Siegfried Kracauer

"Así como el viaje se ha reducido a pura vivencia del espacio, la danza se ha convertido en una escansión del tiempo. Una vez terminado el sueño del vals, pasada la minuciosamente regulada alegría de la Française, y lo que se implica en esa danzante ceremoniosidad de amable galanteo, de delicado encuentro en este medio sensual, sólo la vieja generación es, en todo caso, la que trata todavía de conjurarlo. La danza moderna de sociedad, ajena a la estructura de los vínculos vigentes en los estratos intermedios, se inclina a la representación pura y simple del ritmo; en lugar de llevar a expresión determinados contenidos en el tiempo, es en éste en donde encuentra su auténtico contenido.
Si la danza fue en sus comienzos un acto cultual, hoy es un culto del movimiento; si antaño era el ritmo una manifestación erótico-anímica, hoy es el ritmo autosuficiente el que querría despedirse de las significaciones. Un tempo que no quiere más que a sí mismo: ésta es la secreta intención de los aires del jazz, por muy negra que sea la impronta de su procedencia. Se esfuerzan en llevar a su extinción la melodía y en desarrollar cada vez más largas las cadencias que designan el ocaso del sentido, porque en ellas se desvela y se consuma la mecanización ya instalada en la melodía. El hecho de que lo que aquí se cumple es el giro desde lo significado con el movimiento al movimiento que sólo se significa a sí mismo, lo demuestra también el uso de las figuras debidamente podadas por los profesores de danza parisinos. El encadenamiento no es determinado por una ley objetiva del contenido a la que se ajustaría asimismo la música, sino que crece libremente a partir de los diversos impulsos del movimiento que se orientan por ella."

Siegfried Kracauer
Estética sin territorio


"[Las imágenes fotográficas] son modos de ser que aún carecen de nombres."

Siegfried Kracauer



"París, la ciudad de la luz, aparecía en pantalla como una ciudad de luces de neón y aventuras frívolas. Cuando en los filmes parisienses alguna mujer temía perder a su esposo inconstante se disfrazaba, sin más, iba al Moulin Rouge y allí reconquistaba al fugitivo. Estas películas no tenían nada en común con los poemas cinematográficos llenos de gracia de René Clair; evocaban más bien uno de aquellos autocares "Paris-at-night" que, en la preguerra, transportaban rebaños de turistas de un lugar de placer a otro.
El paraíso de los paraísos era Viena. Cualquier anticuada opereta vienesa era trasladada a la pantalla, siempre que ofreciera una oportunidad de huir del prosaico mundo republicano hacia los días de la extinta monarquía de los Habsburgo. Adiestrado en novelar románticamente el pasado, Ludwig Berger llevó a la pantalla Ein Walzertraum (El sueño de un vals, 1925), opereta de Oscar Strauss: uno de los pocos filmes alemanes que conocería el éxito en América. Este modelo de film-opereta no sólo satirizaba la vida de la corte con un encanto emparentado con el de Lubitsch sino que mostraba también aquella Viena encantada que iba a frecuentar la pantalla de allí en adelante. Sus típicos componentes eran gentiles archiduques, tiernos coqueteos, decoraciones barrocas, habitaciones de Biedermeier, gente cantando y bebiendo en los jardines de restaurantes suburbanos, Johann Strauss, Schubert y el viejo y venerable emperador. La imagen persistente de esta utopía retrospectiva eclipsaba la miseria de la Viena del siglo XX. Incidentalmente, la mayoría de los filmes de Federico incluían episodios con oficiales austríacos que bien podían haber aparecido en aquellas mescolanzas vienesas. Eran complacientes y amantes de la música: la benevolencia condescendiente con que se los describía implicaba que tan afeminados enemigos serían fácilmente vencidos.
Las necesidades escapistas determinaron también la forma de las películas documentales: los Kulturfilme, como se los llamaba en Alemania. Desde 1924 en adelante, cuando ningún otro país se preocupaba mucho por esta clase de películas, Ufa las producía con un celo ocasionado principalmente por factores económicos. Las dificultades específicas de la crisis de estabilización imponían temporariamente la reducción de los filmes de entretenimientos de largo metraje. Las compañías filmadoras sobrevivientes, con Ufa a la cabeza, consideraron conveniente, por lo tanto, orientarse hacia la producción de temas cortos y, en el despertar de este desarrollo, los documentales ganaron naturalmente importancia. Quizá también ellos debían algo a la curiosidad por lo exterior que prevalecía de los años de introspección."

Siegfried Kracauer
De Caligari a Hitler. Historia psicológica del cine alemán


Yo era aún un niño cuando vi mi primera película. Tuvo
que causarme una impresión embriagadora, porque de
inmediato resolví poner la experiencia por escrito. Por lo que
puedo recordar fue ése mi primer proyecto literario. No
sé si alguna vez llegó a materializarse, pero lo que no he
olvidado es su pomposo título, que apunté en una hoja
tan pronto volví a casa: "El cine como descubrimiento de
las maravillas de la vida cotidiana". Y tengo todavía
presentes, como si fuera hoy, esas maravillas. Lo que tan
profundamente me había emocionado era una vulgar calle de
suburbio, llena de luces y sombras que la transfiguraban.
Había varios árboles, y en primer término, un charco
en el que se reflejaban las fachadas invisibles de las casas y un
trozo de cielo. De pronto, una brisa agitaba las sombras,
y las fachadas y el cielo, allí abajo, empezaban a oscilar.
El tembloroso mundo de arriba en el charco turbio: esta
imagen jamás me ha abandonado.

Siegfried Kracauer







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