José Ramón Mercado

Balada del forastero

Yo soy el forastero que ingresa a la ciudad
Por mis propios pasos me conozco
Soy de tan lejos como el silencio inexplicable
Como las palabras y los signos
Como la noche tambaleante
Como la tierra y la alegría que han muerto
Y la distancia de las manos que se bifurcan
Y la sazón y el pan duro que como
Y el cielo remoto que lo niega
Y el asombro que cabe en el reflejo de los charcos
Y el miedo destazado como témpano de escombro

Soy de tan lejos como el canto y los pájaros
Como la casa y el silencio y el agua que se fuga
Y el sueño y la agonía atónita
Y el cielo que sangra en contraluz
Y el sol que emigra en la última sombra del día

El regreso a la ciudad me torna forastero
En el instante justo del miedo cotidiano
Sin embargo aquí vivo sin cambiar de casa
Ni de barrio ni de música ni de talante
Soy el que abre siempre con su voz minúscula
Cada día las puertas de la ciudad
Dueño de sí mismo sin una canción antagónica.

José Ramón Mercado


Cuando pasa la ráfaga

Dios sabe del cansancio que instila la guerra
El poema que queremos y que repetimos
La angustia como cuervo que grazna
Cuando pasa la ráfaga de la guerra
La voz arrastrada de la metralla
Que deja sin oficio al zapatero que cose los días
La piltrafa del basuriego de la calle
La carreta más pesada de sus sueños
Al mulero con su tienda ambulante de espejos
A la palenquera acuchillada por el sol de sus pasos
Al lotero que naufraga en su voz
El extraño concierto de incertidumbre de la cuadra
La voz de la guerra se siente en la calle
Dios sabe del cansancio que instila la guerra. 

José Ramón Mercado



Espejo

Los niños
miran su rostro
en el espejo
del charco
y tiembla la imagen
turbia del futuro

José Ramón Mercado


Los vivos sólo recuerdan la sevicia con los muertos
los colgaron como pavos en diciembre, dicen
les cercenaron los brazos, las manos y los dedos
les cortaron los muslos, les trozaron las rodillas.

José Ramón Mercado


SINFONÍA FINAL DEL OLVIDO

Tú me encontraras
hijo del padre
aunque viaje
a través de las ciudades
y los hombres
a través de los libros
y todos los silencios
a través de los pezones
y los besos
y las bayonetas
y los uniformes.
La imagen de tu rostro
existirá en mi olvido.
Solo la muerte es definitiva.

José Ramón Mercado















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