Torgny Lindgren

"La Madonna de la daga. Aunque por entonces no se llamara así, no tuviera nombre; fueron los periodistas quienes, con el tiempo, la bautizaron de esa manera.
Estaba envuelta en una tela de color rojo rubí, con el pelo rubio trenzado en una diadema luminosa sobre la frente, los labios ligeramente entreabiertos como si quisiese decir algo y no pudiera. Era un ser hermoso, con una mirada completamente pura. Y en la mano derecha sostenía la daga, esa daga que muchos historiadores del arte consideran un símbolo fálico.
No puedo, como es natural, pretender que la reconocí. Y sin embargo, eso es lo que tengo que decir: que la reconocí.
Ahora sé que la daga es del siglo XV, que es mora y está hecha de plata y cobre y que se conserva en el palacio del obispo de Senlis.
Y yo no podía entender cómo una pintura así había llegado a un local de subastas de un pueblecito de nuestra pequeña llanura, en el corazón mismo de Suecia.
La pintura tenía ese brillo indescriptible y la claridad que sólo un determinado pintor sueco ha podido lograr; parecía esmalte.
Estaba delante de una ciudad que a primera vista parecía compuesta solo de iglesias, era como un bosque de torres de iglesias y de agujas. En una de las torres, la cruz había sido cambiada por una serpiente con una corona en la cabeza. Lo vi claramente cuando saqué la lupa.
Fue una idiotez por mi parte usar la lupa. En las exposiciones que preceden a las subastas hay que aparentar indiferencia. Siempre hay gente acechando alrededor para ver si alguien está a punto de hacer un descubrimiento."

Torgny Lindgren
El elogio de la verdad


"Pero no había cavado más de un pie cuando llegué a la roca, la roca primigenia. Y pensé: No puedo seguir, esta vez se acabó. Pero voy a continuar cavando hasta dejarlo limpio, hasta dejar la roca limpia de forma que el pozo tenga el fondo como el suelo de un salón, y la limpié con las manos para que no quedase ni un puñado de tierra o de barro, y cuando lo estaba haciendo sentía la roca en las manos como si fuese hielo, debía de haber un agujero en algún sitio, había una grieta en la roca exactamente igual que suele haber en el hielo que cubre los lagos, y tuve la mala suerte de abrir esa grieta, y el agua que se había acumulado alrededor de los pies desapareció, el pozo se secó en un instante, fue como si la roca absorbiese ávidamente el agua, hasta se oyó un chasquido como cuando se descorcha una botella, y no quedó ni siquiera el rastro que puede dejar el rocío."

Torgny Lindgren
Agua


"Safán se llevó a dos hombres de la guardia real con él. Sabía que las mujeres desprecian a los muchachos. Si ella tenía un marido en casa, tal vez tendría que mandarlo matar; si tenía en casa un hombre al que amaba, seguro que lo tendría que matar. El rey es como un niño, pensó lleno de afección. Desborda de sentimientos. En su corazón hay demasiado calor y amor. Tiene treinta años más que yo; sin embargo, a veces siento como si fuese mi hijo. Esta atolondrada búsqueda de santidad.
Betsabé se peinó, se puso un jazmín en la sien, se colocó una cadena de oro en el cuello y se vistió con un velo y una túnica roja de lino. Safán y los dos guardias esperaron en la puerta. Les hizo esperar; ella, hizo esperar al rey David.
Finalmente salió. Ella se volvió hacia los hombres, llevaban cubiertos los poderosos hombros con láminas doradas, sus espadas colgaban como penes contras sus muslos.
¿Estoy hermosa?, preguntó ansiosa y sinceramente.
Eres aterradoramente hermosa, contestó Safán con su vocecilla infantil ridículamente chillona.
El rey estaba sentado en el taburete de marfil cuando llegaron ante él Safán y Betsabé; las cintas de cuero del asiento rechinaron cuando se movió.
La miró largamente, no sólo con voluptuosidad, sino también atemorizado o tal vez valorándola, igual que contempló a los filisteos antes de la batalla de Queilá; ella se había quitado el velo y lo había enrollado en torno a su mano derecha.
¿Cómo te llamas?, dijo al fin.
Se llama Betsabé, dijo Safán obsequiosamente. Su marido es Urías, el campeón. El hitita.
Despidió a los guardias con un gesto, quería estar solo con ella. Safán se quedó dos pasos detrás de Betsabé, vio que ella estaba temblando."

Torgny Lindgren
Betsabé














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