José Mancisidor

"Los tranvías iniciaron su correr de resistencia. Frenéticos, sus timbrazos nerviosos ponían su pincelada de vida en el ajetreo de la ciudad. En las fábricas, en los talleres, en la bahía, tendida graciosamente bajo la fuerza del sol, los silbidos estridentes surgían trémulos, la ciudad se hacía febril. (...) Las anchas avenidas manchadas de sangre, los banderines rojos y los gallardetes desafiantes regados caprichosamente, daban a la población el aspecto exótico de una roja ciudad cuyo tinte sangriento se afirmaba por instantes. (...) Ante la vergonzosa situación de las masas proletarias es un deber reagruparse aprestándose para la lucha. Sólo la unión podrá salvar a los oprimidos de México en esta hora de miserables claudicaciones, en la que los hombres de la Revolución han comenzado a sucumbir a los dorados ensayos de la apostasía."

José Mancisidor
La ciudad roja


"Poco a poco me fui aproximando a ellos y al oído del que había hablado repetí:
¿Por qué peleas tú?
No te lo podría explicar… Pero es algo que sube a mi corazón y me ahoga a toda hora. Un intenso deseo de vivir entre hombres cuya vida no sea peor que la vida de los perros.
Saqué mi mano de la cobija que me envolvía y buscando la suya la apreté con emoción profunda. Y luego, acercando mi boca hasta rozar su oreja, le dije velando la voz:
¿Quieres que busquemos nuestro sueño juntos?
Los otros prisioneros adivinaron nuestro diálogo. Nos miraron con interrogaciones en la mirada, y enterados de nuestros planes, se apresuraron a seguirnos.
Nos arrastramos trabajosamente. Cerca, el centinela parecía cristalizado por el frío de la hora, sobre la verde montaña. Burlamos su vigilancia y nos hundimos en el misterio de la noche. La luna se había ocultado ya y mi nuevo compañero y yo, dando traspiés, corríamos por montes y valles en busca de un mundo en que los hombres, como en nuestro sueño de niños, vivieran una vida mejor que la vida de los perros."

José Mancisidor
La primera piedra







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