Geoffrey Dean

"Mientras los astrólogos hablaban, y hablaban sobre hablar, Michel Gauquelin lo hacía. Desde su diminuto laboratorio en las callejuelas de París, sus inmensos trabajos creaban misterios fascinantes que han asegurado su lugar en la historia. Si veía más que la mayoría no era porque se apoyase en hombros de gigantes, sino porque se apoyaba en hombros de datos… A pesar de su abrumadora carga de trabajo era un corresponsal rápido, usaba la máquina de escribir manual, que prefería a cualquier procesador de textos, y fue un modelo de claridad. Para algunos de sus últimos artículos y libros solicitaba ayuda para lo que él llamaba su “inglés vacilante”, lo que era irónico, ya que Michel, en el peor de los casos, normalmente era más claro que la mayoría de escritores nativos ingleses en el mejor de sus casos… Tal como corresponde a su Júpiter elevado, era filosófico sobre sus resultados, confiando con una sonrisa en que podría o no tener razón, y nunca estaba seguro de que viviría para ver los misterios resueltos, pero siempre esperaba que sí. Pero no iba a ser así. Cuando las tristes noticias llegaron a Australia, era primera hora de la tarde después de un cálido día de invierno. El aire con olor a goma era tranquilo y considerablemente nítido. En el oeste, abandonados por los ecos decrecientes de un atardecer dorado, había un excepcional triángulo de planetas separados por la simple anchura de un dedo, una punta de flecha que señalaba más allá de la luna brillante curvada hacia el este donde, al ponerse, ascendería Saturno. Los cinco planetas de Gauquelin en los sectores clave y ardiendo por este nuevo comienzo. Si los ángeles tienen oficinas de registro, deberían tener cuidado."

Geoffrey Dean

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