Wilhelm Meinhold

"Nos sorprendieron muchas maravillas además de una gran zozobra; tras atravesar el puente sobre los saltos del Smolle, el odioso hijo del ama de llaves gritaba estruendosamente, "¡Venid por la gallina asada! ¡Venid por la gallina asada!", prorrumpiendo los que le rodeaban en una gran carcajada y alzando a su vez la voz, ¡Sí, en efecto, la gallina asada! ¡La gallina asada! pero cuando el amo Krekow entonó el segundo verso el ánimo de todos se volvió más tranquilo y la mayoría comenzó a entonar cantos de los libros que llevaban consigo. Pero cuando él dejó de cantar, el ruido comenzó de nuevo al igual que antes. Alguien gritó "El diablo le ha dado a ellas estas vestiduras y ornatos" y viendo que el sheriff se había alejado a caballo, se concitaron alrededor del carrito y sintieron sus vestidos, especialmente las mujeres y jóvenes doncellas. Otros, de nuevo, gritaron como el joven truhán "¡Venid por la gallina asada! ¡La gallina asada", respondiendo alguien "Ella no dejará que la quemen, devorará las brasas" Nos obligaron a escuchar estas y otras inmundicias a las que me da vergüenza referirme, enmudeciendo especialmente mi corazón al escuchar a alguien jurar que se encargaría de las cenizas, al ver que la varita había sido inútil; nada era mejor para la fiebre y la gota que las cenizas de una bruja. Señalé al Custodio para continuar el canto, y todos se tranquilizaron por un instante, el tiempo que transcurrió en declamar el verso."

Wilhelm Meinhold
La bruja del ámbar


"Por fin Jobst Bork de Saatzig tenía una hija, la hermosa Diliana, a la que amaba diez veces más que a su propia vida; y apenas oyó hablar de su huida sintió que empalidecía y se preguntaba por qué motivo ella había adoptado esa resolución, por qué ese día y esa noche sus pensamientos estaban enturbiados tratando de ayudar a su padre. Las enseñanzas de la anciana Lisa no le eran desconocidas. Así que resolvió tratar de encontrarla, y mandó llamar a doce campesinos para que acudieran a su presencia, mientras él guardaba reposo en Marienfliess, porque sus extremidades estaban contraídas por la gota, de modo que él apenas podía moverse.
Por consiguiente, la mañana siguiente, temprano, la comitiva de doce campesinos, llevando en el lecho al pobre caballero, accedió por la gran puerta del convento y por orden del caballero le dejaron justo ante la ventana de Sidonia. El padre extendió su mano derecha y clamó tan alto como podía "Sidonia Bork, te conjuro por el Dios Vivo a que me entregues a mi hija!".
Tres veces repitió esta adjuración. Podemos imaginar cómo el convento en pleno acudió a ver qué sucedía. Anna Apenborg y Diliana se encontraban allí, aunque no entre las monjas, porque habían estado velando hasta tarde el cadáver y aún estaban dormidas. Creo que Sidonia roncaba porque no hizo acto de presencia hasta que por fin abrió la ventana, medio vestida y gritó "¿Qué quiere este maldito bribón? ¿Acaso te ha poseído el diablo? Llevadlo a la celda de Dorothea. Se harán compañía mutuamente."

Wilhelm Meinhold
Sidonia la hechicera



































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