Izrail Métter

 "En la memoria de un viejo hay cierta mística: a mí no me parece que mi niñez haya terminado para siempre; existió y ha de volver."

Izrail Moiseiévich Métter



"La clínica se encontraba en un ala amarilla de un solo piso, frente a un jardín. Los pacientes aquejados de diversos desórdenes mentales permanecían un largo tiempo. Amables y corteses, vagaban por el jardín sin vigilancia alguna, llegando a acercarse en ocasiones a nuestra casa, siendo en primera instancia rechazados a pesar de su persistencia, aunque ni a mí ni a mis colegas nos daba la sensación de que fueran orates. Los intereses de los adultos a menudo se distancian de la etapa infantil, de modo que yo no era del todo consciente de las desviaciones de la norma que afectaban a estas personas. Llegaban hasta el sótano y mi madre les obsequiaba con té con sacarina. Permanecían sentados, recogiendo ceremoniosamente las piernas rechonchas, enfundadas en los pantalones. Quizás parecieran delirios de grandeza, pero yo no me apercibía de ello. Obviamente, lo oneroso de esta grandeza ajena no requería de una prueba externa. En este sentido podría decirse que una locura delicada difería del menoscabamiento del raciocinio en la gente ordinaria. A veces recibía cariñosamente palmaditas en la cabeza, mientras discurseaban como si estuvieran ante la Asamblea Constituyente. Probablemente, cada época surte su propia locura. El cerebro enfermo es, al fin y al cabo, un fiel reflejo de la realidad. El hombre enloquece en medio de los afanes de cada día."

Izrail Métter
La quinta esquina



"Me enamoraba de poemas que no llegaba a comprender del todo. Un susurro poético me inquietaba como un sortilegio, como la magia."

Izrail Métter



"Mukhtar sintió a su anfitriona desde lejos. De súbito, la bestia se transformó en un cachorro, saltando de alegría sobre sus cuatro patas, ladrando y agitando su cola como si fuera un péndulo. En las celdas vecinas, los otros perros mostraron su inquietud ante el visitante desconocido y Mukhtar se dio cuenta de lo inhóspito que podría resultar esto para la persona amada, así que gruñó amenazadoramente a esa turba de ignorantes, tratando de darles a entender que si no guardaban silencio, deberían vérselas con él personalmente.
Todo esto sucedió antes de que Mukhtar pudiera ver a la persona amada. Cuando ella apareció ante su celda, cayó al suelo, se enderezó y comenzó a arrastrarse con el espinazo a ras de suelo, girando en diferentes direcciones y entrecerrando los ojos, que brillaban intensamente de verdadero entusiasmo.
-Puedo hacer esto y esto –le dijo con sus ojos- Soy muy alegre y bromista y estoy prendado de ti.
-¿Es manso? –preguntó la mujer.
Al oír su voz y olerla, Mukhtar rodó sobre su estómago y se arrastró hasta la pantalla metálica que lo separaba de su anfitriona.
-Ahora iremos a casa –dijo Mukhtar lamiéndole la cara- Soy culpable de ser inteligente, fiel y amable y de sentirme turbado ante tu aspecto.
La mujer lo miró como si comprendiera lo que el animal estaba pensando y luego se volvió hacia Bilibin y dijo:
-¿Te parece bien que nos quedemos con este perro?
-¿Quieres quedártelo? –preguntó él. ¿Comprarlo?
-Podría ser un regalo.
-Un buen perro –dijo secamente Bilibin- ha de valer mucho dinero.
-Me pregunto cuánto –respondió ella- y se echó a reír.
-Hasta doscientos mil rublos.
-¿Lo oyes, Mukhtar? –preguntó ella, divertida. Podemos ofrecer mil doscientos rublos.
Mukhtar ladró alegremente.
-Es una cantidad que hemos de ofrecer por un perro muy bueno y después de probar su valía –subrayó Bilibin.
-Sus padres gozan de una fama notable propia de medallistas de oro.
-Eso no importa –terció Bilibin-, mirándola a los ojos, feliz del pensamiento que había tenido, porque los padres pueden ser muy famosos y los hijos respetablemente ineficaces.
-Bueno, todo eso no me importa. El dinero no es decisivo. ¿Cómo podríamos probar su valía?
Bilibin respondió que dicha estimación podía hacerse inmediatamente y que sólo requeriría disponer de media hora libre."

Izrail Metter
Mukhtar


"¿Quiénes somos los de mi generación? -se pregunta--. Los soñadores de los años veinte, diezmados y torturados en los treinta, segados en los cuarenta, agotados por la fe ciega..."

Izrail Métter



"Stalin despertó la misma devoción histérica en las masas que Hitler: "Yo fui testigo de eso. Y no puedo entenderlo."

Izrail Métter

















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