Richard Lovelace

El escrutinio

¿Por qué jurarías que renuncie,
Desde entonces juré ser tuyo?
Señora, ya es mañana,
Y fue anoche que te juré
Que es imposible la ternura.


No te he amado mucho ni demasiado,
¿Un espacio de doce horas de tedio?
Debí equivocarme con todas las otras bellezas ,
Y robarte un nuevo abrazo,
Podría todavía adorar tu cara.

Pero no toda la alegría esta en tu pelo castaño
Junto a otros puede ser hallada, -
Pero debo buscar el negro y el rubio,
Al igual que los minerólogos hábiles que sondean
Por el tesoro en el terreno sin arar .

Entonces, si, cuando he amado a mi círculo,
Tú compruebas lo agradable de ella,
Con los beneficios de proclamar bellezas más humilldes
Me molesté de volver a ti,
Incluso me he saciado con la variedad.

Richard Lovelace


La Bella Bona Roba

No sé quién pueda desear el esqueleto
De una pobre mona, que no es nada sino puro hueso.

Dadme una desnudez con las ropas puestas.
Una cuya piel blanca y satinada,
Se entalle sobre el ardiente terciopelo encarnado,
Que tenga un buen cuerpo (y carne adentro).
Así obtiene una buena cosecha el hombre,
Quien se amalgama como arco etéreo
Para curar sus costados y recobrar su costilla.
Dura suerte hasta para el cazador que adelgaza
Las gordas alegrías de su excrecencia, hasta que,
Después del manoseo, no palpa nada sino su bolsillo.
Por ello, Amor, te ruego, que cuando tomes tu arco,
Tus enconadas flechas hambrientas, y emprendas la cacería,
Ignora a la cierva enjuta y ponme una hembra buena.

Richard Lovelace




Para Althea desde la prisión

Cuando el amor con las alas ilimitadas
Galantea dentro de mis puertas,
Y mi divina Althea trae
Susurros a las rejas;
Cuando me tiendo en su cabello enmarañado,
Y encadenado a su ojo,
Las aves que disipan en el aire
Saben que no hay tal libertad.
Cuando las copas fluían como ríos la ronda pasaba rápidamente
Sin aplacar el Támesis,
Nuestras cabezas descuidadas con rosas enrolladas,
Nuestros corazones con pasion sincera;
Cuando el dolor sediento en vino nos excedimos,
Cuando la salud y los trragos van libres,
Los peces que toman unas copas en lo profundo
Saben que no hay tal libertad.

Cuando, como pardillos comprometidos, yo
Con la garganta más aguda cantaré
La dulzura, la misericordia, la majestad,
Y las glorias de mi Rey;
Cuando lo exprese en voz alta como bueno

Él es, cuán grande será,
Los vientos que dispersan lo que ondea la riada
Saben que no hay tal libertad.

La piedra de las paredes no hacen una prisión,
Tampoco las barras de hierro una jaula;
Las mentes inocentes y tranquilas son llevadas
Por aquellos para una ermita;
Si tengo la libertad en mi amor;
Y en mi alma soy libre,
Los ángeles solos, que se elevan por encima,
Disfrutan de semejante libertad.

Richard Lovelace



Para Lucasta yendo más allá del mar

Si estar ausente era estar
Lejos de ti;
O que cuando me haya ido,
Tú o yo estabamos solos, -
Entonces, mi Lucasta, podría implorar
La compasión del viento rugiente o del oleaje aniquilante.

Pero no susurraré una ráfaga o vendaval
Para hinchar mi vela,
O pagar una lágrima a 'Suage
El enojo azul expresa la furia de Dios;
Pues si va a dejarme pasar
O no, sigo siendo tan feliz como fui.

A pesar de los mares y la tierra entre nosotros dos,
Nuestra fe y la verdad,
Al igual que almas separadas,
Todos los controles de tiempo y espacio:
Por encima de la esfera más alta nos encontramos
Oculta, desconocida, y acoger como los ángeles acogen.

De manera que nos anticipamos
A nuestro destino posterior,
Y estaremos vivos en los cielos ,
Por lo tanto, nuestros labios y ojos
Pueden hablar como espíritus libres
En el cielo, sus cuerpos sucios quedan atrás.

Richard Lovelace



Para Lucasta, al partir a la guerra

No me digas, amor, que soy tan cruel
que desde el convento
de tu casto seno y dulce alma
a las armas y a la guerra, escapo.

Verdad es, voy tras un nuevo amor,
el primer enemigo en el campo de batalla;
y con mayor fe abrazo
una espada, un escudo, un corcel.

Pero inconstancia como ésta, es tal
que tu, también la adorarás;
no podría, mi vida, amarte tanto,
si es que al honor no amase más.

Richard Lovelace



"Paredes de piedra no hacen una prisión, ni barras de hierro una jaula."

Richard Lovelace










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