¡Porque siento un ansia horrible de saber, Bernardo!... Y,
al mismo tiempo, el llegar a saber me da un miedo espantoso.
Enrique Jardiel Poncela
Como mejor están las rubias es con patatas, página 14
Voz del redactor jefe. —(Por el aparato.) Porque en ese
hogar acaban de entrar juntos la alegría de saber que el antiguo esposo,
desaparecido y muerto, ha sido hallado vivo, y el dolor de ver cómo el marido
actual, hasta ahora vivo, tiene que desaparecer y pasar a la condición de
muerto...
Albertina. —(Con un grito delirante.) ¡Noo!
Voz del redactor jefe. —(Por el aparato.) ... puesto que el
matrimonio primero convierte en nulo el segundo matrimonio. (Cierra Bernardo.)
Albertina. —(Levantándose, como loca.) ¡No! ¡Noo! ¡No es
posible! (A Bernardo.) ¡Dime que eso no es posible Bernardo! (A Obdulio.)
¡Dígame que eso no es posible. Obdulio! (A todos.) ¡Que me diga alguien que eso
no es posible, pronto!
Obdulio. —(Aparte.) Tula, dame agua, que voy a decírselo yo.
(Tula le sirve un nuevo vaso de agua.)
Bernardo. —(A Albertina, hecho polvo, pero con firmeza.)
¡Nadie puede decírtelo, Albertina, porque la verdad es que es absolutamente
posible! ¡Y eso va a ocurrir!... Porque, al reaparecer Ulises, suyos son todos
los derechos y nuestro matrimonio deja de existir en el acto... ¡Y tú y yo ni
siquiera somos ya marido y mujer!
Albertina. —¡No, no! ¡No lo acepto!
Obdulio. —(Que ha acabado de beber, encarándose con
Albertina, dispuesto al discurso.) ¡Preciso es aceptarlo, no obstante! Pues se
trata, en efecto, del regreso de Ulises, igual que en la «Odisea».
Enrique Jardiel Poncela
Como mejor están las rubias es con patatas, página 24
VOZ DEL REDACTOR JEFE. —(Por el aparato.) Porque en ese
hogar acaban de entrar juntos la alegría de saber que el antiguo esposo, desaparecido
y muerto, ha sido hallado vivo, y el dolor de ver cómo el marido actual, hasta
ahora vivo, tiene que desaparecer y pasar a la condición de muerto...
Enrique Jardiel Poncela
Como mejor están las rubias es con patatas, página 14
ALBERTINA. —¡Sí; pero yo, dentro de mi tragedia, llevo la
ventaja de que a ese marido me lo traen en una jaula, Bernardo! ¡Que ninguna
mujer del mundo ha conseguido nunca tener al marido así!
HELIODORA. —¡Y buena verdad que es ésa!
RENDUELES. —(A HELIODORA, algo «mosca».) ¿Eh?
ALBERTINA. —Y, sin embargo, es una cosa que debía ponerse de
moda, ¡porque más de un disgusto se evitaría en los matrimonios estando el
marido metido en una jaula todo el año!
HELIODORA. —¡Ya lo creo! ¡Ya lo creo que sí!...
Enrique Jardiel Poncela
Como mejor están las rubias es con patatas, página 58
Bernardo, que, trayéndomelo metido en una jaula, el que él
vuelva hecho un cafre es lo de menos, sobre todo considerando las muchísimas
mujeres que tienen un cafre por marido y no tienen, en cambio, jaula donde
meterlo.
Enrique Jardiel Poncela
Como mejor están las rubias es con patatas, página 58
ALBERTINA. —Y, respecto a lo otro, no olvides, Bernardo,
que, trayéndomelo metido en una jaula, el que él vuelva hecho un cafre es lo de
menos, sobre todo considerando las muchísimas mujeres que tienen un cafre por
marido y no tienen, en cambio, jaula donde meterlo.
HELIODORA. —¡Qué verdad más grande! ¡Ay, qué verdad más
grande, Dios mío!
Enrique Jardiel Poncela
Como mejor están las rubias es con patatas, página 58
ALBERTINA. —¡Sí; pero yo, dentro de mi tragedia, llevo la
ventaja de que a ese marido me lo traen en una jaula, Bernardo! ¡Que ninguna
mujer del mundo ha conseguido nunca tener al marido así!
HELIODORA. —¡Y buena verdad que es ésa!
RENDUELES. —(A HELIODORA, algo «mosca».) ¿Eh?
ALBERTINA. —Y, sin embargo, es una cosa que debía ponerse de
moda, ¡porque más de un disgusto se evitaría en los matrimonios estando el
marido metido en una jaula todo el año!
HELIODORA. —¡Ya lo creo! ¡Ya lo creo que sí!...
Rendueles.—¡Heliodora!
ALBERTINA. —Y, respecto a lo otro, no olvides, Bernardo,
que, trayéndomelo metido en una jaula, el que él vuelva hecho un cafre es lo de
menos, sobre todo considerando las muchísimas mujeres que tienen un cafre por
marido y no tienen, en cambio, jaula donde meterlo.
HELIODORA. —¡Qué verdad más grande! ¡Ay, qué verdad más
grande, Dios mío!
Enrique Jardiel Poncela
Como mejor están las rubias es con patatas, página 58
ALBERTINA.) ¡Emocionantísimo, señora! Y ahora, pasemos a lo
patético; es decir, a que el profesor nos refiera por sí mismo cómo contrajo
esa terrible costumbre el día en que, con su expedición científica, cayó
prisionero de los feroces antropófagos. (Le pone el micrófono a ULISES.)
ULISES. —¿Feroces? ¡No, señor! Se les ha calumniado mucho a
los pobres...
TODOS. —(Asombrados.) ¿Eh?
MOVELLÁN. —¿Oyen ustedes, señores? (Al micrófono.)
ULISES. —Los antropófagos son gente corriente, y su vida
tiene incluso un fondo científico.
MOVELLÁN. —¿Científico?
ULISES. —¡Claro, hombre! Porque le aplican al hambre el
principio de Janemann, base de la Medicina moderna, de «Similia similibus
curantur», y que significa que la enfermedad se cura con la misma sustancia que
la ha producido. Y así, el razonamiento del antropófago es que «como el hambre
la sufre el hombre, pues con el hombre se cura el hambre».
Enrique Jardiel Poncela
Como mejor están las rubias es con patatas, página 94
RENDUELES. —Bueno... Verá usted... Yo, médico no soy... Lo
que tiene es que sé mucha Medicina porque leo todos los prospectos.
Enrique Jardiel Poncela
Como mejor están las rubias es con patatas, página 96
¡Y leyendo todos los prospectos es como realmente se aprende
Medicina, créame! ¡Que bastantes menos enfermedades habría si los médicos
leyeran también todos los prospectos!
Enrique Jardiel Poncela
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