Lourdes Gómez

"Pedro de Valdivia, oriundo del municipio pacense de Villanueva de la Serena, fue uno de los muchos conquistadores extremeños que observaron extraños prodigios durante la conquista de América, dejándolo por escrito tanto en sus cartas como en los textos elaborados por los cronistas que les acompañaban. En el transcurso de la conquista de Chile, empresa que lideró Valdivia a partir de 1540, se dieron, según los castellanos, insólitas apariciones que inclinaron la balanza de la victoria hacia la corona española. Uno de esos sucesos tuvo lugar durante la batalla que dio origen a la fundación de Santiago de Chile. En el capítulo X de la obra Crónica del Reino de Chile, de Pedro Mariño de Lobera, podemos leer: «Estando, pues, la falla en su mayor furia al tiempo que los indios iban acometiendo con mayores bríos para beber la sangre a los cristianos; cuando se iban abalanzando a ellos para ejecutar su coraje con denuedo; cuando tenían ya la suya sobre el hito y a toda priesa iban blandiendo las lanzas y levantando los brazos para descargarlas con ímpetu en los cristianos; cuando con el aspirar de la victoria iban triunfando con estrépito y alaridos, veis aquí, cuando de repente (caso memorable) todos los bárbaros a una vuelven furiosamente las espaldas y dan a correr como gamos por el campo raso a ruin el postrero, desapareciendo súbitamente a huir todos del que súbitamente se les había aparecido, dejando a los cristianos suspensos, y yo ahora hasta el capítulo siguiente». Lo que dice el cronista es que cuando los indígenas tenían la batalla resuelta y a los castellanos acorralados, de repente abandonan la lucha y corren despavoridos. ¿Qué pudo haber ocurrido para que se retiraran cuando estaba asegurada la victoria? Según continúa relatando Pedro Mariño de Lobera, fue tan insólita la acción de los indígenas que los castellanos decidieron llevar a cabo una investigación. En palabras de Mariño de Lobera, «habiendo todos respirado un rato del cansancio de la refriega mandó el general traer ante sí algunos de los indios que en ella habían sido presos, y los examinó haciendo escrutinio de las causas porque habían tan repentinamente desamparado el campo. A lo que respondieron que estando en su mayor coraje y certidumbre de su victoria, vieron venir por el aire un cristiano en un caballo blanco con la espada en la mano desenvainada, amenazando al bando índico, y haciendo tan grande estrago en él, tanto que se quedaron todos pasmados y despavoridos, dejando caer las armas de las manos no fueron señores de sí, ni tuvieron sentido para otra cosa más de dar a huir desatinados sin ver por dónde, por haber visto cosa llamada en su lengua pesimando, que quiere decir nunca vista. Y preguntándoles el general cuál de aquellos españoles que allí están era el que habían visto en el aire, clavaron ellos los ojos en todos los presentes mirándoles con grande atención a todos, y en particular a los más lúcidos y señalados, [...] y habiéndolos mirado muy despacio en particular a cada uno se sonrieron los bárbaros como haciendo burla de todos ellos respecto de aquel que habían visto, y así lo dijeron por palabras expresas certificando que era hombre muy superior a todos ellos y que había hecho más que todos ellos juntos. Oyendo tales palabras y viendo tales ademanes, reconocieron los cristianos ser el glorioso Santiago el que había de socorro, y para certificarse más en ello… bárbaros de los de la batalla tomando… a cada uno de por sí, lo cual hizo el general con gran recato y diligencia, y halló ser todos contestes en lo que se ha dicho, sin haber indio que discrepase, por lo cual tuvieron por cierta resolución haber sido el glorioso apóstol. Coligiese también por los efectos, pues habiendo sido los bárbaros más de veinte mil, y tan esforzados y briosos, y los cristianos tan pocos que para cada uno había más de doscientos contrarios, con todo eso no murió ningún cristiano, estando el campo tinto en sangre de los enemigos. Y con esta resolución tornaron de nuevo a dar gracias a Dios, y su santo apóstol que con tan benigno p… nos había amparado al punto de la necesidad más urgente, y, así lo llamaron todos por muy particular abogado suyo y Patrón del pueblo, conformándose los votos sin excepción en que el pueblo, cuya… intentaba tuviese el apellido de este glorioso apóstol: con cuya… pusieron luego mano en la obra a los doce días del mes de febrero de mil y quinientos y cuarenta y uno».

Un misterioso caballero surgido de entre las nubes, según este relato, atemorizó a los indígenas, provocó que sus armas se cayeran de las manos de forma inexplicable y permitió que los de Valdivia salieran indemnes de un hostil encuentro en el que, claramente, estaban en inferioridad numérica. Los españoles dieron por hecho, tras interrogar a los vencidos, que se trataba del apóstol Santiago, quien ha recibido a lo largo de la historia apodos como «mataindios» o «matamoros» por esas supuestas apariciones que se le atribuyeron durante la Reconquista española y durante la conquista de América y que tan representadas han sido en nuestro arte religioso. Sin embargo, pocos recuerdan que el nombre de la capital de Chile es «Santiago» por este misterioso encuentro.

Los prodigios no terminaron ahí: es más, acompañaron a Pedro de Valdivia en una de las regiones más inhóspitas del territorio chileno: la Araucania. En una carta a sus apoderados en la Corte, fechada el 15 de octubre de 1550 , el conquistador expone: «Informar asimismo de la buena tierra ques ésta, de buen temple, fructífera e abundosa e de sementera es de mucha madera e todo lo demás ques menester e se requiere para ser poblada e perpetuada de nosotros, e con razón, porque paresce tenerla nuestro Dios de su mano y servirse de nosotros en la conquista e perpetuación della, pues dicen los indios naturales quel día que llegaron a vista deste fuerte cayó entre ellos un hombre viejo, vestido de blanco en un caballo blanco e que les dijo: “Huid todos, que os matarán estos cristianos” e así huyeron; e tres días antes, al pasar del río grande para acá, dijeron haber caído del cielo una señora muy hermosa en medio dellos, también vestida de blanco, e que les dijo: “No vais a pelear con esos cristianos, que son valientes e os matarán”; e ida de allí tan buena visión, vino el diablo su patrón e les dijo que se juntasen muchos e viniesen a nosotros, que, en viendo tantos, nos caeríamos muertos de miedo, e que también él vernía; y con esto llegaron a vista de nuestro fuerte. Llaman a nuestros caballos hueques, y a nosotros ingas, que quiere decir ovejas de inga. Hasta hoy no han hecho más juntas para contra nosotros».

Pedro de Valdivia narra, tanto a sus contactos en la corte como al propio Emperador Carlos V en otras cartas, la aparición a los indígenas de un hombre vestido de blanco, con un caballo del mismo color, que les animó a no pelear contra los recién llegados: de la aparición de alguna suerte de objeto caído del cielo en el que viajaba una señora, también luciendo ropajes blancos, que les ofreció el mismo consejo: y, más tarde, de la aparición de otro ser, que Valdivia identifica con «el diablo», que les dijo todo lo contrario."

Lourdes Gómez
Tomada del libro DISTORSIÓN. Ovnis, apariciones marianas, bigfoots, hadas, fantasmas y extrañas criaturas ¿una teoría explicativa? de José Antonio Caravaca







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