Vicente Lampérez y Romea

"La Basílica de San Julián y Santa Basilisa, en los Prados de Oviedo, es lo único que subsiste de la villa que Alfonso II fundara en las cercanías de su corte, y en la que construyó palacios, baños y triclinios. Los cronistas antiguos dedicaron grandes alabanzas a la obra del rey Casto, especialmente Sebastián de Salamanca y el Albedense. No hay noticia exacta de la fecha de la consagración del templo, y sólo la conjetural de que fue a poco del año 816, en el que se verificó la última de las excursiones mahometanas en Asturias. En los días de Alfonso el Magno pasó de realenga a monástica; luego descendió a humilde priorato. En el siglo XVIII fue objeto de bárbaras adiciones y revocos, con lo que llegó al XX profundamente desfigurada. Tal como la conocieron los historiadores y arqueólogos de esta época era una basílica de tres naves, con otra de crucero, muy elevada; tres ábsides cuadrangulares, un recinto en el lado del Evangelio de aquella nave, un pórtico prolongadísimo en el frente, tripartido cerca del ingreso a la iglesia, y un cuerpo adicionado en el lado de la Epístola. Interiormente, las naves estaban cubiertas con bóvedas de medio cañón, con lunetos; exteriormente, un escandaloso revoco blanco y gris daba al vetusto edificio del siglo IX, un aspecto de vulgarísima iglesia pueblerina. Sólo por la fachada posterior se conservaba su ancianidad, viéndose los testeros de los ábsides, las ventanas arqueadas y con cierres calados, y en lo alto, un característico ajimez de estilo latino-bizantino. Emprendidos los trabajos de investigación y restauración, se demolieron desde luego las partes conocidamente adicionadas en el siglo XVIII, se picaron los revocos y se derribó la bóveda que cubría las naves; después se hicieron obras de reconstitución, que el señor Selgas expresa lealmente en su Monografía, por respetos arqueológicos y porque, si acaso hubo error, conste siempre."

Vicente Lampérez y Romea
Basílica de San Julián y Santa Basilisa


"La Catedral vieja de Lérida es un magnífico monumento de la transición románico-ojival, con algunas influencias mudéjares, en el que brilla una singular unidad, no obstante lo vario de los detalles. Tiene planta románica, de cruz latina, con brazos muy extendidos, cinco ábsides semicirculares (uno de ellos desaparecido) y tres naves en el brazo mayor, que es muy corto y desproporcionado con relación a las dimensiones del crucero, acaso por imposiciones del emplazamiento. Los pilares son muy gruesos, de núcleo prismático y robustas columnas en los frentes y en los codillos. Las bóvedas son, o fueron, de horno en los ábsides, y de crucería, muy recias, en todos los tramos. El contrarresto se obtiene por enormes contrafuertes. Las ventanas, de arco de medio punto, tienen gruesas columnas en las jambas. En los brazos del crucero hay sendas torres-escaleras. Elemento un tanto avanzado de estilo, sobre el resto de la Catedral, es la linterna del crucero, octogonal, sobre trompas cónicas, con bóveda de nervios y altas ventanas de arco apuntado; ejemplar de la serie a que pertenecen las de la Catedral de Tarragona y de San Cucufate del Vallés, y algunas otras, en Cataluña.
Notabilísima es la riqueza de los capiteles, que ya llamó la atención del P. Villanueva, a pesar de sus exclusivismos clásicos. En su inspiración pertenecen a los más variados tipos románicos; así, los hay de entrelazos serpeados; de fantásticas alimañas afrontadas, de abolengo oriental; de imitación o recuerdo clásico; de historias más o menos reales, etc., etc. Pero en la ejecución se nota ya la manera de la época ojival. La serie constituye una de las más estupendas colecciones de escultura decorativa de toda España."

Vicente Lampérez
La catedral vieja de Lérida



“Queda al arquitecto el cuidado de "rehacer" lo menos posible, de no "inventar" nada, de prescindir de su personalidad, procurando ser el continuador del que hizo el monumento.”

Vicente Lampérez




 “ "Respetad los monumentos"-dicen los conservadores a los restauradores- imitando a los ingleses, que por no tocarlos no podan la yedra que por sus muros trepa. Poética frase en verdad; pero a la cual puede oponerse que como el tiempo, no tan respetuoso como los ingleses “toca” incesantemente al muro, llega  un día en que si no se reconstruye aquel de nuevo y por completo, perece el monumento… y la yedra cuidadosamente conservada. De modo que hay que optar o por quedarse sin monumentos o por restaurarlo.”

Vicente Lampérez



“Restaurar un edificio antiguo es volver a construir partes arruinadas, o a punto de arruinarse, en el mismo estilo arquitectónico original.”

Vicente Lampérez











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