José Antonio Caravaca DISTORSIÓN. Ovnis, apariciones marianas, bigfoots, hadas, fantasmas y extrañas criaturas ¿una teoría explicativa?



Cada día lo tengo más claro. Los ovnis son, con casi toda probabilidad, el misterio más grande y apasionante al que nos hemos enfrentado hasta ahora —si dejamos a un margen la posibilidad de existencia de vida después de la vida y el controvertido y eterno problema de la existencia de los dioses—. Tras más de siete décadas desde que el fenómeno eclosionó, justo después de finalizar la Segunda Guerra Mundial, cuando el terror rojo comenzaba a hacer mella en la conciencia global de Estados Unidos; tras miles de avistamientos; tras centenares de libros, artículos y documentales, seguimos sin saber qué son.
 
José Antonio Caravaca
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Fue el comandante retirado Donald E. Keyhoe, reconvertido a investigador ovni, que publicó en enero de 1950 un célebre reportaje titulado «The Flying Saucers Are Real» en la conocida revista TRUE. En las páginas de esta publicación, que fue todo un éxito de ventas, se leía: Durante los últimos 175 años, el planeta Tierra ha sido objeto de un examen sistemático a corta distancia por observadores vivos e inteligentes provenientes de otro planeta [...] Es la opinión de TRUE que los platillos volantes son reales y que no proceden de ningún enemigo de la Tierra. También es opinión de TRUE que las Fuerzas Aéreas y el Proyecto Saucer están haciendo un trabajo importante para salvaguardar la seguridad de los Estados Unidos. Los platillos no son una broma. Y así nació un binomio casi inquebrantable hasta la fecha: ovnis = extraterrestres.
 
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Sin embargo, el análisis de los encuentros cercanos nos demuestra que la mayoría de los encuentros cercanos con ovnis, aunque dentro de un «esquema» básico, tienen una caótica y nada repetitiva «puesta en escena» que muta de forma admirable, de un caso a otro. No en vano, los ufólogos tardaron algún tiempo en aceptar este tipo de experiencias más próximas dentro del paradigma debido al gran número de incongruencias que contenían y su evidente contradicción con los postulados de la HET. Aunque quizás lo más extraño de todas estas experiencias, y que de alguna manera apuntaló la veracidad del fenómeno, es que personas sin conocimiento alguno sobre ovnis pudieran experimentar sucesos análogos en diferentes partes del mundo.
 
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Sobre las actividades que llevaban a cabo los humanoides una vez han puesto un pie en tierra, se podían dividir, básicamente, en tres grandes grupos:
 
1. La recogida de muestras del entorno: plantas, tierra, piedras.
2. La reparación de la aeronave.
3. La inspección ocular de los alrededores.
 
Sin embargo, en contra de todos los augurios, la casuística se reveló contra los pronósticos y los relatos de aterrizajes aportaron, si cabe, mayor misterio y sobre todo mayor anarquía y absurdo a los avistamientos de ovnis. En este caso, la cercanía se transmutó, cual alquimia imposible, en lejanía, ya que los informes que llegaban a manos de los ufólogos eran todos diferentes y cada uno de ellos parecían contener detalles únicos y exclusivos que no volvían a repetirse en otro evento. De la lectura de estos sucesos se deducía que prácticamente existía un tipo de extraterrestre (en fisionomía) y un platillo volador (en forma y tamaño) por cada testigo que lo observaba
 
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¿Una locura verdad? ¿Puede una nave de semejante tamaño aterrizar sobre la azotea de dos viviendas, casi en medio de la capital malagueña, y pasar desapercibida para todos los vecinos? Pues esto, ni más ni menos, es lo que nos ofrece el estudio, sin tapujos y sin censura, de los platillos volantes. Una autentica batería sin fin de increíbles historias capaces de tumbar al más sensato y que, sin embargo, se acogen de forma extraordinaria a los mismos patrones que encontramos en los casos más «serios» y documentados. O lo que es lo mismo, las descripciones de ambas caras de la moneda suelen ofrecer, prácticamente, el mismo nivel de evidencias y el mismo grado de respetabilidad en cuanto a la supuesta honorabilidad de los testigos. Es decir, la credibilidad, en cuanto a sinceridad de los testimonios, que despiertan ambos extremos, es la misma; lo que ocurre es que una parte es casi imposible de creer. Pero ¿cómo es esto posible? ¿Se trata de engaños o efectivamente estos episodios obedecen a eventos reales? ¿Qué se esconde tras las incursiones de ovnis en nuestro mundo?
 
José Antonio Caravaca
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Al lector no habituado a enfrentarse a la perturbadora literatura ovni le puede sorprender que una mínima parte de los avistamientos que se han registrado estén provocados por objetos en forma de platillo volador o disco, aunque precisamente estos sean los más divulgados por la prensa, la literatura o el cine. Y es que, entre los miles de avistamientos ovnis recogidos por todo el planeta, podemos toparnos con casi cualquier forma y tamaño que seamos capaces de imaginar para un hipotético vehículo espacial extraterrestre: naves triangulares, esféricas, planas, cuadradas, piramidales, alargadas o poliformes han sido observadas sobrevolando nuestros cielos o tomando tierra en nuestros campos o desiertos. Pero ¿es esto posible? ¿Puede existir tal variedad de naves extraterrestres visitándonos?
 
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Parece que aquella visión ocurrió exclusivamente para el testigo… Y es que este factor es otra inexplicable característica que encontramos insertada en muchos incidentes ovni. El tiempo parece detenerse e incluso parece que la vida, fuera de la «burbuja» donde se está produciendo el avistamiento, se detiene o permanece al margen de estos hechos. Por ejemplo, los vehículos no circulan por la calle, los vecinos no se ven afectados por los fenómenos, etcétera…
 
José Antonio Caravaca
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Dentro de la casuística ovni, el espectacular apartado de los encuentros cercanos es el que nos ofrece la mayor cantidad de material desconcertante para el análisis. Y aunque la mayoría de los ufólogos no recogen o no se hacen eco de este tipo de eventos en sus escritos, eso no quiere decir, ni mucho menos, que no sucedan.
 
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Pese a todo lo dicho, nadie puede negar a estas alturas que los ovnis son reales e incuestionables, a la par que inexplicables por nuestra ciencia actual. Lo que ocurre es que la no aceptación del paradigma a nivel general viene determinada porque aún no hemos sido capaces de precisar y concretar a qué nos enfrentamos realmente. Y es que los ovnis desconciertan a propios y extraños. Y toda esta confusión se origina porque sus furtivas incursiones parecen moverse entre dos universos supuestamente antagónicos, el físico y el psíquico, el real y el imaginario. Y es que los platillos volantes parecen surgir de una dimensión desconocida para manifestarse en una etérea frontera que se cruza con nuestra realidad, donde lo tangible y lo quimérico se hacen posible en una mágica conjunción. Como si se tratara de una alquimia imposible. Y esa, precisamente, es la pista que tenemos que seguir para esclarecer el enigma. Los ovnis, al igual que el fabuloso reino descubierto por la joven Dorothy en la novela The Wonderful Wizard of Oz (El maravilloso Mago de Oz, Lyman Frank Baum, 1900), encierran un secreto oculto entre falsas «apariencias», «espejismos» y «trucos de magia», y solo atravesando este hipnótico «velo» llegaremos a desvelar el misterio…
 
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Mis investigaciones se han centrado en un campo muy concreto de estudio, los numerosos e inexplicables encuentros con extrañas entidades registrados a lo largo de la historia, en los que podemos circunscribir perfectamente los denominados encuentros cercanos con ovnis.
 
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Después de muchas pesquisas, el Proyecto Blue Book admitió el caso como no identificado, convirtiéndose en el único informe ovni AUTENTIFICADO por el gobierno de los Estados Unidos que engloba aterrizaje, visión de humanoides y marcas en el terreno. El mayor Héctor Quintanilla, que, recordemos, estuvo al mando del Blue Book entre 1963 y 1969, y que era célebre por su extremada sobriedad y exacerbado escepticismo en relación a la problemática ovni, decía que el avistamiento de Socorro era «el caso mejor documentado de la historia».
 
En una entrevista para el famoso programa Misterios sin Resolver (1995) el capitán Richard T. Holder, uno de los militares involucrados en la investigación gubernamental del incidente ovni de Socorro, habló abiertamente de su participación:
 
Mi primera impresión fue que necesitaba algún tipo de ayuda. Ya sabes, primeros auxilios, atención o, en el mejor de los casos, protección. Cuanto más me metía en ello, menos convencido estaba de qué se trataba de este caso. Buscamos alrededor para tratar de averiguar si podíamos hallar cualquier evidencia de algo que nos hiciera creer que aquello era una broma. No encontramos nada. Todo lo que vimos parecía apoyar la historia que contó el oficial Zamora. Mi impresión tras hablar con él, era que estaba desconcertado. Quería una explicación. Nada de lo que oí más tarde me dio la más ligera pista de que esto fuera un engaño, o que se preparó para buscar fama o fortuna. Creo que Lonnie Zamora era un buen policía y un hombre honesto que informó, de como él se sentía ante algo mucho más allá de su experiencia personal. ¿Era algo terrestre..., extraterrestre? No tengo ni idea».
 
Incluso, el hijo del Capitán Richard T. Holder, con el que mantuve varios contactos vía email, me realizó una insólita revelación. Según me confirmó, existe un informe elaborado por su padre que nunca ha visto la luz, ni ha sido objeto de ninguna desclasificación. En dicho reporte se encontrarían muchas claves ocultas de éste célebre suceso. Estas fueron sus palabras:
 
Existe un reporte adicional relacionado con mi padre que nunca ha salido a la superficie. Su informe original y completo, que incluía muchos más detalles, incluyendo algunos no conocidos por el público, debido a sus superiores, nunca ha sido mencionado o visto. El breve informe que hizo, incluido en los casos del Proyecto Blue Book que han sido desclasificados, no corresponde a este informe del que te hablo. Así que ¿dónde está la copia de su informe ahora que los registros son públicos?
 
Y lo más importante: ¿qué nos puede aclarar del considerado mejor avistamiento ovni de toda la historia? Richard me aseguró que el incidente no era ninguna «broma» añadiendo que: «Mi padre siempre hablaba muy bien de Lonnie Zamora, y creía la historia de lo que pasó casi al cien por cien. Mi padre dijo que no encontró nada… antes, durante o después del avistamiento que lo conectará a cualquier posible prototipo secreto o proyecto».
 
José Antonio Caravaca
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La esencia del fenómeno ovni, o sea, la idea que tienen en mente muchos investigadores y aficionados al tema cuando se habla de esta cuestión, queda retratada a la perfección en el suceso de Socorro, ya que, en la experiencia de Zamora encontramos, en un mismo caso, el aterrizaje de un ovni a plena luz del día, el descenso de sus pequeños ocupantes, una serie de informes oficiales, y, para mayor credibilidad, la zona queda cubierta de múltiples huellas y rastros. ¿Se puede pedir más a un incidente ovni? Sin duda, esta «escena» transmitía un mensaje diáfano y fácil de asimilar para cualquier persona, incluso, sin conocimientos previos del fenómeno. Y es que, sin mucha imaginación, podríamos interpretar la narración de Lonnie Zamora como un aterrizaje «alienígena» en toda regla. Una prueba de que los extraterrestres han puesto un pie sobre la Tierra. Tal y como llegó a decir el Dr. Hynek en su clásico libro The Hynek UFO Report (El informe Hynek, 1977): «de todos los Encuentros Cercanos del Tercer Tipo, este es el que con más claridad sugiere la presencia de un aparato volador real y concreto, acompañados de ruidos y propulsión». Entonces, ¿podemos certificar que estamos siendo visitados por alienígenas? ¿Corresponden los cientos de avistamientos ovnis que se producen en el mundo a una orquestada exploración extraterrestre de nuestro planeta? Pues nos tememos que la cosa es algo más compleja. Y no tendremos que trasladarnos mucho en el tiempo, con respecto al caso de Socorro, para comprobar el tremendo revés que nos ofrece el fenómeno ovni para desmoronar todas las edificaciones teóricas que intentemos plantear sobre su naturaleza…
 
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El efecto Matrix: la bala «mágica»
 
El 25 de octubre de 1974, Carl Higdon, de 41 años, había decido ir a cazar al Parque Nacional de Medicine Bow, en Wyoming (USA), con su amigo Gary Eaton. Por el camino decidieron parar para auxiliar a un par de cazadores que tenían problemas con su vehículo. Estos, en agradecimiento, les informaron de un paraje remoto donde había buena caza. En aquellos instantes Higdon no podía ni imaginar que aquella conversación cambiaría su vida para siempre al variar su ruta establecida. Serían las 16:15 horas cuando Higdon, tras separarse de su compañero, encontró un grupo de alces en medio de un claro. Tras apuntar con su rifle al macho de mayor tamaño, apretó el gatillo esperando hacer blanco. Entonces ocurrió lo imposible. Higdon comprobó pasmado como la bala salía del rifle, a escasa velocidad, sin hacer el menor ruido, cayendo inexplicablemente a tan solo quince metros de distancia. Inmediatamente, el testigo sintió como una «campana de silencio» envolvía los alrededores.
 
¡No podía creer a mis sentidos! —Dijo Higdon a los investigadores—. En lugar de una poderosa explosión, la bala de siete milímetros surgió del cañón de la pistola sin hacer ruido y a cámara lenta. Flotaba como una mariposa [...] Yo estaba asombrado. Me quedé helado. A mi alrededor había un silencio doloroso. No se oía ni el canto de un pájaro o el susurro de las hojas en los árboles cercanos. La única sensación que podía detectar era una sensación de hormigueo que se arrastró por mi columna vertebral. Esto es similar a la sensación que se dan a menudo antes de una feroz tormenta, cuando el aire está cargado de electricidad estática.
 
Tras escuchar el chasquido de una rama rompiéndose, el testigo se giró para ver aparecer un insólito humanoide de 1,80 metros de altura y unos ochenta y un kilos de peso. Vestía un ajustado traje negro de una sola pieza, con un cinturón metálico en su cintura y dos bandas que le cruzaban el pecho. Su rostro, de color amarillo, era bastante peculiar. Sus ojos eran pequeños y de aspecto oriental, carecía de orejas y la boca no tenía labios. En la boca eran visibles grandes dientes en su parte inferior y superior. El cabello era muy grueso, puntiagudo y de la frente le surgían dos antenas. Su rostro no tenía barbilla y simplemente se extendía hasta la base del cuello. Sus brazos terminaban, uno en un apéndice cónico y el otro, simplemente, en la manga de forma recta, en vez de manos. El humanoide le dijo, en inglés, que se llamaba Ausso y le preguntó si tenía hambre. Entregó al testigo cuatro pastillas, que llegaron hasta el cazador levitando, y le dijo que podrían saciarle el apetito durante cuatro días. Junto al ser había un artefacto de aspecto transparente y de forma cuadrangular de 1,50 metros altura por dos de ancho y 1,20 de fondo. El humanoide le preguntó si quería acompañarle y, antes de que el cazador le respondiera, le apuntó con su extremidad puntiaguda, teletransportándole de forma instantánea hasta el interior del cubículo.
 
Antes de que yo fuera capaz de mover un músculo, me encontré dentro de este artefacto. Fui de forma instantánea. ¿Cómo pude caber dentro sigue siendo un enigma? Deben haberme reducido, esa es la única explicación que parece plausible... Yo no me atrevería a decir como lograron esta hazaña.
 
Desde el interior del objeto, el testigo, Higdon, observó los cinco alces que previamente había intentado cazar. Según narró a los investigadores, pensaba que los extraños visitantes le dieron aquellas píldoras para calmar su temor ya que se sintió, inusualmente, muy relajado y tranquilo en todo momento. Se hallaba sentado, con las manos inmóviles en los brazos del sillón y tenía un casco parecido al de los jugadores de futbol americano, del que surgían cuatro cables, dos de su parte superior y dos de los lados. Junto al estupefacto cazador estaba Ausoo y frente a ellos había una especie de consola donde había tres palancas de diferentes tamaños con letras escritas. Mientras Ausso manipulaba las palancas, le dijo que viajarían hasta su planeta a una velocidad de «260 kilómetros años luz», según las mediciones de los visitantes en una unidad de medida diferente a la nuestra. Al llegar, pudo observar un alto edificio en forma de aguja, parecido al Seattle´s Space Needle, pero rodeado de luces muy brillantes que molestaban la visión. Higdon que tuvo que cubrirse los ojos con sus manos. La nave aterrizó muy cerca de la base de la torre. Al descender junto a su misterioso acompañante a través de un ascensor, el cazador observó que, junto al artefacto, había un grupo de cinco personas de apariencia humana, un hombre canoso de cuarenta o cincuenta años de edad, una niña de pelo castaño de unos diez años, una chica rubia de unos trece, un joven de unos diecisiete, con cabello castaño, y otra chica rubia de una edad similar a este último. Todos estaban vestidos con ropa normal y parecían estar hablando entre sí tranquilamente. En una habitación, a la que fue conducido Higdon, le sometieron a lo que él consideró un examen médico por un «escudo transparente» que surgió de una pared.
 
Cuando fue devuelto a la Tierra, Higdon apareció junto a su vehículo, aunque en aquellos instantes no lo reconocía como de su propiedad. Eran las 23:00 horas del 26 de octubre. Se hallaba profundamente aturdido y no recordaba claramente cómo había llegado hasta aquella zona. El testigo utilizó la radio de su camioneta para pedir ayuda. Las ruedas motrices de su coche estaban hundidas en el barro y necesito de remolque para salir de aquel carril. Lo más desconcertante es que no existían huellas de neumáticos en la zona que indicaran cómo el vehículo había llegado hasta allí. Las autoridades le trasladaron hasta el Carbon County Memorial Hospital, situado en Rawlins. Debido a su desorientación vagamente pudo recordar a su esposa Marjery. Los médicos detectaron que el paciente presentaba dolores en la cabeza, el cuello y los hombros, además de una irritación extrema en los ojos y quemaduras en la piel. El análisis de sangre indicó que era muy rica en nutrientes y vitaminas. Incluso unos cálculos renales que padecía el testigo desaparecieron inexplicablemente, según comentó su médico personal. Así mismo, unas cicatrices que tenía en los pulmones, consecuencia de una tuberculosis que padeció en 1957, habían desaparecido.
 
La mujer de Higdon indicó que su marido apenas tuvo apetito hasta el día siguiente por la mañana, aunque se despertó hambriento. Sus compañeros de caza y su esposa informaron que, mientras le buscaban, habían visto unas extrañas luces verdes, rojas y blancas por la zona.
 
Posteriormente, Carl Higdon, que necesitó de hipnosis para recordar su experiencia nítidamente, dijo a los investigadores que fue devuelto a la tierra, según sus deducciones, porque tenía practicada una vasectomía y no interesaba para los propósitos de los visitantes. Además, entregó la misteriosa bala, que había conservado en su bolsillo durante toda la experiencia, a los investigadores para su estudio. Los análisis, encargados por el conocido grupo de investigación ovni APRO (Aerial Phenomena Research Organization), determinaron que el proyectil había impactado contra una superficie extremadamente sólida y que el resultado no podía ser efecto de la colisión con una piedra o un árbol de la zona. En septiembre de 1978, Carl Higdon fue sometido a la prueba del polígrafo por el Dr. Greenberg, consultor técnico del departamento de policía de Los Ángeles, junto a su colega el Dr. Sidney Walter, mediante uno de los aparatos más modernos de la época. El Dr. Greenberg concluyo al final de las pruebas lo siguiente: «Me veo obligado a admitir que algo absolutamente fantástico sucedió en la vida de este hombre. Las pruebas demuestran esto sin lugar a dudas.»
 
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Estoy convencido de que, si los platillos volantes se hubieran mantenido en el aire, volando de un lado para otro, sorprendiendo a pilotos y espantando a desprevenidos y honrados ciudadanos de a pie, el fenómeno ovni habría permanecido impoluto con su halo extraterrestre prácticamente hasta nuestros días. Pero, sin embargo, para irritación de muchos investigadores, los aterrizajes de estos «cacharros» tuvieron que estropearlo todo. ¡Y de qué manera! Ya que, en sus aproximaciones a tierra, y sobre todo en los denominados encuentros cercanos de tercer tipo, los ovnis desplegaron toda su «artillería» pesada con la única intención de devastar por completo nuestro concepto inicial sobre lo que podían ser aquellas «cosas». No hay duda de que los aterrizajes ovnis son los episodios que más datos nos pueden ofrecer sobre este apasionante enigma. La visión de las aeronaves y sus ocupantes a solo unas decenas de metros, cuando no, a tan solo un palmo de la mano de los testigos, ofrecían la oportunidad a los investigadores de obtener una valiosísima información sobre este fenómeno. Pero, al contrario de lo previsto por los especialistas, la casuística se rebeló desde sus inicios con el aparente propósito de acabar con la idea de los visitantes extraterrestres. Se produjo una curiosa paradoja. Como se dijo anteriormente, la proximidad se convirtió en lejanía y el conocimiento en desconcierto. El propio fenómeno actuaba como un «saboteador» encubierto para deshacer cualquier argumento o hipótesis que quisiéramos elevar para su resolución.
 
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El ufólogo Aimé Michel, en su libro The Truth About Flying Saucers (Los misteriosos Platillos Volantes, 1963), planteaba una curiosa hipótesis muy valorada en su época, las «ortotenias». El investigador galo sostenía que numerosos avistamientos ovnis que había recogido durante la oleada francesa de 1954 se desplegaban en una línea recta sobre un mapa.
 
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Existe tal discrepancia en los casos, que es prácticamente imposible establecer un estereotipo (retrato robot) de los presuntos extraterrestres que nos visitan o de sus platillos volantes.
 
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La fenomenología ufológica nos ofrece una autentica Torre de Babel indescifrable donde cada «caso» expone algo ininteligible para nuestros oídos. Cada suceso parece único en su especie. Y eso es una «norma» no escrita que se cumple a rajatabla. El mismo ovni nunca vuelve a aparecerse dos veces. La totalidad de los extraterrestres y sus naves nunca regresan…, nunca más vuelven a ser vistos en ninguna otra parte, como si su «vida» fuera efímera…, como la de los personajes de nuestros sueños, tan reales cuando los «percibimos» y tan quiméricos cuando despertamos…
 
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Prácticamente desde los albores de la ufología, el principal motivo de discusión y polémica dentro de la comunidad de investigadores ha radicado en la total ausencia de una respuesta coherente que sea capaz de explicar satisfactoriamente todo el endiablado entramado orquestado por los ovnis. Desde sus aspectos más claros y nítidos hasta los más confusos y absurdos. Desde la detección en radar de un objeto «físico», hasta la súbita aparición de una «monstruosa» entidad en mitad de un bosque. Desde las quemaduras registradas sobre la vegetación, hasta la vaporosa entidad que traspasa un muro como si fuera un fantasma victoriano… A lo largo de los años, la problemática ovni ha demostrado ser muchísimo más compleja y, sobre todo, muchísimo más asombrosa, de lo que la simplicidad esbozada por la HET puede abarcar. Y es que, ante el despliegue de tantos elementos extraños, incoherentes y hasta ridículos, parecía cada vez más inverosímil que los cientos de incidentes que se producían cada año estuvieran provocados por astronautas alienígenas tremendamente avanzados tecnológicamente que visitaban nuestro planeta con fines científicos, tutelares u de otro orden. Además, la abundancia de avistamientos ovnis parecía indicar que no había ni un solo lugar del planeta, por muy recóndito que fuese, que no hubiera recibido la visita de estos curiosos exploradores intergalácticos, que lo mismo se divertían entregando «galletas» a un asombrado testigo en Wisconsin, como abofeteaban a un niño en Cuenca
 
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El investigador Ignacio Darnaude, en su obra Hipótesis Explicativas de La Naturaleza, Origen y Propósitos de los Objetos No Identificados, anotaba que se habían formulado más de 300 hipótesis diferentes para explicar el fenómeno ovni, desde intraterrestres, atlantes o animales desconocidos hasta viajeros del tiempo, entidades vampíricas o demonios. Sin duda, un reflejo de que el estudio de la materia ovni no era tan sencillo como simulaban sus apariencias.
 
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En España, a mediados de los años noventa, una treintena de investigadores ovni, capitaneados por Pedro Valverde Tort y Ramón Navia, del Instituto de Investigaciones y Estudios Exobiológicos (IIEE), se reunieron en la ciudad de Valencia para debatir sobre la naturaleza esquiva del fenómeno. Las conclusiones de esta reunión se expusieron en el denominado Manifiesto del Proyecto Delfos(1995):
  • El fenómeno ovni es total o parcialmente extraño al problema de la vida extraterrestre, con la cual se ha pretendido casi siempre asociarlo y justificarlo.
  • Muchas de las manifestaciones del fenómeno ovni entran en los dominios de lo parafísico, nivel que por su naturaleza de alto contenido subjetivo puede escapar al análisis científico convencional.
  • Amplias redes de investigadores en Europa y América han conseguido reunir suficientes elementos informativos que prueban la pertenencia al dominio de lo parafísico de muchos de los fenómenos clasificados como ovnis.
  • Existe suficiente casuística de fenómenos que hoy se clasifican como ovnis y que han determinado una protohistoria del fenómeno inscrita en el marco de las antiguas mitologías y en el origen de religiones hoy institucionalizadas.
  • Estas manifestaciones no son más que una de las múltiples facetas de un plano de existencia o universo oculto, extraño a nuestro mundo material, que está sujeto a las leyes del espacio-tiempo.
  • Su interferencia en los asuntos humanos debe insertarse en el contexto de un verdadero complot oculto, orientado posiblemente hacia un nuevo orden mundial.
  • Se puede concluir que el fenómeno ovni y otras manifestaciones inexplicables tienen lugar en el plan de un vasto escenario de engaño.
  • Se concluye que este plan o complot ha interferido y sigue interfiriendo en la normal evolución del hombre y de sus capacidades psíquicas, por medio de la seducción de banalizar lo oculto, en una estrategia enfocada esencialmente hacia los jóvenes.
  • Esta acción abarca la manipulación psíquica, la sugestión mental, los estados alterados de conciencia, las modificaciones de la personalidad, el control telepático...
  • La continua presencia del fenómeno ovni y su interferencia a lo largo de la historia es una prueba evidente de la existencia de una intencionalidad y de una estrategia al servicio de un poder. Contrarrestar la finalidad de esta acción subversiva que se lleva a cabo tanto a nivel mental como físico, es la línea de trabajo que proponen desarrollar los miembros comprometidos en el proyecto Delfos.
 
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Pese a que la paraufología abrió un horizonte esperanzador para el estudio de los ovnis, las numerosas hipótesis surgidas de estos pensamientos volvieron a dejar el asunto en un limbo indeterminado donde todo parecía explicado, pero en realidad todo quedaba más o menos igual que antes de la «revolución». Y es que muchos investigadores siguieron defendiendo los viejos postulados, pero disfrazándolos con los nuevos ropajes ideológicos. Tras admitir el origen extradimensional de los platillos volantes, un buen grupo de ufólogos creían haber resuelto por fin todos los cabos sueltos del enigma, ya que bajo el manto de «otras dimensiones» o «universos paralelos» cabían, al parecer, casi todas las posibilidades. Ahora se reinterpretaba/explicaba toda la fenomenología extraña asociada a los ovnis (alteraciones temporales, diferentes tipologías, comportamientos absurdos) como resultado de los impredecibles efectos colaterales de la entrada de estos seres en nuestro universo. De esta forma, los hipotéticos visitantes extraterrestres, «etiquetados» ahora como entidades, sistemas de control, ultraterrestres o humanos del futuro, se dedicaban a hacer algo muy parecido, cuando no lo mismo, de lo que supuestamente hacían los extraterrestres, pero con un toque «mágico».
 
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Aunque pueda parecer lo contrario, la mayoría de los planteamientos teóricos surgidos al calor de la paraufología apenas lograron aportar luz al principal y más importante enigma propuesto por el cuerpo fenomenológico de los ovnis ¿Qué eran estas manifestaciones y qué pretendían? Y es que, bajo el indefinido paraguas del posible origen interdimensional del fenómeno, una de las premisas de la paraufología, se pretendía explicar de un plumazo el gigantesco galimatías acopiado por los investigadores a lo largo de las décadas en forma de interminables y desconcertantes informes de peculiares encuentros con naves desconocidas (anomalías temporales, comportamientos absurdos, infinitas morfologías). Pero, evidentemente, como se ha comprobado en capítulos anteriores, la mayoría de los incidentes con ovnis se rigen por una caótica y absurda puesta en escena que no puede explicarse tan fácilmente, aunque estos seres procedan de universos paralelos o del futuro. Los casos son los que son, independientemente de su origen. La casuística sigue siendo una sucesión de relatos sin «pies ni cabeza». Además, como nota significativa, hay que señalar que el fenómeno no nos trasmite ningún tipo de conocimiento digno de mención, ni de carácter científico, religioso o filosófico. Y es que, cuando decimos que muchos incidentes ovnis son absurdos y que parecen una auténtica locura, no es porque, como defienden algunos investigadores, los testigos sean incapaces de interpretar un «comportamiento» que se escapa a nuestro raciocino debido a que son seres que nos llevan años de «evolución». No nos dejemos engañar por esta premisa ampliamente aceptada. Estos episodios a los que nos referimos son perfectamente interpretables desde nuestra óptica. Son un «sinsentido» compuesto por una inagotable variación de elementos visuales y narrativos relacionados con la visitación extraterrestre. No se puede obviar, tan a la ligera, que estamos enfrentados a un complejo paradigma de amplias ramificaciones psíquicas, donde el testigo quizás sea la pieza más importante para comenzar a decodificar esta ecuación.
 
José Antonio Caravaca
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Es curioso, pero los investigadores de anomalías pocas veces sacan las narices de sus respectivos archivos y carpetas, es decir, de la especialidad que han elegido (ufología, parapsicología, criptozoología, marianología), para leer o interesarse por lo que recopilan otros estudiosos de lo heterodoxo, que, con el mismo afán y ahínco, incluso más que el suyo, buscan y se desesperan por encontrar una solución al mismo misterio, pero desde ópticas aparentemente enfrentadas. Y es que casi todos los implicados en estas cuestiones se dejan engañar por las «apariencias» de estos fenómenos, que parecen indicar que se hallan ante ecuaciones similares, pero con diferentes resultados. Pero esto es totalmente incierto. Solo analizando y revisionando en profundidad los distintos paradigmas asociados a la visión de enigmáticas «entidades» a lo largo de la historia podremos salir de este interminable laberinto. Y, aunque destacados investigadores han abierto las puertas para esta confrontación definitiva de enigmas, no han llegado al fondo del asunto, engañados, una vez más, por las apariencias; sin percatarse que más allá de las analogías evidentes, que tan solo representan las primeras capas del misterio, en el fondo subyace una de las claves más importantes para comprender el misterio de los ovnis… lo que nuestros ojos nos ocultan…
 
José Antonio Caravaca
DISTORSIÓN. Ovnis, apariciones marianas, bigfoots, hadas, fantasmas y extrañas criaturas ¿una teoría explicativa?
 
 

Cuando se examina detenidamente toda la casuística recogida sobre el Bigfoot se acredita que las manifestaciones de estas criaturas tienen una importante carga sobrenatural.
 
José Antonio Caravaca
DISTORSIÓN. Ovnis, apariciones marianas, bigfoots, hadas, fantasmas y extrañas criaturas ¿una teoría explicativa?
 
 
Pero ¿es posible esta increíble analogía entre apariciones aparentemente antagónicas? Parece claro que las manifestaciones sobrenaturales, cualquiera que sea su aparente origen, apariencia o mensaje, operan en unos niveles diferentes de nuestra percepción cotidiana. Recordar, simplemente, para que comprendamos lo complejo, amplio y diferente que puede ser el asunto de la percepción humana, que en neurofisiología se denomina sinestesia a la «asimilación conjunta o interferencia de varios tipos de sensaciones de diferentes sentidos en un mismo acto perceptivo. Un sinestésico puede, por ejemplo, oír colores, ver sonidos, y percibir sensaciones gustativas al tocar un objeto con una textura determinada».
 
José Antonio Caravaca
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Aunque el lector crea que las apariciones de la Virgen son fruto, exclusivamente, del irracional misticismo y la religiosidad de sus protagonistas, sobre todo niños y personas de escasa cultura, no es menos cierto que este tipo de encuentros guardan asombrosos paralelismos con el fenómeno ovni, las visiones de difuntos o los relatos de hadas y duendes.
 
José Antonio Caravaca
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Muchos autores han creído ver en los presuntos «prodigios» celestes asociados a las apariciones marianas modernos fenómenos ovnis, pero descontextualizados por la época, la incultura y la fe religiosa. Sin embargo, la postura que defiende este libro es que somos nosotros mismos los que contextualizamos estas manifestaciones en función de nuestro desarrollo intelectual y tecnológico. Lo que indicaría que no existe un fenómeno, de los llamados anómalos y que estudiamos en la actualidad, que prevaleciera sobre los demás en importancia y trascendencia.
 
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Esta mezcolanza de conceptos en «apariciones» diferentes han traído de cabeza a los investigadores y estudiosos. Desde hace varias décadas, multitud de ufólogos han comparado ciertas descripciones ofrecidas por los videntes marianos con las descripciones ofrecidas por los modernos testigos ovnis para denunciar que ambos fenómenos son, en realidad, uno solo. Aunque lo que ignoran estos ufólogos es que las visiones de extrañas manifestaciones celestes (luminarias, cometas, columnas de fuego, dragones, brujas, discos, cruces) han estado presentes a lo largo de la historia, y que el hombre ha visto y traducido estos prodigios como señales de la divinidad, mensajes de la madre naturaleza, o como augurios para cosechas, guerras o reinados. Pero esto no quiere decir que todos estos fenómenos aéreos sean en realidad «platillos volantes» mal descritos por nuestros antepasados. Simplemente, las anomalías que presenciaban les «ofrecían» ese concreto aspecto en función, sine qua non, de los pensamientos e ideas presentes en la época de la manifestación. De la misma forma, desde los mismos albores de la humanidad se han registrado miles de asombrosos encuentros con múltiples y diferentes entidades que parecían indicar que no estábamos solos en este mundo. Dichos seres, en la mayoría de las ocasiones, se han comunicado de forma ambigua y sin una intención clara, llenando de asombro y estupor a los desprevenidos testigos. Se los ha llamado daemones, hadas, demonios, elfos, enanos, ángeles, súcubos y toda una miríada de nombres para intentar definir a unas criaturas intermedias entre los hombres y los dioses, o, entre los hombres y un más allá confuso. Unas criaturas tan reales como vaporosas y tan ciertas como el vago recuerdo de un sueño. Y es por ello por lo que, en la reciente casuística ufológica, podemos encontrar, sin mucho esfuerzo, incidentes que sirven de puente con el folclore antiguo, con esas historias que se contaban al calor de la chimenea. Y seguramente, muchos de estos episodios contemporáneos, con su patina de modernidad disfrazada de viajes interestelares, en otro contexto socio/cultural hubieran tenido otra interpretación y desarrollo diferente a la visitación extraterrestre.
 
José Antonio Caravaca
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Y es que el esquema interno de estas asombrosas historias es básicamente el mismo. Solo cambia el aspecto externo de la manifestación. Los detalles superfluos. La imagen que observamos. De la religiosidad y lo sobrenatural pasamos a lo extraterreno y tecnológico, de lo sagrado a lo espacial. Pero en ambos casos el mensaje que se trasmite es el mismo. «¡Estamos aquí! ¡Puedes vernos! ¡Tocarnos! Pero no tenemos nada que contar… No traemos ningún mensaje concreto… ¡Solo las enormes ganas de exhibirnos! ¡Hablamos, pero no decimos nada!».
 
José Antonio Caravaca
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La opinión generalizada de la mayoría de estudiosos es que todos estos enigmas que hemos estado analizando por separado (seres elementales, apariciones religiosas y extraños homínidos, aunque muestran grandes reservas con el asunto de los difuntos) serían en realidad manifestaciones de un mismo fenómeno interpretado de diferente manera. Para algunos ufólogos está claro que todos estos casos son avistamientos ovnis que han sido mal interpretados por los testigos. Para ello se basarían básicamente en dos corrientes de pensamiento: En determinadas épocas, el testigo, por su condicionamiento cultural, social o religioso, interpretaría el descenso de una «nave espacial» como un suceso milagroso o de orden sobrenatural al no tener otro marco referencial con el que compararlo —como si podemos hacer nosotros actualmente, aseguran estos mismos estudiosos, con nuestra tecnología, la carrera espacial, o la «ciencia ficción» por ejemplo—.Por ello, en sus descripciones sobre su experiencia utilizarían elementos más cercanos a su vida cotidiana, hablando de hadas y duendes en determinadas épocas y culturas, o en con «terminología» propias de las creencias cristianas reinantes según la fecha. Aquí pondríamos de ejemplo el caso de los niños de Ibiza que se toparon con una entidad encapuchada junto al árbol. Según algunos ufólogos, en otras épocas y bajo una fuerte influencia religiosa, los niños protagonistas de esta misma experiencia reinterpretarían los elementos que componen esta «visión» como una Virgen o un ángel. Al no disponer de ninguna otra mejor opción informativa con la que comparar su vivencia, estos jóvenes pensarían que aquellos «mensajeros» deberían de provenir del «Reino Celestial». De la misma forma, estos estudiosos están convencidos de que los relatos de seres elementales «bajitos y de gran cabeza» que secuestraban a las buenas gentes debían de ser nuestros modernos extraterrestres, haciendo de las suyas en tiempo remotos. Los investigadores se basan en un simple concepto para explicar sus tesis: ¿cómo podrían estas personas trasladar la crónica de estos increíbles hechos a sus congéneres? Si apenas disponían de tecnología y aún faltaba mucho tiempo para el descubrimiento de la electricidad y de los primeros aparatos voladores, lo más probable, es que un traje espacial y una nave aterrizando en mitad de un prado les pareciera una cosa casi mágica y hablaran de un misterioso reino llamado Magonia, enclavado en las nubes del cielo. Para estos especialistas, el fenómeno ovni —los platillos volantes y sus ocupantes— nos presenta en la actualidad la verdadera cara de estas «inteligencias». Por otro lado, otro un buen puñado de estudiosos, con Jacques Vallée a la cabeza, cree que las «inteligencias» que se manifiestan tras el fenómeno ovni «adecuarían» o «camuflarían» su aspecto exterior para engañar a los testigos y hacerles «creer» en unas manifestaciones inexistentes (religiosas, espirituales, elementales), para llevar a cabo sus secretos propósitos. Estos investigadores creen que estas manifestaciones van cambiando/mutando su apariencia, en función de la época en la que se manifiesten, para poder arraigar mejor en la memoria colectiva de la sociedad sin suponer un quebranto demasiado fuerte para las creencias y conocimientos reinantes. Por ello, en medio de un contexto religioso pueden utilizar un referente como la Virgen María para aparecerse, o, bajo las supersticiones locales pueden presentarse como duendes y hadas… Y todo para ocultar un propósito desconocido que llega hasta nuestros días, y que según los ufólogos defensores de esta hipótesis podría abarcar desde la experimentación científica (proyectos de hibridación o reproducción) hasta la manipulación mental (implantación de creencias y control mental) …
 
José Antonio Caravaca
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A mi entender existen nueve factores claves que debemos tener en cuenta a la hora de analizar este paradigma:
 
1.     Diversidad infinita en las descripciones de aeronaves. (Ni siquiera en formas básicas como «platillos» o «esferas» existe unanimidad en tamaños o colores).
2.     Diversidad infinita en las descripciones de humanoides.
3.     Exclusividad de cada incidente. Sin repetición en la casuística de la mayoría de los elementos y características observadas.
4.     Elementos absurdos (hadas con escafandras, alienígenas cocineros)
5.     Características «paranormales» de los incidentes.
6.     Ausencia total de evidencias de peso que confirmen la existencia de estas visitas «extraterrestres»
7.     La no existencia de una trama global que pueda unir todos los incidentes en una gran historia.
8.     Que aparentan ser fenómenos que se mueven entre dos universos antagónicos, el físico y el psíquico.
9.     Informaciones esquivas que no determinan ni el verdadero origen, naturaleza o propósito de los ocupantes de los ovnis.
 
La suma de estos factores nos arroja un resultado incierto e inquietante. ¿Cómo es posible todo esto? ¿Qué explicación puede tener la infinita capacidad del fenómeno para variar de un episodio a otro? ¿Por qué se reinicia en cada encuentro? ¿Por qué tiene un cariz absurdo e hilarante? ¿Por qué no hemos sido capaces de obtener una sola prueba irrefutable? ¿Cómo se regula el fenómeno para mantenerse en la «clandestinidad», pese a sus numerosas apariciones? ¿Cómo pueden «moverse» entre el universo real y el psíquico?
 
José Antonio Caravaca
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Lo que parece claro es que la percepción humana y los sueños encierran muchas claves de este fenómeno.
 
José Antonio Caravaca
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¿Son los sueños parte de la clave oculta de los ovnis? ¿Es nuestra percepción un factor imprescindible para entender estas anomalías?
 
José Antonio Caravaca
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Y es que una de las claves más asombrosas de las apariciones de los ovnis y sus tripulantes, aplicable a las demás manifestaciones, es que parecen ser fenómenos de características únicas y exclusivas para cada testigo, lo que implicaría una participación y manipulación de la psique humana, y por tanto, en su extensa mayoría, son intransferibles o confrontables con otras vivencias, repitiéndose solo los patrones básicos de cada experiencia (nave, descenso y humanoide), pero repletos de ricas diferencias en matices y rasgos generales. Ha quedado claro que los incidentes registrados por los ufólogos no parecen tener una continuidad en el espacio y en el tiempo que demostrara la existencia de un único y tangible fenómeno homogéneo. No podemos seguir su línea argumental más allá de las apariencias que nos confrontan durante un breve espacio de tiempo. Ni siquiera en pequeñas ciudades y pueblos donde se han dado varios eventos ovni en el tiempo son similares.
 
José Antonio Caravaca
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En primer lugar, hay que aclarar, pues es una cuestión que ha sido objeto de continuos debates y confrontación durante años cuando he hablado o escrito sobre mis ideas en público, que la Teoría de la Distorsión no defiende que el fenómeno ovni tenga un origen puramente psicológico o sociológico. Todo lo contrario. De hecho, mi planteamiento, prácticamente, no resta un ápice al aspecto sobrenatural de los platillos volantes, aunque su punto fundamental es la reinterpretación de lo que «vemos» y «por qué lo vemos».
 
José Antonio Caravaca
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La base «física» del fenómeno ovni no puede de ninguna manera excluir ni nublar la existencia de una incuestionable realidad psíquica inmersa en este paradigma, y que quizás sea el verdadero origen de esa otra realidad tangible y no al revés. Por tanto, podemos desterrar de inicio, y como carta de presentación para nuestra teoría, la idea planteada por la HET (y otras) de que el fenómeno ovni existe, como tal, al margen de nuestra existencia o participación. Y es que, como han advertido numerosos investigadores, si mañana mismo aterrizara una nave extraterrestre en mitad de un estadio de futbol y sus tripulantes descendieran a tierra con la mano alzada y saludando al personal, nos sería igual de complejo, al igual que hoy, explicar convenientemente la enorme casuística ufológica acopiada en los últimos setenta años, ya que los encuentros cercanos con ovnis han esbozado un paradigma tan complejo y difuso, que, probablemente, ni siquiera esta imaginada y añorada pública visita interestelar, conseguiría resolver el enorme rompecabezas al que nos hemos enfrentado durante décadas. Es muy posible que estos incidentes que hemos etiquetado de manera superficial, guiados exclusivamente por las apariencias, como visitas extraterrestres, obedezcan en realidad a otro tipo de fenómeno. Por tanto, que exista vida extraterrestre ahí afuera, o que, incluso, lleguen a contactar en el futuro con nosotros, poco o nada tiene que ver con la materia que ha estudiado la ufología
 
José Antonio Caravaca
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¿Quién está detrás del fenómeno ovni? Para empezar, hay que dejar claro que nos hallamos ante un fenómeno real, desconocido e inexplicado por nuestra ciencia. Sobre todo, existen cuatro puntos que nos indican la verdadera dimensión de este enigma:
 
1.     La universalidad de las experiencias y su efecto en personas de toda índole y cultura.
 
2.     La existencia de incidentes narrados por testigos desconocedores del paradigma pero que, inexplicablemente, se ajustan a los patrones establecidos por el propio fenómeno.
 
3.     Que las experiencias puedan ser observadas por varios testigos conjuntamente o de forma independiente.
 
4.     La existencia de pruebas físicas asociadas a las experiencias: huellas, rastros, quemaduras, etc.
 
Evidentemente, mis planteamientos están muy alejados de la HET y de los pretendidos visitantes alienígenas, y por ello he establecido el término «agente externo» (AE) para definir de forma genérica y sin limitaciones al responsable de este tipo de manifestaciones. Sin duda, a lo largo de los siglos, bajo diversas etiquetas, el ser humano ha sido testigo de diversos encuentros con criaturas y seres desconocidos (daemones, ángeles, hadas, demonios, extraterrestres) que tienen algo en común: son tremendamente esquivos y poco dados a revelar su verdadera naturaleza y procedencia, además de ser efímeros. Pero lo más extraño es que todos estos encuentros parecen ocurrir fuera de nuestra percepción ordinaria. Personalmente, estoy convencido que el AE sirve como catalizador para que nuestra psique pueda acceder a tener esporádicos «contactos» con porciones desconocidas de nuestra realidad —quizás otras dimensiones—, aunque en última instancia nada de lo observado respondería a una realidad empírica —tal y como nosotros la concebimos—. El AE también podría ser algún tipo de «entidad» energética, que necesitaría de las creencias humanas, o de la propia interacción con las personas, para «subsistir», pero, incluso, estas manifestaciones podrían ocultar algún tipo de proceso psíquico desconocido vinculado con el inconsciente colectivo de Jung. Hay que tener en cuenta que, probablemente, de añejos paradigmas reactualizados brotó el tema de los «visitantes extraterrestres», enmarcados en una época muy determinada y como sustitutos naturales en nuestro particular altar de los arcaicos «dioses» y las desfasadas «entidades» sobrenaturales que siempre nos han acompañado. Por lo tanto, creo que los ovnis, ante todo, son un fenómeno «psicodimensional» que en determinadas circunstancias interacciona con nuestro medio físico produciendo un amplio espectro de repercusiones altamente maleables debido a nuestra participación inconsciente
 
 
José Antonio Caravaca
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La distorsión proyectada
 
Tras obtener cuantos detalles ilustrativos e ideográficos del inconsciente del testigo necesite para su propósito fabulativo, el AE proyecta una «imagen tridimensional» (que en ocasiones puede contener materia, producir huellas, quemaduras, etc.) para hacer creer al observador (u observadores) que está presenciando, in situ, el desembarco de una aeronave extraterrestre. Esta proyección, que en realidad es una imagen volumétrica indistinguible de la realidad, puede ser observada por más personas y se comporta como si realmente estuvieran allí presentes todos los elementos puestos en juego: humanoides, nave, luces, etc. Además, hay que tener en cuenta que el AE no solo rastrea en nuestro inconsciente elementos de la ciencia ficción, la astronáutica o los comics, para conformar su aparición, o sea, elementos directamente relacionados con los viajes espaciales o los extraterrestres, lo que sería una obviedad, sino que puede incluir otras muchas imágenes y conceptos mundanos ajenos a esta temática para convertirlos en piezas fundamentales de la experiencia. Aunque la clave principal es que todo este material es proyectado de forma distorsionada, cambiando formas, colores y tamaños para que el testigo no pueda reconocer que procede de su propia psique. Hay que tener en cuenta que tras «sintonizar» con la mente de un potencial observador, el AE puede tomar de su inconsciente una amplia gama de imaginería, desde la forma específica de un cohete que vio en un programa de televisión, el casco que esta persona utiliza diariamente en su motocicleta, una llamativa indumentaria de una ilustración que ojeó en una revista o una simple tinaja que adorna su casa desde hace muchos años. Por tanto, el contenido psíquico no relacionado con la «ciencia ficción» ni con los «extraterrestres» también es un recurso para este AE. Además, la propia personalidad del testigo (sus miedos, valores, anhelos, inquietudes, inteligencia, etc.) se puede ver reflejada en la experiencia que va a acontecer ante sus ojos, sobre todo en el desarrollo del encuentro. Todo este «material» es recogido por el AE y proyectado, tras el proceso de «distorsión» —en una acción conjunta del testigo y el AE—, en una «imagen tridimensional» que se comporta, ante los asombrados ojos del observador, como una «película». Pues la vívida escena recreará a la perfección un hipotético aterrizaje de un ovni, pero conteniendo en su «estética» los componentes «tomados» de la psique del testigo, aunque, como se ha argumentado, de forma distorsionada (modificada/alterada) para que sean irreconocibles para el testigo. Este aspecto, que da nombre a mi teoría, es fundamental para entender mis planteamientos. Aunque el «atrezo» y los «personajes» de la escenografía surgen de la psique del testigo, son proyectados de forma distorsionada para que este no los reconozca. De esta forma, por ejemplo, el protagonista de un encuentro puede ver un ovni con la forma «distorsionada» del cohete que vio en la televisión, los humanoides pueden portar un tipo de escafandra «distorsionada» a partir del casco de su propia motocicleta, o, vistiendo una indumentaria estrafalaria que observó en una revista —a veces solo encontramos un detalle distorsionado claramente, pero pueden ser varios, como en este ejemplo—. Y es que podemos encontrar sin dificultad estos «aportes» humanos insertados en las experiencias ovnis, «revisionados» como supuestos elementos vanguardistas y de origen extraterrestre. Además, si se trata de una proyección, como tal puede sufrir alteraciones y variaciones en su aspecto —fluctuaciones—, lo que explicaría otra de las circunstancias anómalas del fenómeno: las habituales transformaciones de los ovnis, que, de ser meros objetos de luz en la distancia, se transforman en complejas «aeronaves» sólidas en las cercanías, o en artefactos aparentemente físicos que varían su aspecto de un momento a otro. Todo esto puede ser fruto de un proceso psíquico de construcción mental externa que provoca que la «visión» no sea un modelo fijo, y que la proyección pueda mutar a medida que avanza la experiencia, y a medida que el propio testigo interactúa con el AE. Además, debemos tener en cuenta que si superponemos dos realidades diferentes podemos alumbrar fenómenos de difícil encasillamiento.
 
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El testigo no es un mero espectador independiente de cuanto sucede, como sostienen los defensores de la HET. No nos hallamos ante un individuo que, por ejemplo, nos describe el paso de un automóvil frente a su ventana. Según la TD, la participación de los observadores determina, por su importante implicación psíquica, el resultado final de su experiencia. El testigo se convierte en «cocreador» de sus propias experiencias anómalas al incorporar material inconsciente propio en la construcción estética de las mismas. Y es que el observador sería, entre otras funciones, el encargado de «interpretar» y «descifrar» la «identidad» del fenómeno (entidades) percibido. O sea, su participación en la conformación de estos paradigmas puede concretar que se halle frente a una visión mariana, un encuentro con un ovni o un contacto con un fallecido. Además, posiblemente, el testigo también es el responsable de otros muchos aspectos colaterales de su experiencia… Incluido los aspectos físicos…
 
José Antonio Caravaca
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Y es que el AE construye visualmente la proyección con la información rescatada del inconsciente de los testigos, pero la imposición del esquema básico que se va a representar, en este caso la visitación extraterrestre —como podría ser el encuentro con un fantasma o un duende—, puede tener cinco orígenes posibles:
 
1.     Una imposición del AE, que deliberadamente quiere extender una falsa creencia en un determinado paradigma.
 
2.     Este operador sin identificar podría utilizar determinadas creencias latentes en la sociedad para desarrollar su «escenografía».
 
3.     De las creencias del testigo. Bajo la influencia del AE, la propia psique del observador puede elegir de forma inconsciente experimentar un encuentro cercano con un ovni al percibir que está sufriendo una situación anómala. Una simple luz en el cielo puede ser el detonante o el preámbulo de diversas experiencias «sobrenaturales», desde el encuentro con un platillo volador hasta la visión de un coro de alegres duendes bailando en el bosque… El AE solo necesita que el testigo decida, de forma inconsciente, cual es la «procedencia» de aquella luminaria y cómo va a moldear su experiencia…
 
4.     Del inmenso banco de datos que conforma el inconsciente colectivo. El AE, tras sintonizar con la psique del testigo, sería capaz, a su vez, de conectarlo con esta poderosa mente universal que abarcaría a todo el género humano.
 
5.     De lo que denomino como un «campo mental» creado por las diferentes y amplias creencias generadas en torno a los ovnis, y a los que los diferentes testigos podrían «acceder», de forma inconsciente, en el mismo momento que se produce el contacto. Sería una especie de «banco de información mental» mantenido y alimentado en el tiempo tanto por la acción del AE como por las propias interacciones de los testigos con el fenómeno; lo que daría lugar a un especifico universo mitológico y arquetípico en torno a una determinada creencia; en el caso que nos ocupa, los ovnis. Pero, realmente, existirían diversos campos mentales, como hemos visto en el presente estudio, desde las apariciones marianas hasta la visión de extrañas criaturas peludas. Por ejemplo, el campo mental de los seres elementales, al no ser mantenido a lo largo del tiempo, ha podido desaparecer de este imaginario humano, y aunque una persona en la actualidad pudiera ver un hada, por su propia creencia en estas entidades, sería más difícil que alguien sin conocimientos previos pudiera acceder a esta «información» sino es mantenida en uno de estos campos mentales. Tampoco se puede descartar que la «fortaleza» de un determinado «campo mental» permita al AE cierta independencia para manifestarse y actuar con cierta «libertad». Además, personas «creyentes» en algunas de estas manifestaciones podrían interactuar con estos «campos mentales», en otros niveles diferentes a los de los testigos, y experimentar una serie de secuelas como curaciones, extraños sueños, clarividencia, etc.
 
Por lo que es muy factible, a tenor de estos datos, que testigos sin conocimiento ufológico alguno puedan «acceder» sin mayor problema a tener este tipo de experiencias con elementos básicos que podremos encontrar o rastrear en otros eventos. Y este aspecto es uno de los factores más identificativos y desconcertantes del fenómeno.
 
José Antonio Caravaca
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Independientemente de la «fuente» que produzca que una persona sea protagonista de un incidente ovni, porque incluso puede surgir de una mezcla de los puntos antes expuestos, está demostrado que, más allá de la esencia que componen estos sucesos (aterrizaje de un objeto y desembarco de humanoides), todos los elementos que se observan (aspecto de la nave, fisionomía de los ocupantes e incluso su comportamiento) están sujetos a una amplia «maleabilidad», ya que son recreados a partir de la información aportada exclusivamente por el testigo. Por tanto, los eventos ovnis son imprevisibles más allá de su esqueleto básico. Alguien verá «algo» en el cielo que aterrizará y descenderán sus ocupantes, pero poco más se podrá anticipar, ya que el contenido de las experiencias será «estéticamente» diferente de un relato a otro. Además, hay que dejar claro que el AE no solo se nutre, como se ya comenté, del contenido psíquico relacionado con la ciencia ficción y la temática «extraterrestre» (que es una obviedad), sino que cualquier material contenido en la mente del testigo puede ser moldeado, distorsionado e incrustado en estas vivencias para «erigir» un determinado y personalísimo platillo volador o «cincelar» la morfología de un característico e irrepetible ufonauta. La estructura psíquica construida para la ocasión puede surgir de un simple intercambio de preguntas/respuestas con el AE, que son «proyectadas» por el propio testigo, de forma inconsciente, para conformar la proyección: ¿Qué es esa luz? ¿Es un platillo volante? ¿Aterrizará? ¿Va a bajar alguien o «algo»? ¿Cómo lo hará? ¿Cómo son? ¿Qué intenciones tienen? ¿Me harán daño? Y, dependiendo de las preguntas formuladas, obtendremos los «patrones» para configurar, en connivencia con el AE, un encuentro con un hada, un fantasma o un marciano. Un ejemplo: es como si centenares de pintores, con diferentes estilos pictóricos (cubismo, expresionismo, surrealismo, abstracción lírica), representaran, con total libertad, sobre un lienzo el mismo «objeto». Obviamente, los resultados podrían ser dispares, e incluso incomprensibles, dependiendo de la creatividad/genialidad/estilo de cada artista. Y es que los encuentros con este AE nos sitúan ante un boceto en blanco a desarrollar…
 
José Antonio Caravaca
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Entonces, si estamos ante una «proyección» ¿qué papel juegan los humanoides asociados a estos fenómenos? ¿Podemos considerarlos entidades independientes y con autonomía? ¿Son los creadores de la experiencia?
 
José Antonio Caravaca
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Por tanto, el error ha sido analizar y comparar en su conjunto la casuística ovni, lo que a todas luces nos presenta episodios absurdos, carentes de lógica y conexión, ya que el verdadero significado de estas experiencias solo se puede interpretar/decodificar a nivel individual, caso a caso, teniendo en cuenta las preferencias, intereses y cultura del testigo. Solo entendiendo que son vivencias globales, pero subjetivizadas por la participación activa de la psique de cada testigo, despojaremos de todo misterio estos encuentros.
 
José Antonio Caravaca
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Pese a su aparente autonomía como entes independientes e inteligentes, los ocupantes de los ovnis (y todas las demás entidades anómalas en general) están «constituidos» de la misma «materia psíquica» que los aparatos que pilotan, o sea, son un elemento más del atrezo que compone esta proyección, carentes de mayor significación o relevancia, más que aparentar lo que no son, supuestos «astronautas de otros planetas». O lo que es lo mismo, los tripulantes de los platillos volantes no son los «sujetos» o inteligencias causantes del fenómeno percibido, de la misma manera que la Virgen no se aparece a unos pastorcillos, ni una criatura peluda desconocida habita escondida en los bosques de Norteamérica. Como parte de la proyección, todas estas criaturas, divinidades y monstruos, son tan solo una parte más de este engranaje que compone la «ficción» emitida por el AE con el propósito de escenificar una determinada escenografía. Tienen la misma «naturaleza» que la nave, aunque cumplen con una función distinta. Por tanto, podríamos decir, que la «puerta» de un platillo volador y sus ocupantes son esencialmente parte de un mismo conjunto, aunque, como digo, cada «parte» cumple una función en la proyección. Además, si nos fijamos, los tripulantes de los ovnis se comportan de forma fría, absurda y aparentemente sin ningún tipo de sentimientos o emociones. De nuevo, encontramos que a lo que más se asemejan estos «seres» son a los personajes nebulosos de nuestras propias experiencias oníricas. Y es que los personajes y criaturas de nuestros sueños no son, aunque lo aparenten a la perfección, seres «vivos». Estos personajes, aunque interactúen y se comuniquen con nosotros, no dejan de ser partes activas de nuestro inconsciente…
 
José Antonio Caravaca
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Los ocupantes
 
Pese a su aparente autonomía como entes independientes e inteligentes, los ocupantes de los ovnis (y todas las demás entidades anómalas en general) están «constituidos» de la misma «materia psíquica» que los aparatos que pilotan, o sea, son un elemento más del atrezo que compone esta proyección, carentes de mayor significación o relevancia, más que aparentar lo que no son, supuestos «astronautas de otros planetas». O lo que es lo mismo, los tripulantes de los platillos volantes no son los «sujetos» o inteligencias causantes del fenómeno percibido, de la misma manera que la Virgen no se aparece a unos pastorcillos, ni una criatura peluda desconocida habita escondida en los bosques de Norteamérica. Como parte de la proyección, todas estas criaturas, divinidades y monstruos, son tan solo una parte más de este engranaje que compone la «ficción» emitida por el AE con el propósito de escenificar una determinada escenografía. Tienen la misma «naturaleza» que la nave, aunque cumplen con una función distinta. Por tanto, podríamos decir, que la «puerta» de un platillo volador y sus ocupantes son esencialmente parte de un mismo conjunto, aunque, como digo, cada «parte» cumple una función en la proyección. Además, si nos fijamos, los tripulantes de los ovnis se comportan de forma fría, absurda y aparentemente sin ningún tipo de sentimientos o emociones. De nuevo, encontramos que a lo que más se asemejan estos «seres» son a los personajes nebulosos de nuestras propias experiencias oníricas. Y es que los personajes y criaturas de nuestros sueños no son, aunque lo aparenten a la perfección, seres «vivos». Estos personajes, aunque interactúen y se comuniquen con nosotros, no dejan de ser partes activas de nuestro inconsciente «transformadas» en aparentes entidades autónomas.
 
José Antonio Caravaca
DISTORSIÓN. Ovnis, apariciones marianas, bigfoots, hadas, fantasmas y extrañas criaturas ¿una teoría explicativa?
 
 
Tras obtener la información de nuestro inconsciente, el AE pone en marcha un mecanismo psíquico que he denominado «Creación Mental Compartida» (CMC), donde los conceptos (imágenes, sensaciones, etc.) que se van a utilizar para conformar la proyección son «mezclados» y «distorsionados» mediante un proceso imaginativo/creativo homólogo al de nuestros sueños, donde el absurdo es una etiqueta de identidad. Una autentica «arquitectura psíquica» expresada en un lenguaje metafórico e ideográfico erigida expresamente para ese preciso momento. Por tanto, una de las principales reivindicaciones de la TD es que, aunque nos enfrentamos a un fenómeno de carácter global, que puede producirse en cualquier parte del mundo, su contenido es netamente personal e intransferible, sin extrapolación, más allá de las comparativas básicas, con otros incidentes ovnis. Y es que cada suceso ovni es único, y su único y exclusivo objetivo es interaccionar con el observador en un complejo sistema de imágenes y sensaciones «retroalimentadas» desde el propio inconsciente del testigo. Así es entendible que las descripciones de los ocupantes de los platillos volantes, así como las de las propias aeronaves, contengan matices tan dispares y diferentes, en tamaño, colores y formas, de un suceso a otro, imposibles de confrontar y etiquetar, y que confluyen en un alocado e interminable listado de presuntos alienígenas y naves espaciales; ya que nos enfrentamos, como anunciamos, a un proceso psíquico altamente «creativo», prácticamente infinito en resultados y variantes posibles, determinado por la participación de la psique de los observadores, como componentes singulares, impredecibles e irrepetibles, donde los «elementos a desarrollar», sugeridos por el AE, en el caso que nos ocupa «visitante extraterrestre» y «platillo volador», pueden sufrir todo tipo de variaciones, combinaciones y alteraciones tipológicas, morfológicas o anatómicas en base a la información inconsciente de los testigos.
 
José Antonio Caravaca
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O sea, nuestro inconsciente establecerá como se comportará esta proyección ante nuestra presencia, de la misma forma que los sueños agradables o las pesadillas más horrendas se presentan ante nosotros.
 
José Antonio Caravaca
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Una vez conformado el escenario y los personajes de la «trama» (el platillo volador y sus ocupantes), la forma de interactuar del testigo con esta escena proyectada tendrá mucho que ver con su personalidad o con sus deseos inconscientes. Estos factores psíquicos internos del observador, y no el fenómeno en sí, determinaran, entre otras cosas, la acción a desarrollar, o, por ejemplo, la aptitud de los pretendidos extraterrestres (incidiremos sobre esta cuestión más adelante). O sea, nuestro inconsciente establecerá como se comportará esta proyección ante nuestra presencia, de la misma forma que los sueños agradables o las pesadillas más horrendas se presentan ante nosotros siguiendo la batuta de nuestra psique. Por tanto, nuestra «injerencia» inconsciente en la elaboración de las experiencias ovnis será la causante de que, entre otras cosas:
 
 
A       Nos hallemos ante un encuentro próximo o lejano con los tripulantes del artefacto.
 
B       Que sea un encuentro tranquilizante o terrorífico.
 
C       Que el testigo se decida o no, a penetrar en el interior del platillo volante.
 
El proceso originado por el AE para la «fabricación» de los encuentros cercanos surge de un modelo básicamente calcado al de los sueños humanos, en el que hallamos personas que no tienen miedo ante determinadas circunstancias y otras que, por el contrario, se despiertan sobresaltadas ante los mismos estímulos. Por tanto, las acciones de estos seres sobrenaturales vendrán determinadas por un desconcertante proceso psíquico de retroalimentación entre el testigo y el fenómeno. Y de nuevo, estamos casi seguros de que nada de lo observado está planeado con anterioridad, aunque probablemente el AE tenga cierto control sobre lo desarrollado en este proceso.
 
José Antonio Caravaca
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Los supuestos «alienígenas» suelen dedicarse, básicamente a tres acciones «universales» cuando estiran las piernas al bajar de un ovni:
 
1.     A explorar o inspeccionar los alrededores de la zona del aterrizaje. Y no lo hacen con la ayuda de ninguna maquina o aparato tecnológico. Simplemente parecen mirar los alrededores con una curiosidad humana, con los mismos gestos que haría un turista al ver por primera vez un lugar al bajar de su automóvil.
2.     A la recogida de muestras del terreno o del entorno. Y tampoco para esta ocasión los hipotéticos extraterrestres están auxiliados por ninguna maquinaria extraordinaria o desconocida para los testigos. Pues, cuando no utilizan sus propias manos, utilizan una pala y un saco para tomar muestras de tierra, rama o rocas.
3.     A la reparación de la aeronave. Y, aunque parezca increíble, los ocupantes de los ovnis aterrizan en muchas ocasiones para reparar su nave. Y para ello utilizan herramientas y procedimientos reconocibles para los testigos. Desde llaves inglesas o máquinas de soldar, hasta sus propias manos.
 
José Antonio Caravaca
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Los comportamientos «humanos» expresados en unos supuestos visitantes de las estrellas nos pueden, en cierta medida, reconfortar, tranquilizar, al hacernos ver que son reflejos de nosotros mismos y, por tanto, esos misteriosos seres dejan de ser tan amenazadores o desconocidos, y los humanizamos un poco.
 
José Antonio Caravaca
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Y es que muchos testigos han narrado que los ocupantes de los ovnis, tras bajar de sus naves, se prestan a todo tipo de actividades: desde «dialogar», atrapar animales, invitar al testigo a dar una vuelta en su platillo volante, a cosas menos edificantes, como «atacar» o «golpear», intentar o lograr «secuestrar» a los testigos, etc. Pero desde la TD todos estos comportamientos pueden explicarse como producto de una interacción inducida por el potencial creativo y psicológico de cada testigo, pues cada observador, dependiendo de múltiples factores internos, desarrolla la acción de una manera u otra. Por tanto, los miedos, la curiosidad, la valentía, e incluso la imprudencia, pueden determinar el contenido de una experiencia ovni.
 
José Antonio Caravaca
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Los tripulantes de los ovnis han dado toda clase de mensajes a los testigos a lo largo de las décadas. Aunque prácticamente ninguna de estas informaciones concuerda entre sí, demostrando que cada testigo es depositario de un mensaje sin par, en el que no coinciden, por ejemplo, ni el lugar de procedencia de los «extraterrestres», ni su sistema de propulsión, ni otros detalles técnicos o específicos de su civilización. Salvo en datos muy concretos y manidos, como el «fin del mundo», las «guerras nucleares» o el «desprecio humano por la naturaleza», las comunicaciones surgidas de los ocupantes de los platillos volantes son «narraciones» que no vuelven a repetirse jamás. Y es que resulta extraño que las advertencias de los «hermanos cósmicos» durante décadas se centraran en el peligro de una guerra atómica y obviaran futuribles problemas más concretos, como el calentamiento global o los vertidos de plásticos en el mar. Lo que demuestra una vez más que la información manejada por el fenómeno es sincrónica a la época de las manifestaciones, o sea, los extraterrestres «hablaban» sobre el patente miedo existente en medio mundo a un enfrentamiento nuclear entre Estados Unidos y la URSS.
 
José Antonio Caravaca
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los factores internos del testigo nos van a indicar cómo se va a comportar el paradigma, presentado seres agresivos o entidades comunicativas y pacíficas que nos cuentan «mil y una historias». Y es que el supuesto contenido «intelectual» de los encuentros cercanos con ovnis es tan dispar y alucinante como el resto de los factores que conforman estas experiencias. Las conversaciones con los ufonautas no tienen desperdicio.
 
José Antonio Caravaca
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Tal y como han expresado Jung, Tyrrell o Vallée, el contenido de las «conversaciones» con las entidades sobrenaturales en cualquier formato (hadas, duendes, fantasmas, apariciones marianas, etc.) no ha ofrecido ningún material más allá del esperado de un conocimiento humano «distorsionado». Ningún testigo ha recibido ninguna información de la que previamente no tuviese conocimiento o fuese capaz de modificar con el material disponible en su propio inconsciente. La TD deja claro que el AE no quiere transmitir ningún tipo de mensaje de cualquier índole, más allá de manejar el lenguaje y las imágenes inconscientes de los testigos de una forma ideográfica/onírica. Y esto ocurre porque no es la función ni el objetivo del AE transmitir ningún mensaje (científico, religioso, metafísico, filosófico) a los observadores. De lo contrario, hace ya muchas décadas que hubiéramos decodificado el contenido de estas apariciones…
 
Además, el AE tampoco intercede, de forma voluntaria o premeditada, en las actividades humanas...
 
José Antonio Caravaca
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Es obvio, que, al tratarse de una proyección «fabricada» en el mismo momento de la conexión con el AE, nada de lo sucedido durante la experiencia ovni obedece a una realidad empírica, ni tiene una continuidad física en nuestro universo después de que el encuentro haya concluido. O sea, los humanoides, la nave y las acciones registradas en una experiencia ufológica no tienen una existencia real, más allá de su efímera presencia durante la proyección ante los testigos. Y, por tanto, nada de lo reportado volverá a repetirse en otro evento ovni. Sencillamente porque nada de lo representado existe fuera de la ilusión creada para la momentánea ocasión. Y en un próximo encuentro ovni, al cambiar la «fuente» (el testigo) de donde surgen los principales elementos estéticos que conforman la proyección, la experiencia se reinicia casi desde cero. Y es que los investigadores solo podemos estudiar el «durante», ya que el «antes» y el «después» a la proyección, simplemente, no existen. Los encuentros con ovnis se desarrollan como una «película» proyectada ante los ojos de los espectadores (observadores). Y al igual que los personajes de un film, los seres presenciados durante un aterrizaje ovni, no tienen prolongación física cuando la película (experiencia) concluye, teniendo siempre en cuenta que toda la «representación» que se produce ante el testigo ha sido creada en el preciso momento del encuentro.
 
José Antonio Caravaca
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¿Es posible que casi todos los tripulantes de los ovnis sean aficionados a deslumbrar o paralizar a los testigos con haces de luz? Incluso los platillos volantes están equipados con esta suerte de omnipresente arma luminosa.
 
José Antonio Caravaca
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Hasta la fecha no hemos podido establecer muchas conjeturas sólidas sobre los ovnis porque su actuación es espontánea, no premeditada, y orquestada en realidad, no por el propio fenómeno, sino por cada testigo que interacciona con el AE. Ya que, en contra de los postulados clásicos, no existe nada antes de la irrupción de un platillo volador y sus ocupantes. Ni platillo, ni tripulantes. Todo se «crea» y se «proyecta» en el mismo momento de la conjunción de la psique humana con este AE, desde la estética de los presuntos alienígenas hasta su comportamiento. Todo es «fabricado» en el preciso momento de la observación, a tiempo real, para no volver a repetirse jamás en otro evento ovni. En cada episodio ufológico asistimos al reinicio del concepto «visitación extraterrestre» bajo la particular «óptica» de cada testigo que modifica hasta el infinito el esqueleto interno que define este paradigma (nave extraterrestre y ocupante). Por tanto, los encuentros cercanos con ovnis son fenómenos imprevisibles.
 
José Antonio Caravaca
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Vallée está convencido de que detrás de estas proyecciones se oculta algún tipo de mecanismo tecnológico que es el causante de estos fenómenos. Además, defiende que estas apariciones están orquestadas por una «macrointeligencia» que quiere manipularnos. Pero, personalmente, creo que todo es mucho más «simple» de lo que parece.
 
José Antonio Caravaca
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Los encuentros con platillos volantes son fenómenos de características únicas y exclusivas «creadas» por el propio testigo, bajo la influencia del AE, y, por lo tanto, en su inmensa mayoría, son intransferibles o confrontables con otras vivencias, repitiéndose solo los modelos básicos de cada experiencia. Y es por eso, única y exclusivamente, que ha sido imposible hallar un patrón común o una estructura sólida que pudiera conectar al menos una docena de casos y plantear una sólida hipótesis sobre estas apariciones. Cada incidente presenta nuevos y desconocidos elementos que conforman un nuevo universo que interpretar para el investigador. No obstante, los ufólogos han ignorado durante décadas estos hechos irrefutables y no han sabido vislumbrar el contundente mensaje que transmitía la exclusividad de cada episodio ovni. Es inadmisible que no se hayan detenido a pensar por un momento que este era un factor incompatible con sus planteamientos (HET). Con la vista puesta sobre la casuística, era un auténtico disparate que existiesen tantas variables en los encuentros cercanos con platillos volantes y sus ocupantes. Lo lógico es que hubiésemos tomado esto como una señal inequívoca de que nos enfrentábamos a un paradigma radicalmente distinto de cuanto habíamos supuesto hasta la fecha. Y es que el fenómeno se reinicia en cada avistamiento, ofreciéndonos nuevas variantes nunca vistas o registradas en la casuística ovni. El gran error de muchos ufólogos ha sido pensar que se enfrentaban a un fenómeno homogéneo y que para su resolución debían de juntar todas las piezas del puzle y extraer una única y definitiva respuesta. Esto, sin duda, ha sido uno de los primordiales factores que ha impedido el avance de las investigaciones en esta materia. Aunque, como decimos, el paradigma ovni es de alcance global, por el contrario, su desarrollo e interpretación es estrictamente de carácter individual y hasta cierto punto subjetivo. Es como si hubiéramos intentado comprender o descifrar el conjunto de mil sueños, de mil personas diferentes, pensado que todos obedecían a una misma causa. O lo que es lo mismo, presuponiendo que todos estos sueños procedían de una misma fuente común que se comunicaba con los mil durmientes para enviar un mismo y único mensaje. En nuestra alocada carrera por obtener patrones comunes o una explicación global a esta ingente cantidad de sueños, extraeríamos tantos elementos diferentes y dispares que convertiría nuestra tarea en una misión imposible. Transformaríamos de manera irreversible experiencias puramente subjetivas (con algunos nexos de unión entre ellas) en complejos sistemas de creencias. Además, para mayor confusión, como ocurre con el estudio de los ovnis, este análisis nos llevaría a formular multitud de preguntas y teorías que no tienen respuesta porque no nos enfrentamos a una gran y única cuestión. Por tanto, la cuestión es que, hasta el momento, no hemos realizado las preguntas adecuadas.
 
José Antonio Caravaca
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De toda la información inconsciente proporcionada por el testigo para la «creación» de su experiencia, casi siempre existe un determinado detalle o elemento que sobresale sobre el resto de forma llamativa, y que, obviamente, jamás volveremos a hallar repetido o insertado en otro testimonio. En ocasiones se trata de un particular objeto que poseen los humanoides, o una insólita escritura, o un símbolo o dibujo observado en el interior del ovni o en el uniforme de los ocupantes; aunque también podemos encontrar que un testigo describa un especifico y nada usual casco, o un raro tren de aterrizaje…
 
José Antonio Caravaca
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Según la TD (teoría de la distorsión) las proyecciones pueden ser «tangibles» de dos formas:
 
1.     De forma subjetiva, el testigo toca y evidencia la «realidad» de la nave y sus tripulantes mediante sus sentidos (tacto, olfato y oído), pero solo se trata de un engaño sensorial creado por su interacción con el AE, que le hace percibir todos los estímulos presentes como físicos cuando realmente no lo son —y por eso no hallamos ningún tipo de rastros físicos de este tipo de experiencias.
2.     El AE en ocasiones, ya sea por la «energía» implicada en la creación de la proyección o por el potencial individual de cada testigo, puede otorgar momentánea realidad tangible a las imágenes, que pueden interaccionar con el observador y el medio y dejar diferentes secuelas, marcas o huellas perdurables una vez acabado el fenómeno.
 
José Antonio Caravaca
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Si estamos ante algún tipo de proyección desconocida, esto explicaría por qué las huellas y restos provocados por el fenómeno ovni presentan tantas anomalías, ya que uno de los rasgos más curiosos de los aterrizajes ovnis es que, independientemente de la dureza del terreno, las marcas de las pisadas o el tren de aterrizaje se registran en algunos incidentes y en otros no, sin que parezca que exista ningún tipo de explicación para esto. Por tanto, la presencia de rastros y huellas tras el aterrizaje de un platillo volador debe de obedecer a causas más complejas que la propia presencia del fenómeno sobre el terreno. De lo contrario, en casos con superficies similares y naves del mismo tamaño deberíamos encontrar siempre marcas. Pero esto no sucede. El paradigma ovni no se comporta como un fenómeno físico usual. En cambio, si estuviéramos ante algún tipo de proyección, podríamos entender un buen número de extrañezas asociadas a los encuentros cercanos con ovnis ya que, además, estaríamos en presencia de un fenómeno que se proyecta desde una realidad que se superpone, momentáneamente, a la nuestra:
 
1.     Los ovnis puedan desplazarse o atravesar la vegetación o los cables de alta tensión sin producir ruidos, impactos o roturas.
2.     La aparición de restos, zonas quemadas o afectadas de distinta manera por el aterrizaje de un platillo volador en determinados casos y en otros no, pese a estar en juego los mismos factores condicionantes.
3.     Que el número de huellas halladas en el terreno sea insuficiente o inexplicable para el fenómeno observado. Por ejemplo, que aparezcan solo unas pocas pisadas de los ocupantes en la zona, o que no haya restos de algunas de las acciones de artefacto.
4.     La inmaterialidad presentada en múltiples casos por los humanoides, capaces de atravesar paredes o cercados sin problemas.
5.     El silencio generalizado de muchas experiencias.
6.     Que aparezcan o desparezcan a voluntad en un instante, sin aparente desplazamiento. Además, en muchas ocasiones, los ovnis o sus ocupantes, juntos o por separado, simplemente aparecen en un determinado lugar y después se esfuman en el aire; ni vuelan, ni aterrizan, ni despegan.
 
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La TD defiende que las proyecciones creadas por el AE pueden contener «materia efímera», lo que hace que los elementos proyectados, en ciertas ocasiones, tengan corporeidad y puedan producir huellas, quemaduras o pisadas, entre otros posibles rastros físicos. Y es que hay que resaltar que la proyección es indistinguible de la realidad que la arropa. Además, esta imagen creada por el AE puede ser observada por más personas y se comporta como si realmente una nave espacial hubiera tomado tierra. Incluso el testigo, a veces, puede tocar los elementos de la escena proyectada.
 
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El análisis de la casuística es claro en este aspecto. A tenor de los datos conseguidos, en muchos casos, los ovnis y sus ocupantes carecen totalmente de materia y es por ello por lo que se registran muchísimos efectos desconcertantes e «inexplicables»: el aterrizaje no deja huellas, la nave atraviesa objetos (árboles o postes del tendido eléctrico) sin producir ruidos o movimientos, se registran muy pocas marcas sobre el terreno, puede detectarse o no en los radares… Pero en cambio, en otros eventos es capaz de dejar quemaduras, hoyos, manchas o pisadas tras su paso. Esto afianza la idea en los testigos y estudiosos de que estos incidentes son reales y ajenos a la mente de los testigos. Aunque, eso sí, los vestigios dejados por nuestros escurridizos «visitantes» son de tal sutileza que hacen que sus incursiones en nuestra realidad cotidiana sigan siendo enigmas insondables y difíciles de creer para una mayoría de la población. Pero bajo el prisma de la TD estas evidencias físicas adquieren un valor radicalmente diferente al expuesto por los defensores de la HET. La Distorsión establece que estas proyecciones pueden contener «materia efímera», lo que permitiría a los testigos interactuar físicamente con la proyección. Incluso podría otorgar esta supuesta corporeidad al fenómeno solo durante algunos momentos de la experiencia. Y es que no podemos pasar por alto que estas proyecciones se produzcan en una conjunción de «realidades» que pueden aglutinar propiedades físicas y psíquicas desconocidas.
 
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Pero lo más interesante, desde el punto de vista de la TD, es que las supuestas huellas físicas dejadas sobre el terreno después de un aterrizaje ovni, no dejan de ser distorsiones de conceptos perfectamente reconocibles por los testigos o los propios investigadores, incluso antes de estos se hayan producido: pisadas, hierba aplastada, quemaduras, restos metálicos, orificios en la tierra, manchas de «aceite», radiactividad. Todo más que previsible.
 
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¿Por qué no se han encontrado evidencias de otro tipo, difíciles de encasillar en nuestros parámetros mentales o científicos? Por ejemplo, ¿por qué ningún platillo volador, en su fase de despegue, ha transformado los alrededores a una tonalidad azulada, árboles, tierra y hierbas incluidas? Si nos enfrentamos a una tecnología alienígena casi inimaginable por nuestra ciencia, al interactuar en nuestra atmosfera, quizás estas «naves» podrían provocar todo tipo de efectos, desde «trasmutar» piedras en diamantes, hasta provocar una lluvia en un lugar desértico… Pero nada de esto se ha dado, sencillamente por una razón. Porque nadie lo ha «imaginado» como una «cosa lógica» y «probable» que deba de producirse tras el aterrizaje de un platillo volador. Y como esta información no existe tácitamente en el conocimiento inconsciente que el AE extrae de la psique del testigo, en el momento que se produce la «comunicación», no puede representarla en su efímera proyección. No debemos olvidar que la imagen que se transmite intenta simular una supuesta visitación extraterrestre, pero siempre, tal y como nosotros la suponemos, bajo conceptos netamente humanos, aunque estos sean imaginarios.
 
José Antonio Caravaca
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Tal y como postula la TD, nada de lo presentado ante los ojos de los eventuales testigos es totalmente desconocido por este.
 
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Bajo nuestra perspectiva, estas «alteraciones», adjudicadas hasta la fecha a los efectos de la «fuente propulsora» de los ovnis o a los efectos derivados de la irrupción de estas inteligencias desde «otras dimensiones», pueden tener dos orígenes: Pueden ser consecuencia de la «energía» emanada, en determinadas ocasiones, por la «proyección», influenciada por el «potencial psíquico» de los testigos. Hay que tener en cuenta que, como estos efectos no se registran en todos los casos, es muy posible que la participación de los testigos determine la presencia de este factor (como que un ovni detenga el motor de su coche, por ejemplo). Ya que el «potencial» de algunos observadores no solo afectaría a la riqueza visual e intelectual de la escenografía puesta en funcionamiento por el AE, sino que podría provocar un mayor Hay que tener en número de fenomenología física (apagones, interferencias en radios y televisiones, etc.). También hay que señalar que algunos testigos, de manera inconsciente, pueden pensar que estos artefactos y sus ocupantes pueden provocar estos efectos. Incluso ser fruto de un «campo mental» específico. El AE puede interaccionar «físicamente» con nuestro medio a voluntad, lo que podría provocar, además de la aparición de huellas o restos, diferentes efectos tangibles sobre el testigo y/o los alrededores. Tampoco se puede descartar, y esto es interesante de anotar, que muchos de estos «efectos», en determinados casos, se provoquen solo a nivel mental y no tuviesen una realidad empírica. Y es que parece claro que el contacto con el AE provoca un «estado alterado de conciencia» en los testigos, lo que daría explicación a muchísimas de las inexplicables circunstancias que rodean a veces las experiencias ovnis. Los observadores serían incapaces de distinguir la realidad que lo rodea, de esa proyección insertada en su mente y pensaría que su coche se ha detenido de forma inexplicable, o que las farolas, por ejemplo, se han apagado.
 
José Antonio Caravaca
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Si analizamos las variantes que presentan los casos ovnis en todos sus aspectos (efectos físicos, mensajes, apariencia, tipología, etc.), comprobaremos que el único elemento que en esta ecuación varía siempre es el testigo. Siempre cambia. Siempre es distinto de un suceso a otro. Sin embargo, el factor anómalo detonador es el mismo en todos los episodios, o sea, el referido AE. Por lo que es muy posible que la participación de determinados testigos decrete, en ocasiones, y entre otras cosas, la presencia de elementos físicos como las «interferencias electromagnéticas», «las huellas», «las quemaduras», etc. O el desarrollo del propio encuentro, el «comportamiento de los ocupantes», el «tipo de mensajes que va a recibir», etc. Esta es una de las claves fundamentales de nuestro estudio; el testigo es la gota de color que cambia la tonalidad del agua. De lo contrario, la uniformidad de los episodios ovnis sería mayor y existiría una trama global fácil de rastrear. Por tanto, este enfoque demostraría que detrás de muchos efectos registrados en los encuentros cercanos estaría la interacción del propio testigo con el paradigma y no la influencia o voluntad directa del propio fenómeno. De este modo, la confusión generalizada que rodea a las manifestaciones ovnis, sobre todo en el intento de entender su significación y propósito, viene otorgada por esta particular singularidad: el paradigma se «expresa» a través de múltiples canales o vehículos, los observadores, y cada uno confiere un nuevo matiz al enigma, otorgándole un carácter privativo que, evidentemente, no puede encontrar paralelismo en otro episodio ufológico.
 
José Antonio Caravaca
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Desde la TD se plantea que pueden existir dos formas completamente diferentes de asimilar la «información» que se está recibiendo durante los encuentros cercanos con ovnis: Consciente: los encuentros producen una «memoria» esencialmente visual sobre lo ocurrido. En la cual están contenidos todos los detalles estéticos y narrativos de la experiencia. Inconsciente. Pero quizás la «información» más importante de este fenómeno se transmita directamente al inconsciente, en paralelo a la percepción del suceso.
 
José Antonio Caravaca
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Muchos testigos describen que, mientras contemplaban el descenso o aterrizaje de un ovni, una inexplicable «campana de silencio» parecía envolver todos los alrededores y que eran incapaces de escuchar el más mínimo sonido (ruidos de la vegetación, animales, viento, etc.). Además, si el encuentro se producía en las cercanías de una carretera, ningún otro vehículo o persona circulaba por la zona, hasta que el ovni desaparecía de la vista de los observadores. Era como si el mundo externo hubiese «desaparecido» —al igual que mientras dormimos o estamos en un estado alterado de conciencia—.
 
Esto evidenciaría que este tipo de manifestaciones, lejos de ser encasillables en una realidad ortodoxa, estarían sujetas a parámetros espacio/temporales/psicológicos aún desconocidos por nuestra ciencia. Pero ¿cómo es esto posible? ¿Se encuentra el testigo en un estado alterado de conciencia? ¿Ingresa en una dimensión desconocida? ¿Cómo se produce exactamente la observación de este tipo de fenómenos?
 
José Antonio Caravaca
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Cómo postula la TD, la participación de la mente del testigo es esencial e ineludible en la «fabricación» de las experiencias de encuentros cercanos con ovnis. Esta implicación se determina, principalmente, en dos factores que afectan de forma directa al paradigma percibido:
 
1.- Biblioteca psíquica. Como «fuente de documentación», de la cual un AE desconocido extrae la «información» que va a utilizar para la escenificación de un «ficticio» contacto con «seres extraterrestres».
2.- Punto de conexión. La interacción psíquica con el AE implica que el verdadero «Big Bang» de los encuentros cercanos con ovnis es la mente del testigo, y, por tanto, aunque exista un «estímulo» externo «real» (la proyección tridimensional), el «estímulo» neuronal para registrar esta escena no se produce a través de los nervios del ojo, sino que, más probablemente, la propia mente del testigo es el inicio de la fenomenología.
 
Por tanto, esto último explicaría por qué algunos testigos son capaces de recordar muchos detalles de su experiencia (aunque esta fuese muy breve en el tiempo), ya que la «imprimación» de la memoria se produce directamente sobre el cerebro del observador (a nivel neurológico). Este efecto puede ser el resultado de la sintonización (comunicación o transferencia de datos) entre ambos participantes en la construcción de la experiencia anómala (la psique humana y el AE).
 
José Antonio Caravaca
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La TD resolvería el enigma de estas y otras percepciones asombrosas que, incluso, posibilitan a los testigos poder ver a través de los objetos sólidos. Y, sobre todo, explicaría por qué muchos detalles serían recordados sin dificultad, ya que la estimulación neuronal, al producirse directamente sobre el cerebro, facilitaría de manera extraordinaria la asimilación y el recuerdo, al margen de las circunstancias que rodeen la observación (distancia, oscuridad, obstáculos, etc.). Y todo producto de fusionar dos «realidades», la ordinaria y la «sobrenatural», en una sola y en un «limbo» indeterminado que podría dar paso a toda una suerte de anomalías de la percepción. Además, no debemos olvidar que es muy probable que los testigos se hallen en un estado alterado de conciencia.
 
José Antonio Caravaca
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En algunos incidentes ovnis, los potenciales testigos también han relatado que han sufrido notables alteraciones temporales. O sea, muchos observadores señalan que el tiempo transcurrió de forma anómala ante la presencia de estos objetos y sus tripulantes. Normalmente, los testigos aseguran que el tiempo pasó más lento, y que lo que para ellos fueron tan solo uno minutos, en realidad, eran muchos más. A veces, en menor cuantía, se describe un fenómeno inverso. El testigo cree que ha transcurrido mucho tiempo, y después comprueba que han sido menos minutos de lo que estimaba. Sin embargo, la única «evidencia» palpable de estas sugerentes anomalías acopiadas por los investigadores es que, en ocasiones, los relojes de los testigos se detienen o presentan alteraciones en su señalización horaria.
Para explicar este fenómeno temporal, los ufólogos han planteado, básicamente, dos posibilidades:
 
1.     Los ovnis proceden de otras dimensiones y su entrada en nuestra realidad provoca todas estas anomalías.
2.     Los campos «energéticos» que envuelven a los ovnis, producidos por su fuente propulsora, es la causante de estos efectos.
 
Pero según la TD, la denominada «campana de silencio», en la que también se circunscribiría este fenómeno, sería un efecto producido, en ocasiones, por la «simbiosis» entre la mente del testigo y el AE, que podría provocar un estado alterado de conciencia en el observador, desencadenando una amplia cadena de anomalías de la percepción al conectarle con una realidad desconocida. Y es que muchos testigos describen el sonido producido por los ovnis (y otras apariciones anómalas), como zumbidos o silbidos, lo que de alguna manera también podría ser consecuencia del estado mental provocado en los sujetos.
 
José Antonio Caravaca
DISTORSIÓN. Ovnis, apariciones marianas, bigfoots, hadas, fantasmas y extrañas criaturas ¿una teoría explicativa?
 
 
Insistimos una vez más: la TD señala que la «creación» de los encuentros cercanos con ovnis se produce por un mecanismo similar a los desplegados durante el sueño. Y curiosamente, en este estado onírico, la mente humana experimenta unas curiosas cualidades temporales. Por ejemplo, durante el sueño, la mente humana es capaz de incorporar a una velocidad vertiginosa ruidos y olores externos, producidos inmediatamente antes de despertarnos, e integrarlos en los sueños en imágenes o acciones. Por tanto, en esa asombrosa capacidad mental estaría una de las claves para decodificar estos episodios. Hay que tener en cuenta que, durante la «ejecución» de estas experiencias, la mente humana estaría imbuida en una especie de «trance», consecuencia de su conexión con el AE, que podría dar luz a los fenómenos inexplicados reportados por los ufólogos —anotar que este estado no es buscado, ni consentido, y ni siquiera advertido por el propio testigo—. Sobre todo, daría respuestas a muchas de las anomalías de la percepción descritas en las visiones de ovnis: retención de ciertos detalles, agudeza visual, observación de detalles ocultos a la vista, alteraciones temporales, ausencia de sonidos, olores extraños, etc. Y, como estos efectos no son anotados en todos los sucesos, es obvio que la «implicación psíquica» de cada testigo, una vez más, determinará el grado de acceso que tenga a ese estado de conciencia. Evidentemente, a mayor «conexión» con el AE, mayor será la proximidad con el fenómeno y la interacción con la proyección y las posibilidades de sufrir estas alteraciones…
 
José Antonio Caravaca
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Después de su encuentro, Ventura Maceiras comenzó a hablar de diversas materias (sobre el universo, el funcionamiento de los platillos volantes, filosofía, etc.). Probablemente, «efectos colaterales» de la interacción con el AE, que durante la experiencia conecta con el cerebro el testigo, lo que puede derivar en multitud de fenómenos psíquicos (como las alucinaciones) que pueden desarrollarse a posteriori. Esta «confusión» o «desconcierto» mental, provocado por la injerencia de un factor externo en nuestra mente, explicaría las «extravagantes» y a veces «demenciales» afirmaciones de algunos testigos tras sus encuentros cercanos o experiencias ovnis. Además, seguramente, este epifenómeno (fenómeno accesorio que acompaña al fenómeno principal y que no tiene influencia sobre él) estaría detrás de las supuestas facultades paranormales de la que han hecho gala algunos testigos después de su encuentro con un ovni. Todo esto es fruto de potenciar o activar algunas facultades latentes en la psique de los observadores, que, aunque estén presentes en todos los seres humanos, solo se activarían en determinados sujetos. Pero, eso sí, en realidad, el AE no puede otorgar o incrementar nada que no esté presente en la mente de los testigos. Por eso encontramos estos efectos solo en algunas y muy determinadas personas.
 
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De lo que no cabe duda es que la interacción de los testigos con el AE puede abrir un abanico insospechado de posibilidades. Esto nos llevaría a plantear dos sugerentes hipótesis:
 
A.   El contacto con el AE puede activar en determinados individuos facultades psíquicas latentes.
B.    El acceso a esta nueva realidad cognitiva puede conllevar la activación de estas nuevas capacidades mentales.
 
Además, es posible que el testigo, después de su experiencia, tenga una «llave» para acceder a estos estadios mentales que les permite experimentar más hechos anómalos. De hecho, muchos testigos ovnis han señalado que los sueños se convierten en un «canal» de comunicación con esta nueva realidad. No debemos olvidar que la literatura ovni está repleta de sueños proféticos que anticipan a los testigos, de manera inexplicable, sus posteriores encuentros con los No Identificados. Por lo que, según la TD, no sería nada extraño hallar fenómenos parapsíquicos (telepatía, clarividencia, precognición, viaje astral, poltergeist, etc.) insertados en algunos incidentes ufológicos (sobre todos en los encuentros cercanos), ya que serían resultado (incluso colaterales) de la interacción psíquica entre los testigos y el agente externo en la creación conjunta de estas experiencias (en el último capítulo ampliaremos aún más este aspecto). No son una equis que sumar al enigma, sino una consecuencia de esta conexión mental, al igual que muchos otros aspectos desconcertantes del fenómeno.
 
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La TD también explicaría otra incoherencia importante de los ovnis: la vasta presencia de «platillos volantes» en casi cualquier parte del mundo.
 
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Probablemente estamos frente a un fenómeno que no necesita desplazarse por el aire, sino que, por el contrario, puede ser «sintonizado» desde cualquier lugar del planeta para manifestarse. Es probable que nuestra psique sea la «puerta» para acceder a esta realidad desconocida a la que nos «conecta» el fenómeno ovni. Por tanto, si estamos enfrentados a un paradigma de orden psíquico «inducido», podría tener una extensión/propagación mayor que si se tratara de la pura observación de unas supuestas naves de tuercas y tornillos que descienden por doquier en infinitos lugares de todo el planeta. Además, es factible que estas manifestaciones, en muchas ocasiones, solo sean percibidas por el observador, y es por ello que las personas de su alrededor no son testigos de estos fenómenos, cuando la lógica dicta que debieron presenciarlo.
 
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Es muy posible que muchos incidentes ovnis solo tengan una realidad física aparente, motivada por la propia percepción del fenómeno en una visión privada, indistinguible de la realidad ordinaria para el testigo.
 
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Tampoco podemos descartar que exista una especie de «efecto llamada» a esta enorme «red» psíquica/interactiva que nos rodea y que se retroalimenta de nuestro inconsciente.
 
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Tampoco podemos descartar que determinados eventos provoquen una posterior acumulación de casos en determinadas zonas y durante determinadas épocas, como si algunas fisuras con esta realidad desconocida pudieran ser invocadas más fácilmente en algunos lugares por la repercusión o extensión de estas creencias.
 
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Si aceptamos las premisas de Vallée sobre el factor absurdo, estaríamos admitiendo tácitamente que las «inteligencias» que manejan el fenómeno ovni deberían de conocer a la perfección la diferencia entre el concepto lógico y absurdo de los humanos para elegir determinados comportamientos o situaciones «ridículas» y «representarlas» o «teatralizarlas» ante los testigos. Pero, a mi entender, casi todas las suposiciones que se han elevado sobre el factor absurdo están equivocadas. No estamos ante un «teatro» ejecutado por unas inteligencias desconocidas para manipularnos. Si admitimos todas estas premisas, estamos añadiendo una incógnita a la ecuación que sencillamente desvirtúa el resultado. Y es que las ideas generadas en torno a esta cuestión han complicado tanto nuestra percepción del paradigma ovni que nos han enredado en un debate estéril y casi sin sentido. En realidad, todas estas características absurdas pueden ser el resultado, simplemente, del proceso psíquico que crea las propias experiencias. Un mecanismo, por cierto, muy similar al de nuestros sueños. Los expertos creen que durante el sueño se desactivan las zonas del cerebro pertenecientes a los lóbulos frontales, justamente las encargadas del raciocinio, y es por ello que estas experiencias pueden parecernos normales mientras dormimos, pero, en cuanto despertamos, comprobamos lo absurdo y lo extraño de muchas de las partes que componen nuestros sueños (que no son más que expresiones del inconsciente).
 
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Aunque nos hallemos ante unas experiencias radicalmente distintas (en origen, propósito y finalidad) a las de nuestros sueños, la proyección creada por el AE se produce mediante un proceso denominado «creatividad onírica», que sería el causante de que muchos episodios ovnis tengan esa pátina desconcertante y absurda. Es una consecuencia de la interacción de nuestra psique con este fenómeno. De ahí que, bajo la perspectiva de la TD, el factor absurdo pierda totalmente su halo de misterio inconmensurable y metafísico, dejando de ser una «equis» que sumar en la ecuación para convertirse simplemente en un «efecto» (incluso un epifenómeno) de la interacción del AE y la mente humana. La propia mecánica interna de este tipo de experiencias (las proyecciones), lleva inherente la incorporación de estos elementos absurdos e incoherentes, fruto de la participación inconsciente de los testigos, quizás en un estado alterado de conciencia que inhibe ciertas partes de nuestro cerebro, y, por tanto, añadiendo escenas absurdas y ridículas, en ocasiones fruto exclusivamente de nuestra participación y no de una acción deliberada por parte del fenómeno. Los encuentros con ovnis serían una mezcla de «realidad» y «ensoñación» que induciría a que el observador se sintiera literalmente «arrebatado» por su visión, como los antiguos místicos y chamanes, con lo que comparten tantas cosas y donde lo «espiritual» prevalece sobre lo material. Además, en muy probable que nuestra «visión» de estos fenómenos obedezca realmente a una percepción «distorsionada» de esa «otra» realidad a la que nos conecta el AE, y debido a que nuestra participación es sorpresiva, incita a que nuestros propios «filtros» mentales (miedos, angustias, fantasías, esperanzas, deseos, etc.) provoquen sustanciales modificaciones de esa información cognitiva a la que accedemos. O lo que es lo mismo: nuestra mente ejerce de notable interferencia para acceder a este nuevo estadio de información psíquica y solo somos capaces de atravesar las primeras capas y quedar atrapados por esas «interferencias». Por tanto, no estamos ante una maniobra deliberada del fenómeno para presentarse de determinada manera ilógica ante los testigos, sino que la propia participación de los observadores determina estos hilarantes conceptos. El «teatro» es consecuencia de nuestra interacción. Y es que este tipo de experiencias anómalas, de las que son testigos miles de personas en todo el mundo, podrían enmarcarse perfectamente, por su similitud, en los psicodramas desarrollados por la psique humana durante la etapa del sueño, ya que parece que el AE intenta «transmitir» un complejo mensaje a través de imágenes y sensaciones. Por lo que estos detalles absurdos carecen totalmente de significación especial o transcendental, más allá del valor creativo/artístico expresado en una «proyección holográfica» que parece fluctuar en un proceso muy similar a la de los sueños en su desarrollo y puesta en escena. Aunque eso sí, con unos propósitos y finalidad totalmente desconocidos.
 
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Por tanto, los encuentros cercanos con ovnis, al igual que el mundo onírico, poseen características propias e intransferibles de los testigos, fruto de la inmersión en un desconcertante océano «psíquico» que se decodifica o presenta en función de la interacción personal de cada individuo, por lo que estas experiencias, descritas o narradas fuera del contexto individual, adquieren esa atmosfera de absurdez. De hecho, como hemos visto, los sueños se expresan en un lenguaje de simbolismos y arquetipos que «escapan» aparentemente de nuestra razón. No obstante, hay que señalar que el AE ayuda a mantener una cierta estructura «coherente» en el resultado final de la experiencia (la visitación extraterrestre), evitando la implicación de demasiados elementos ciertamente extravagantes y «anacrónicos», por ejemplo, que en el interior del ovni el testigo observe a su suegro o al pato Donald (aunque probablemente esto no sea algo infalible). Además, el AE incorpora a la proyección ciertos elementos comunes, en una estructura interna, que son desconocidos por la mayoría de los testigos y que se repiten a lo largo y ancho del planeta.
 
José Antonio Caravaca
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El siguiente recuerdo de Avtandil Bukhrashvili fue despertar en la cama sin saber cómo había llegado hasta allí. ¿Extraterrestres voladores con cascos como lámparas «victorianas»? ¿Invitando al testigo a volar con ellos? ¿Intentando curar su dolencia con una pastilla «marciana»? Casos como este son lo que elevaban, hasta la fecha, el factor absurdo hasta los límites de lo incognoscible según algunos investigadores. Pero tras esta bizarra experiencia no se esconde nada extraordinario. Como se ha desarrollado en este presente apartado, estaríamos ante un complejo proceso denominado creación onírica producido por la unión de la psique del testigo y un AE que elaboran una alucinante «historia» fabricada exprofeso para ese instante y ese momento en particular. Sin duda, la enfermedad del testigo hace que surja el amable ofrecimiento por parte de los humanoides (seguramente nacidos de un recuerdo del militar) de un «medicamento», en lo que podríamos catalogar sin problemas como una breve trama onírica. Y, por tanto, concluimos de forma categórica que el factor absurdo es una simple construcción quimérica idealizada por los estudiosos ovni al desconocer que los procesos mentales envueltos en la creación o decodificación de estos episodios manejan el mismo «lenguaje» de los sueños. Hemos estado analizando los engranajes del reloj, desconociendo que la única forma de conocer la hora era observar las manecillas. Por tanto, el error ha sido analizar y comparar en su conjunto la casuística ovni, lo que a todas luces nos presenta episodios absurdos, carentes de lógica y conexión, ya que el verdadero significado de estas experiencias solo se puede interpretar/decodificar a nivel individual, caso a caso, teniendo en cuenta las preferencias, estudios, hobbies, intereses, cultura, etc. del testigo. Solo entendiendo y asumiendo que son vivencias de carácter global, pero subjetivizadas por la participación activa de la psique de cada testigo despojaremos de todo misterio estos encuentros.
 
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Es muy probable que, en su génesis, muchos encuentros anómalos, en cualquiera de sus categorías, partan de una base «ideográfica» aún no definida totalmente, que puede derivar, según se tercie, en un episodio ufológico, paranormal, criptozoológico o mariano, en función de la interpretación/influencia del testigo sobre/en lo percibido. Todo comienza cuando el potencial observador observa que algo extraño va a suceder tras sintonizar con el AE. En esos momentos estamos ante un boceto en blanco. El inicio de la experiencia puede ser simplemente una extraña luz, una sombra o incluso una sensación de inquietud, temor o escalofrío. Y es en ese preciso instante cuando en un fulminante intercambio de preguntas y respuestas con el AE brota todo el suceso: ¿Qué está pasando? ¿Qué origina este silencio? ¿Estoy solo? ¿Qué es esa luz? ¿Son espíritus del más allá? ¿Mi abuelo? ¿Un platillo volador? ¿Un ángel del cielo? ¿Una horrenda criatura? ¿La Virgen María? Esta interacción surge del propio inconsciente del testigo o, incluso, puede estar influenciada por un determinado «campo mental». Las respuestas a estas dudas, emitidas de forma automática, comienzan a edificar, a medida, una particular e intransferible experiencia «sobrenatural». Por ese motivo, muchos sucesos anómalos son incompletos, imprecisos o no tienen sentido, debido a que la «construcción» es muy flexible en su fase de elaboración. Por ese motivo se reportan muchos casos de visión de humanoides o entidades errantes y solitarios sin asociación a un «vehículo espacial» o a una clasificación establecida. Como si el testigo, tras la conexión con el AE, fuera incapaz de encauzar esta experiencia hacía ninguna parte. Y es que el AE no tiene ningún interés específico en promover determinadas experiencias o mensajes, más allá de lo que pueda desarrollar o crear el propio testigo en base a ciertos elementos puestos en funcionamiento. Por tanto, si la psique del observador es demasiado caótica o imprecisa a la hora de elaborar la «proyección», es probable que el resultado sea impredecible e inclasificable. Así, ante el mismo estímulo de ver una extraña luz en el cielo, visualizar una vaga entidad entre las sombras o sentir extraña sensación, el testigo puede determinar de forma inconsciente hacia dónde va a ir encaminada su experiencia: hacia el territorio de los ovnis, de los fantasmas o de las apariciones marianas, por ejemplo. O, por el contrario, bajo una «caótica batuta», originando incidentes asombrosos hasta para el investigador más versado.
 
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Pero las preguntas que surgen de este planteamiento son amplias: ¿cuántos casos originados por una evidente puesta en escena bizarra y esperpéntica, o demasiado mundana, son rechazados por los ufólogos a tenor de estos datos? ¿Cuántos incidentes han sido desarrollados fuera de la estructura «ortodoxa» de los encuentros cercanos u otra fenomenología conocida? Si, como creo, se trata de unas creaciones que rayan lo «artístico» y lo «surrealista», expresado además en un lenguaje ideográfico y arquetípico, es muy factible que a veces el resultado final no encaje con ningún patrón establecido, ni por los ufólogos, ni por los parapsicólogos, ni por los criptozoólogos.
 
José Antonio Caravaca
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Bajo el marco de la TD la información incluida en las proyecciones obedece a cuatro puntos básicos:
 
1.     Ningún testigo verá ni accederá a ninguna información que: no que se halle latente en su inconsciente en el momento del «contacto».
2.     Que no sea capaz de imaginar.
3.     O que no podamos rastrear en el imaginario popular (inconsciente colectivo).
4.     La posible existencia de los «campos mentales»
 
Y es que, el AE es fundamentalmente «neutro» en sus aportaciones, o sea, sin una intencionalidad prefijada, tal y como se había creído hasta el momento (léase, manipulación, experimentación, etc.). Ya que estas experiencias, como se ha desarrollado en puntos anteriores, son fruto de un complejo proceso psíquico de «retroalimentación» entre el fenómeno y los testigos. Y es por esta sencilla razón que las experiencias ovnis serán siempre sincrónicas con la época de la manifestación, y no hay que buscar más allá, ni teorizar sobre «inteligentes» camuflajes o excelsos «sistemas de control». Siguiendo este planteamiento podríamos encontrar a una persona en el siglo pasado que nos aportara muchos detalles de una experiencia sobrenatural, por su capacidad intrínseca de interaccionar con el AE, debido a su rico bagaje informativo/imaginativo personal, y, por el contrario, actualmente podemos toparnos con un testigo que describa una observación ovni muy parca en detalles. Todo depende del observador. Repetimos. Todo. Lo que no se puede hallar o rastrear en la psique de los testigos nunca será visualizado en un encuentro ufológico.
 
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¿Por qué no hallamos más sucesos de este tipo en las hemerotecas o bibliografías, que podrían confirmar las visitas extraterrestres en la tierra desde hace siglos? Por una sola y exclusiva razón. La «creatividad» de los testigos, durante el proceso de elaboración de esta «entelequia», es la que otorga los detalles a los incidentes y, por tanto, si el concepto «extraterrestre» o «nave espacial» no se encuentra presente en el ideario de la época, ni existía información visual ni oral a desarrollar en este sentido, difícilmente lo podremos hallar representado en la proyección.
 
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Es también interesante señalar que a veces en los encuentros cercanos con ovnis hallamos detalles y rasgos muy característicos y propios de una determinada región, pertenecientes a la cultura, idiosincrasia o tradición local, lo que apuntaría, una vez más a una evidente implicación psicológica en la construcción de los casos, ya que otra de las características de las experiencias ovnis es que se desarrollan como fenómenos «endémicos». Recordamos las palabras de Dennis Stacy, cuando decía que cada país parecía desarrollar concretos y singulares episodios ufológicos que no son extrapolables a otros lugares.
 
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El investigador neoyorquino Budd Hopkins «revolucionó» la ufología norteamericana con un best sellers llamado Intruders (1987), dedicado monográficamente al asunto de las controvertidas abducciones alienígenas —para más información ver mi libro OVNIS: las operaciones secretas de la CIA, 2017—. Tal fue el impacto de sus obras, y de otras que surgieron al calor de las aportaciones de Hopkins (como Communion, de Whitley Strieber, 1987), que en muy poco tiempo los casos de secuestros extraterrestres se «multiplicaron» de forma exponencial en los Estados Unidos, convirtiéndose en un tema recurrente de tertulias radiofónicas y televisivas en horarios de máxima audiencia. Y debido a esta sobreexposición mediática (que avala a la TD), los pequeños alienígenas grises de cabeza abultada y grandes ojos negros, que, todo hay que decirlo, compartían instrumental y mobiliario con los hospitales terrícolas, comenzaron a desplazar a casi todos los demás ocupantes de los platillos volantes, evidenciando un impresionante «efecto contagio» como pocas veces se ha visto dentro de la propia casuística ovni. Las escafandras, los equipos de respiración autónoma, los trajes de «astronautas» y hasta las pistolas de rayos comenzaron a desaparecer de los informes ovnis. Incluso se acortó la distancia con el fenómeno. Ya no hacía falta buscar los encuentros en el desierto o en las carreteras aisladas. Los ovnis «echaban abajo» las puertas de los dormitorios para secuestrar a los testigos. Cómo los súcubos e íncubos del medievo (demonios masculinos y femeninos, respectivamente, que copulan con los testigos en las habitaciones), los pretendidos extraterrestres atravesaban paredes y ventanas para conducir a las personas a una mesa de quirófano e incluso para mantener relaciones sexuales. Pero, curiosamente, fuera de Norteamérica, donde se estuvo menos expuesto al contagio, se contabilizaron muy pocas abducciones de este tipo concreto de extraterrestres macrocéfalos. De la misma, forma, podríamos indicar que el país donde se han observado más «humanoides» con la apariencia del famoso muñeco Michelin (Bibendum) es Francia, lugar de donde es originaria la marca de neumáticos y donde, lógicamente, estaría más presente este iconográfico logotipo. De hecho, de diecinueve incidentes protagonizados por ocupantes de ovnis parecidos a Bibendum, que recopilé para un estudio, ocho de estos casos ocurrieron sobre territorio francés, dos en la vecina Bélgica, además de dos sucesos registrados en España, en una época de expansión de la marca francesa en nuestro país.
 
José Antonio Caravaca
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Es indiscutible que los animales (perros, caballos, pájaros, etc.) parecen reaccionar, incluso antes de su aparición, ante la presencia de los platillos volantes. Los investigadores han anotado que los animales suelen reaccionar con miedo, agresividad o nerviosismo ante lo desconocido. Pero ¿cómo explicaría esto la TD? ¿Pueden los animales percibir estas proyecciones? ¿Cómo pueden intuir estos fenómenos? De forma visual. Nada impediría que los animales pudieran observar la proyección como si realmente se tratara de algo «real», aunque evidentemente intuyan que no se trata de algo «cotidiano», por lo que su comportamiento, en la mayoría de ocasiones, es asustadizo, y algunas veces se dice que es extremadamente agresivo. De forma «clarividente». Algunos animales, sobre todo los perros, pueden «intuir» momentos antes del contacto la presencia del AE en el «ambiente». Tanto si se trata de platillos volantes, Pies Grandes o fantasmas, parece ser que el «sexto sentido» de los perros les avisa antes que a los seres humanos de la situación.
 
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¿Por qué no se producen avistamientos multitudinarios, como por ejemplo el aterrizaje de un platillo volante en mitad de un campo de futbol o en el jardín de la Casa Blanca? ¿Por qué nos encontramos siempre con contactos furtivos con una sola persona o, a veces, unos pocos testigos en la más completa soledad?
Puede haber dos factores desde el punto de vista de la TD que explicarían este fundamental aspecto del fenómeno ovni, sin contar que pudiera ser, simplemente, una forma deliberada y premeditada de actuación.
 
1.     Que la aglomeración de gente produzca una amplia «interferencia» psíquica en la incursión del AE, lo que haría que su manifestación no pudiera ser percibida por todo el mundo de la misma forma, o, simplemente, que tal cantidad de testigos dificultara la acción de crear la proyección.
2.     La irrupción del AE ante una amplia audiencia, podría crear «perturbaciones psíquicas» más generalizadas que se alejarían de los propósitos originales del AE.
 
José Antonio Caravaca
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En el momento en que la conjunción AE/testigo se interrumpe/finaliza, todo se evapora como si nunca hubiera existido —de hecho, nunca ha existido antes, ni existirá después del encuentro—.
 
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Muchas apariciones de ovnis, sobre todo los encuentros cercanos, están más próximos a ser considerados como epifanías o experiencias místicas que simples avistamientos de «maquinas» de chapa y tornillos que levantan polvo al despegar. Tan solo se diferencian de las narraciones de santos, chamanes, brujos o místicos, en tres sustanciales aspectos: Su indefinición. No parecen tener un objetivo claro más que el mero hecho exhibicionista de su presencia. Su componente «tecnológico». Su «apariencia» de ser fenómenos físicos «reales» e «independientes» al testigo. Por tanto, a tenor de estas semejanzas con otros paradigmas debemos reevaluar la participación de la psique humana en estas manifestaciones…
 
José Antonio Caravaca
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En el capítulo 4 se analizaron todas las circunstancias que suelen rodear las apariciones de ovnis, vírgenes y demás fauna insólita que salen a nuestro paso en mitad del camino, anotándose los puntos que tenían en común. La mayoría de incidentes suelen comenzar de una manera confusa para después desarrollarse con mayor grado de detalles. Y todo para poder «encasillarse» en un determinado patrón sobrenatural, paranormal, ufológico, mariano, criptozoológico, etc. Por ello, no es nada raro, ni infrecuente que en muchas ocasiones los primeros testimonios ofrecidos por los testigos de lo inexplicable sean ambiguos, borrosos e imprecisos, a la par que muy análogos entre ellos, como si el AE estuviera tomando un primer «contacto» con la mente de los observadores y obteniendo las primeras informaciones que va a desarrollar a continuación en función de las creencias y el contenido informativo de los propios testigos. Por tanto, la primera clave que extraemos de la TD es que el contenido de las experiencias anómalas, cualquiera que sea su naturaleza, no está prefijado ni existe antes de que se haga «realidad» frente a los ojos del testigo a través de una proyección. Todo nace y se origina en el justo y preciso momento de la conexión «mental» establecida entre el AE y la «psique» del testigo. Todo es fruto de un proceso altamente creativo, y vertiginoso en su realización, que concluye por completo una vez haya desaparecido el motivo aparicional (ovni, Virgen, fantasma, hada) de la vista de los testigos.
 
José Antonio Caravaca
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Para Aubeck mirar al cielo «es casi instintivo. Probablemente se debe a que el cielo es un lienzo en blanco y cuando pensamos de una manera profunda o abstracta, preferimos despejar la vista de todo obstáculo. Lo mismo se puede decir de cerrarse los ojos para crear un telón de fondo negro que sirve de “espacio interior”. Al mirar la “nada” liberamos la corteza visual para aumentar temporalmente nuestra capacidad de procesamiento abstracta. Si observas a los niños o adultos cuando resuelven mentalmente un rompecabezas, tienden a levantar los ojos hacia arriba por unos instantes».
 
José Antonio Caravaca
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Y así volvemos al punto crucial de nuestra investigación: si nadie pensaba que estos seres sobrenaturales que irrumpían en nuestro medio necesitaban de la ayuda de un vehículo (terrestre o aéreo), nadie era capaz de verlo/proyectarlo (imaginarlo), ya que, al no existir contenido informativo a este respecto en el inconsciente de los testigos, el AE no lo podía incluir en las experiencias. Así de fácil. Solo cuando los humanos comenzamos a pensar que quizás estas entidades necesitaban de algún tipo de transporte para llegar hasta nosotros desde su lugar de origen, comenzamos a incluirlos en nuestras experiencias (por mediación del AE). Y es que desde la TD no existe un fenómeno extraño que englobe a los demás o a algunos de ellos. Todos son partes esenciales de un mismo paradigma indefinido hasta el momento. Por tanto, es una falacia y un error de bulto considerar que los testigos de encuentros con la Virgen María están malinterpretando el contenido de sus experiencias y describiendo bajo la ceguera religiosa a los tripulantes de un ovni.
 
José Antonio Caravaca
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Por tanto, en un inicio, la experiencia que va a acontecer puede estar abierta a muchas modificaciones, ya que el AE no tendría predilección, ni interés alguno, para elegir una forma u otra determinada, más que la que aportarían las creencias o informaciones de los sujetos con los que «conecta». Evidentemente, algunos entornos sociales son más propicios para la irrupción de un animal peludo que para una aparición celestial. Los testigos y el medio influyen determinantemente en estas cuestiones, tanto por las creencias e informaciones propias como por la carga iconográfica del sitio.
 
José Antonio Caravaca
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Considerar las apariciones marianas como simples avistamientos ovni es demasiado sencillo. Para empezar, los mensajes y los contenidos de las experiencias se enmarcan por regla general dentro de los «parámetros» establecidos por la fe cristiana, por tanto, si fuesen provocados por los ocupantes de los platillos volantes, existiría una clara intencionalidad por parte de estos de ejercer una manipulación sobre determinados sectores de la población. Pero existe un problema añadido a este planteamiento: si asumimos que los «extraterrestres» buscaban algún tipo de manipulación social, nos preguntamos ¿por qué serían tan torpes a la hora de ocultar completamente su presencia tras estos fenómenos?, ya que es obvio que fueron descubiertos por los hábiles ufólogos años después. ¿Sería esto posible? ¿«Extraterrestres» haciéndose pasar por personajes bíblicos, pero utilizando una puesta en escena que no pasaría desapercibida para los investigadores del futuro? Pero incluso podemos ir más lejos. ¿Por qué estas experiencias místicas/religiosas son igual de imprecisas y vagas que los encuentros ovnis, y ambas solo logran convencer a los más apasionados creyentes? Si estas entidades quisieran manipularnos de forma abierta, ¿por qué no se presentan de forma más ostensible y concreta? ¿No estaríamos, por el contrario, en presencia de un mismo tipo de fenómeno, que nosotros mismos moldeamos (de forma inconsciente) en base a nuestras propias creencias? Desde mi óptica, no sería tanto una cuestión de interpretación, sino que más bien nos enfrentamos a un paradigma altamente «maleable» y abierto a profundas modificaciones tras su contacto con la psique de los testigos, aunque comparta rasgos comunes con otros fenómenos sobrenaturales.
 
José Antonio Caravaca
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Bajo la premisa de la TD, ningún paradigma anómalo prevalece sobre otro en importancia. No existe un fenómeno genuino que se esconda tras otros subterfugios. Ni tampoco existen diversos enigmas que provienen de diferentes orígenes.
 
José Antonio Caravaca
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La conclusión que extraemos es clara. Contundente. Lo ocurrido en Fátima no es sinónimo, ni mucho menos, de un episodio ufológico soterrado. Y es que hay que dejar claro que las apariciones marianas no son encuentros con ovnis y sus ocupantes mal interpretados. Nos hallamos simplemente ante la manifestación de un fenómeno desconocido, de origen psíquico, que fue transmutándose a medida que la intelectualidad de los propios testigos, en sintonía con un AE, comenzaron a influir en su aspecto e interpretación. Y solo la fe conjunta de los miles de personas, o sea la fuerte creencia popular en estas apariciones, hizo posible que se produjera el «milagro del Sol» —si realmente ocurrió.
 
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El fenómeno al que nos enfrentamos utiliza una serie de recursos tremendamente flexibles: aparición de entidades, fenómenos aéreos, luces, mensajes… Engranajes mitológicos universales que el fenómeno pone a nuestra disposición para que nosotros mismos los modifiquemos (de forma inconsciente) para hacerlos encajar de forma admirable con nuestro sistema de creencias y nuestra propia información psíquica.
 
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… podemos hallar equivalencias en todos los sentidos entre fenómenos de índole sobrenatural. Encuentros ovnis que parecen experiencias marianas, como el suceso de los niños de Ibiza, y sucesos marianos que parecen tener la misma textura de nuestros encuentros cercanos con platillos volantes, pero revestidos por las creencias religiosas.
 
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A veces, el AE, bajo conjunciones desconocidas, es capaz manifestarse de una forma más amplia, ante más personas, pero siempre, manteniendo los mismos niveles informativos.
 
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Los prodigios celestes y la visión de extrañas entidades no son recursos escenográficos exclusivos de los «extraterrestres», y a lo largo de la historia, tal y como ha quedado patente por las hemerotecas y las bibliotecas, el hombre siempre ha narrado visiones sobrenaturales que nada tienen que ver con la visitación alienígena. Solo desde que este fenómeno adoptó la «forma» que nos ocupa en este libro, la de hipotéticas civilizaciones procedentes de otros mundos habitados, es cuando hemos querido reinterpretar e introducir en un mismo saco todos estos testimonios y hechos, como si hasta la fecha hubiéramos estado engañados, y solo en este preciso momento, cuando nos topamos con los platillos volantes, hemos sido conscientes de la realidad que se nos ocultaba bajo diferentes disfraces. Pero realmente, tanto las apariciones marianas como el fenómeno ovni son engranajes de la misma maquinaria psíquica que ha estado proyectando ante los asombrados ojos de los testigos una escenificación acorde a sus propios deseos y anhelos; compartiendo siempre elementos comunes: luminarias, humanoides, huellas, mensajes telepáticos, presagios, etcétera. El AE es capaz, tras haber sintonizado con la mente de los observadores, de desarrollar las experiencias en un sentido o en otro, dependiendo de lo que el testigo pueda llegar a imaginar en ese mismo momento. Y eso que, hasta la fecha, la mayoría de los estudiosos consideraban que las apariciones marianas podían ser consideradas como encuentros cercanos con ovnis, por tres razones: Por un eficaz camuflaje de las entidades extraterrestres, con unos propósitos difusos, desde el control psicosocial hasta el «vampirismo» psíquico defendido por Salvador Freixedo. Por el propio desconocimiento de los testigos, al no saber interpretar lo que están viendo. Por la manipulación eclesiástica que deformaba los verdaderos hechos. O sea, el aterrizaje de un platillo volador, se transformaba, bajo el prisma religioso, en un descenso glorioso de la Virgen María. Pero las similitudes entre ambos fenómenos no deben ser consideradas como una prueba inequívoca de la existencia de un solo paradigma que engloba al otro. Esto solo probaría que nos hallamos ante un mismo «estimulo» psíquico que puede ser interpretado y modificado en muchas direcciones, partiendo de una determinada creencia, pero que se sustenta en los mismos recursos ideográficos. De hecho, la Virgen es igual de imprecisa o pueril en sus mensajes que los extraterrestres o los difuntos. Las evidencias que obtenemos tras el aterrizaje de un ovni son de la misma volatilidad que las que encontramos en una casa visitada por un fantasma, o, por ejemplo, en el árbol donde se ha encaramado la aparición mariana.
 
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Sin duda la relación del Pies Grandes con los platillos volantes representa una combinación que no es cómoda para ninguna de las partes implicadas, ya que a los criptozoólogos les molesta igualmente explicar que diantres hace un «eslabón perdido» de la especie humana viajando en el interior de un ovni... Sin embargo, probablemente, la censura de estos datos e incidentes imposibilita que tengamos acceso a informaciones vitales para comprender la complejidad del Bigfoot y del propio fenómeno ovni.
 
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Obviamente, a tenor de estas conclusiones, no existe ningún animal desconocido campando a sus anchas por los frondosos bosques de Norteamérica, del mismo modo que, muy posiblemente, los encuentros con ovnis tampoco obedecen a la presencia en nuestro planeta de seres extraterrestres. Y es que en el presente libro ha quedado evidenciado que los avistamientos del Bigfoot, lejos de ser un fenómeno homogéneo y circunscrito solo al posible ámbito zoológico, se erigen como un auténtico enigma sobrenatural rico en matices y detalles inexplicables. Todo es fruto de un complejo sistema de proyección psíquica orquestado por un AE que se nutre de nuestras propias creencias, miedos y anhelos para elaborar un artificioso universo repleto de seres imposibles. En el caso que nos ocupa, las ancestrales creencias en la existencia de hombres salvajes, monstruos y criaturas desconocidas en los bosques, son utilizados por este AE para la elaboración del moderno mito del Bigfoot, cuyo contenido iconográfico reactualiza antiguos y profundos terrores atávicos. Pero, como señalamos reiteradamente, estas «puestas en escenas» pueden incluir desde encuentros con ovnis y sus tripulantes hasta «Bestias peludas», pasando por apariciones marianas y fantasmas. Todos estos paradigmas se caracterizan por ser fenómenos muy variables, que, aun conservando asombrosos elementos comunes, se desarrollan de forma independiente y con características inherentes e intransferibles, aportadas por la participación inconsciente de cada testigo. Lo que explicaría la enorme diversidad en apariencia, tamaños y colores, delatada en los avistamientos del Bigfoot. Además, es importante reseñar, que la permanencia física de estas «criaturas» en nuestro universo, se limitaría solo y exclusivamente al momento exacto de la «proyección tridimensional», cuando transitoriamente cobran «vida» para cumplir su propósito. Por lo que obviamente, por ejemplo, sería imposible hallar el escondrijo del Bigfoot, ya que nada de lo recreado después de la finalización de la experiencia subsiste. Aunque el AE es capaz de otorgar materia a sus manifestaciones, este añadido físico y tangible, expuesto ante los ojos del testigo, por ejemplo, en forma de huellas sobre el barro, o la imponente e «incuestionable» presencia del Bigfoot al romper ramas durante sus desplazamientos, solo son un refuerzo psicológico, utilizado como mero attrezzo para crear una «representación» perfecta para perpetuar un sutil engaño. De esta forma, aunque encontremos pisadas profundas del Bigfoot, estas no nos llevarán a ninguna parte, y, del mismo modo, aunque hallemos restos extraños después de un aterrizaje ovni, estos no resultarán nada de extraordinarios o anómalos. Este agente desconocido, en conjunción con nuestra mente, distorsiona caprichosamente el contenido de las experiencias anómalas en función de las capacidades de cada testigo para perpetuar unos determinados mitos.
 
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Pero, de la misma forma que en multitud de ocasiones la simbiosis AE/testigo da como resultado una experiencia perfectamente encasillable por los investigadores, en ocasiones, estos procesos altamente creativos, y hasta cierto punto impredecibles, ofrecen bizarros encuentros con entidades que se quedan en un «limbo» indeterminado, en la intangible frontera entre varios tipos de fenomenologías, sin que los investigadores puedan catalogarlas en ninguna tipología concreta (como por ejemplo ocurre, cuando se mezclan fenómenos como el Bigfoot y los ovnis). Y esto ocurre principalmente por la carencia de información que ofrecen estas visiones a sus respectivos testigos, lo que imposibilita su «correcta» tipificación. Además, por razones que se nos escapan, en muchas ocasiones no se producen ulteriores encuentros que puedan ayudar a su correcta «ubicación». Nos encontramos ante un único y aislado avistamiento que no podemos decodificar por completo.
 
José Antonio Caravaca
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Hasta la fecha, los investigadores barajaban dos posibilidades para explicar las «semejanzas» de muchos fenómenos anómalos y, además, explicar de camino algunos de los aspectos más incoherentes de estas manifestaciones, como la diversidad de ocupantes o el factor absurdo:
 
1.     Error de interpretación. O sea, que el contenido de las experiencias es siempre el mismo, invariable en el transcurso de los años, por ejemplo, una nave espacial y el desembarco de sus tripulantes, pero la descripción del testigo estará influenciada por sus conocimientos o creencias religiosas. De esta forma, el platillo volador será descrito como un «carro celestial», y sus ocupantes serán interpretados como seres angelicales, santos, o la mismísima Virgen. Las apreciaciones erróneas de los testigos añadirían muchos aspectos incongruentes al fenómeno.
2.     Camuflaje. Esta postura defiende que las entidades o inteligencias que se escudan detrás del fenómeno ovni, por propósitos no esclarecidos, se dedican a engañar o manipular a los testigos haciéndoles creer determinadas cosas. Aunque otros estudiosos hablan básicamente de «engaños sensoriales» provocados por los campos magnéticos o energías utilizadas por los ovnis y nuestra incapacidad de percibir correctamente el paradigma.
 
Pero a la luz de la TD, estas semejanzas y anomalías obedecerían a otra razón. Al encontrarnos ante un proceso psíquico, con una importante carga de creatividad, estas proyecciones pueden moverse en un amplio espectro de representaciones, basadas, eso sí, prácticamente en los mismos conceptos esenciales (seres sobrenaturales, luminarias, mensajes ambiguos, fugacidad de los encuentros). Ya se ha descrito anteriormente que no existe ni una intencionalidad ni un propósito prefijado en las manifestaciones y los prodigios que observamos, más que el hecho de «representar» una escenificación basada en unas determinadas creencias, aparentando lo que no se es. Así, por ejemplo, la poca fe actual en la existencia de las hadas y seres elementales y su natural ausencia en nuestro banco de imágenes habría llevado a que este tipo de relatos haya casi desaparecido de nuestros archivos. No obstante, una sola mente podría hacer revivir estos episodios, independientemente del lugar y la época, si en su inconsciente estuviese presente este factor en el momento de su contacto con el AE.
 
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… está claro que se ha perdido demasiado tiempo buscando conclusiones donde no las hay. Y es que, al analizar los encuentros cercanos con ovnis pensando que detrás subyacía un gran y desconocido fenómeno homogéneo, se han elevado multitud de ideas e hipótesis que carecen de sentido. Y volvemos al símil de los sueños. La interpretación de los sueños (al igual que la de los casos ovnis) ha de realizarse a nivel individual, y aunque, como ocurre con los incidentes ufológicos, existen una serie de arquetipos (elementos) comunes a la especie, sería una pérdida de tiempo y esfuerzo sacar conclusiones generales teorizando que los sueños son emitidos desde una fuente externa al ser humano para que sean percibidos por los durmientes. Pues esto mismo ha ocurrido con los encuentros cercanos con ovnis. Al intentar unificar el fenómeno, especulando que estaban originados por la visión de algún tipo de inteligencia externa al ser humano que intentaba «comunicarse» con nosotros, se han elevado tantas posibilidades teóricas que hacen que la resolución del enigma se encuentre en el punto actual de incertidumbre. Puesto que son tantos los conceptos puestos en juego por este desconcertante fenómeno, como innumerables son los testigos que han contribuido a enriquecerlo «intelectualmente», que, evidentemente, la ecuación resultante de intentar establecer o buscar una pauta común hace que resulte imposible saber a qué nos enfrentamos. Y es que hay que dejar claro que los encuentros cercanos con ovnis no poseen continuidad alguna. No existe un hilo conductor. No obedecen a una trama que podamos seguir o rastrear en el tiempo o en el espacio, creando una gran historia. Son episodios aislados y esporádicos, únicos e intransferibles, que surgen en un determinado momento y bajo unas conjunciones indescifrables hasta la fecha, pero que desaparecen en el mismo instante que acaba la experiencia para no repetirse jamás ni continuar en otro evento. Pese a tener miles de casos a nuestra disposición, prevalecen de forma alarmante las diferencias sobre las semejanzas entre avistamientos. Es totalmente inexplicable que los defensores de la HET no hayan encontrado sumamente extraño que los detalles de un determinado ovni (su tren de aterrizaje, sus ventanas, su puerta) no se encuentren repetidos en otro suceso; y que la descripción de los platillos volantes varíe de forma y tamaño tan alarmantemente de un episodio a otro, y que no exista más hilo conductor en toda esta alocada trama que el propio trasfondo del fenómeno, o sea, que son hipotéticos visitantes del espacio y que viajan en naves espaciales. Todo lo demás, es susceptible de ser modificable hasta el infinito.
 
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Y en este amplio y desconcertante universo de «imprecisiones», los tripulantes de los ovnis jamás han ofrecido ninguna información que haya podido ser completada ni en tan solo dos eventos diferentes. Por ejemplo, los ocupantes de un ovni nunca han comentado a un testigo: «mira, hace unas semanas aterrizamos en un pequeño pueblo de Wisconsin y le regalamos unas galletas a un simpático humano». Es más, incluso en aterrizajes ovnis ocurridos muy próximos en el tiempo y en el espacio, jamás se han repetido patrones. Es como si cada experiencia ovni fuera distinta, nueva y original, conservando solo el trasfondo común. Del mismo modo, cuando los ocupantes de los platillos volantes han hablado con los testigos, han enumerado un sinfín de orígenes diferentes y disparatados, lo que incide sobre el hecho de que nos encontramos, inequívocamente, ante episodios aislados sin relación alguna entre sí. Los supuestos extraterrestres han «revelado» que provienen, prácticamente, de todos los planetas de nuestro sistema solar, o de múltiples constelaciones, diversas estrellas, e incluso, de planetas de nombres impronunciables. Pero también han dejado la puerta abierta a orígenes más insospechados.
 
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Todo el contenido de la experiencia surge de forma distorsionada de la mente de los testigos.
 
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Nuestra tesis comienza a dar forma a estos detalles «surrealistas». Y es que es muy significativo, para nuestro particular estudio, que ni las pequeñas entidades aladas de la Sra. Hingley, ni los visitantes del guarda alemán, ni los humanoides de Prospera Muñoz, llegaran a probar siquiera el agua que habían solicitado. Por tanto, son solo fragmentos ideativos de una experiencia cuyo único propósito es el de contextualizar una narración sobrenatural con conceptos mundanos ofrecidos por nuestra psique de manera inconsciente, igual que hace durante el sueño, en un perfecto mecanismo psíquico de retroalimentación.
 
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Añadir factores a la ecuación ovni es la causa de que el fenómeno resulte prácticamente indescifrable y aparente ante nuestros sorprendidos ojos una extrema e inalcanzable complejidad, adjudicable solo a una «super inteligencia» o a un complejo «sistema de control» que no podemos ni comprender, ni abarcar con nuestro tosco y primitivo discernimiento.
 
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De la misma manera que Cutchin, hace algunas décadas realicé una investigación comparativa sobre las diversas «escrituras», «signos» y «emblemas» observados en el interior de los platillos volantes, en su exterior, o en el equipamiento (cascos, uniformes, etc.) de los «alienígenas». Tras recabar decenas de casos, intuí rápidamente que estaba en un callejón sin salida. De nuevo, no había hilo conductor que pudiese conectar todas estas historias. Y aunque podría haber elevado algunas sugestivas ideas teóricas sobre las presuntas «escrituras extraterrestres», sabía a la perfección que estas conclusiones solo valdrían para enmarañar más la cuestión y seguir sumando más interrogantes al problema. Y es que, precisamente, añadir factores a la ecuación ovni es la causa de que el fenómeno resulte prácticamente indescifrable y aparente ante nuestros sorprendidos ojos una extrema e inalcanzable complejidad, adjudicable solo a una «super inteligencia» o a un complejo «sistema de control» que no podemos ni comprender, ni abarcar con nuestro tosco y primitivo discernimiento. Pero si quitamos todas esas capas superfluas añadidas al problema ovni, eliminando todos los factores resultantes de una teorización excesiva e imaginativa, podremos encontrar la síntesis del fenómeno que, aunque igualmente desconocida, sería mucho más simple de lo que nos «aparenta». Esto nos permitiría estrechar el lazo alrededor de la intrigante cuestión que nos ocupa durante largas décadas en una interminable batalla intelectual. Y una de estas «capas» engañosas es la diferenciación de los fenómenos.
 
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Hemos puesto tanta atención y entusiasmo en el estudio de los platillos volantes que esto ha impedido que seamos totalmente conscientes de las propias pistas que nos ofrecía el paradigma fuera del camino que habíamos emprendido. Si nos enfrentáramos a un solo fenómeno desconocido, protagonizado por extraños seres, la cosa sería sustancialmente diferente. Muy diferente. Sin embargo, existen tantos enigmas relacionados con la aparición de diferentes entidades y criaturas a lo largo de la historia que deberíamos pensar detenidamente sobre qué o quién causa realmente estas manifestaciones. Además, los paralelismos son tan evidentes que delatan que esta misteriosa «causa» puede tener un mismo y único origen, pero, a su vez diferentes «ramificaciones» o formas de actuar. Las conexiones existentes entre toda esta «fauna» sobrenatural han sido descritas a lo largo de los capítulos precedentes, y sin duda ofrecen un marco teórico que gravita en torno a las conclusiones expuestas por la TD.
 
José Antonio Caravaca
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1.- La visión alterada. Todas las observaciones de entidades extrañas parecen estar asociadas con un tipo de visión alterada (estado alterado de conciencia), como si la percepción de estos fenómenos no fuera la misma que cuando observamos nuestra realidad cotidiana. A veces los estudiosos recurren a los sueños para encontrar un marco referencial similar al que describen los testigos de las anomalías. Que una persona que denuncie la aparición de una Virgen o de un extraterrestre e informe de las mismas alteraciones perceptivas es simplemente alucinante. Y más increíble aun es que en algunos encuentros con el Pies Grandes hallemos estos mismos modelos de extraña cognición; no en vano, los investigadores Janet y Colind Bord, en su citado libro, afirmaban que estos seres tenían «rasgos sobrenaturales». Además, al igual que ocurre con los avistamientos de platillos volantes, las apariciones marianas y las visiones de seres elementales, por ejemplo, la inexplicable presencia de grandes y desconocidos homínidos ha sido denunciada en diversas partes del mundo.
2.- La estructura básica. Todas las anomalías, sin excepción, están compuestas por un «esqueleto interno» que estructura la narrativa de casi la mayoría de las experiencias. Por ejemplo, en los casos ovnis, el testigo informará:
1.     Que ha visto «algo» volar en cielo.
2.     Después, que ese «algo» ha tomado tierra.
3.     Que de ese «algo» han descendido unos seres.
Pero, incomprensiblemente, estos aspectos, que deberían tener una mayor homogeneidad, son altamente maleables y en cada caso los elementos «algo» y «seres» son asombrosamente distintos en tamaño, formas y colores. Y esto se ha constatado de una manera abrumadora y delatora.
3.- Casos únicos. Aunque exista un «esqueleto interno» que vertebra las experiencias, estas se desarrollarán de forma individual e imprevisible sin compartir más detalles entre ellas, más allá de los grandes rasgos, tanto en las apariencias de las entidades observadas como en los mensajes. Lo que demuestra que nada de lo observado tiene una continuidad física en nuestro universo. Solo existe el «durante»; ni el «antes» y ni el «después» de las experiencias puede ser rastreado porque sencillamente no existe nada antes de su «exhibición» ante los observadores. De hecho, en las apariciones marianas, un fenómeno que sería menos dado a estas variaciones, encontramos estas mismas pautas. Los testigos describen «señoras» (entidades) de todo tipo con todo tipo de nombres, irradiando luz, descendiendo de una nube, surgiendo de una cueva, con mantos de diferentes colores, estatura variada, con o sin coronas, con espadas en la mano o rodeadas de una bola de luz. De la misma forma, los Pies grandes tienen pelajes de todo tipo, de diferentes colores, además de presentar todos los tamaños imaginables.
Todos los casos tienen aspectos únicos e irrepetibles.
Aunque también podemos hallar aspectos mundanos en estos casos no definidos.
4.- Historias no conectadas. No se puede conectar la casuística de estas anomalías en una historia global que nos sugiera que estamos ante el contacto con unas mismas entidades. Los «personajes» y las «narraciones» demuestran que estas experiencias no están conectadas entre sí, más allá de ese «esqueleto interno». En las apariencias, todos los incidentes se desarrollan como historias independientes. Ningún caso ha ofrecido jamás evidencias de que una misma entidad (con el mismo nombre y apariencia) se haya aparecido a dos testigos distintos. Y, sobre todo, la información ofrecida por las entidades, incluso sin tener en cuenta similitudes físicas, no tienen ninguna continuidad en otro evento. Ni siquiera la Virgen hace alusiones rastreables a lo largo de la historia.
5.- Detalles irrepetibles. Como decía el inmortal Sherlock Holmes, «la singularidad es, casi invariablemente, una pista». Y así es nuestra investigación: las características únicas y exclusivas de cada experiencia parecen indicar que la participación de los testigos no se limita al mero rol de espectador. Aunque los casos contengan elementos comunes, que son más propios del contenido «mitológico» asociado a cada entidad (fenómeno), los rasgos y detalles de un encuentro anómalo no encontrará replica en otro suceso de las mismas características. Así mismo en muchas experiencias ovni existe un detalle en particular que, por su importancia y singularidad, probablemente sea el más fácil de rastrear y localizar en la psique de los testigos. Un emblema observado en el interior de la nave o una peculiar característica morfológica de los humanoides pueden ser delatores de la información inconsciente puesta en juego por el testigo.
6.- Ausencia de pruebas. Casi todos los estudiosos de las apariciones marianas han encontrado las mismas dificultades para probar su existencia o realidad empírica, que los parapsicólogos, para demostrar la presencia de los fantasmas entre nosotros, o los ufólogos, para «capturar» un «extraterrestre», o, para concluir, los criptozoólogos, para hallar los huesos de un yeti o «arponear» al monstruo del lago Ness. Además, toda la información obtenida a través de las distintas entidades jamás ha aportado una información relevante o desconocida por el género humano. ¿Puede ser esto posible? ¿Todos los estudiosos de estas anomalías se pueden hallar en el mismo callejón sin salida después de arduas décadas de investigación y seguimiento de sus respectivos fenómenos? Al menos, por alguno de ellos se podría haber conseguido un avance importante en comparación con sus compañeros. Pero esto no ha sucedido. Los archivos de los diferentes «notarios» de esa «otra realidad oculta», aunque atiborrados de casos, son eximios en evidencias y en respuestas. Muchos indicios interesantes, pero ninguna prueba de peso que haga que la comunidad científica doblegue su brazo ante la existencia del Yeti, los difuntos, las hadas o los extraterrestres.
7.- El absurdo. Todas las experiencias anómalas tienen un denominador común. El absurdo, la alta extrañeza e incluso, por qué no decirlo, la locura. Los encuentros con extrañas entidades están repletos de elementos ilógicos y carentes de sentido. Y es que, cuando estos seres, en cualquiera de sus acepciones, ha comunicado algún tipo de mensaje a los testigos, este ha carecido por completo de trascendencia o de información científica que se haya podido contrastar de forma fehaciente. Las comunicaciones son muy imprecisas y no ayudar a esclarecer o delimitar la verdadera naturaleza, origen y propósito de estas manifestaciones.
8.- La imagen. Todos los fenómenos reseñados tienen una puesta en escena sublime, repleta de «efectos especiales», en el caso de los ovnis y en el de los seres luminosos o las apariciones marianas, que dejan boquiabiertos a los testigos. Alucinados. Sin embargo, estas «imágenes» no están a la altura, ni muchísimo menos, del contenido «intelectual»/«informativo» de sus manifestaciones. Por tanto, una clave para tener en cuenta es que la «imagen» de estos paradigmas prevalece sobre cualquier otro aspecto que podamos extraer de los mismos.
9.- Medio físicos y medio psíquicos. De una manera u otra se ha documentado por los distintos especialistas que estas experiencias tienen una importante parte «espiritual», como si estos fenómenos fueran mitad físicos y mitad psíquicos. Como si los testigos accedieran, durante unos instantes, a una realidad ampliada desconocida. Todas están conexiones nos indican que con bastante probabilidad estamos enfrentados a un mismo fenómeno que tiene diversas formas de «expresarse» a través de nuestra propia percepción/interacción. Todo el contenido de las experiencias parece partir de material humano, lo que revelaría que la participación de los testigos, lejos de ser independiente al fenómeno, sería el punto vital o fundacional de estos contactos con esa otra realidad manifestada
 
José Antonio Caravaca
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En su día, Kenneth Arnold también renegó de los «platillos volantes». En una entrevista concedida a Ed Murrow el 7 de abril de 1950, Arnold dijo que los periodistas habían confundido su explicación de cómo se desplazaban los objetos en el cielo con su aspecto. Explicó que se movía como una piedra plana o un plato lanzado sobre la superficie del mar, añadiendo que tenían forma de «ala volante». Sin duda otro misterio asociado a los ovnis. Pero lo más desconcertante del incidente de Arnold es que, aunque el piloto aseguró observar unos objetos en forma de «boomerang», «murciélagos» o «media luna», muy planos, sin cúpulas, la mayoría de los avistamientos que continuaron a su relato describían, sobre todo, artefactos en forma de platos, los archiconocidos «platillos voladores», y además con ostensibles cúpulas.
 
José Antonio Caravaca
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Sin embargo, de manera inequívoca, todo parece señalar que, en junio de 1947, a raíz del encuentro de Arnold, se puso en funcionamiento algún tipo de gigantesco «resorte» psíquico desconocido, potenciado por un AE, que hizo que miles de personas en todo el mundo observaran «platillos volantes», aunque realmente esto no fuera lo que viera Kenneth Arnold. Incluso, como defienden los escépticos, si el piloto hubiese visto una flota de aviones experimentales, una bandada de pelícanos o un simple espejismo, la repercusión de su avistamiento sobrepasa cualquier tipo de histeria colectiva registrada hasta la fecha. El reclamo de los periódicos era claro. Extraños «platillos volantes» surcaban los cielos (aunque en realidad fuesen aparatos en forma de «media luna»). Pero el público, independientemente de la realidad del estímulo original, empezó a informar masivamente sobre la irrupción de discos voladores. Quizás este sorprendente hecho, de que los testigos vean lo que creen que «existe» en vez de lo que «existe» o lo que se «vio» realmente, sea una de las pruebas más evidentes y notorias de que dentro del fenómeno ovni se hallan insertadas profundas y desconcertantes huellas psíquicas. A todo esto, hay que sumar una serie de factores que se congregaron después de la devastadora Segunda Guerra Mundial, como el miedo a una contienda nuclear, la caída de ciertos valores religiosos y políticos, el auge de la ciencia ficción y un cierto aire de progreso imparable, que pudo crear el perfecto caldo de cultivo para la gestación y expansión de este mito moderno: la visitación alienígena.
 
José Antonio Caravaca
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Pero podemos ir más allá para buscar las raíces del avistamiento de Kenneth Arnold. El piloto era propietario de una pequeña compañía dedicada a la extinción de incendios llamada Great Western Fire Control Supply, y es muy probable que hubiera leído la conocida revista Popular Science, que en su número de enero de 1947 ofrecía un reporte ilustrado en portada que estaba dedicado a las «nuevas maquinarias contra incendios». En el interior también había varios sugerentes artículos sobre aviones y otras cuestiones relacionadas con la aviación que pudieron llamar la atención de Kenneth Arnold para hojear o comprar el magazín. Pero lo más importante es una impresionante fotografía a color del prototipo de ala volante XB-35, un avión futurista para la época, incluida en la revista. Dicha imagen, que guarda extraordinarias semejanzas con los objetos divisados sobre el monte Rainer, pudieron llamar poderosamente la atención del piloto y quedar grabada en su memoria. ¿Fueron los objetos vistos por Kenneth Arnold una distorsión de esta aeronave militar secreta? Aunque esto es probable, de lo que no cabe duda, y es un paradigma en sí mismo, es que la mayoría de los testigos posteriores a Kenneth Arnold, influenciados por los titulares de prensa de los primeros años, haciendo referencia a platillos o discos voladores, observaron un fenómeno que no tuvo inconvenientes ni reparos en mutar su forma externa, de ala volante a platillo volador, debido a que principalmente se nutre del inconsciente de los testigos sus creencias y anhelos. Pero lo curioso de esta trama, es que, en algunos momentos, la hipótesis sobre el origen terrestre de los ovnis se solapó con la idea extraterrena. Es probable que, por las dudas y creencias de algunas personas, el AE, en algunos momentos, decidiera incluir una variable en las observaciones que no terminó de cuajar en el inconsciente colectivo. Un sub-fenómeno dentro de los encuentros cercanos que incidía en la posible procedencia «terrestre» de los platillos volantes. Otra evidencia más de la implicación de factores psicológicos en el desarrollo del problema ovni…
 
José Antonio Caravaca
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El fenómeno ovni, o sea el AE, utiliza los recursos inconscientes del testigo para conformar la experiencia y representar el encuentro cercano de determinada forma, en relación clara y evidente con la capacidad «creativa» del observador, aunque bajo supervisión y control del AE. La opción «extraterrestre» germinó por encima de las demás propuestas en el ideario humano, aunque esto no puede impedir que sigamos acopiando casos que deambulen por esta fina frontera. Por tanto, no estaríamos ante un inteligente y manipulador «sistema de control» que determina su aspecto externo en función de la época en la que se manifiesta al ser humano, como defienden algunos investigadores que ocurrió durante la interesante oleada Air-Ship (1896/1897), sino que, simplemente, nos hallamos ante un «fenómeno» que puede comunicarse con la psique de los testigos y, en función de un determinado concepto (visitación extraterrestre, aparición mariana, criatura criptozoológica, etc.), es capaz de recrear (adecuar) una escena y ponerla en funcionamiento en una compleja proyección holográfica que puede tener consistencia física, como si se tratara de una representación teatral con ligeros toques oníricos.
 
José Antonio Caravaca
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Es muy factible que el contenido de los encuentros cercanos (tipo de platillo volador, aspecto de los tripulantes, comportamiento de los humanoides) no esté premeditado con antelación antes de producirse el contacto entre el testigo y el AE. El desarrollo de la experiencia se «improvisa» en función de la creatividad del observador, minuto a minuto, siendo el esquema de la vivencia variable y relativa a la reacción inconsciente del testigo. Y, por tanto, bajo esta premisa es muy posible que la fuerte carga iconográfica y mitológica de una posible naturaleza alienígena del fenómeno, auspiciada por los medios de comunicación, los investigadores y el cine, venció a la «posibilidad» de que se tratase de prototipos secretos soviéticos.
 
José Antonio Caravaca
DISTORSIÓN. Ovnis, apariciones marianas, bigfoots, hadas, fantasmas y extrañas criaturas ¿una teoría explicativa?
 
 
Los interrogantes que se plantean alrededor de los encuentros cercanos con ovnis son innumerables, como hemos visto. Muy lejos de presentarse como un fenómeno homogéneo, coherente y cuantificable, las experiencias de proximidad con los tripulantes de los No Identificados nos acercan hacia un universo efímero y etéreo, donde las barreras de nuestra realidad parecen desvanecerse por completo, indicando, entre otras cosas, que nos enfrentamos a un paradigma mucho más complejo que la posibilidad, simplista, que plantea la HET. Como se ha señalado repetidas veces a lo largo del libro, una de las mayores rarezas que presenta el análisis profundo de la enorme casuística ufológica recopilada en las últimas décadas la encontramos personificada en la variopinta y casi infinita tipología de humanoides observados en los alrededores de los platillos volantes. A nadie se le escapa que resulta imposible, según la estadística, y sensatamente incomprensible que seamos visitados por una amalgama tan amplia de seres extraterrestres, en la que cualquier rasgo físico que el lector pueda imaginar ha sido observado «incrustado» en la fisionomía de los supuestos tripulantes de un No Identificado. Y es que, en cuanto al tamaño, por ejemplo, los encontrábamos de todas las medidas posibles, desde apenas unos centímetros hasta varios metros de altura. De la misma manera, sus facciones contemplaban todas las modificaciones concebibles por un escritor de ciencia ficción: con uno o dos ojos, grandes o pequeños, con o sin nariz, con nariz puntiaguda o achatada, con cabellera o totalmente calvos… Y con sus extremidades ocurre lo mismo: han sido vistos «extraterrestres» con brazos largos y delgados, cortos y gruesos, sin dedos, con diferentes números de dedos y con garras o pinzas en vez de manos. No obstante, en casi todos los casos, al unísono, como obedeciendo unos esquemas internos cifrados, los humanoides muestran unos comportamientos muy similares, como si realmente lo único que variara o se modificara en las experiencias de proximidad con los ovnis fueran los «superfluos» elementos externos que la componen, o sea, el aspecto de los tripulantes y su artefacto volador, y nunca la raíz interna del fenómeno. Si estamos en lo cierto, nada de lo visualizado en los encuentros cercanos es desconocido por completo por el propio observador. Pero al encontrarse «frente a frente» con imágenes contenidas en su inconsciente, pero «representadas» de forma «distorsionada» en un proceso creativo muy similar al onírico, donde lo abstracto puede ocultar un lenguaje de imágenes y sensaciones, y dirigidas por este AE, el testigo es incapaz de identificarlas como suyas, sobre todo por desconocer estos mecanismos de ejecución y pensar que se halla ante un fenómeno externo de procedencia desconocida y ajeno, en existencia, a su presencia o interacción como observador. Por ello, las «fuentes» culturales con mayor carga iconográfica (aportadas por la televisión, el cine, la literatura, el comic, etc.) deberían ser las que mayor información visual han aportado a los eventuales testigos ovnis. Por tanto, si los planteamientos que se han sugerido en el presente libro son los responsables de los llamados encuentros cercanos con ovnis, deberíamos hallar en la extensa bibliografía ufológica la presencia indefectible de esta influencia cultural (aunque no sería las única, pero si la mayoritaria), en la gestación de muchos encuentros cercanos. Pero sobre todo será interesante comprobar si los detalles más exclusivos de cada experiencia, o sea, esos elementos que no volvemos a encontrar nunca repetidos en otro episodio ovni y que delatan con mayor fuerza la «intromisión» personal del observador en la creación de la experiencia, pueden ser rastreables y detectables en la psique de los testigos.
 
José Antonio Caravaca
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Pero quizás el detalle más llamativo de toda la experiencia sea el misterioso símbolo observado en el fuselaje del objeto. Lo que denominábamos como el «referente personal», o sea, un elemento exclusivo e irrepetible en otro evento ovni, que sería más fácil de detectar en el inconsciente del testigo.
 
José Antonio Caravaca
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CASO NÚMERO 2: 
Un ejército alienígena en una finca sevillana
 
Una noche de septiembre de 1971, Juan Rodríguez Domínguez, de ochenta años, vigilaba una finca de melones, propiedad de un teniente general de infantería, llamada «Los Lunarejos» en Aznalcóllar (Sevilla). Sobre las 22:00 horas, Juan llegó muy nervioso y asustado al pueblo contando que «algo» muy grande, parecido a un autobús luminoso, había aterrizado en el campo y que había visto descender a unos misteriosos humanoides. En el libro 100000 kilómetros tras los ovnis (1978), de J.J. Benítez, Juan Rodríguez afirmaba que: «Aquello se “aposó” como a 200 metros, no más de un servidor. Antes de que diera un solo paso vi salir del “viajero” (como se referían en el pueblo al autobús), en fila, como en los colegios, entre 50 y 60 hombrecitos». Los humanoides eran de pequeña estatura y estaban uniformados con un traje de color azul. Tenían «viseras» o «algo» que les cubría la cara. Avanzaban en perfecta formación, en dos filas, como un pequeño ejército. Iban en dirección a un pozo artesiano. El testigo se percató que cinco o seis humanoides quedaron vigilando junto al artefacto. Entonces aquellos seres le alumbraron varias veces con un foco. El testigo huyó. Los rastros de la Distorsión: En este incidente hallamos varias pistas que nos pueden ayudar a reinterpretar esta experiencia bajo la lupa de la TD. En primer lugar, el evidente trasfondo «militar» incrustado en el incidente debía tener un claro origen. De hecho, el testigo trabajaba para un militar y en su relato hacía constantes referencias al estamento castrense, incluyendo que en un principio pensó que aquello podría ser una operación militar para dar un golpe de estado en España. De ahí que los humanoides se comportaran y vistieran como soldados. Además, en el propio relato de Juan podemos encontrar la posible «fuente» psíquica para elaborar toda la escena de los cincuenta «soldados»: el testigo se refiere a un autobús que ve con frecuencia en el pueblo. No deja de ser sospechoso para nuestro estudio que el objeto tuviese dos puertas como un autobús y que los humanoides bajasen «en fila, como en los colegios», según las propias palabras del guarda. Aquí queda patente que el AE, cuando conectó con la mente del testigo, obtuvo los detalles del autobús y algunos datos generales sobre militares, y que la propia «creatividad onírica» del testigo, ante el inminente aterrizaje de un objeto de forma alargada, comenzó a «elaborar» de forma inconsciente la construcción mental de su experiencia. De esta forma, el aporte principal del guarda es que el artefacto volador estaba tripulado por un ejército de extraños humanoides, que incluso descienden en perfecta formación castrense en labores de inspección. Y, para culminar la vivencia, el AE incluye el omnipresente «detalle» del «arma de luz» disuasoria.
 
José Antonio Caravaca
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CASO NÚMERO 3:
Buzos y rayos paralizantes
 
Buzos y rayos paralizantes El 15 de mayo de 1955, en Dinan (Francia), sobre las 00:15 horas, el Sr. Droguet, regresaba a su domicilio en la universidad, cuando, al entrar en el patio, un rayo de luz azul verdosa le impactó en la cara. Entonces observó un enorme platillo de doce metros de diámetro. Droguet vio dos seres con un traje de buzo de color gris metalizado, parecidos al muñeco de Michelin. Tenían un casco muy grueso, guantes y una pequeña caja negra en el vientre. Uno de los humanoides recogía «piedras» del camino de grava, mientras su compañero inspeccionaba los alrededores. Droguet dijo que en el interior había quizás un tercer tripulante que le vigilaba con el «proyector de luz». Entonces los dos humanoides se introdujeron en el artefacto por un agujero negro central. En completo silencio, el ovni se elevó y desapareció. Los rastros de la Distorsión: En este suceso comprobamos las semejanzas con el caso español ocurrido en Sevilla. Tenemos un desembarco de extraterrestres para inspeccionar el terreno y un tercero que queda en la nave para «vigilar» con la luz «paralizante». En ambos casos acreditamos que, aunque el AE aporta un esqueleto común (aterrizaje ovni, inspección de terreno y luces paralizantes), es el testigo los utiliza y los desarrolla con su propia creatividad onírica, otorgándoles una pátina de exclusividad. Por ejemplo, Juan Rodríguez imprimió a su encuentro el «contenido» militar, incorporando un «batallón» de pequeños humanoides y un aspecto de autobús al platillo volador. Por su parte, Droguet, observó a unos humanoides parecidos al famoso Bibendum, el muñeco Michelin de la firma francesa de neumáticos, una imagen que estaría muy presente en el inconsciente de cualquier galo. Y aquí encontramos un referente cultural importante: numerosos tripulantes de los ovnis han presentado un aspecto muy parecido al muñeco de Michelín, y muchos de estos casos han ocurrido en territorio galo.
 
José Antonio Caravaca
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La «distorsión» conlleva asociada una inherente capacidad de absurdo e imaginario imposible (seña de identidad de muchos encuentros con ovnis) que permite que el fenómeno se mueva entre lo real y lo extraordinario, entre la vigilia y el sueño.
 
José Antonio Caravaca
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No podemos delimitar ni reducir la trascendencia del fenómeno ovni al universo puramente mental o quimérico de las ensoñaciones, alucinaciones o trastornos mentales, ya que en estas experiencias participa un AE que construye y edifica sus elaboradas proyecciones con el material psíquico aportado por los testigos.
 
José Antonio Caravaca
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Lo más relevante de nuestra tesis es que puede ser verificada con la casuística sobre la mesa. Con un sencillo ejercicio podemos comprobar hasta qué punto la implicación del testigo puede ser detectada.
 
1.- La ecuación
 
La TD establece que, conociendo información de solo una de las dos partes que conforman este tipo de vivencias (A.- el testigo o B.- la experiencia ovni), podemos descubrir elementos de la otra parte de forma precisa y desconcertante, lo que demostraría que se trata de un fenómeno de «creación mental compartida» entre la psique humana y un AE, en cierto modo predecible.
Parte A: Si conocemos datos del testigo, por ejemplo, que tiene conocimientos sobre una determinada área (aficionado a la egiptología, electrónica, armas, ciencia ficción, política, etc.), es probable que este material se vea reflejado en su supuesto encuentro cercano con extraterrestres. Por tanto, antes siquiera de conocer los detalles de su experiencia, podemos intuir o predecir algunos elementos de su encuentro.
Parte B: Si por el contario nos ofrecen datos de la experiencia, por ejemplo, si leemos en un informe que el ovni tenía forma de helicóptero, es muy probable que el testigo tenga algún tipo de relación o conocimiento sobre esta materia (ser militar, vivir cerca de una base aérea, aficionado a las cuestiones militares, a la aviación, o ser incluso piloto)
 
2.- El detalle
 
De manera inevitable, en casi todos los encuentros cercanos con ovnis, hallaremos algún detalle o elemento significativamente diferente de cuanto hayamos oído o recogido en otro incidente. Esta circunstancia, más que ninguna otra, es la que más claramente nos señala que el origen de ese particular fragmento de la experiencia se encuentra insertado en la psique de los testigos antes de su encuentro. Para validar aún más nuestro planteamiento, la TD no se basa en todo el contenido estético observado por los testigos en los encuentros cercanos (aunque podría hacerlo) para buscar las equivalencias, ya que sería relativamente sencillo encontrar alguna coincidencia visual, teniendo en cuenta que la mayoría de los observadores han visto películas de ciencia ficción, cohetes, ventanas circulares, cascos, luces, series de TV, etc. Por el contrario, la TD hace especial hincapié en unos determinados elementos de la narración que son exclusivos y distintivos, y que la hacen radicalmente diferente de cualquier otro evento ovni que hayamos registrado en la casuística.
 
José Antonio Caravaca
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Hablamos de componentes lo suficientemente específicos y concretos como para achacarlos a una mera casualidad de que se encuentren en el banco de memoria de los testigos.
 
José Antonio Caravaca
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LO QUE LA «RAZÓN» NOS OCULTA
 
Verás, Oz es un Gran Mago y puede adoptar la forma que desee, de modo que algunos dicen que parece un pájaro, otros afirman que es como un elefante y los demás que tiene la forma de un gato. Para otros es un hermoso duende o trasgo o cualquier otra cosa… Pero ningún ser viviente podría decir quién es el verdadero Oz cuando adopta su forma natural.
 
Sin duda, este párrafo del libro El Maravilloso Mago de Oz podría resumir a la perfección todas las interrogantes establecidas sobre el efímero y elusivo origen de los platillos volantes. Pues estamos ante un paradigma altamente maleable y esquivo que, aparentemente, evade a conciencia manifestarse de una forma clara, contundente y concisa. Y este punto es esencial para nuestro estudio. El AE desarrolla sus proyecciones y acciones en lo que podríamos denominar como una acción encubierta que actúa principalmente sobre un reducido grupo de personas, preferiblemente un solo testigo, evitando grandes núcleos de masas humanas. A lo largo de los años, su actividad ha ido decreciendo, y actualmente, por razones incomprensibles, su presencia es casi anecdótica en comparación con los años dorados de la ufología. Aunque quizás este hecho tenga alguna relación, como vimos anteriormente, con un antiguo mito asociado a los seres elementales. Según decían las crónicas, la persistencia de las hadas y demás criaturas mágicas estaba supeditada a que los lugareños siguieran creyendo en ellas… La fuerza mental les daba el hálito de vida, y, por el contrario, la falta de fe las condenaba a la desaparición… Pero la pregunta clave es: ¿quién o qué es el AE? ¿Quién es el promotor oculto de la mayoría de experiencias inusuales a las que se ha enfrentado el ser humano a lo largo de la historia? ¿Qué es lo que busca? ¿Qué pretende? ¿Cuál es su objetivo? Llegados a este punto, está claro, amigo lector, que no estamos ante la visita de una/s civilización/es extraterrestre/s, ni estamos enfrentados a un complejo sistema de control inteligente que intenta promover algún tipo de cambio en la sociedad humana, como señalaban Jacques Vallée y otros autores. De hecho, la existencia de vida extraterrestre en el universo, e incluso la posible visita a nuestro planeta de visitantes alienígenas, es un paradigma que poco o nada tiene que ver con las montañas de informes que han recopilado los investigadores ovnis a lo largo de los años. Y es que los incidentes que componen la casuística ufológica obedecen a otra causa. A nuestro entender, como primeros rasgos a destacar, los cuales ampliaremos al final del presente capítulo, el AE, o el factor desencadenante de estas experiencias, puede ser algún tipo de entidad (en su más amplio concepto) que necesitaría de las creencias humanas o de la propia interacción con las personas para «subsistir»; pero, incluso, puede ocultar, simplemente, un proceso psíquico desconocido, con cierta autonomía limitada, vinculado con el inconsciente colectivo descrito por el genial Carl Jung. No estamos necesariamente ante unos «seres inteligentes» con intenciones ocultas que pretenden transmitirnos algún mensaje o manipularnos, por ejemplo. Estamos hablando de algo radicalmente diferente. De algo vinculado a la psique de la colectividad humana. De algo que se manifiesta y se expresa con nuestra propia información inconsciente y que, mucho antes de presentarse como astronautas extraterrestres, lo hizo utilizando otros ideogramas (dioses, ángeles, daemones, hadas, duendes) Los ocupantes de los ovnis, como las personas, familiares, amigos, incluso los monstruos, que encontramos en nuestras experiencias oníricas, se comportan de una forma «automática». Como si no terminaran de «encajar» en un mal guion cinematográfico. Los ufonautas son apáticos, fríos, robóticos y carentes de cualquier sentimiento, y, por supuesto, sus conversaciones y mensajes no se alejan de los «delirios» narrados por un esquizofrénico o por un personaje de nuestros sueños nocturnos. Estas entidades que han ilusionado a los investigadores ovnis no poseen una existencia real, sino que son solo una parte más del «atrezo» que compone la escena que se está recreando ante los ojos del testigo. Muy probablemente, los ocupantes de los platillos volantes tienen un valor noumenal que va más allá de nuestra percepción y conocimiento actual. Están integrados en una experiencia que quiere transmitir un mensaje más allá de todo lo referenciado en nuestro mundo físico…
 
José Antonio Caravaca
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Es muy factible que el AE sea el promotor soterrado de muchos mitos y folclores presentes en la historia y que haya utilizado diferentes «máscaras» y «ropajes» para presentarse a la humanidad a lo largo de los siglos. Pero no porque el fenómeno mutara o se camuflara a conciencia para ocultarse. No estamos en presencia de una hábil y grandiosa manipulación psíquica, como han propuesto algunos investigadores, sino que, al utilizar los contenidos inconscientes de los testigos, es obvio, y no puede ser de otra manera, que las manifestaciones (proyecciones) del AE tienen que ser obligatoriamente sincrónicas o paralelas a los intereses, pensamientos y avances de la época. Un perfecto espejo socio/cultural. Tampoco podemos descartar que en algunas ocasiones el AE se limite a utilizar y potenciar creencias latentes en la sociedad para su propio «beneficio». Por ello, son notorios los cambios producidos por las entidades y entes que se han manifestado al ser humano desde tiempos inmemoriales, desde dáimones, brujas, diablos o ángeles, hasta monstruos, hadas, duendes, trasgos o enanos. Posiblemente, el AE se comunica mediante la elaboración de una proyección, pero somos nosotros mismos, con nuestra participación inconsciente, los que vamos moldeando y enriqueciendo las experiencias en función de nuestro bagaje cultural, social, religioso, filosófico y científico. Todo ello genera un enorme «mito», que, dependiendo de su difusión, puede ser reproducido a lo largo y ancho del planeta como si de una enfermedad contagiosa se tratase.
 
José Antonio Caravaca
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Las experiencias ovni, una vez despojadas de su artificialidad y grandilocuencia, de su supuesta tecnología y sus hipnóticas luces de colores, se presentan como un incomprensible fenómeno de carácter psíquico asociado al testigo de una forma tan íntima y personal, que no podemos descartar su estrecha relación con la amplia gama de visiones místicas y sobrenaturales registradas a lo largo de la historia y en diferentes contextos (incluidos los desórdenes mentales). Pese a toda la suerte de entidades, seres y dioses que se han comunicado con el ser humano, el bagaje informativo que hemos obtenido de estos contactos es más bien eximio y ridículo. Nada sabemos, a ciencia cierta, después de siglos de estudio y debates, de ese «Más Allá», de esos «paraísos celestiales» o de esos mundos «extraterrestres». Por tanto, es muy probable que los llamados encuentros cercanos con ovnis obedezcan en realidad, a una gigantesca arquitectura psíquica, una «actualización» (fruto de la era espacial y la ciencia ficción) de antiguos mitos y crónicas que describen encuentros con una vasta legión de seres y entidades sobrenaturales. El contacto con un agente externo permite a los observadores acceder una realidad mental/física más allá de nuestra visión newtoniana del universo, pero que, en última instancia, tiene un carácter y una significación estrictamente individual. Estamos en presencia de «tecnificadas» reactualizaciones de lo que antaño se denominaban visiones, viajes chamánicos o éxtasis religiosos.
 
José Antonio Caravaca
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Posiblemente, los chamanes de las diferentes culturas, fueran los primeros humanos en conocer el potencial que ofrecía la mente para acceder a esa otra realidad y obtener información.
 
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Lo mismo ocurre en nuestro campo de estudio: mientras algunos especialistas creen que todo el fenómeno de los ovnis se puede circunscribir al mundo de la fantasía, o que son engaños y delirios, otros están convencidos de que son reales y de que hay algo más tras estas manifestaciones. Pero lo más sorprendente es que, como ha quedado comprobado en el presente estudio, muchos testigos ovnis, y de otros paradigmas, parecen entrar en una especie de trance mientras están en presencia de estos objetos y sus ocupantes. Y es que el contacto con el AE provoca un estado alterado de conciencia en los observadores, que podría explicar muchísimas de las inexplicables circunstancias que rodean a veces los encuentros cercanos (aislamiento sensorial, disfunciones del tiempo, percepción sobrenatural, etc.). La fusión del universo mental y el físico induciría al testigo a sentirse «abstraído» de nuestra realidad, como describen los místicos, los chamanes y los profetas, con los que, como decíamos en páginas anteriores, comparten tantas cosas —en los sueños, como en muchas experiencias anómalas, se pasa de una acción a otra sin transición, y se registran notables alteraciones temporales, además de tener un carácter ostensiblemente absurdo.
 
José Antonio Caravaca
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Como defiende la TD, no debemos confundir la extensión del fenómeno, que indudablemente es global, con su interpretación, que es individual. Bajo mis premisas las experiencias OVNI son, ante todo, de carácter personal e intransferible…
 
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Y es que la mente humana es capaz, de forma voluntaria, a través de los ritos que describen las diversas tradiciones chamánicas, entre otros métodos, de alcanzar un grado de conciencia diferente a la del estado normal, que le permite conectar con la génesis de muchos mitos. En definitiva, sintonizar con una nueva concepción de la realidad, donde lo onírico y lo físico se fusionan con las sensaciones y los pensamientos, y lo real abraza a lo etéreo. Y es, en ese preciso estado mental donde los iniciados pueden acceder a un nuevo grado de información del universo y de las propias capacidades desconocidas de la psique. Así pues, es muy probable que un AE desconocido sea capaz de utilizar estos mismos «resortes» y «engranajes» para manifestarse al ser humano de una forma escenográfica, pero siempre utilizando la misma base: la mente de los testigos.
 
José Antonio Caravaca
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¿DE DÓNDE PROCEDE EL AGENTE EXTERNO?
 
Quizás esta es una de las preguntas más interesantes y sugerentes de nuestro estudio. Los ovnis no vienen de ninguna parte para aterrizar ante nuestras narices. Nuestra mente es la «puerta» que utiliza el AE para acceder a nuestro mundo. Por eso encontramos apariciones de toda índole en cualquier parte del planeta. El AE no necesita desplazarse para llegar a los lugares donde se encuentran los testigos. Simplemente, nosotros sintonizamos determinada «frecuencia» que nos permite acceder a la realidad que nuestros sentidos comunes nos velan.
 
José Antonio Caravaca
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Según mis planteamientos, en este «Mundus Imaginalis», en ese especial estado mental, existe o se puede haber forjado una entidad con cierta independencia y cierto grado de inteligencia que se manifiesta a los seres humanos a través de las denominadas experiencias anómalas. Este misterioso AE actúa como un psicodélico «cicerone» conduciéndonos por las vastas regiones desconocidas de la percepción humana…
 
José Antonio Caravaca
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A nuestro entender, el fenómeno ovni es «esencialmente» neutro y no influye de forma soterrada o directa en la humanidad para realizar grandes cambios sociales. Es decir, el AE no busca un propósito concreto como el que solemos adjudicarle desde nuestra óptica (manipulador, invasivo, informativo, etc.). El AE no pretende transmitirnos ningún mensaje o conocimiento, más allá del ideograma expresado en su manifestación, que está compuesto básicamente por material inconsciente del propio testigo. Por tanto, la importancia o trascendencia del «mensaje radica» casi exclusivamente en el potencial psíquico del observador y en la posibilidad de atisbar la nueva realidad que se presenta ante sus ojos. Estamos en presencia de un asombroso fenómeno de repercusiones psíquicas que se retroalimenta de todo el vasto y rico universo inconsciente personal para mostrarse ante los testigos. Todo el contenido visual e informativo al que accedemos durante estas experiencias es fruto de este proceso distorsionador que nos abre las puertas a un nuevo modo de entender la psique humana. El AE, aunque aparente lo contrario, no pretende bajo ningún concepto la transmisión de ningún mensaje de carácter científico, religioso o filosófico, más allá de los conceptos desarrollados por el propio ser humano. Si en algún caso concreto, los visitantes han «intercedido» o «comunicado» algún tipo de información que ha interferido de forma notable en el devenir del testigo y su entorno, es porque esta información ya se encontraba soterrada en el inconsciente de la persona afectada por el contacto. De hecho, en la mayoría de las ocasiones, la influencia de este tipo de experiencias en la vida de los observadores es más bien superflua y carente de significación especial, más allá de presentar un amplio terreno psíquico por explorar. Y todo porque probablemente estamos fabricando y añadiendo «capas» que nos impiden ver el fondo de la cuestión.
 
José Antonio Caravaca
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El AE solo potencia el contenido inconsciente de los testigos y, dependiendo de lo que este pueda aportar, dará forma a una experiencia de mayor o menor trascendencia. Por tanto, no podemos esperar que estas «entidades» entreguen, como se dijo en capítulos precedentes, ningún tipo de información filosófica, espiritual, científica o religiosa, que no sea conocida por el testigo o el género humano —aunque, eso sí, de forma distorsionada para que parezca otra «cosa» en apariencia.
 
José Antonio Caravaca
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¿Podría ser el estado de sueño superficial el estado al que nos induce el AE y que nos permite acceder a esa otra realidad? ¿Es la creatividad onírica resultado de este estado mental? ¿Y es por ello por lo que encontramos tantas semejanzas entre las experiencias ovnis y el universo de los sueños? Y es que es muy probable que la sintonización con el AE permita a nuestra mente entrar en un estado alterado de conciencia, similar al onírico, donde el AE encuentra el lenguaje apropiado para expresarse fuera de nuestra psique, pero bajo condiciones análogas al sueño. No estaríamos propiamente ni despiertos ni dormidos. El tiempo sería relativo y nuestra percepción podría estar abierta a un mundo quimérico indescriptible. ¿No es esto lo que refieren los místicos de todos los tiempos?
 
José Antonio Caravaca
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Indudablemente, este tipo de experiencias podrían ser indistinguibles de un proceso mental absolutorio que hubiera cobrado cierta independencia del consciente, pero, tal como le hice saber a Reynolds, existen cuatro aspectos fundamentales que me llevan a pensar que éste singular mecanismo psíquico está detonado por un AE: Su manifiesta capacidad elusiva para evitar dejar cualquier registro fiable de su existencia, presentándose de forma ambigua, efímera y aislada. Su interacción física con el medio (huellas, rastros, etc.) fruto de la participación de un AE que sería capaz de catalizar ciertas energías para transformarlas en materia durante un breve periodo de tiempo. La existencia de un mismo «esqueleto» estructural narrativo/ideográfico en las diferentes manifestaciones, que indicarían la presencia de un factor común en todos los encuentros que mantiene el cuerpo estructural fenomenológico de las experiencias. Que el modo de expresión de este fenómeno sea precisamente una proyección tridimensional externa al testigo que puede ser observada por más personas.
 
José Antonio Caravaca
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¿Son los ovnis un «enredo» psíquico»? ¿Un acertijo sin respuestas? ¿Una ecuación sin respuesta? Y es que, si nos negamos a aceptar la existencia de un componente psíquico implicado en la formación de los eventos ufológicos, estaremos condenados a vagar eternamente por un mar de incertidumbres. Jamás resolveremos el enigma, pues las dudas se irán acumulando hasta formar una interminable Torre de Babel.
 
José Antonio Caravaca
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En el capítulo 5 hablábamos de que los supuestos «extraterrestres» utilizaban en ocasiones la ouija y otros medios más propios de los médiums de finales del siglo XIX, para comunicarse con los seres humanos. Y este simple hecho, cargado de extrañeza y absurdo, no ha planteado casi ningún debate serio en la comunidad ufológica. ¿Pero cómo es esto posible? ¿Visionarios religiosos, chamanes, brujos y médiums de todas las culturas y épocas utilizando los mismos canales (medios) para comunicarse con diferente «gente» que habita en un más allá indeterminado? ¿No es más probable que estemos tratando con el mismo fenómeno, pero «distorsionado» por nuestra propia mente? ¿Y solo, nuestra participación determinará muchas de las características de este paradigma?
 
José Antonio Caravaca
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… es muy factible que lo que hemos estado catalogando hasta el presente día como testimonios confiables de una presencia alienígena en nuestro planeta, obedezca, en realidad, a otro tipo de fenómeno más relacionado con la percepción humana de otras «realidades» que con la existencia de unos hipotéticos viajeros espaciales. Sobre las conjunciones que deben darse para que el ser humano acceda a estas realidades solo podemos especular, ya que se ha anotado que existe cierta intencionalidad en el fenómeno por determinadas circunstancias de soledad y aislamiento del testigo, y sobre todo evasivas, para no manifestarse de forma más amplia, aparte de otros contextos y escenarios propuestos por especialistas como Michael Persinger (campos electromagnéticos, fallas geológicas, etc.). Por lo que las preguntas que suscitan estas ideas son muy amplias: ¿Poseemos niveles de conciencia inexplorados por la ciencia que nos permiten acceder a un complejo «mundo psíquico» donde germinan, entre otras cosas, todos nuestros mitos ancestrales? ¿Existe un «agente externo», con cierta independencia, que ejerce como maestro de ceremonias para unir estos dos universos, el mental y el físico? ¿Es posible que la fuerza mental conjunta de la humanidad haya creado un gran ente psíquico desconocido con cierta autonomía propia que nos enlaza con todo el universo? ¿Estamos interactuando desde hace siglos, de forma accidental y no controlada, solamente con las «interferencias» que provocan nuestros sentidos al acceder a esta realidad de forma descontrolada? ¿Es posible que los chamanes y otros iniciados puedan acceder de forma voluntaria a esa inexplorada dimensión de la «conciencia universal»? ¿Es posible que la energía implicada en estas comunicaciones, en ocasiones, haga que ambos universos se superpongan y dejen huellas? ¿La «visión» y el mundo real pueden solaparse para crear una realidad» alternativa? ¿La «visión» a la que accedemos cobra realidad durante el tiempo que duran estas experiencias?
 
José Antonio Caravaca
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Las manifestaciones ovnis, marianas o criptozoológicas, quizás solo sean el eslabón más visible de las incursiones de este AE, que puede operar en otras muchas facetas de la vida humana sin que apenas nos demos cuenta… La creatividad, la genialidad, los estados alterados de conciencia e incluso algunos de los considerados trastornos psíquicos podrían tener relación con esa otra «realidad» a la que nos «enchufa» un ignoto AE. Estamos ante fenómenos mitad psíquicos y mitad físicos que se comportan de idéntica manera que los «fantasmas», que lo mismo tiran un vaso de agua al suelo, como atraviesan una pared. Hasta la fecha no hemos podido establecer muchas conjeturas sólidas sobre los ovnis porque su actuación es espontanea, no premeditada, y orquestada realmente, no por el propio paradigma con un explícito propósito, sino por cada testigo que interacciona con el AE.
Incluso el amplio y desconcertante universo de «escuchar voces», un fenómeno que ha acompañado al ser humano desde los albores de la historia y que provoca diferentes enfoques por parte de la psiquiatría, podría estar conectado con este «ente psíquico». Ya que miles de personas que han experimentado este paradigmático fenómeno aseguran que entran en contacto con diferentes entidades, desde difuntos, seres espirituales o demonios, hasta extraterrestres que le «susurran» al oído todo tipo de informaciones. Y es que la «estructura» de dichas experiencias se rige por patrones similares al de las anomalías en general.
 
José Antonio Caravaca
DISTORSIÓN. Ovnis, apariciones marianas, bigfoots, hadas, fantasmas y extrañas criaturas ¿una teoría explicativa?
 
 
Quizás, a veces, el AE busque de forma premeditada el contacto, y en otras ocasiones, quizás, sean los propios testigos los que acceden a estos estadios de conciencia. Aunque seguramente solo estamos presenciando las interferencias que provoca nuestra mente al interaccionar de forma inconsciente con el AE, lo que provoca que seamos los «creadores» de casi la totalidad del contenido visual de las experiencias. Y este simple hecho nos impide conocer en profundidad el verdadero significado de estos «accesos» a esa «otra» realidad ampliada. Por tanto, en última instancia, es la psique de los testigos el principal «motor» de las experiencias anómalas. Las creencias juegan también un papel fundamental en la irrupción de este nuevo paradigma psíquico, no tanto, quizás, por la fuerza de las mismas, entendida por el número de personas que cree en una determinada cosa, sino porque esa «fuerza mental» sea emitida en una concreta y específica «frecuencia». Por lo que nosotros somos la «puerta» hacia esa otra desconocida «realidad». Es muy posible que estemos asistiendo a esporádicos y «descontrolados» contactos o intromisiones con otras dimensiones psíquicas. Y es que hay un punto que no podemos pasar por alto para nuestro estudio: una gran cantidad de personas han experimentado experiencias muy similares a las referidas por los testigos ovni o de cualquier otro ámbito de las anomalías fuera de cualquier contexto sobrenatural, o sea, bajo la influencia de drogas, campos electromagnéticos inducidos, trastornos psíquicos, estrés, hipnosis, estados alterados de conciencia, hipnosis, etc. Y es que algunas personas que han sufrido algunos de estos estados han descrito escenarios y efectos casi idénticos a los narrados por los testigos de anomalías, desde parálisis, cambios de temperatura, presencia de entidades, visiones de luces, mensajes o apariciones de difuntos, hasta escalofríos, atravesar túneles, escuchar voces, etc. Lo que indicaría que en nuestro cerebro existen, en estado latente, todos los «resortes» y «engranajes» necesarios para establecer estos contactos sobrenaturales. Por tanto, es muy factible que en «comunicación» con un AE desconocido nuestra psique sea capaz de activar estos mecanismos «correctamente» y establecer un puente con esa «otra» realidad. Como si nuestra psique contuviera en su interior la «llave» para acceder a este vasto universo psíquico del que forma parte sin saberlo conscientemente.
 
José Antonio Caravaca
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Nuestros estudios han demostrado que la «inteligencia» implicada en los encuentros cercanos con ovnis es muy básica y que, probablemente, este «agente externo» no pretende comunicar ni trasladar ningún tipo de mensaje filosófico, tecnológico o espiritual, que sea totalmente desconocido por el ser humano, entendiéndolo como proveniente de otra civilización o forma de vida inteligente. Siempre nos hallamos en una delicada «frontera» donde el supuesto conocimiento vertido desde el más allá, en cualquiera de sus acepciones (extraterrestre, celestial, sobrenatural), no deja de manifestarse como «distorsiones» de informaciones humanas expuestas y mezcladas en una parafernalia supuestamente trascendental o paranormal. Y es que lo visual siempre ha prevalecido en estas experiencias sobre el contenido intelectual. La puesta en escena siempre ha sido superior al «guion» que nos trasmite la historia. Nunca las informaciones ofrecidas por las entidades desconocidas han aportado alguna aclaración sobre su procedencia o intenciones. Además, estaba claro que existía un estrecho vínculo entre este misterioso «agente externo» y la psique de los observadores, en una fluida e íntima «comunicación» que se retroalimentaba de conceptos humanos para insertarlos en una supuesta escenografía «espacial» y «tecnológica» que se plasmaba, en forma de proyección, ante los ojos de los testigos. Todas estas circunstancias me han llevado a pensar que el «agente externo» parece actuar como el «inconsciente colectivo» de Carl Jung, pero con cierta autonomía e inteligencia. Y estoy convencido de esto porque los encuentros cercanos con ovnis están más próximos al inconmensurable universo onírico y a las experiencias místicas, más que a cualquier otra cosa que hayamos planteado hasta el momento. Ya que este tipo de «visiones», que hemos catalogado como contactos con civilizaciones extraterrestres, tienen un carácter privativo que las une al testigo de una forma tan íntima y personal que no podemos pasar por alto este sustancial punto.
Además, como se ha constatado, el núcleo de la literatura ufológica está repleto de incidentes ovnis que nunca más vuelven a repetirse en ninguna otra parte del mundo. Y esto es un indicador de que las respuestas a este enigma están más cercanas al observador de lo que habíamos intuido hasta el momento. Y tras años de análisis de la compleja casuística ufológica, he determinado que este «agente externo» puede ser un indicativo de la existencia de un enorme «ente psíquico» desconocido hasta el momento, y que, quizás, ¿por qué no? ha podido surgir del mismo inconsciente colectivo —aunque no descartó otro origen—. Y es que es muy posible que el inconsciente colectivo, con todo su potencial evidente, haya sufrido una «escisión» para dar origen a una especie de «consciente colectivo» —también podríamos utilizar el término «consciencia colectiva»— que, con su propia inteligencia y modus operandi, a veces puede comunicarse con la humanidad.
 
José Antonio Caravaca
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Los ufólogos siempre han considerado que el causante del fenómeno ovni debía de ser una civilización extraterrestre, un sistema de control o alguna clase de inteligencia interdimensional, pero quizás estemos en presencia de otra cosa radicalmente distinta. Tal vez sea algún tipo de «proceso psíquico inmersivo interactivo» mediante el cual nuestra psique entra en contacto con porciones desconocidas de la realidad que pueden retroalimentarse de nuestro propio inconsciente. Quizás, como dicen los orientalistas, el truco, no tan sencillo, para trascender nuestra conciencia ordinaria a estados mas elevados, sin sufrir «perturbaciones», es dejar la mente completamente en «blanco». El «consciente colectivo» produciría «algoritmos psicodélicos» no controlados, ni prefijados, cuyo propósito sería la comunicación «subjetiva» con la psique humana, más allá de los parámetros de las «leyes físicas». Su lógica y puesta en escena, como cualquier proceso mental, podría estar completamente alejada de nuestra comprensión actual y su propósito podría ser exponer una nueva concepción de la realidad, el pensamiento, las ideas, la creatividad, los mitos, etc. La pura evolución «espiritual». Y es que, probablemente, este «consciente colectivo», que no deja de ser un alter ego de la psique humana colectiva, ha podido recibir diferentes nombres: «Daemones», «ángeles», «demonios», «Apus», «espíritus», «hadas», etc. Este «ente» es el causante de un amplio abanico de percepciones y alteraciones psíquicas desconocidas, incluidas varias catalogadas como enfermedades psíquicas, algunas de las cuales están muy alejadas de lo que denominamos, genéricamente, como el universo de las anomalías. Este «consciente colectivo», es un disruptor metafuncional que conecta de forma individual a los testigos con una vasta dimensión psíquica, donde el conocimiento supremo, la creatividad e incluso la clarividencia y las facultades extrasensoriales parecen no tener límites de expresión. Pura metafísica. De ahí que los «chamanes» accedan a una comprensión que va más allá de todo lo «conocido».
 
José Antonio Caravaca
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Aunque probablemente lo inesperado y fortuito de muchos de estos «fenómenos», en cualquiera de sus ramificaciones (Vírgenes, Bigfoot, fantasmas, extraterrestres, etc.), hacen que los testigos de las anomalías no sean verdaderamente conscientes de su «entrada» en este asombroso universo psíquico. Además, este «consciente colectivo», dependiendo del potencial individual de cada observador, es capaz de desarrollar diferentes formas de interactuar con las personas y el medio. De esta manera completamos el círculo. La psique humana, en su conjunto, ha «producido» el inconsciente colectivo y en un nada extraño proceso psíquico, ha nacido un nuevo «ente» independiente e inteligente que, en determinadas circunstancias, conecta con los testigos en un interminable «contacto» que persigue a la humanidad a lo largo de los siglos, abriendo «puertas» hacia percepciones desconocidas. Desde la búsqueda personal emprendida por los «chamanes» buceando en los confines de la conciencia global, hasta las apariciones intermitentes y esporádicas de extraños seres y entidades en mitad de un camino. El particular «big bang» de este «universo psíquico» habría que rastrearlo hasta los primeros antepasados del hombre que fueron capaces de pintar en el interior de cuevas y refugios, demostrando un conocimiento que trascendía lo puramente biológico y dando lugar a creencias, religiosidad, ritos, mitologías y simbología. En ese momento germinó el concepto «trascendental» en los homínidos. Lo sagrado, lo mágico y lo espiritual alumbraban al alma humana por primera vez.
 
José Antonio Caravaca
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Por tanto, es posible que un potente «ente psíquico» surgido de las «entrañas» de la colectividad psíquica humana esté utilizando, precisamente, todo este tipo de resortes, arquetipos, símbolos atávicos, etc., para mostrarnos cómo «viajar» a las profundidades de la conciencia universal en busca de nuestra verdadera identidad y dimensión como seres humanos. Pero las «interferencias» y el «ruido» ejercido por nuestra psique, que evidentemente no puede tener la serenidad suficiente como para interaccionar de forma adecuada y pausada con este paradigma, nos imposibilita conocer la realidad que nos acecha. Aunque también es cierto que nuestra actual civilización, la más «alienada» y tecnológica de la historia, probablemente nos está alejando irreversiblemente de estos fortuitos contactos.
 
José Antonio Caravaca
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UN NUEVO CONCEPTO DE «REALIDAD»
 
Para entender estos paradigmas debemos desprendernos de nuestra visión cartesiana del mundo. Este libro demuestra que existen «realidades» que no percibimos en nuestro estado ordinario de conciencia, y de las que se ha informado ampliamente a lo largo de la historia. De eso, creo, hay pocas dudas. Diferentes entidades y criaturas parecen surgir de la nada para mostrarnos la existencia de resquicios desconocidos de nuestra realidad. De la misma forma, todos los estudiosos parecen tener claro que para acceder a estas «realidades» nuestra mente precisa de un específico «estado de conciencia», para poder penetrar, cual «nave exploradora», en los confines de un ciclópeo universo psíquico. Y es por ello que debemos revaluar profundamente todos nuestros preceptos sobre la realidad que nos rodea y como la percibimos.
En un interesante reportaje titulado «Cosmic Consciousness, Reality (and UFOs)» (2018), mi colega Rich Reynolds decía:
La obra maestra de Maurice Bucke, Cosmic Consciousness: A Study in the Evolution of the Human Mind (EP Dutton and Company, Inc. NY, 1901/1923), es y ha sido un trabajo fundamental para mí. Bucke les dice a sus lectores, en la primera parte, en Primeras Palabras, que la Conciencia Cósmica es «una forma más elevada de conciencia que la que posee el hombre común» [...] Y lo que propuso en 1901 fue que ciertas personas habían experimentado, en algún momento de su vida, una visión o episodio que les mostraba una realidad más allá de la realidad «ordinaria» que llamamos vida [...] Al parecer, algunas personas tienen la oportunidad de ver otro tipo de realidad, una que Bucke y otros (Platón, entre ellos) ofrecen como una experiencia que proporciona una visión profunda de la realidad real que abarca nuestra existencia.
Y todo esto nos lleva a plantear que, muy probablemente, nos encontramos en una realidad («realidad A»), que a su vez es solo una pequeña porción de una realidad mucho más extensa y compleja, a la que denominaremos «realidad B», que no percibimos, ni conocemos, compuesta por dimensiones y espacios ignotos.
Pero hay que dejar claro que nosotros estamos integrados en el seno de esa «realidad B». Y es que esta «realidad B» no se comporta ni se percibe de la misma manera que la nuestra, ya que sus leyes y reglas probablemente estén más cerca del reino psíquico que del físico, además todo este universo, puede ser «alterado» con nuestra sola presencia.
Y es precisamente en esa elástica «realidad B», de límites indefinidos y confusos, donde se encuentra nuestro misterioso agente externo. Cuando este «ente» entra en contacto/comunicación con nuestra psique, se fabrica una proyección (una especie de apertura dimensional) frente a los ojos del testigo que realmente se está originando entre ambas realidades, en lo que podríamos denominar una zona «fronteriza» (quizás el famoso efecto campana anotado en tantos encuentros anómalos). Los engranajes internos de esta unión se presentan como un «escenario» indistinguible de nuestra realidad, compuesto por trozos de ambos universos. Esta superposición conjuga y mezcla la realidad con lo imaginal, lo inaprensible con lo tangible y lo quimérico con lo material, configurando unas sugerentes construcciones psíquicas que eligen aleatoriamente y de forma creativa componentes de la mitología, el folclore, los arquetipos y la cultura humana. Y todo porque la psique humana no puede evitar que su propio conocimiento inconsciente esté presente en lo «visualizado» durante estos contactos «extradimensionales». Por lo que el comportamiento y desarrollo del contenido de esta proyección (el encuentro con un ovni y sus ocupantes, por ejemplo) sería extremadamente ambiguo y desconcertante, medio físico y medio psíquico, medio real e irreal, ya que la «imagen» contendría elementos y engranajes de un amplio espectro de la realidad (de la conocida y de la oculta). Es como si estuviéramos en presencia, durante unos momentos, de una fugaz «nueva realidad cognitiva» que está compuesta por una «superposición» de ambas realidades (A+B), produciendo una increíble e impredecible mezcolanza fenomenológica en las que estarían presentes las principales características de ambas realidades. De esta forma, obtendríamos incidentes ovnis con alteraciones temporales, efectos electromagnéticos, fenómenos paranormales, percepciones anómalas, huellas sobre el terreno, telepatía, clarividencia, precognición, etc., todo mezclado y expuesto en una aparente escenificación sin sentido. «Extasiando» y «colapsando» nuestros sentidos.
Pero ¿dónde se producen estos fenómenos? Realmente el aterrizaje de un ovni no estaría sucediendo exclusivamente en el marco de nuestra «realidad A». Estaríamos situados en un limbo indeterminado. Sobre un «puente cuántico». En una frontera intermedia entre dos realidades que nos permite, bajo un determinado estadio mental, acceder a una vasta información del universo. Y probablemente esta proyección se sustenta y se manifiesta, en gran parte, a través del pensamiento humano. Al tratarse de una especie de «superposición» estaríamos percibiendo, quizás de forma aleatoria, fragmentos de la «realidad B», que al concluir el encuentro desaparecerían por completo sin dejar rastro. Solo aquello que se hubiera «gestado» sobre la «realidad A» podría, de alguna manera, permanecer y ser cuantificado posteriormente, ya que este paradigma no se manifiesta con rotundidad en ninguna de ambas realidades; de lo contrario, los encuentros ovnis serían episodios puramente físicos o psíquicos, pero no ambos conexionados ni presentando tantas alteraciones y diferencias. Es como si esta nueva «realidad» que se crea momentáneamente durante los encuentros con ovnis, contuviera componentes de ambos universos en una elaborada puesta en escena, sin poder concretar del todo una realidad contundente (al menos como la entendemos y percibimos desde nuestra «realidad A»). Como si los testigos se hallaran en una delgada línea entre ambas realidades sin poder llegar claramente a discernir el verdadero contenido de la «realidad B», y solo producir, por nuestra interacción psíquica, ciertas «interferencias» involuntarias y no controladas que se concretan en una proyección «visual creativa», imprevisible en resultados visuales, que a duras penas se mantiene «estable» en nuestra realidad. Es como si una persona se introdujera en un lago con la esperanza de ver, a través de sus aguas cristalinas, el fondo. Con solo avanzar produciría una serie de perturbaciones sobre la superficie del lago que le impedirían ver con claridad lo que pisan sus pies. Y en el caso que nos ocupa, los ovnis, entramos de forma tan «descontrolada» que desplazamos incluso el barro del fondo, lo que dificulta aún más la visión.
De alguna manera, el estado mental de los testigos, y quizás algunos elementos exógenos, influye para que el AE pueda establecer este «puente cuántico» de comunicación. Aunque hasta el momento, solo llegamos a cruzar hasta la mitad de esta construcción, ya que nuestra propia psique, con toda su voluminosa información almacenada, interfiere, como decimos, en la percepción, interpretación y traducción de esta realidad mediante un complejo proceso de retroalimentación psíquica, puesto que lo estamos observando es una especie de construcción mental instantánea, fruto de nuestra intromisión. Y es que el acceso a este nuevo estadio de cognición es altamente maleable y la propia esencia de este universo es tan volátil y flexible que edifica «diferentes capas» que son muy complejas de atravesar, y que, en definitiva, nos impiden apreciar la verdadera naturaleza de estas experiencias. Quizás estamos frente a un simple problema de comprensión, o de decodificación cognitiva, que nos imposibilita acceder a esta realidad ampliada. Nuestra psique provoca una interferencia «insalvable». Nos impide la lectura definitiva del fenómeno, quizás, un manual para comprender el funcionamiento del universo.
Y es que, no podemos obviar, que esta realidad es permeable a nuestra interacción de una forma que ni siquiera podemos imaginar. Por tanto, mientras se produce la experiencia ovni, los «efectos» de esta proyección se están «repartiendo» entre ambas realidades (A) y (B). Por lo que, en ocasiones, los encuentros ovnis contendrán materia y en otros no, dependiendo exclusivamente de la interacción de cada testigo (potencial) y de la capacidad que tenga de «arrastrar» o «materializar» la nueva realidad creada y manifestada (A+B) hacia la nuestra (A). Es como si la participación humana fuera la que determinara, en gran medida, la «solidificación» del fenómeno percibido, o de algunas partes del mismo sobre nuestra realidad.
De la misma manera, las huellas físicas y rastros hallados tras el aterrizaje de un ovni podrán contener una amplia gama de matices, ya que, al no ser producidos realmente por un fenómeno enteramente físico, como los que operan en nuestra realidad, están sujetos a todo tipo de anomalías. O sea, podríamos encontrar pocas pisadas de los humanoides en su descenso, otras marcas sencillamente no existirían o, por el contrario, en el despegue del ovni, este podría atravesar la vegetación como si fuera una aparición fantasmal, pese a que hundió su tren de aterrizaje en la arena. Además de provocar todo tipo de diferentes efectos y secuelas sobre la materia y los organismos vivos. Del mismo modo, los testigos también podrían activar sus facultades psíquicas mientras se hallan en esta frontera, y retenerlas una vez concluida la experiencia. Si, por el contrario, la proyección, la «creación» de esta nueva realidad (A+B), se «fragmenta» mayoritariamente hacia la «realidad B», es muy probable que sean episodios de un amplio espectro psíquico y sin ninguna evidencia física (ya que desaparece cualquier rastro). Como si todo hubiera sido producto de un mal sueño. Una experiencia mística en toda regla. Por lo que la teoría de la Distorsión establece que estamos enfrentados a un paradigma cognitivo proyectado desde una realidad desconocida (B) en la cual nos hallamos insertados, aunque no logremos percibirla. Pero a veces se producen estos «contactos» esporádicos e imprevistos que abren una «fisura» que nos permite atisbar este amplio universo psíquico de amplias repercusiones. Esta nueva realidad (A+B) emana de una notable conjunción de fenómenos «intangibles» que fabrican una compleja «arquitectura psíquica» en la que nuestra psique es la encargada de decodificar la información. Lo que habría que discernir correctamente es si nuestra percepción es provocada o dirigida, en parte, por este AE, o si por el contrario este solo ejerce de «puente» para conectar ambas realidades. Tampoco podemos descartar que los contactos con el AE generen, como vimos en el capítulo 6, un específico «campo mental» en esa denominada «zona fronteriza» que permanece latente durante un tiempo en el lugar. Por lo que otros testigos que ingresaran en este «limbo», penetrarían sin darse cuenta, a su vez, en este «campo mental» y podrían acceder, inconscientemente, a parte de ese contenido visual/narrativo, desarrollando sus propias experiencias en función de la información «recibida» de ese «campo mental». Esto explicaría por qué testigos sin conocimiento previo de estos fenómenos pueden experimentar experiencias tan similares, ya que existirían diferentes «campos mentales» (ovnis, fantasmas, Bigfoot, etc.) que en determinadas épocas o regiones cobrarían mayor presencia.
La existencia de estos «campos de creencias» también explicaría por qué ciertos encuentros sobrenaturales, como por ejemplo los avistamientos de hadas y duendes, han desaparecido prácticamente en nuestros días. Porque, evidentemente, estos «campos mentales» no han sido sostenidos en el tiempo por la «fuerza» de las creencias y es más complejo «reactivarlos», aunque, eso sí, individualmente una persona que creyera con firmeza en esta posibilidad, o sea, que puede encontrarse con un gnomo en mitad del campo, podría visualizarlo en su particular proyección, e impulsar ligeramente de nuevo, ese determinado «campo mental». Y es posible que, en determinadas partes del mundo, por las creencias o el folclore local, existan fuertes «campos mentales» endémicos que no se repiten en otros lugares y que actúan como una suerte de «contagio local». Hay que tener en cuenta, que la enorme repercusión mediática que recibió el fenómeno ovni en sus primeros años pudo contribuir a que este «campo mental» (el de los platillos volantes) se extendiera por todo el mundo con una gran facilidad y rapidez inusitada, convirtiéndose en uno de los paradigmas más populares de todos los tiempos. De hecho, otra de las anomalías con mayor presencia en todas las culturas y sociedades humanas, los encuentros con difuntos, se puede deber a la aceptada y generalizada creencia en la persistencia del alma tras la muerte. Y tampoco podemos descartar, que la «fuerza» de algunos estos «campos mentales» posibilite y permita cierta acción independiente del AE para interactuar con los testigos.
Por tanto, las entidades que nos salen al paso, cualquiera que sea su «ropaje», son manifestaciones y expresiones de este fenómeno «psicodimensional» que «elige», según la ocasión, determinados «roles» («campos mentales») para transmitir su «mensaje» de manera creativa e imprevisible en cada evento.
Hay que recordar que Mircea Eliade, en su libro El Chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis (1951) afirmaba que «la técnica chamánica por excelencia consiste en el paso de una región cósmica a otra: de la Tierra al Cielo, o de la Tierra a los infiernos. El chamán conoce el misterio de la ruptura de niveles. Esta comunicación entre las zonas cósmicas se ha hecho posible gracias a la propia estructura del universo. El universo, en efecto, se concibe, grosso modo, como constituido por tres regiones (Cielo, Tierra e Inframundo), unidas entre sí por un eje central (Axis mundi). […] Este eje pasa por una abertura, por un agujero, y por este agujero los dioses descienden a la tierra y los muertos bajan a las regiones subterráneas; así mismo, por él, el alma del chamán en éxtasis puede subir o bajar durante sus viajes». ¿Se refiere este estudioso del chamanismo a nuestro «puente» invisible que conecta diferentes universos?
A tenor de todas estas informaciones, es probable que en determinadas circunstancias nuestra psique pueda ser «arrastrada» por un desconocido agente externo hasta porciones desconocidas de nuestra propia conciencia que nos conectan con ese otro universo invisible. Esta interacción provoca un «tsunami psíquico» que nos sumerge, embriagando nuestros sentidos, en una realidad más allá de todo lo conocido. Y es que, según la TD, el AE nos situaría sobre el «puente» que nos conecta con la «realidad B», y probablemente, nuestra psique, cual gota de agua, posee muchas otras formas para «fundirse» con este inexplorado «océano» (trastornos psíquicos, estados alterados de conciencia, drogas, hipnosis, viajes chamánicos, creatividad, etc.). Aunque en todos estos casos, la «conexión» con la «realidad B» ser realiza directamente, sin la participación de nuestro misterioso operador (aunque podamos toparnos con él), y es por ello que, al no estar situados en una zona fronteriza, la mayoría de estas experiencias carecen de cualquier tipo de entidad física, como las narradas durante siglos por personas que han accedido a esos otros planos de conciencia, como lo contactos con Filemón, el «amigo» onírico de Carl Jung, ya que, evidentemente, sería más complejo «arrastrar» partes de estas «visiones» a nuestra realidad. En su obra El fenómeno Místico, Juan Martín Velasco decía que algunos místicos originaban una gran cantidad de inexplicables fenómenos físicos a su alrededor como: «fenómenos luminosos, telekinesia, hipertermia, bilocación, emisión de sustancias heterogéneas: olores especiales, lágrimas y sangre procedentes de imágenes, alargamiento de órganos corporales, resistencia al fuego».
Incluso algunos denominados trastornos psíquicos podrían obedecer a accidentales accesos no controlados con esta realidad, lo que conlleva que muchas personas prácticamente enloquezcan o se muestren confusas al no poder comprender exactamente el universo que se «abre» ante su mente. Y está claro que algunos testigos después de su experiencia logran volver a conectar con esta realidad ampliada, al parecer sin ayuda de este AE, como por ejemplo durante las etapas de sueño u otros estados alterados de conciencia, y continúan provocando diferentes interacciones o comunicaciones con este universo desconocido. Y es que los sueños, o más bien el estado mental que provocan en nuestra psique, se han mostrado a lo largo de la historia como un efectivo «teléfono» para contactar con estas otras realidades. De hecho, muchos testigos de anomalías han tenido sueños premonitorios antes de sus encuentros o han experimentado clarividentes o extrañas experiencias oníricas después de sus contactos. El mejor símil sería comparar nuestra psique con un receptor radio; solo sintonizando adecuadamente el «dial» podremos escuchar las diferentes emisoras. De lo contrario, solo percibiremos ruido o interferencias.
Los ufólogos siempre han considerado que el causante del fenómeno ovni debía de ser o una civilización extraterrestre o un sistema de control, o alguna clase de inteligencia, o seres interdimensionales… Pero quizás estemos en presencia de otra cosa radicalmente diferente. Tal vez el AE sea algún tipo de «proceso psíquico inmersivo interactivo» (¿consciente colectivo? ¿Una suerte de «guía»?) por el cual nuestra psique entra en contacto con porciones desconocidas de la realidad que pueden retroalimentarse con nuestro propio inconsciente y manifestarse con cierta autonomía. Quizás, como dicen los orientalistas, el truco, no tan sencillo, para trascender nuestra conciencia ordinaria a estados mas elevados, sin sufrir «perturbaciones», consiste en dejar la mente completamente en «blanco». De esa forma podremos acceder a la verdadera información que subyace tras estas manifestaciones, sin ruidos, ni interferencias. A la «esencia» que solo a veces atisbamos esporádicamente en algunos contactos con esa «otra realidad».
Por ello, estoy convencido de que durante siglos hemos estado expuestos a nuestros propios monstruos, demonios y salvadores, en un interminable «bucle» psíquico que nos ha impedido ver que éramos coparticipes y piezas fundamentales de una nueva «realidad» manifestada ante nuestros ojos y construida con la misma volátil materia de la que se componen los mitos ancestrales. Cuando un «extraterrestre» surgía con paso firme del interior de un platillo volador, o cuando un «hada» atravesaba con sutileza la maleza del bosque, lo hacían, en realidad, desde algún lugar recóndito de nuestra psique, llevando bajo el brazo un encriptado mensaje surgido de la interacción con una arrolladora «fuerza» psíquica desconocida. Sea cual sea la identidad de ese AE o factor desencadenante, hasta la fecha solo hemos analizado y decodificado parcialmente los efectos de su puesta en escena en nuestra realidad. O sea, las interferencias «visuales» provocadas por nuestra incapacidad de ver más allá de su significación visual y arquetípica. Y es que, probablemente, perdidos en cualquier rincón de nuestro planeta, chamanes y místicos de todas las índoles y culturas han llegado mucho más lejos que cualquiera de nosotros en esclarecer, comprender y experimentar la verdad intrínseca de estos paradigmas vinculados a la conciencia humana…
 
José Antonio Caravaca
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La «Paradoja de Hynek» defiende que, a mayor conocimiento y comprensión de la temática ufológica, mayor es el número de cuestiones que nos planteamos sobre la intrínseca naturaleza de los No identificados y sus ocupantes y más nos alejamos de la HET.
 
José Antonio Caravaca
DISTORSIÓN. Ovnis, apariciones marianas, bigfoots, hadas, fantasmas



















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