Fernanda Melchor

“La lección más importante que he aprendido es la de despojar a la creación de tanto celo neurótico.”

Fernanda Melchor



“La pobreza material es una metáfora de la indigencia espiritual.”

Fernanda Melchor


"La violencia no es algo inherente a la pobreza."

Fernanda Melchor



"Ni siquiera aspiro a escribir la gran novela mexicana, me concentro en una pequeña porción del sureste mexicano."

Fernanda Melchor



"Siempre comienzo a trabajar desde la confrontación entre personajes y conflictos. Muy rara vez me propongo partir de un tema y desglosarlo. Cuando comienzo a escuchar historias o a imaginarlas empiezo, también, a pensar en qué tipo de personajes podrían contarlas. En el caso de Páradais lo primero que me imaginé fue el lugar en el que transcurre la ficción, el exclusivo fraccionamiento llamado Paradise: yo quería escribir algo sobre un sitio que fuera completamente distinto a La Matosa, el pueblo de Temporada de huracanes. De forma inconsciente, yo había establecido una especie de paralelismo entre pobreza y violencia en esa novela. Pero la pobreza en Temporada de huracanes tiene muchas funciones, no se trata solo de que tenga un referente en el México de la actualidad o que me refiera allí a un lugar que aunque es ficticio existe en mi país. La pobreza material es una metáfora de la indigencia espiritual y la pérdida de valores de los personajes que buscan un amor que nunca han tenido y que ni siquiera los saben reconocer; por eso se involucran en dinámicas de poder terribles, en el nombre del amor y todo por el amor. Quería demostrar que en otros estratos sociales también hay violencia y que la violencia no es algo inherente a la pobreza y comencé a pensar qué sería. Lo opuesto a La Matosa son los conjuntos residenciales urbanos y cerrados. No solo los hay en Veracruz, sino en toda la república, así como también en otros países. Existen debido a la necesidad que tienen las personas de cierto nivel económico de encerrarse para protegerse de la criminalidad que aumenta a su alrededor. Quería explorar qué pasaría si esas personas que tratan de defenderse de la violencia dejándola afuera, detrás de bardas, de alambres de púas, de rejas y de cámaras de vigilancia, de pronto encontraran que la violencia está adentro, porque forma parte de su misma sociedad. Así surgió el personaje de Franco Andrade. Para esa novela me inspiré en hechos verdaderos. Por ejemplo, en el crimen que aparece en Páradais hay resonancias del crimen de La Manada en España, pero en especial de la violación de una menor de edad en México, perpetrada por la banda de Los Prokys [de la Costa de Oro], que era un grupo de muchachos de clase alta que abusaron de una niña y la grabaron. La mayoría de Los Porkys están prófugos y hasta ahora no ha habido justicia para la víctima."

Fernanda Melchor



"Siempre quise ser escritora de ficción antes que periodista. En realidad sólo elegí estudiar la carrera de Periodismo porque me chocaba la idea de estudiar Letras. Por un lado, la perspectiva de leer por obligación me parecía detestable, y por el otro, mi familia me convenció de que nadie vivía de escribir libros, y me animaron a elegir una carrera útil, de modo que terminé eligiendo Periodismo, que era la única carrera de Humanidades, aparte de Pedagogía, que existía en la universidad pública del puerto de Veracruz. Ya en la facultad empecé a leer a muchos autores del Nuevo Periodismo estadounidense, quienes me mostraron una alternativa al periodismo tradicional, que era el que se practicaba en los medios impresos de Veracruz y de todo México, el cual me parecía aburridísimo. Posteriormente comencé a leer a cronistas como Diego Osorno, Alejandro Almazán y Leila Guerriero; ya para esa época la crónica latinoamericana había comenzado a cobrar mayor popularidad. Siempre me interesó la crónica más que cualquier otro tipo de periodismo por el papel protagónico que le otorga al lenguaje, al arte de la narración. Para mí fue un verdadero laboratorio narrativo, una suerte de entrenamiento que me permitía entender y poner en marcha los distintos mecanismos del lenguaje."

Fernanda Melchor



"Todo era pura guasa del gordo, pensaba Polo; puro cotorreo nomás, puro hablar pendejadas al calor de los tragos, o al menos eso había pensado al principio, durante las primeras piedras que se pusieron en el muelle, en la parte más oscura del pequeño embarcadero de madera que corría paralelo al río, justo donde las luces de la terraza no alcanzaban a llegar y las sombras de las ramas del amate los protegían de las miradas del vigilante nocturno y de los habitantes del residencial, especialmente de los abuelos de Franco, a quienes según él, les daría una embolia si llegaban a cachar al niño consumiendo bebidas alcohólicas y fumando cigarros y sabría Dios qué otras porquerías, y lo peor de todo, en compañía de un miembro del servicio, como decía el imbécil de Urquiza para referirse a los empleados del fraccionamiento: nada más y nada menos que el jardinero del residencial; un escándalo mayúsculo, un total abuso de confianza que Polo pagaría con su chamba, cosa que en realidad no le importaba tanto pues felizmente se largaría de aquel maldito fraccionamiento para no volver jamás; el pedo era que tarde o temprano tendría que volver a casa a echarse un tiro con su madre al respecto, y aunque esa perspectiva le parecía detestable —si no es que al chile francamente pavorosa—, Polo era incapaz de resistirse. No podía decirle que no al marrano cuando éste le hacía señas desde la ventana; no quería dejar de empedarse en el muelle aunque el chamaco idiota le cagara, aunque ya lo tuviera harto con las mismas babosadas de siempre y su eterna obsesión con la vecina, de quien el gordo se había enamorado sin remedio a primera vista aquella tarde a finales de mayo cuando los Maroño llegaron al residencial Páradais a recibir oficialmente las llaves de su nuevo hogar, a bordo de una Grand Cherokee blanca, la propia señora Marián al volante.
Polo se acordaba bien de ese día; le hizo gracia ver a la doña manejando y al marido relegado al asiento del copiloto, cuando la ventanilla descendió con un zumbido y un vaho de aire gélido le golpeó el rostro sudado. La mujer llevaba lentes oscuros que escondían por completo sus ojos y en cuya superficie Polo podía verse reflejado, mientras ella le explicaba quiénes eran y qué hacían allí, su boca pintada de rojo escandaloso, los brazos desnudos cubiertos de brazaletes plateados tintineaban."

Fernanda Melchor
Páradais


"Una de las cosas que aprendí a través del periodismo fue a mirar la realidad de una forma distinta. Distinta porque supone la intención de capturar esta realidad que sucede ante nosotros y traducirla en palabras. Es una práctica que no sólo implica un continuo trabajo con el lenguaje sino una exploración de los mecanismos y los límites mismos de la conciencia, lo cual es muy útil cuando una está determinada a escribir ficción."

Fernanda Melchor







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