuerzo continuado nada se logra.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 407
El aprendizaje es lo más relevante para una persona en el
siglo XXI, y es la misma persona la que debe darse cuenta de ello. Esto forma
parte del reto actual, ya que, en la sociedad del entretenimiento masivo y del
consumo desmedido, hay que enfrentarse a auténticos ladrones de tiempo
diseñados para captar nuestra atención.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 421
Para que un sistema de educación sea eficiente, capaz de
ofrecer calidad y cumplir con las estrategias marcadas para satisfacer las
metas establecidas, basta con seguir esta máxima: «Si los niños no son como
nosotros, no necesitan lo que nosotros, la sociedad no les demanda lo que a
nosotros y, sobre todo, su mundo no es ni va a ser como el nuestro, ¿por qué
los seguimos formando como lo hicieron con nosotros?». La respuesta está en la falta
de mentalización de la sociedad en cuanto al valor educativo y en un sistema
muchas veces arcaico en ciertos aspectos. Aunque peor es cuando se rige por
modas, dando sacudidas permanentes a la educación, al seguir el dictado de
influencias sociales o presuntas necesidades que siempre vienen marcadas por
agendas políticas e ideológicas, para satisfacer a una población que vota
corporativamente.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 422
A la escuela se va a ser feliz, a socializarse. Pero, sobre
todo, no nos equivoquemos, se va a formarse y conformarse como pilar económico
y social de un país. No hay sistema bueno ni malo en sí mismo. Los hay
ineficaces o inoperativos por obsoletos en objetivos y estrategias aplicadas.
Los hay que hacen lo que pueden para cumplir con esas exigencias. Y también los
hay que de tan innovadores se estrellan por no encontrar su hueco en un entorno
social que los pueda asimilar.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 423
El punto inicial para intentar ejercer cualquier tipo de
liderazgo es el de la actitud. Aunque parezca una perogrullada, para ser líder
hay que querer serlo. Requiere esfuerzo y voluntad, que es lo mínimo que se
pide a los líderes, y lo mínimo que estos tienen que mostrarse dispuestos a
ofrecer.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 425
Como quiera que en la vida todo es política, en cualquier
ámbito y con independencia de la forma de gobierno, se impone analizar el
estado actual de esta actividad, y ver claramente cómo se puede mejorar. Así,
la idea angular de este apartado es aportar un conjunto de reflexiones y
propuestas de reforma, abundando en lo ya previamente reseñado, en torno al
actual sistema político de las democracias liberales occidentales. Desde un
espíritu crítico, incisivo y didáctico, realizamos una visión retrospectiva y
contemporánea sobre las causas y efectos derivados de la democracia y su actual
formato partidocrático, con la esperanza de que sirva para evolucionarlo hacia
un sistema de gobierno noocrático. El objetivo último es acceder así a una
nueva transición política, acorde con las características y necesidades del
siglo XXI , aplicable a cualquier país gobernado por un régimen democrático. Y
se espera que también pueda servir para otros modelos que en el futuro
transiten hacia un sistema democrático, para que no caigan en los mismos
errores que las democracias teóricamente ya consolidadas. Como veremos en
detalle más adelante, esta renovada noocracia —del griego noos (‘mente,
intelecto’) y kratos (‘autoridad, poder, fuerza, dominio’)— consistiría en un
sistema político y social, con vocación universal, que sustituya a las formas
de gobierno actuales, incluida la democracia. Un sistema en el que los
dirigentes, elegidos por el pueblo, sean personas con una fehaciente capacidad
profesional en sus respectivos ámbitos de responsabilidad, que basen sus
decisiones en razonamientos inteligentes y alejados de tendenciosidades
ideológicas y dogmáticas, y se apoyen en evidencias científicas y en los
avances tecnológicos. Todo ello en armonía con la naturaleza y con el
pensamiento fijo en la seguridad humana, que debe ser la principal
preocupación. En esta noocracia no existirían los partidos políticos tal y como
los conocemos, dado que han demostrado, en innumerables ocasiones, grandes
deficiencias a la hora de satisfacer los intereses y necesidades de la nación y
los ciudadanos, por estar principalmente preocupados de sus beneficios
particulares. Además, se fomentaría entre los ciudadanos el pensamiento crítico
y el estricto control de sus dirigentes, que deben estar bajo su permanente
escrutinio. En cierto modo, se pretende que sea una actualización y mejora de
las democracias actuales, superando las debilidades de estas, de modo que rinda
mayores servicios y ventajas a todos y cada uno de los ciudadanos. Es el
momento de exigir este cambio. Hagámoslo realidad entre todos, pues es
responsabilidad nuestra, de todos los ciudadanos.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 462
Las tradicionales fronteras que marcan la división entre los
poderes ejecutivo, legislativo y judicial están cada vez más desdibujadas en
muchos países democráticos, incluso en el seno de la UE, por más que se presuma
de todo lo contrario. Hay leyes para impedir el abuso que algunos ciudadanos
ejercen sobre el resto, también para impedírselo a los más poderosos, pero la
partidocracia se ocupa de ejercer su poder político sobre las instituciones
judiciales. La politización de la Justicia es uno de los hechos más graves de
la democracia representativa y está promovida por los partidos políticos, algo
en lo que suelen ponerse de acuerdo. Vivimos una política que todo lo impregna
y lo pudre. Las instituciones consideradas de Estado, como la Justicia, la
Diplomacia, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y las Fuerzas
Armadas, no deberían verse afectadas por la política y sus intereses
partidistas. A este último respecto, es lamentable comprobar cómo algunos
líderes políticos, especialmente los pertenecientes a ciertas ideologías,
obvian los deberes constitucionales que tienen las Fuerzas Armadas. Desconocer
la cultura de defensa, y la importancia que tiene la fuerza como efecto
disuasorio, es un suicidio a todos los niveles.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 464
El marketing , puesto al servicio del mercadeo, jamás
debería formar parte de las relaciones entre el pueblo y sus gobernantes,
porque sus maniobras, estrategias, tácticas y técnicas se basan en el engaño,
asumido como lógico y habitual en la dinámica política. Las mentiras son tan
abundantes y cotidianas en este ámbito que han alcanzado rango de normalidad;
incluso hay quien las justifica por considerarlas necesarias para la
gobernabilidad. Una buena parte de los políticos —aquí se confirma el dicho «la
excepción confirma la regla»— estafan a los ciudadanos prometiéndoles lo que
saben de antemano que será imposible cumplir. También lo hacen con el silencio
cuando ocultan sus verdaderas intenciones. Parece que todo vale en los procesos
electorales y también durante los periodos de gobierno: manipulación de
encuestas para inducir tendencias; utilización de medios públicos para crear
opinión favorable sobre políticos y partidos; gastos desmesurados a cargo del
erario público... Inducir al voto en función de propuestas imposibles,
maquillar datos, ocultar pruebas a la justicia, favorecer a parientes y amigos
desde el poder, falsear o pactar licitaciones públicas, beneficiarse con
información privilegiada, promover y practicar el tráfico de influencias, todo
ello representa el detritus social que se acumula en los residuos de la
partidocracia.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 470
Sale a relucir la frase que la mayoría de los políticos
aplica, aunque muy pocos reconocen públicamente: «El fin justifica los medios».
Así lo han pensado los grandes tiranos de la historia, y así lo piensan hoy en
día quienes siendo lobos se disfrazan de corderos para infiltrarse en el rebaño.
Mientras una buena parte del pueblo continúe sumido en la ignorancia y en la
falta de espíritu crítico, los depredadores sociales camparán a sus anchas
entre el rebaño, incluso sin disfrazarse, porque a esto hemos llegado. El
rebaño —nosotros, los sufridos ciudadanos— está asumiendo al depredador como
justo y necesario para su subsistencia. A través de una construcción
sociocultural intencionada basada en el miedo, se llega a asumir lo inasumible,
como es la idoneidad de la tiranía como factor de seguridad ante la permanente
incertidumbre proyectada desde los órganos de poder. Siguiendo con la
recurrente metáfora del rebaño y los lobos que lo acechan para lanzarse sobre
él al menor descuido, estremece pensar en el hecho de que, en las democracias,
son las ovejas quienes escogen y mantienen a sus depredadores, ofreciéndose a
ellos para ser sacrificadas. Bien pudiera pensarse que los lobos de la política
afectan gravemente al hemisferio izquierdo (racional) del cerebro de sus
víctimas, una vez que las han sometido a una fuerte presión en su hemisferio
derecho (emocional) a través del miedo, el arma definitiva para el dominio de
las mentes.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 471
Una de las perversiones que estamos viviendo en los últimos
años es la fragmentación social suscitada y ejercida por líderes que presumen
de todo lo contrario. La mentira ha llegado a cotas tan elevadas que cuesta
creer el nivel de cinismo al que se está sometiendo a las sociedades, acosadas,
además, por la desinformación generada, directa o indirectamente, desde
estamentos públicos y privados controlados por los Gobiernos de algunas
naciones. Pero esta situación pone en jaque a la democracia, pues «si los
ciudadanos eligen unas opciones u otras desde estos esquemas simplistas y no
les importa descubrir que sus políticos mienten, denigran injustamente o
practican el nepotismo, que son incompetentes y también corruptos, entonces no
hacen sino reforzar los hábitos antidemocráticos», lo que tiene como
consecuencia que «resulte realmente descorazonador que gran parte de la
ciudadanía, de unos colores u otros, continúe votando a políticos mendaces,
incompetentes, agresivos, violentos».
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 478
Han transcurrido más de doscientos años y, en esencia,
seguimos anquilosados en los mismos conceptos políticos que sustentaron la
Revolución francesa. Por supuesto, desde entonces se ha producido una evolución
social sustancial con el sistema de alternancia electoral entre la opción
socialdemócrata o liberal progresista, y la democristiana o liberal
conservadora, surgidas en el siglo XX , que han derivado en la tradicional
opción bipartidista. También se han transformado los medios para acallar las
voces discrepantes. Hemos sustituido la guillotina implantada por el Gobierno
revolucionario francés en 1792, por la censura derivada de la corrección
política impuesta por cierta izquierda desde esa autoridad moral de la que
hacen gala, porque, según ellos, la izquierda es progresista y la derecha,
retrógrada. Se trata de uno de esos mantras sociales que han sido aceptados
como ciertos por la sociedad, cuando la realidad los contradice con creces.
Desde el campo minado de la política se promueve una idea falsa de lo que es
progreso social y lo que es retroceso. Algo no va bien si por progreso se
entiende el gasto salvaje y la pésima gestión, y por retroceso la contención
del gasto público, la gestión eficiente y la generación de riqueza y puestos de
trabajo, apoyando la iniciativa privada. Que la izquierda es buena y la derecha
es mala contradice los hechos históricos más elementales.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 482
De nada sirve quejarse y no buscar soluciones, que las hay.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 483
Aunque este tema es muy controvertido, sería irresponsable
no plantearlo aquí. ¿Están los ciudadanos preparados para saber qué es lo que
más les conviene a ellos y a su país? En el caso de algunas democracias está
claro que no, a la vista del modelo de país decidido por sus propios ciudadanos
en las urnas durante los últimos decenios, hasta provocar un fallo del sistema.
¿Cuántas personas acuden a las urnas conociendo el programa electoral de los
partidos políticos que se presentan? Pocas, muy pocas. ¿Conocen, al menos, lo
que propone el partido al que votan? Una mayoría, ni siquiera esto. En general,
se vota por costumbre, por intuición, por la tradición de votar siempre a los
mismos, por las últimas declaraciones de un líder político en su mitin de
cierre de campaña, por la manipulación realizada en las redes sociales... Otras
personas se abstienen de votar o lo hacen en blanco. Elegir a los gobernantes
de un país es algo muy serio, y deberíamos hacer un esfuerzo para hallar una fórmula
de sufragio universal en la que no valga igual el voto de una persona que el de
otra. ¿Cuáles son los parámetros bajo los que articular esa solución? Debería
ser objeto de debate entre sabios, no entre políticos o ciudadanos que dicen
saber y no saben, o que creen saber sin tener verdadero conocimiento de lo que
es el conocimiento y la sabiduría. Bajo este análisis, hay que decir que
probablemente los resultados de un proceso electoral sí representan
verdaderamente la voluntad del pueblo. Pero decir que los resultados de las
urnas es lo más conveniente para los ciudadanos, es de una inocencia supina.
Tanto como extravagante es el hecho de que micropartidos con una mínima
representación determinen el destino de una nación. Por otro lado, la manipulación
a la que se ven sometidos los votantes a lo largo de las legislaturas,
especialmente en los procesos electorales, es enorme. Los ciudadanos, en
general, no votan lo que más les convendría, sino lo que se les dice
—consciente o subliminalmente— que deben votar. Ellos, los ciudadanos, no son
dueños de su voluntad, son víctimas de la manipulación en la comunicación
política, de su desconocimiento irresponsable sobre los mecanismos que
articulan la democracia, de su desidia y/o de su desafección hacia su país y
hacia la política en general. Por último, ¿cuántos españoles conocen los
derechos que les otorga la Constitución?
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 494
En Esencia y valor de la democracia, una de las obras más
destacadas de Hans Kelsen (1881-1973), se dice que «el sistema democrático
liberal es el único que permite la expresión libre de valores e intereses
diversos mediante procedimientos decisorios basados en la regla de mayorías,
posibilitando la aceptación de reglas formales iguales para todos» . Y este
filósofo y jurista concluye: «La democracia representativa maximiza el valor de
la libertad».
La clave para comprender la idoneidad del principio de las mayorías reside, principalmente, en que quienes las ostentan, junto a las minorías, deben remar en la misma dirección, que no es otro que el bien común de la nación a la que representan. Los políticos están obligados a entenderse en favor de los ciudadanos que les pagamos el sueldo, los gastos asociados, las prebendas de por vida que algunos disfrutan y los honorarios de sus diversos asesores.
Vivir para la política, pero no de la política
¿Por qué será que todo el que llega por la vía de la política a determinados puestos en las instituciones intenta permanecer a todo trance? La política debe ser un medio para servir, no para vivir de ella a costa de los ciudadanos, de todos, no solo de los que escogen a uno u otro político en unas listas nacidas, en la mayoría de los casos, del interés personal, no del interés general.
Obviamente, los políticos deben tener un sueldo acorde con sus altas responsabilidades, pues estar bien pagados asegura que los mejores tengan interés en acceder a estos puestos, más allá del prestigio personal que les pueda otorgar. Pero eso implica que deben estar todavía mejor supervisados, para velar de forma permanente por que no cometan ni el menor de los abusos, pero también para controlar su grado de eficacia. Si bien este aspecto es clave para contar con políticos de calidad, los mejores y más capaces, siempre habrá quien esté en contra, sea por envidia o por desconocimiento de la labor que hacen —o que deberían hacer— los altos cargos públicos.
Hemos visto que los problemas que presenta la partidocracia actual son muchos y graves. Pero también hemos intentado aportar soluciones, que las hay. ¿Las adoptamos? Por probar no perdemos nada, y a peor es difícil que vayamos.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 506
Hoy en día, en Occidente vivimos tiempos de extremismos
alimentados por sentimentalismos. La sociedad ha dejado de lado el logos , todo
argumento válido, ya sea político, social o económico, para centrarse en el
pathos , en llegar a las emociones —en ocasiones, a las más viscerales—, sin
necesidad de una mayor carga probatoria sobre los hechos que permita reforzar
la argumentación. Y está funcionando. Lo anterior resulta paradójico cuando
supuestamente vivimos en la era de la información. Ahora debería ser más difícil
engañar a la sociedad, por la capacidad de esta para acceder a esa información,
lo que, en teoría, le debería permitir contrastar y validar lo que le cuentan.
Pero aquí de nuevo insistimos en que información y conocimiento están lejos de
ser sinónimos. Tenemos más información, pero menor capacidad de generar
conocimiento debido a una carencia de espíritu y pensamiento crítico. Además de
la perversa estrategia de generar información —generalmente sesgada— en
cantidades superiores a la capacidad de absorción de cualquier persona, incluso
cuando se dedica en exclusiva al análisis de la actualidad.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 507
La carta que se inserta a continuación sería la que muchos
jóvenes nos enviarían al resto de sus conciudadanos y líderes políticos, para
que fuéramos plenamente conscientes de cómo se sienten y cómo perciben el
presente y el futuro. Leerla es una obligación; comprenderles, aún más; tomar
medidas para ofrecerles soluciones dignas, no solo es imperioso, sino de la
máxima urgencia.
Cuanto más leo, estudio y observo, peor impresión me llevo
del mundo que nos rodea y del que vendrá. Al final, la aspiración de cada uno
en la vida es la de vivir, la de vivir bien y ser feliz dentro de sus
posibilidades. Solo hay algo cierto y es que todos morimos. Así que lo mejor
para pasar adecuadamente este tiempo en la Tierra es llevar una vida que nos
permita dormir tranquilos por las noches y despertarnos de la misma manera cada
mañana. El problema de las generaciones jóvenes reside precisamente en la
felicidad y la tranquilidad. En Downton Abbey, una bonita serie de época, de
principios del siglo XX , en la que las clases sociales estaban muy marcadas,
lo que se ve en los personajes es que cada uno intenta buscar su felicidad en
la vida que le ha tocado vivir, queriendo prosperar dentro de su estrato. Pero
entonces las decisiones eran mucho más sencillas, pues si conseguías un trabajo
de sirviente, después podrías ascender a ayuda de cámara y llegar a mayordomo.
¿Esas divisiones sociales eran mejor que ahora? En absoluto. Hemos avanzado mucho
como sociedad al plantear la redistribución de la riqueza, de manera que todos
tengamos acceso a servicios que ahora consideramos básicos y universales, como
la salud o la educación. Sin embargo, nuestra sociedad actual presenta dos
problemas o dos grandes mentiras: el individualismo y la meritocracia.
El ser humano es social. Necesita de los demás para ser feliz. De la familia, de amigos, de una pareja, de la persona que siempre lo atiende en la panadería o en la cafetería. Las relaciones sociales son básicas, innatas e inherentes al ser humano, y por eso vivimos en sociedad. Pero vivir en sociedad entraña sus consecuencias. Es aceptar que todos somos diferentes y que no podemos ser exactamente iguales, ni tenemos obligatoriamente que serlo. La igualdad ha de ser entendida como igualdad de acceso a las oportunidades. Pero no todos vamos a valer para hacer lo mismo porque somos diferentes. De ahí el segundo problema, la meritocracia. Vivimos en sociedad porque necesitamos a las personas. Cada persona es única, piensa diferente y actúa de forma distinta a las demás. Para poder convivir pacíficamente existen las normas, que son las que nos regulan a todos. Y deberían de ser eso, reguladoras de la convivencia entre personas diferentes, y no ir encaminadas hacia la consecución de una sociedad homogénea, porque sería una incongruencia. Además de una mentira, que inevitablemente estallaría en algún momento. Partiendo de que el ser humano necesita a la sociedad, y de que la sociedad es el espacio inclusivo de la alteridad, este nuevo individualismo de «tú, te, contigo» perjudica la esencia de lo que es vivir en sociedad. Hemos crecido en la cara buena del mundo, donde nos han hecho creer que somos especiales, los mejores, y que nuestro destino en la vida es llegar a ser alguien, algo grande. Quizá porque venimos de familias que vivieron guerras mundiales y civiles a lo largo del siglo XX, conocieron las penurias, las crisis económicas... Para cumplir ese fin, todos nos formamos, estudiamos. Pero el resultado es que la mayoría de los jóvenes tiene trabajos precarios. Independientemente de su esfuerzo. Obviamente hay de todo, como siempre ha sucedido. Pero la precariedad y el paro son las situaciones más habituales.
Este problema está relacionado con la meritocracia. El axioma «si te esfuerzas, lo consigues» es solo verdad a veces. Si no te esfuerzas, desde luego que no lo conseguirás, pero, aunque lo hagas, puede que tampoco lo consigas, el resultado no está garantizado. Y cuando no se consigue, a pesar del esfuerzo, aparece la frustración. Una frustración que aumenta con las redes sociales, donde nada es real y mucho menos social. Nadie es feliz con su vida, y constantemente recibe inputs de personas que «lo han logrado», que aparentemente son «felices». Y entonces ocurren dos cosas: la frustración se hace mayor, pudiendo generar problemas de salud mental; o se plantea la ruptura con el sistema. ¿Por qué, si yo he hecho todo lo que tenía que hacer, no soy rico, famoso, tengo un buen trabajo, puedo independizarme, etcétera, etcétera? Tengo derecho a lo mismo que esa persona. Y aquí surge una tercera batalla... ¿Deseas ser como esa persona o tienes derecho a ser como esa persona? El origen vuelve a estar en la diferencia. Somos diferentes, las circunstancias de cada uno son diferentes, las decisiones que se toman a lo largo de la vida, también. Decir que independientemente de donde nazcas podrás llegar a lo que quieras es mentira. Nadie elige nacer en una familia o en otra, en un sitio o en otro. Claro que habrá casos de personas excepcionales. No son la mayoría. El problema es creer que «cualquiera puede hacerlo». Que, si trabajas mucho, tú también podrás. Luego, trabajas mucho, pierdes muchísimo poder adquisitivo en comparación con tus padres, pagas una barbaridad de impuestos (por ejemplo, una desorbitada cuota de autónomos, ¿quién va a emprender así?), tampoco puedes confiar en herencias o sucesiones porque muchas veces tienes que renunciar a ellas. Y mientras, aumenta el gasto público por todos lados, y no en prestaciones sociales precisamente. Cuando aparece alguna prestación social e intentas acceder a ella, te das cuenta de que no entras dentro del baremo. Por ejemplo, el bono de ayuda al alquiler. ¿Qué tienes que hacer si no quieres emigrar? ¿Opositar? ¿Entrar en la Administración Pública? Pero ¿por qué alguien iba a querer un país en el que todo fuera sector público y solo hubiese funcionarios del Estado? Es realmente frustrante.
No sé cuál es la solución. La opción de retirarse y vivir apartado del mundo, desaprendiendo las prioridades de estos tiempos y reencontrando el origen o la esencia humana, no puede estar sobre la mesa. Al contrario, es el trabajo desde dentro, por y para la sociedad, el que sin duda tendrá resultados más fructíferos, por más que sea más costoso, y a veces hasta doloroso. Pero no queda otra opción. Lo demás sería perder la esperanza, y eso es lo único que sigue dando ánimos a la juventud: la ilusión en un mundo mejor y más justo.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 559
La violencia moralista es la forma más peligrosa e imparable
de violencia, porque está más allá de la razón. Se está despertando hoy en las
sociedades digitales, alimentada por unos algoritmos que solo proveen a los
consumidores de mensajes que los reafirman en sus contenidos de preferencia, de
forma cada vez más radical.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 565
La moral es una excelente herramienta para suavizar las
fricciones sociales, pero también es una fuente de peligro. Numerosos estudios
criminológicos demuestran que los peores crímenes no son cometidos por gente
inmoral, que reniegue de todo principio ético y no crea en el bien y el mal.
Por el contrario, los crímenes más horribles son realizados por personas con un
sentido moral tan fuerte que son capaces de obligarse a sí mismas a hacer el
mal para cumplir con una causa que consideran justa: castigar al enemigo,
acabar con el impío, señalar al disidente, eliminar a los judíos... La
violencia moralista es la forma más peligrosa e imparable de violencia, porque
está más allá de la razón. Se está despertando hoy en las sociedades digitales,
alimentada por unos algoritmos que solo proveen a los consumidores de mensajes
que los reafirman en sus contenidos de preferencia, de forma cada vez más
radical.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 565
En cierto modo, da la sensación de que se está acostumbrando
al ciudadano actual a ser una especie de pedigüeño permanente, que espera
recibir todo tipo de bienes y favores procedentes del Estado por el mero hecho
de existir. Sin aportar para ello ningún esfuerzo personal. Cierto es que hay
grupos políticos que favorecen este tipo de ciudadano, cada vez más habitual.
Se lo convierte así en un ser dependiente del Estado, algo que
intencionadamente podría ser el objetivo de algunos, para así mantener a la
ciudadanía en una especie de esclavitud moderna, anclada a unas cadenas de las
que no pueda escapar.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 573
Y lo que debemos tener claro es que, para que la sociedad
progrese adecuadamente, se requiere una total desintoxicación de los medios de
comunicación. La mediosfera se ha convertido en el limbo de los crédulos. Se
está produciendo una grave intoxicación de la sociedad a través de los medios y
las redes sociales. Por lo que se deben desarrollar y aplicar terapias de
desintoxicación para una sociedad actualmente esclavizada por la manipulación
social económica y política, sin olvidar la geopolítica.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 573
Como siempre, hay soluciones para salir de una situación por
oscura que se presente. Algunas de las que se pueden, y deben, aplicar con los
jóvenes son: 1) Esperanza. Ante el descontento de la juventud, cobra
importancia la necesidad de poder creer en algo por lo que luchar o, al menos,
de tener una motivación ilusionante. 2) Referente. Precisan con urgencia
personas o colectivos que guíen al resto. Un líder carismático, al que apetezca
seguir. 3) Certidumbre. Posibilidad de un futuro mejor. Hay que dárselo y
conseguir que crean en él. 4) Cambio político. La urgencia de un cambio de
modelo, de un sistema político operante y eficaz, que favorezca las necesidades
reales de los jóvenes y de los ciudadanos en general. Deben estar convencidos
de que pueden votar con confianza e ilusión por una sociedad mejor. 5) Empleo
de calidad. Puestos, horarios y salarios justos, acordes con la preparación y
la responsabilidad, que permitan la emancipación y el acceso a la vivienda. 6)
Vivienda. Precios acordes a los salarios. Viviendas públicas en número
suficiente. Hagámoslo posible entre todos. La juventud es el futuro de la
sociedad.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 574
La ideologización de la educación es el camino emprendido
por las peores dictaduras, y ya sabemos que la educación puede ser un arma de
destrucción o de construcción masiva, en función de cómo se oriente y se
gestione. Y no solo sucede en los sistemas autoritarios. También en países
gobernados por regímenes democráticos se ejerce una notable influencia sobre la
educación, ya que el futuro de sus formaciones políticas depende de que los
niños y adolescentes sean sus votantes cuando alcancen la mayoría de edad.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 575
Al amparo de las partidocracias, cada vez tienen cabida
personas más mediocres en los órganos de gobierno de las democracias.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 583
No deja de sorprender los límites de apaciguamiento social a
los que hemos llegado. ¿Cómo han podido dominar nuestras mentes para
convertirnos en esclavos complacientes? Mientras, ellos a su ritmo,
despreciando que alguien, insensato él, algún día los señale con el dedo y los
acuse de fraude. Después de todo, como a algún político se le escucha decir,
«siempre es peor trabajar» que tener que escuchar alguna crítica, por ácida que
sea. Seguimos resignados y con la esperanza de que algún día llegue una
verdadera regeneración democrática, un verdadero nuevo modelo que cumpla con
nuestras expectativas y necesidades reales. Nos habían hecho creer en ello, nos
habían ilusionado con esa esperanza. Nos han dejado muy frustrados. Ahora es el
momento de volverlo a intentar. Los ciudadanos no podemos tirar la toalla. Este
combate lo tenemos que ganar. Entre todos. Unidos. ¿Te unes al equipo?
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 584
La política la podemos definir como la actividad de aquellos
que dirigen o pretenden dirigir la vida y el destino de los demás.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 587
A menudo observamos que nuestros políticos parecen ser
barcos sin vela, que no parecen saber cuáles son sus metas ni hacia dónde deben
ir.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 591
No consintamos que ninguna máquina nos esclavice.
Pedro Baños
La encrucijada mundial, página 601
La encrucijada mundial, página 6
La encrucijada mundial, página 10
La encrucijada mundial, página 25
La encrucijada mundial, página 26
La encrucijada mundial, página 27
La encrucijada mundial, página 28
La encrucijada mundial, página 31
La encrucijada mundial, página 31
La encrucijada mundial, página 33
La encrucijada mundial, página 38
La encrucijada mundial, página 39
La encrucijada mundial, página 48
La encrucijada mundial, página 120
La encrucijada mundial, página 121
La encrucijada mundial, página 123
La encrucijada mundial, página 124
La encrucijada mundial, página 129
La encrucijada mundial, página 133
La encrucijada mundial, página 160
La encrucijada mundial, página 160
La encrucijada mundial, página 163
En opinión de Tocqueville, ¿cómo sería una sociedad en la que el principio de igualdad hubiera pervertido el buen funcionamiento de la democracia? Este jurista y político francés entiende que ocurre por la lógica de las pasiones humanas, por el mismo hecho de cómo funcionan las pasiones del individuo. Así, de pronto, cualquier pequeña diferencia se vuelve hiriente y se trata de poner, por todos los medios, de manera desmedida, una igualdad radical en todos los aspectos de la vida, tanto sociales como políticos, privados y públicos. A esto se le suma la diferencia cognitiva entre el principio de igualdad y el de libertad. Todos entendemos la igualdad: no importa de dónde vengas, cómo vistas, tu origen familiar, todos tenemos los mismos derechos. En cambio, la libertad es un concepto más ambiguo, pues es una sensación, y por eso resulta más difícil de entender. Tocqueville planteaba que, cuando todo el mundo fuera igual, porque entendía que llegaría ese momento, se eliminarían las diferencias socioeconómicas (aristocracia, dinero, educación, posibilidad de viajar y conocer mundo...). Pero, ante esta situación, surgirían otras preguntas: ¿qué nos haría diferentes del otro?, ¿cómo demostraríamos que somos mejores que el vecino? Los elementos antes diferenciadores habrían desaparecido, la educación perdería su valor con el tiempo, al igual que el resto de las distinciones. Lo único que quedaría para desigualarnos del otro sería el dinero. Como planteaba el autor francés, de este modo el ser humano se concentraría en las actividades económicas que le reportasen dinero más fácil y rápidamente. De esta manera, nos adentramos en lo que sin duda tenemos hoy: capitalismo e individualismo.
En las democracias despóticas, que funcionan mal, los individuos se preocupan únicamente de ganar más dinero, se cierran en sus círculos más pequeños y empiezan a ver al otro como un objeto de intercambio, como una oportunidad, y no como un ser humano. Es el individualismo, primer rasgo de una democracia que funciona mal. En la época de Tocqueville las familias eran extensas, se tenía relación con primos lejanos, y se consideraban parientes. Este precursor de la sociología clásica vaticinó que esos grupos cada vez se reducirían más y más, hasta que la soledad se impondría como característica social: más gente viviendo sola y más gente sola. Acertó de pleno, como ya hemos visto.
Esta situación social, de individualismo y capitalismo entendido como la búsqueda inmediata de la riqueza personal, provocaría la tiranía de la mayoría. Esta tiranía consiste, según Tocqueville, en la adscripción de la gente a corrientes de pensamiento populares sobre diferentes temas, sin haberse parado a pensar en ellas. Porque no hay tiempo. El tiempo es para el trabajo, para producir, para crear riqueza, y no tenemos tiempo de pensar, de reflexionar, de dudar, de debatir.
Por tanto, cedemos nuestra capacidad de pensar a otros, que lo harán encantados. No pensamos, nos «piensan». Y nosotros, inocente y servilmente, decimos que esa opinión que «nos han pensado» es la nuestra, sin atrevernos a contradecir a la opinión pública mayoritaria. Mansamente nos sumamos a la corriente, a la avalancha, de lo «políticamente correcto», que nos intenta hacer ver que todo el mundo está de acuerdo con los postulados oficiales. Pero ¿quién dicta esa opinión pública? ¿Unos medios de comunicación subvencionados por el Gobierno? ¿Qué intereses hay detrás de que se favorezcan determinadas posiciones? Lo primero que debemos plantearnos es si tan siquiera llegamos a ser conscientes de en qué tela de araña hemos caído, pues sus muñidores saben bien cómo camuflarla entre palabras tan altisonantes como vacías de contenido.
Tocqueville no veía fácil la solución. Si antes se apresaba al tirano y se lo destituía, ¿cómo vamos a destituirnos a nosotros mismos? Ese es el mayor problema político al que nos enfrentamos. A la tiranía de la mayoría, unida al individualismo y la obsesión por el bien material, se añade el consiguiente crecimiento excesivo del Estado, el cual aprovecha esos vacíos político-sociales para aumentar su poder, convirtiéndose «en el jefe de cada ciudadano, [...], su intendente y su cajero [...], penetrando así hasta lo más profundo del alma de cada uno». Y estas son las causas principales que desvirtúan el sistema democrático.
La encrucijada mundial, página 162
La encrucijada mundial, página 245
La encrucijada mundial, página 247
La encrucijada mundial, página 258
La encrucijada mundial, página 354
La encrucijada mundial, página 407
La encrucijada mundial, página 421
La encrucijada mundial, página 422
La encrucijada mundial, página 423
La encrucijada mundial, página 425
La encrucijada mundial, página 462
La encrucijada mundial, página 464
La encrucijada mundial, página 470
La encrucijada mundial, página 471
La encrucijada mundial, página 478
La encrucijada mundial, página 482
La encrucijada mundial, página 483
La encrucijada mundial, página 494
La clave para comprender la idoneidad del principio de las mayorías reside, principalmente, en que quienes las ostentan, junto a las minorías, deben remar en la misma dirección, que no es otro que el bien común de la nación a la que representan. Los políticos están obligados a entenderse en favor de los ciudadanos que les pagamos el sueldo, los gastos asociados, las prebendas de por vida que algunos disfrutan y los honorarios de sus diversos asesores.
Vivir para la política, pero no de la política
¿Por qué será que todo el que llega por la vía de la política a determinados puestos en las instituciones intenta permanecer a todo trance? La política debe ser un medio para servir, no para vivir de ella a costa de los ciudadanos, de todos, no solo de los que escogen a uno u otro político en unas listas nacidas, en la mayoría de los casos, del interés personal, no del interés general.
Obviamente, los políticos deben tener un sueldo acorde con sus altas responsabilidades, pues estar bien pagados asegura que los mejores tengan interés en acceder a estos puestos, más allá del prestigio personal que les pueda otorgar. Pero eso implica que deben estar todavía mejor supervisados, para velar de forma permanente por que no cometan ni el menor de los abusos, pero también para controlar su grado de eficacia. Si bien este aspecto es clave para contar con políticos de calidad, los mejores y más capaces, siempre habrá quien esté en contra, sea por envidia o por desconocimiento de la labor que hacen —o que deberían hacer— los altos cargos públicos.
Hemos visto que los problemas que presenta la partidocracia actual son muchos y graves. Pero también hemos intentado aportar soluciones, que las hay. ¿Las adoptamos? Por probar no perdemos nada, y a peor es difícil que vayamos.
La encrucijada mundial, página 506
La encrucijada mundial, página 507
El ser humano es social. Necesita de los demás para ser feliz. De la familia, de amigos, de una pareja, de la persona que siempre lo atiende en la panadería o en la cafetería. Las relaciones sociales son básicas, innatas e inherentes al ser humano, y por eso vivimos en sociedad. Pero vivir en sociedad entraña sus consecuencias. Es aceptar que todos somos diferentes y que no podemos ser exactamente iguales, ni tenemos obligatoriamente que serlo. La igualdad ha de ser entendida como igualdad de acceso a las oportunidades. Pero no todos vamos a valer para hacer lo mismo porque somos diferentes. De ahí el segundo problema, la meritocracia. Vivimos en sociedad porque necesitamos a las personas. Cada persona es única, piensa diferente y actúa de forma distinta a las demás. Para poder convivir pacíficamente existen las normas, que son las que nos regulan a todos. Y deberían de ser eso, reguladoras de la convivencia entre personas diferentes, y no ir encaminadas hacia la consecución de una sociedad homogénea, porque sería una incongruencia. Además de una mentira, que inevitablemente estallaría en algún momento. Partiendo de que el ser humano necesita a la sociedad, y de que la sociedad es el espacio inclusivo de la alteridad, este nuevo individualismo de «tú, te, contigo» perjudica la esencia de lo que es vivir en sociedad. Hemos crecido en la cara buena del mundo, donde nos han hecho creer que somos especiales, los mejores, y que nuestro destino en la vida es llegar a ser alguien, algo grande. Quizá porque venimos de familias que vivieron guerras mundiales y civiles a lo largo del siglo XX, conocieron las penurias, las crisis económicas... Para cumplir ese fin, todos nos formamos, estudiamos. Pero el resultado es que la mayoría de los jóvenes tiene trabajos precarios. Independientemente de su esfuerzo. Obviamente hay de todo, como siempre ha sucedido. Pero la precariedad y el paro son las situaciones más habituales.
Este problema está relacionado con la meritocracia. El axioma «si te esfuerzas, lo consigues» es solo verdad a veces. Si no te esfuerzas, desde luego que no lo conseguirás, pero, aunque lo hagas, puede que tampoco lo consigas, el resultado no está garantizado. Y cuando no se consigue, a pesar del esfuerzo, aparece la frustración. Una frustración que aumenta con las redes sociales, donde nada es real y mucho menos social. Nadie es feliz con su vida, y constantemente recibe inputs de personas que «lo han logrado», que aparentemente son «felices». Y entonces ocurren dos cosas: la frustración se hace mayor, pudiendo generar problemas de salud mental; o se plantea la ruptura con el sistema. ¿Por qué, si yo he hecho todo lo que tenía que hacer, no soy rico, famoso, tengo un buen trabajo, puedo independizarme, etcétera, etcétera? Tengo derecho a lo mismo que esa persona. Y aquí surge una tercera batalla... ¿Deseas ser como esa persona o tienes derecho a ser como esa persona? El origen vuelve a estar en la diferencia. Somos diferentes, las circunstancias de cada uno son diferentes, las decisiones que se toman a lo largo de la vida, también. Decir que independientemente de donde nazcas podrás llegar a lo que quieras es mentira. Nadie elige nacer en una familia o en otra, en un sitio o en otro. Claro que habrá casos de personas excepcionales. No son la mayoría. El problema es creer que «cualquiera puede hacerlo». Que, si trabajas mucho, tú también podrás. Luego, trabajas mucho, pierdes muchísimo poder adquisitivo en comparación con tus padres, pagas una barbaridad de impuestos (por ejemplo, una desorbitada cuota de autónomos, ¿quién va a emprender así?), tampoco puedes confiar en herencias o sucesiones porque muchas veces tienes que renunciar a ellas. Y mientras, aumenta el gasto público por todos lados, y no en prestaciones sociales precisamente. Cuando aparece alguna prestación social e intentas acceder a ella, te das cuenta de que no entras dentro del baremo. Por ejemplo, el bono de ayuda al alquiler. ¿Qué tienes que hacer si no quieres emigrar? ¿Opositar? ¿Entrar en la Administración Pública? Pero ¿por qué alguien iba a querer un país en el que todo fuera sector público y solo hubiese funcionarios del Estado? Es realmente frustrante.
No sé cuál es la solución. La opción de retirarse y vivir apartado del mundo, desaprendiendo las prioridades de estos tiempos y reencontrando el origen o la esencia humana, no puede estar sobre la mesa. Al contrario, es el trabajo desde dentro, por y para la sociedad, el que sin duda tendrá resultados más fructíferos, por más que sea más costoso, y a veces hasta doloroso. Pero no queda otra opción. Lo demás sería perder la esperanza, y eso es lo único que sigue dando ánimos a la juventud: la ilusión en un mundo mejor y más justo.
La encrucijada mundial, página 559
La encrucijada mundial, página 565
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