Luis Pidal y Mon

De LUIS PIDAL Y MON.
CONGRESO DE LOS DIPUTADOS
A   MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO
Madrid, 24 julio [1878]

Mi estimado amigo. Dos letras al vapor. Solo faltan en el tribunal el Presidente que no ha querido ser Groviard y que tampoco quiere serlo hasta ahora Moreno Nieto, y otro individuo que piensan sea Camus.

Escribo a Valera prometiendole no seran hasta Octubre las oposiciones. Si no acepta trataré de persuadir a Moreno Nieto. Si a V se le ocurre alguno mejor que Camus aviseme al momento. Milá forma ya parte del Tribunal y ha retirado su renuncia.

Alejandro en Asturias.

Muchas gracias por su Hermosilla que me ha gustado mucho y me ha hecho leer su Iliada que solo conocia por fragmentos.

Suyo affmo

Luis Pidal y Mon


"Era en el taller de la Fototipia de Hauser donde se verificó, por sorpresa, la codiciada entrevista, y nunca jamás olvidaré las emociones de mi espíritu en los momentos solemnes de aquella nebulosa mañana en que sentía gravitar sobre mi palabra y mi acción el peso tremendo de una responsabilidad que podía ser histórica para mi nombre si me dejaba seducir por el encanto de la ilusión o me dejaba amedrentar por el pavor del ridículo que se me enseñaba detrás de una falsificación inteligente con aires gozosos de un entusiasmo infantil y de una ligera precipitación sin racional fundamento.
Porque llevar sobre débiles hombros la grave carga de la representación de una institución venerable que encierra en su Historia contemporánea casi todas las glorias de la literatura nacional desde Rivas, Lista y Bretón, desde Balmes y Valdegamas hasta Tamayo y Zorrilla, hasta Cánovas y Castelar y Fray Zeferino González, sin contar las de más atrás, como el insigne Jovellanos, y esto en el instante crítico y verdaderamente supremo de conquistar o perder para el dominio de la Patria nada menos que la imagen fiel, auténtica y tradicional, y por desgracia pérdida, del Genio insuperable, español, asombro y envidia de los humanos, personificación y honra de nuestras letras y augusto y acatado Monarca de nuestra Lengua Nacional, la lengua de nuestras gestas, de nuestros códigos y nuestras crónicas, y de nuestro teatro nacional y de nuestro popular romancero; la lengua con que hablaban con Dios los angélicos místicos españoles y con los reyes vencidos nuestro invencible Emperador; la lengua que hoy hablan cincuenta millones de hijos de España, españoles y americanos, sentados en todas las orillas del mar que baña con sus ondas dos Mundos, ¡ah! os lo confieso, era tremendo para mí, colocado ante el dilema del escarnio por un engaño, siempre por engaño ridículo, o de la torpeza irremediable de malograr la ocasión de fijar para siempre en España, bajo el dosel blasonado con los colores de la Patria, la imagen viva, fiel, del nobilísimo semblante del gran ingenio español, inspirado autor del Quijote, regocijo de la Humanidad y gloria inmarcesible de España."

Alejandro Pidal y Mon
El retrato de Cervantes


"¿Eres tú el que has de venir, o esperamos a otro?"(San Mateo, cap. XI, V. 3.)
La prueba de que Santo Tomás no pasó es que hay que volver a él. Decimos esto porque todavía hay católicos que, admirando de buena fe la doctrina científica de Santo Tomás, ajenos a los tristes prejuicios y preocupaciones de los escritores anti escolásticos de los siglos XVII y XVIII y aun de comienzos del XIX, si creen que el Doctor Angélico fue un sabio, dado el estado de la ciencia en su época, que prestó grandes servicios en la crisis filosófica de su edad, no vacilan en asegurar que hoy en día no es cosa de resucitar, para valerse de ellos en el combate científico con la impiedad, ni la doctrina filosófica, ni el método escolástico, ni, por supuesto, el lenguaje técnico y abstracto del Ángel de las Escuelas.
Contribuyen a esta manera de ver las tímidas e incompletas defensas de los primeros apologistas del Santo, pasado el primer ímpetu de la barbarie cartesiana; las inexactas y deficientes restauraciones parciales de algunos puntos de su doctrina; el afán de crítica y de innovación, aun entre los católicos muy probados, y el deseo de oponer a los errores modernísimos algo modernísimo también, que no trascienda en modo alguna a tiempos mandados y a recoger, como curiosidades arqueológicas, en los archivos de la Historia. Todo esto, a nuestro parecer, entraña errores muy graves sobre la doctrina y la misión de Santo Tomás y sobre el carácter y trascendencia de los errores contemporáneos.
Estos errores, vístanse como se quieran vestir, con todo género de arreos científicos modernistas, no son en su substancia filosófica otra cosa que errores añejos exhumados con gran aparato de novedad; y reducidos por la lógica a sus premisas metafísicas, salta a los ojos del concienzudo observador que sólo consisten en deficiencias de la filosofía, de la razón y de la lógica, o sea de la verdad científicamente demostrada. Lejos, pues, de necesitar nuevas armas para ser vencidos en el terreno de la filosofía, lo que procede es aplicarles la regla inalterable y normal de la eterna sabiduría para poner en evidencia, dónde empiezan a flaquear, al apartarse de la recta (en lo que consiste su error), y cómo se corrige su falsedad, volviéndoles lógicamente al camino real en el punto en que lo abandonaron.
Si las doctrinas filosóficas fueran objeto adecuado a las veleidades de la moda, concebiríamos otro modo de proceder, al compás de como proceden los sofistas, que pasan con la más imperturbable seriedad, en pocos días de vagancia, del idealismo más subjetivo y quimérico al más grosero positivismo. Pero si la ciencia es la demostración por las causas, no se concibe otra variedad que la de la forma accidental de la exposición, y ésa por deficiencia intelectual del agente o ignorancia del instrumento de la exposición. La naturaleza propia de cada ciencia determina lógicamente por sí el procedimiento más propio. Al que propusiera explicar en verso la trigonometría, por razón de estar en moda la rima, sería cosa de mandarlo encerrar en el manicomio más próximo.
Por lo que hace a Santo Tomás, lo primero es considerarlo tal como es, tal como lo evidencia la Historia, tal como lo venera la Iglesia y tal como lo adora la Cristiandad. San Vicente Ferrer, el Ángel del Apocalipsis, el salvador de la humanidad en la más tremenda crisis de sus destinos, nos consignó la fórmula definitiva y total de su providencialísima misión: "Santo Tomás --nos dejó escrito el Taumaturgo insuperable-- fue enviado por Dios pro hujus mundi illuminatione"
Y en esta obra que le reconoce la humanidad no se anduvo el Santo por las ramas: cogió al ente por la esencia, y por la existencia lo elevó a su más inalterable unidad; lo estudió en su mayor profundidad y grandeza; descendió, analizando todos los grados de su participación, a toda la escala de las realidades creadas, y, aprisionando el universo entre los polos inmutables de su Primera Causa y de Último Fin, nos fijó para siempre la maravillosa y sublime explicación de todas las armonías del ser destacándose luminosas sobre todas las deficiencias caóticas de la nada."

Alejandro Pidal y Mon
La doctrina científica de Santo Tomás










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