José Martín Recuerda

"La Dominicana. (Con coraje.) Y aquí todavía.
La Pinzona. Aquí. ¿Qué esperabas?
La Dominicana. No sé. Irme no puedo.
La Pinzona. Ni yo tampoco.
La de la Cosa. Yo sí lo haré. (La miran fijamente.) Lo haré. Hace días, desde la noche del fuego, me sien­to mal.
La Pinzona. ¿Qué tienes?
La de la Cosa. Lo que siempre deseé de Pedro y nun­ca me dio.
La Pinzona. ¿De Pedro?
La de la Cosa. Dejarme y seguir en lo vuestro.
La Pinzona. ¿Por qué no podemos saber lo que te pasa?
La de la Cosa. ¿Para qué? No tengo ya solución. Y me dará vergüenza ponerme ante los ojos de Pedro.
La Pinzona. No te preguntaremos más, ¿quién será ese Pedro?
La de la Cosa. ¿Y quién es Juan? ¿Y quién es An­tón?
La Dominicana. Los estoy aborreciendo. Ahora parece que no viven, sin embargo, son como águilas reales. ¡Malditos sean!
La Pinzona. Y restauran esta casa con esos hombres que entran y salen con las espuertas. Truhanes también. Y a mí me da miedo estar aquí. Entre ellos está Pe­dro Velasco, el asesino del hermano de Antón. Es el que pasa y nos mira. El que parece desconfiar de todo.
La de la Cosa. Como desconfiamos todos.
La Dominicana. ¡Un asesino en esta casa perdonado por Antón! ¿Cómo será ese Antón?
La Pinzona. ¿Y ese Juan, que con todo puede?
La Dominicana. Yo hinqué en el corazón de un hom­bre la faca que tiró el fraile. Me han hecho ser ase­sina. Y desde entonces siento trastornos. Parece que me dan martillazos en la nuca.
La de la Cosa. Y el fraile aquí con ellos.
La Pinzona. Algo preparan. Dicen que muchos de los que estaban en los pajares se han convertido en ladro­nes de los campos. Y tienen atemorizadas a las gentes de las huertas.
La Dominicana. De aquí saldremos condenadas a la cárcel. Y esto se acabó. Yo necesito mi libertad. ¡Y a vivir por esos mundos!"

José Martín Recuerda
El engañao



"LA MAGDALENA.- Asunción, ponte el vestido, que hay un cura en la puerta. (Griterío de todas)
EL CURA.- Edelmiro Clemente, he venido a hablar contigo.
DON EDELMIRO.- Palmira Imperio, dueña de la compañía.
EL CURA.- Señora… Edelmiro Clemente, he querido evitar complicaciones, por eso vengo a hablar contigo.
DON EDELMIRO.- Usted dirá.
EL CURA.- Te he telefoneado varias veces. Te he enviado varios recados. Me has hecho venir. Has agotado mi paciencia y aquí estoy.
DON EDELMIRO.- Bien. Usted dirá. Pero creo que no podrá darme una explicación sensata
EL CURA.- ¡Muy sensata! Tú bien sabías de los escándalos de estas mujeres por todos los pueblos donde van, y sabiendo con certeza a lo que te exponías, las has contratado y anunciado bochornosamente con esa insinuante y obscena propaganda por pueblos cercanos, cuya propaganda has lanzado también en nuestro pueblo. Se te ha reclamado varias veces. Se te ha venido a llamar la atención y has seguido insistiendo. Todo el mundo sabe por qué ha sido expulsada de la compañía la mujer que acaba de expulsarse. ¿Qué quieres, Edelmiro, que llegue la noche y la calle se llene de hombres para esperarlas? ¿Qué sea la gente de nuestro pueblo otra víctima más de esas mujeres?
LA DIVINA.- ¡Eso es cuenta de cada una!
LA MAGDALENA.- ¡Es algo que nadie puede meterse en ello!
LA PALMIRA.- ¡Callad vosotras! Padre, por el proceder de una no se puede culpar a las otras. Una no es maestra de escuela para controlar los actos de las demás.
EL CURA.- No le he preguntado, señora. Velo por el alma de mis feligreses y estoy dispuesto a defenderla.
LA MAGDALENA.- No estará usted seguro de ellos.
EL CURA.- Muy seguro
LA MAGDALENA.- Entonces no lo entendemos.
LA PALMIRA.- No quisiéramos decirle· que su misión en este teatro nos parece disparatada.
LA MAGDALENA.- ¡Absurda!
LA ASUNCIÓN.- ¿Quién se cree que somos?
LA DEL LIMONAR.- ¿Qué pruebas concretas tiene para hablar así?
LA MAGDALENA.- ¡Esto le puede costar caro! No se puede hacer caso de lo que digan.
LA ASUNCIÓN.- ¡Que se pruebe lo que dice! ¡Que se pruebe!
LA MAGDALENA.- ¡Yo soy capaz de denunciarlas!
DON EDELMIRO.- ¡Es un terreno que no tiene por qué tocar! ¡Este teatro es mío y la libertad humana es propia de los seres humanos y no pueden limitarla con prejuicios y amenazas!
EL CURA.- No se amenaza a nadie ni se priva a nadie de su libertad. Velo por mis derechos y no quiero ser responsable de pecados mayores.
ROSITA.- Pero ¿qué sabe usted de los pecados de sus feligreses?
EL CURA.- ¡No hables tú, Rosita, que llevas sin entrar a la iglesia más de un año!
ROSITA.- ¡He visto entrar a muchos ladrones y canallas, y yo no voy donde van los que ni siquiera saben arrepentirse!
EL CURA.- No tienes concepto del perdón porque eres hereje, pero alguna vez vendrás a tomar la comunión de entre mis manos y perdonaré tus pecados.
ROSITA.- (A gritos.) ¿Sabe una cosa?, pues hace unos días al salir la procesión de Santiago, al irse todo el mundo, ¡un feligrés de su parroquia me dio un beso detrás de la puerta de la iglesia!
EL CURA.- ¡Calla! ¡Estás endemoniada, Rosita!
ROSITA.- ¡Los muchachos se van a Málaga y a Córdoba en busca de mujeres!
EL CURA._ ¡Que Dios te perdone, Rosita!
ROSITA.- ¡Todo está podrido! ¡Vas predicando la moral cuando hay más ansia de verse a escondidas! ¡Los mozos se buscan en los pajares, y aquí, en los telares, hemos venido muchas veces a besarnos!
(Rosita corrió a los telares.)
EL CURA.-Rosita, ¡Has necesitado subirte a los telares para decir todo eso porque no te atreves a decírmelo frente a frente!
ROSITA.- ¡Me han besado en la puerta de tu iglesia! ¡Y se han revolcado conmigo por el suelo!
EL CURA.- ¡Mirad sus ojos! ¡Mirad sus labios! ¡Mirad, mirad!
TERESITA.- ¡Se ha vuelto loca!
LA ASUNCIÓN.- ¡La guardarropía se ha vuelto loca!
LA DIVINA.- ¡Dios mío!
DON EDELMIRO.-¡Corred por ella!
DON FELIPE.- ¡Subamos, que puede tirarse!
LA PALMIRA.-¡Que se tira!
EL CURA.-Rosita, ¡baja aquí!
ROSITA.- (Gritando y corriendo por los telares.) ¡Me han besado! ¡Me han besado!
LA DIVINA.- ¡Socorro, que se tira!
TODOS.- ¡Cogedla ¡Cogedla! ¡Cogedla!
(Todos gritan mientras intentan subir a los telares. Rosita ríe, corre y grita diciendo que la han besado)."

José Martín Recuerda
Las salvajes en Puente San Gil



"(Lo que me movió al teatro es) difícil de explicar. Lo llevo en la sangre. Surgió ya desde pequeño. Yo era actor en mi pequeño teatrico de niño; me fascinaban las compañías que pasaban por Granada. Mi primer drama La Garduña, tiene como núcleo argumental un episodio de mi juventud. A los quince años tuve una enfermedad nerviosa por la que estuve a punto de ser internado. En una visita de un amigo a casa preguntó a mi padre qué era del loco. Yo estaba presente. La mirada de compasión de mi padre fue el punto de partida de la pieza. En ella puse de manifiesto cómo reaccionaría la sociedad ante una enfermedad de este tipo. El teatro mío parte de mis experiencias, lo que no quiere decir que la nota autobiográfica sea lo esencial del mismo. Piense en la pieza que me mereció el Premio Lope de Vega [El teatrito de don Ramón, 1958]. En Granada hay muchísima gente que se pasa la vida haciendo teatro de aficionados con función sólo los sábados, para desahogarse, como única ilusión en su vida. Yo pensé que podía ser una de esas personas. Esa idea fue uno de los motivos de escribir teatro. La colectividad me ha hecho coger la pluma."

José Martín Recuerda



"Quizá peor que la censura son los vencedores de la Guerra Civil. Ellos son los únicos que tienen 200 pesetas para pagarse una butaca y seguir así la línea de gusto que impuso o a los que se sometió Benavente o sus epígonos, Casona o Salom, entre otros."

José Martín Recuerda






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