Me acompañaba un muchacho de once años que me servía de
criado y al que denominaba boy, no por presumir de educación británica, sino
porque jamás acudía cuando se le llamaba.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 2
Mas claro: que no me valgo de un régimen democrático, ni de
la hegemonía del liberalismo, ni del éxito del laicismo para burlarme de las
derechas.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 2
¡Ay! EL AUTOR (suspirando). —¡Cualquiera sabe ya lo que es
uno!
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 3
Las juventudes actuales no se acuerdan de Dios para nada.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 3
Generación cogida entre dos fuegos, ¿sabe nadie lo que somos
los hombres nacidos al mismo tiempo que el siglo?
Generación que no se ha desprendido por completo del
romanticismo trasnochado del 1900, y que no ha podido asimilarse del todo el
espíritu indiferente-deportivo de la postguerra, ¿sabemos ninguno de nosotros
lo que somos, lo que creemos ni lo que deseamos?
Término medio; ejército de choque; puente entre la época
del corazón y la época del músculo; guion que separa la edad
de lo imaginativo (Edisson) y la edad de la mecánica (Ford); generación
transitiva, en fin, los que pertenecemos a ella vivimos aplastados entre el
pasado y el presente, tan incomprensivos para el uno como para el otro, sin que
ese pasado sea nuestro pasado ni esté presente sea nuestro presente, y ajenos a
los dos.
No somos viejos, porque tenemos treinta años, pero...
tampoco somos jóvenes.
Con el pelo negro —y hasta un poco ondulado, ¡qué caramba!,
todo hay que decirlo — con la frente tersa, con los músculos bien dispuestos y
los nervios excelentemente templados... uno no es joven ya. Y al mirar
alrededor, hacia las juventudes pretéritas y hacia las juventudes actuales, uno
ve claro que ni siente y piensa como aquéllas, ni siente y piensa como éstas.
En Religión, aquellas juventudes pasadas hicieron de Dios un
personaje imprescindible.
Las juventudes actuales no se acuerdan de Dios para nada.
Y uno se acuerda de Él de vez en cuando.
En política las juventudes pasadas se lanzaban briosamente a
la lucha por la libertad.
Las de ahora corren a combatir por la igualdad y por la
fraternidad.
Y uno —que tiene siempre presente el espectáculo del
Universo—
al oír hablar de igualdad, de libertad y de fraternidad,
vomita.
Patrióticamente, aquellas juventudes desaparecidas
poseyeron un riego entusiasmo que las empujó a guerras
horribles, al grito de "¡Adelante por la victoria!"
Las juventudes de hoy, con la otra ceguera de la solidaridad
universal, no quieren pelear y proclaman: "Hay que suprimir las guerras,
que son una bestialidad inútil".
Y uno —ni guerrero ni pacifista— piensa, con la seguridad de
ser el único que acierte: "Las guerras son una ley, como la gravedad o la
atracción de las masas, y habrá guerras siempre, mientras el Mundo sea Mundo.
En Amor, aquellas juventudes crearon el romanticismo y sé
suicidaron de un pistoletazo ante el daguerrotipo de una dama cualquiera,
tenida por pura y excepcional.
Las juventudes actuales sustituyen el romanticismo con el
deporte, y son indiferentes.
Y uno piensa que suicidarse por una mujer no está mal cuando
esa mujer merece la pena; pero deja transcurrir la vida sin descubrir entre las
mujeres conocidas la mujer merece la pena de suicidarse.
Ante el matrimonio, las juventudes pasadas adoptaron una
actitud de sometimiento y se casaron enamoradas.
Las juventudes presentes se casan también, pero sin saber
bien ú están enamoradas o no.
Y uno retrocede siempre ante el matrimonio, como un caballo
queviese cruzada en el camino una culebra.
Y en lo Divino...
En lo divino, las juventudes pretéritas tenían fe y creían.
Las juventudes actuales no tienen fe ni creen.
Y uno cree... y no tiene fe.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 3
A uno le falta la fe, sí.
Pero quizá para creer no sea la fe absolutamente necesaria.
Tener fe es masticar sin dientes.
¿Y quién ha dicho que sean imprescindibles los dientes para
masticar? ¿Acaso no existen máquinas masticadoras? Se puede no tener fe y, sin
embargo, creer.
Se puede no tener fe y, no obstante, llevar dentro,
arraigado, letal, innato e inconmovible el sentido de lo religioso.
* * *
Sentirse a veces triste o desvalido, o melancólico,
significa religiosidad.
Reír sin ganas es religiosidad.
Disculpar la estupidez ajena; soportar el contacto de
personas insoportables, alzarse de hombros ante lo indignante, es religiosidad.
Ir por carretera en automóvil, sin rueda de repuesto, y
aguantar tres pinchazos, y tirarse al suelo una y otra vez a parchear las
cámaras pinchadas, y hacer todo esto sin emitir blasfemias, es religiosidad.
Considerar el egoísmo como una de las facultades del alma
—MEMORIA, ENTENDIMIENTO, EGOÍSMO Y
VOLUNTAD— es religiosidad.
Querer a los niños y a los perros por el solo hecho de ser
perros y ser niños es religiosidad.
Afeitarse a diario resignadamente es religiosidad.
Decir cada día diez veces: "¡Amigo mío!", mientras
se da un abrazo a un bípedo despreciable que sabemos que nos difama es
religiosidad.
Aguardar un tranvía de la Prosperidad sin protestas
ostensibles, es religiosidad.
Fumar tabaco español sin pensar en cambiar de marca, es
religiosidad.
No tener dinero, y simpatizar con el capitalismo, eso es
religiosidad también.
A veces, al dejar el lecho después de habernos entregado con
una mujer, que jura querernos, a un goce delirante, sentimos un desconsuelo,
una gana de llorar — de, llorar hasta el hartazgo—, de llorar todo cuanto
llevamos dentro de delicado, de tierno, de puro, de noble y que cada amor nuevo
pisotea, envilece y ensucia un pozo más.
Pero reaccionamos porque la vida es reacción, y sonreímos y
silbamos un cuplé cualquiera, y cuando aquella mujer pregunta:
— ¿Estás contento?
Respondemos:
— ¡Figúrate!
Eso también es religiosidad.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 5
Como se ve, desde que el Mundo ha echado a Dios a un desván,
igual que a un trasto inservible, el Mundo marcha perfectamente.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 9
Aborrezco todo aquello en que la masa tiene un papel
principal. Donde actúa la masa y hay siempre sangre, ferocidad e injusticia.
Ningún artista verdadero puede ser comunista: el arte no existe sin un sentido
de aristocracia. Y las cosas bellas jamás pueden ser un bien común: pulchrum
est paucorum hominum...
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 11
El comunismo es la antigualla más vieja que existe. Sólo un
retrasado mental, un albañil ignorante que sale del mitin, un pobre campesino o
un estudiante que hace sus primeras lecturas, pueden creer que el comunismo sea
una invención moderna, una terapéutica nueva que vale la pena de probar. Basta
con recordar al rey Sarganisar, que fundó en Babilonia el primer estado
comunista para ver claro que la Tercera Internacional fue pensada hace dos mil
ochocientos años. ¡Anteayer! Y no es eso lo triste. Lo triste es que, desde
hace cincuenta siglos, en un orden de igualdad y de libertad a un fracaso, sigue
otro fracaso, sin que la Humanidad se canse de fracasar y de planear de nuevo
la experiencia para fracasar otra vez, arruinando sucesivas civilizaciones.
Decía usted que la refinada Humanidad de hoy no puede compararse con los
ignorantes israelitas de ayer. Tiene usted razón: la Humanidad de hoy es mucho
más bestia.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 11
Hay dos verdades infrahumanas que la Humanidad se resiste a
aceptar: que LA DESIGUALDAD ES UNA LEY BIOLÓGICA INCONMOVIBLE y que MIENTRAS LA
SOCIEDAD EXISTA ES IMPOSIBLE LA LIBERTAD.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 12
AUTOR. —¿No siente usted a los hombres odiarse? ¿No los ve
usted freírse a tiros con cualquier pretexto?
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 12
Porque los hombres están construidos "en serie",
como los automóviles "Chevrolet", y sólo se diferencian de dios en
que no tienen piezas de repuesto.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 15
Si el creyente es un farsante, el ateo lo es muchísimo más. El
creyente es capaz de decir yo creo dirigiéndose sólo a su propia conciencia.
Pero cuando el ateo dice yo no creo se dirige siempre a un público.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 16
La humanidad, desatada e impúdica, perdida la confianza en
sí, un concepto ya del deber, engreída, soberbia y fatua, llena de altiveces,
dispuesta a no resignarse, frívola y frenética, olvidada de la serenidad y de
la sencillez, ambiciosa y triste, reclamándole a la vida mucho más de lo que la
vida puede dar, desposeída de esa alegría por la alegría que es el único camino
de la dicha, corre enloquecida hacia la definitiva bancarrota.
Ya no hay un hombre que no proteste de algo: de que
los políticos lo hacen mal, de que el camarero eche el café
fuera del vaso, de que haya que circular por la derecha, de que la tinta de los
periódicos manche, de que el camisero le pase una factura a últimos de mes, de
que el sastre le mande la suya el día primero, de que los novios se besen, de
la organización general del Estado, de la trata de blancas, del Ayuntamiento,
del clima, de las leonas de Laplace.
Todo molesta, todo fastidia, todo crispa.
Se es brusco.
A derecha e izquierda encuentra uno gentes que están a disgusto
con su destino, que desdeñan lo que han logrado, que desean lo que no tienen y
que, en el fondo, querrían que nadie tuviese nada.
Se respira descontento, se vive en plena desadaptación.
Todos los nervios están a flor de piel. Se ha arrumbado la
amabilidad. Hablar es discutir. Discutir es pegarse. Se opina con el bastón y
se razona con la browning.
La palabra derecho sale de todas las bocas.
"Yo tengo derecho". — "¿Con qué
derecho?". "Defiendo mis derechos”. —"¡No hay derecho!”. —"Estoy
en mi derecho".
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 16
Perdida la confianza en sí mismo y en decadencia la
virilidad, el hombre ya no lucha; pide. Y si le es posible, exige. Y si se
encuentra en condiciones, quita. Nadie, cuando se trata de prosperar, piensa ya
en multiplicar su actividad, ni en aumentar sus conocimientos, ni en poner en
juego las condiciones —innatas o adquiridas— de que disponga para el combate
del Mundo.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 17
Todos creen tener razón en un momento histórico que se caracteriza,
precisamente, por la falta de razón de todos.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 18
En lugar de llegar a lo profundo de las pasiones, de los
impulsos y de los sentimientos para extraer la serenidad del alma y la sonrisa
de la comprensión, el hombre actual se conforma con llegar al fondo de los
mares y de las minas para sacar a la superficie esponjas y buzos, carbón de
piedra y cucarachas. Y a esto el Hombre lo llama civilización y progreso.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 20
La ambición sin medida está en pleno éxito. Ya todo el mundo
quiere ser rico y poderoso, y fumarse unos puros de sesenta centímetros,
provistos de una sortija de platino y conducir un automóvil de cinco metros y
medio provisto de un bar americano, y tener una querida de un metro setenta y
cinco, provista de tres muslos. Ya el ideal es hacerse famoso en una sola
noche. Y llegar a ser un escritor genial sin escribir una línea. Y conseguir
millones apretando un botón eléctrico. Y, en suma, vivir sin luchar; conseguir
el resultado con el esfuerzo mínimo.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 20
Un viento de insensatez, de estupidez, de desequilibrio, de
locura y de incongruencia agita las arboledas del Mundo, y todo tiene
consecuencias inesperadas y absurdas.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 21
Todo el mundo habla de paz y todo el mundo se prepara para
la guerra...
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 22
Según brevísima declaración del Supremo Pontífice, Dios ha
tomado forma corpórea para anunciarle su visita a la Tierra en fecha muy
próxima. El Papa, que durante el milagroso trance permaneció en éxtasis, sufrió
después un intenso ataque de nervios a consecuencia de la fuerte impresión
recibida.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 26
Ciertamente que los dos vivían en ese mundo venenoso y
corrompido de la letra impresa, donde todo es odio, donde cada cual desea que
el compañero y el amigo se rompa las dos piernas (y, mejor que eso, que se haga
astillas la caja torácica y, mejor que eso aún, que se fracture la base del
cráneo), pero no menos cierto que uno y otro se saltaban a pie puntillas la ley
general para mantenerse fieles en el afecto y en la admiración. Ellos mismos
habían comentado lo excepcional de su conducta.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 32
Además… estaban de acuerdo en innumerables cosas y en
desacuerdo en infinitas más. Gracias a lo primero podían permitirse la
conversación, ese goce purísimo que inventaron los griegos, y merced al
desacuerdo, se permitían el placer de la controversia, estimulante vivificador
que evita el agotamiento de las conversaciones.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 33
FEDERICO. —Bueno, di… ¿Dónde te metes? —¿Dónde voy a
meterme? ¿En el periódico? Me tiene preso. Ya sabes tú lo que es un periódico.
Un vampiro de la inteligencia, un calabozo bien iluminado… Palanca de la edad
moderna, altavoz de las acciones humanas.
— . . .multicopista del pensamiento, trampolín de la gloria…
—. . .espuela de las actividades ajenas, faro de la cultura…
—. . . Kodak de la casualidad...
—. . .tractor de las vanidades, resorte de las
muchedumbres...
— . . .opinión de los que no la tienen...
—. . . desesperación del gramático...
— . . apóstol de la mentira, cristalización del medio
ambiente, palacio de la errata. . .
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 36
FEDERICO (Cogiéndose al brazo de Perico Espasa y enfilando
la calle de Alcalá hacia Cibeles). —¿Qué hay de nuevo por el periódico?
—Hoy se le han roto dos teclas a una máquina de escribir.
—¿Dais la noticia?
— En primera plana. ¿Y tú? ¿Qué haces ahora?
—Una novela.
—¿Buena?
—Más buena que San Ezequiel.
—¿San Ezequiel? No conozco la historia de San Ezequiel.
—Yo tampoco.
— Pues tienes razón; fue un santo admirable. ¿Y de qué
se trata, de una novela "de amor y de placer"?
—No. De una novela "de dolor y de reuma".
—Me agrada ver que enfocas temas filosóficos. ¿Muy larga?
—Lo imprescindible: 800 páginas.
—¿Y el asunto tiene tesis?
—No. Pero el protagonista tiene tisis.
—Es una compensación importante. ¿Cómo acaba?
—Con la palabra FIN
—¿Y empieza?
—En la primera página.
—¿Sabes que ya me va interesando tu novela?
—Lo creo.
—Acabaré leyéndola.
—Es una cosa que no haré yo.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 38
—Oye, "barman" ¿esto es vermut o extracto de
pulgas?
—El zotal no se debe vender en vasos.
—Los señores son los únicos clientes que se han quejado
de nuestro "vermut".
—Quizá eso obedece a que somos los únicos
supervivientes.
—En fin... ¿Pagas tú o pago yo?
—Voy a pagar yo.
— ¿Por hacerte el original?
—Por pasar un duro falso.
—¡¡ Animo y suerte!!
—Cobra, "barman".
—Perdone el señor, pero este duro es malo.
—¿Y porque es malo me lo devuelves?
—Naturalmente, señor.
—¿Es costumbre en este bar devolver todo lo malo?
—Sí, señor.
—Pues, con tu permiso, vamos a devolver los vermouths. . .
(Federico) ¡A la una! ¡A las dos! ¡Y a las...!
—¡tres!!. . . (Devolviendo los "vermouths") ¡Ya está!
—En paz, "barman"
Y se marcharon.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 39
—La verdad es —exclamó Federico con la atención atornillada
a las piernas de la desconocida— que la Naturaleza no ha ideado un espectáculo
superior en belleza al de las piernas de la mujer.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 42
Las pasiones más grandes empiezan por una pequeñez, y los
ríos más inmensos empiezan por un sencillo arroyo. —Sí. Y las borracheras más
formidables empiezan por la primera copa —replicó Perico Espasa.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 44
F.—En el libro del amor el papel se rasga siempre.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 52
La consecuencia no se hizo esperar: daban largos paseos por
el campo; se buscaban a todas horas para refugiarse en la campana neumática del
aislamiento, atacados de tristanismo y de adoración mutua; algodonaron sus
oídos de egoísmos y se hundieron en la mina del amor adonde los ruidos
ensordecedores de la realidad sólo llegaban convertidos en murmullos.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 59
— El día que se construya un templo dedicado al Espíritu,
tendrán que copiar tus muslos para edificar las columnas.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 61
Era tan perfectamente idiota, que, diez minutos después,
todo el público estaba ya emocionado.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 69
Se miraban: ella comprendió que, sin moverse de la esquina,
quizá había ido muy lejos; él con una expresión fría, helada, boreal, como se
mira el espectáculo más despreciable. Como se mira lo que, habiendo constituido
toda nuestra existencia, deja de un golpe de importarnos.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 73
Y sonrió para añadir: —Claro que, desde Hipócrates, los
médicos vivimos de la idiotez humana...
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 96
—En tercer lugar, son los únicos dolores al final de los
cuales existe algo nuevo. Todo dolor, humano se combate
únicamente para lograr su desaparición. Y cuando el dolor ha desaparecido, el
enfermo se da por satisfecho y paga sus honorarios al médico; incluso, a veces,
le paga después de que el médico se ha quedado con algo suyo; un riñón, un
trozo de estómago, el apéndice, un brazo, metro y medio de intestino...
En el parto las cosas suceden de un modo mucho más
agradable: al final del parto, no sólo los dolores cesan automáticamente, sino
que en el lado izquierdo del lecho de la madre se agita un nuevo ser. Son
dolores-tómbola.
—¿Dolores-tómbola?
—Sí, señor. Dolores con premio.
Rieron.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 98
—¿Y qué es lo que hace usted?
—Hago olvidar sus dolores a la paciente.
—¿Con la anestesia?
—Sí.
—¿De cloroformo?
—De conversación.
—¿Eh?
—Les cuento cosas y ellas, distraídas, dan a luz sin
sentirlo.
Ninguna de mis clientes ha gritado jamás. De las ochocientas
que he asistido en tres años sólo una dejó escapar un breve.
¡Ay!... pero eso en el momento en que nacía el tercer niño
de un parto triple... {Y entró e n la alcoba seguido de Federico).
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 99
Natalia, empezó a hablar como sólo él sabía hacerlo: —¿Ahora
duele menos? Bien. Anímese. Y procure que no le ocurra lo que le ocurrió en su
primer parto a mi amiga, la condesa de Lahis... —¿Qué le ocurrió a la condesa
de Lahis, doctor?
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 100
Entonces el doctor Flagg ocupó la silla que había dejado
libre la matrona y, aprovechando un momento tranquilo de
Natalia, empezó a hablar como sólo él sabía hacerlo:
—¿Ahora duele menos? Bien. Anímese. Y procure que no
le ocurra lo que le ocurrió en su primer parto a mi amiga,
la condesa de Lahis...
—¿Qué le ocurrió a la condesa de Lahis, doctor? —
preguntó Natalia con la esperanza de que pudiera ocurrirle a
ella lo que a la condesa.
—La condesa de Lahis se hallaba en idéntico trance en
que se halla usted ahora cuando su marido el conde Edgar
entró en la habitación. Al verla sufrir tanto, el conde, que era muy
sentimental, se echó a llorar desconsoladamente, gimiendo: "¡Pobrecita,
pobrecita! ¡Lo que estás pasando!"
Y entonces la condesa posó una de sus manecitas pálidas sobre
la cabeza del conde, que se había arrodillado junto al lecho, y le dijo con voz
dulce: "Edgar: no llores por esto...
¡Tú no tienes la culpa!"
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 100
—¡Ay!
—¿Qué ocurre?... —Me duele... —No es posible, señora.
—¿Qué no es posible?
—No. Porque su hijo hace ya medio minuto que ha nacido...
Helo aquí.
Y señaló un chiquillo rubio, amoratado y gordito, que la
matrona acercaba echado sobre un almohadón.
—¡¡¡HIJO MIÓ!!!
Así "asistía" el doctor Flagg.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 102
—El amor es una goma elástica que los humanos, a fuerza de
tirar, consiguen que se alargue. Pero, al cabo, uno de los que tiraban se cansa
y suelta su extremo y la goma le da un porrazo en las narices al que todavía
seguía tirando...
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 103
Sólo los padres poseen el arte de criar mal a los hijos.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 104
El Amor… Una gran diversión, pero ¿y la dicha de sentirse
solo?
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 109
La inteligencia resulta inútil; especialmente para aquellas
cuestiones en que es absolutamente necesaria.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 112
La emoción de saber a España, elegida por Dios para su
llegada fue indescriptible.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 155
En el tratamiento adecuado a Dios, el mismo Pontífice se
armaba un poco de barullo. Acabó indicando el de DIVINA MAJESTAD REAL E
IMPERIAL, pero advirtiendo que no estaba seguro de que ese tratamiento fuera
dilecto del Altísimo.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 161
¡Ya lo creo que era ineludible deber periodístico hacerle
una interviú a Dios! ¿Qué director, qué redactor-jefe no había pensado en
aquello? ¿Qué repórter no había soñado con lograr esa interviú, pisando así de
un solo golpe y para siempre la cúspide de su carrera?
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 169
Las angustias pasadas en el viaje desde Madrid y la mala
noche anterior han puesto enfermos a muchos y en un cuarto de hora la
"Cruz Roja" sirve tres mil tazones de manzanilla. —¡Nunca la
"Cruz Roja" había caído tan abajo! —murmura un caballero que no está
enfermo. —¡Nunca hubiera sospechado que la "Cruz Roja" fuese tan
útil...! —opina otro caballero que estaba malísimo y al que la manzanilla le ha
puesto como nuevo.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 61
El Jefe del Estado se ha colado. Está azoradísimo por culpa
del protocolo... (Se ha protocolado).
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 194
En efecto, poco tiempo después, el Gobierno español le
nombró Director general de Taquigrafía y Abreviaturas del Estado, cargo
adscrito al Presupuesto de Instrucción Pública, que fue creado exclusivamente
para recompensarle a él… y para colocar a treinta y tantos amigos del ministro
del ramo, que se quemaban, hacía tiempo en las divina s ansias de vivir sin
trabajar.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 225
Qué había querido indicar el Señor, por ejemplo, al
contestar que "hacía muchas "Tierras" al cabo del día", por
lo cual ya "no sabía cuándo había hecho la "nuestra"?
¿No era esto tanto como dejar declarado para siempre la pluralidad de los mundos habitados? Y Perico Espasa, que
contestaba afirmativamente su propia pregunta, salía al paso de la posible oposición
recordando dos versículos del Evangelio de San Juan (el 16 del X capítulo y el
16 del XIV) en donde se lee, respectivamente:
"Et clias oves habeo que non sunt ex hoc ouili".
(Otras ovejas tengo que no son de este aprisco), y "ln
domo patris mei mansoines multoe sun".
(En la casa de mi padre hay muchas mansiones).
"En la casa de mi Padre hay muchas mansiones" —decía
Jesucristo cerca de dos mil años antes, abriendo el camino a las actuales
palabras del propio Padre—. Y aún añadía: "Otras ovejas tengo que no son
de este aprisco".
Padre e Hijo se hallaban absolutamente de acuerdo para hacer
ver a los hombres que supieran mirar cómo el Mundo, que en su soberbia habían
creído uno y único, no era sino una insignificante bolita, volteando en las
abismales distancias del espacio entre millones y millones de otras bolitas
semejantes.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 226
"En resumen —escribía Perico Espasa—, la respuesta de
Dios, como no podía menos de ser así, lo concilio todo y prueba a un mismo
tiempo a la Humanidad que corona la frente de los exploradores científicos de
la Biología y a la que se posterna emocionada ante el Todopoderoso esfuerzo de
la misteriosa Divinidad Creadora."
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 227
LO QUE SE PREPARA PARA MAÑANA. —EL ASPECTO FANTÁSTICO QUE
OFRECE MADRID— EFERVESCENCIA EN LAS CALLES—LA CIUDAD PARECE HABER
ENLOQUECIDO—CASOS DE FANATISMO.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 230
—Dos desfiles más, Señor, y nos retiraremos del negocio
mis compañeros y yo —exclamó persuasivamente—. Dos desfiles
más en lo que podamos limpiar otro tanto de lo que limpiamos ayer y no habrá
uno de nosotros que no sea propietario, y nos convertiremos todos en ladrones
honrados, de esos que sólo trabajan para conservar las facultades.
Pero Dios se negó en redondo a la petición.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 262
—Habla bien, no ha dicho nada, pero ha hablado bien. Y
hablar bien sin decir nada tiene mucho más mérito que hablar bien diciendo
sandeces, que es lo que hacen todos los demás.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 61
Vestía sencillamente, como siempre, traje oscuro,
guardapolvo gris y hongo color café. Pero no sonreía. Por el contrario, traía
un aire entristecido. Tenía el aspecto de un hombre que va a hacer algo que no
quisiera hacer y que lo hace obligadamente.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 291
Dios comenzó así su discurso:
"Yo no soy orador...
"No me gusta hablar, sino hacer. Casi, casi estoy por
deciros, que " no sé hablar, tal es mi falta de costumbre. Y, en realidad,
he aquí la primera vez que me dirijo directamente a vosotros los hombres, por
qué los Mandamientos de la Ley, que dicté un día, no os los dicté a vosotros;
se los dicté a Moisés, mi Secretario (MURMULLOS.) ¡Hablar!...
(ENCOGIÉNDOSE DE HOMBROS.) Hablar es "cosa humana, y
por mi parte, yo no tengo nada de humano: me apresuro a advertíroslo para
evitar desilusiones.
(SENSACIÓN.)
"Digo que nunca, hasta ahora, me he dirigido
directamente a vos otros, y agrego que, sin embargo, muchas veces, millares de
veces, cada año, cada mes, cada semana, cada día, cada hora, cada minuto,
habéis tenido ocasión, de escuchar mi Palabra y de oír mi Voz. (HONDO E INTERESANTE
SILENCIO.) ¿No adivináis aún cuál es mi Voz y cuál es mi Palabra? Pues sabed
que mi Palabra es la voz de la Naturaleza y mi Voz es la palabra de los
Elementos. (EXTENDIENDO SUS BRAZOS, COMO PARA ABARCAR LA CREACION.) Mi Voz es
los Árboles, las Plantas, los Seres, la Primavera, el Verano, el Invierno, el
Otoño, el Mar, los Campos, los Montes, las Llanuras, el Desierto, la Selva; y
mi Palabra es la Tempestad, la Lluvia, la Nieve, el Relámpago, el Trueno, el
Rayo, la Galerna, el Tifón, el Terremoto, las Cataratas, el Fuego, el Viento, y
también el apacible silbar de la Brisa entre las ramas, el ronco hervor del
Oleaje, la infantil canción del deslizar del Río, las tintas cárdenas del
Crepúsculo, las sombras progresivas de la Noche y las claridades del Amanecer.
(EMOCIÓN.)
"Eso es mi Voz y nada menos que todo eso es mi Palabra.
¿Qué falta debía hacer, pues, que yo os convocara aquí y, aprovechando un viaje
sin objeto, os hablara con el lenguaje imperfecto del Hombre? Ninguna falta, en
verdad.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 292
Exigís un Dios, y cuando el Dios se os da, inventáis otro.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 294
La felicidad es ya imposible para vosotros. (NUEVAMENTE
ESTALLAN LAS PROTESTAS). Es ya imposible, porque las condiciones de vida en que
os habéis situado asfixian todo intento de felicidad, y, al mismo tiempo,
vosotros ya no concebís la vida sino en las condiciones en que la tenéis.
"Estáis, pues, expuestos a desgracia perenne. (TUMULTO MAYOR QUE LOS
ANTERIORES). "Y mi palabra es ésta: ¡aguantaos, pues obra vuestra es
todo...!
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 299
Dios continuó así, sin hacer alusión a lo ocurrido: "Ya
dije al llegar qué forma de Gobierno aconsejaba para los Estados de la Tierra:
las dictaduras inflexibles. (SILBIDOS). Aña dí que yo no podía aconsejar otra
cosa. Y ahora agrego que yo no podía aconsejar otra cosa, porque nunca he sido
más que un inflexible dictador. Os dicté una Ley y os marqué una pena, y al que
transgrede aquélla, le aplicó ésta sin apelación, sin indulto y por la eternidad…
Recordad que esa fue la forma de Gobierno que aconsejé para los Estados de la
Tierra: porque es imagen de la mía.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 304
¿Qué clase de barullo confuso, de galimatías embrollado,
habéis hecho de mi sencillísima religión?
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 307
"¿Y cómo podré estar con vosotros si constantemente me
hacéis de menos adorando a ejércitos de Santos en lugar de adorarme a Mí? ¿Es
que no os dais cuenta de que sois gentiles, de que levantáis demasiados
altares, de que habéis materializado con objetos representativos lo más
espiritual de mi Idea, de que habéis pluralizado mi religión, de que incurrís
en constante pecado de fetichismo y de politeísmo? ¿Cómo podré estar con
vosotros, insensatos, si no os diferenciáis en nada de los paganos de la
antigua Roma.? Ellos tenían un Dios propicio para cada ramo de la actividad
humana, y vos otros los tenéis igualmente. ¿Qué líos son esos de Santa Lucia,
abogada de la vista, San Isidro, protector de la Agricultura, San Antonio
arbitro del matrimonio, Santiago, patrono de la guerra?... ¿Cómo suponéis que
pueda yo
aceptar una Señora de Lourdes que cure la parálisis. o un
San Cristóbal que proteja a los automovilistas cuan do viajan por carretera? ¿Qué
hay que entender por Sagrado Corazón"? ¿Y por Cuerpo Incorrupto de San
Isidro? ¿Quién os ha dicho que adoréis vísceras, reliquias y objetos? ¿A qué
viene lo de orar a docenas de Vírgenes distintas y asegurar que ésta es más
milagrosa que aquélla? ¿Por qué rezar ante docenas de Cristos diferentes, diciendo
que uno mueve los ojos y otro llora, que el de más allá desclava una mano y el
de más acá mana sangre? ¿Qué clase de barullo confuso, de galimatías
embrollado, habéis hecho de mi sencillísima religión? ¿Cómo, después de esto,
podéis creer que estoy con "vosotros?
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 307
"¿De qué manera grotesca e infantil habéis interpretado
mi Idea y mi Ley? ¿Pensáis que tenga yo algo que ver con vuestros desfiles, con
vuestras procesiones, con vuestros conciertos sacros, con vuestros millares de
imágenes, con vuestros centenares de oraciones? ¿En qué cabeza cabe que yo
pueda aprobar vuestras peregrinaciones, vuestros cilicios, vuestras ofertas,
vuestras promesas, vuestros cirios, vuestras joyas? ¿No comprendéis que nada de
eso puede ir conmigo?
"Yo no admito más que una oración: el Padre nuestro. Y
es sólo una oración de conformidad; por eso decís en ella: hágase tu voluntad
así en la Tierra como en el Cielo. Yo no admito más, que un himno: el "Te
Deum", y es sólo un himno de gratitud. Y lo demás que rezáis no reza
conmigo.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 307
Yo no estoy de acuerdo con mi Hijo. El creía que se os puede
dominar por la dulzura. ¡Yo sé que con vosotros no hay otra razón que el
látigo! ¡El látigo! ¡¡El látigo y nada más que el látigo?!! ¿Y sabéis por qué?
Yo os lo diré, puesto que me hacéis hablar. ¡¡ Porque sois los seres más viles
salidos de mis manos!! ¡¡Porque sois mi vergüenza y mi único
arrepentimiento!!..."
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 304
El doctor Flagg no pudo evitarlo: al llegar junto a Dios le
dio un abrazo estrechísimo, mientras exclamaba: —¡Bravo! ¡Así se habla! ¡Muy
bien, Señor! ¡Soberanamente bien! ¡La Humanidad necesitaba que se le dijera un
par de cosillas! Son una p andilla de bicharracos que...
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 314
Y aquella tarde, a las cuatro, Dios alquiló una habitación
de 7.50 "todo comprendido", en
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"El Indio
Comanche"
LA PENSIÓN IDEAL PARA FAMILIAS
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 317
Pero yo soy un artista, yo soy un hombre que nada tiene que
ver con los demás hombres, un hombre que no vive en el Universo conocido y
tangible, sino en otro mundo aparte, ideal y vano, fantástico e inapreciable,
donde la moral es una moral distinta y el amor un amor diferente, donde hay
otras leyes, otro clima, otros seres, otro idioma, otros gestos, otros deseos,
otras exigencias, otro concepto y otra idea de todo.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 332
Federico, resignado ya con lo irremediable, hace, no
obstante, su definitiva interrogación: —Pero y todo esto, la Vida, la Muerte, la
Tierra, el Mundo, el Universo, ¿para qué?, ¿para qué?... Y Dios contesta con su
sonrisa más fatigada y melancólica, estas palabras extraordinarias: — Lo mismo
me pregunto yo, hijo mío... ¿PARA QUÉ?
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 335
Nadie conocerá nunca la opinión de Dios. Se opone a ello la
estupidez humana. La incapacidad torpe, infinitamente torpe, del hombre. Y su
egoísmo. Y su vanidad delirante, que siempre le hará creerse más de lo que es.
Enrique Jardiel Poncela
La tournée de Dios, página 337
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