Libuše Moníková

"Delirio, mareos, el curso familiar del tiempo se entumece en las manos y el sonido del tictac enfebrece la memoria. Cada uno de nosotros lleva la muerte en sus manos, inconscientemente, apenas percibida entre el tumulto y los rumores, hasta que nos convertimos en nuestras propias víctimas. Éste es el siglo de las víctimas. El muro del Atlántico está sembrado de cadáveres.
[...]
En un valle al borde las montañas sobre el Sahara creemos ser inaccesibles al desaliento, invisibles, inaudibles, y sin embargo la realidad es muy diferente. Nos movemos continuamente, nunca permanecemos en un solo lugar, pero cerca de la antigua Deir-el Medineh en ocasiones es posible encontrar sus huellas, antes de que las borre la arena.
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Ella ha encontrado de nuevo la pista, un bucle sin fin, la obsesión de Moebius, quizás necesite contar siempre la misma historia, hasta que sus huesos se deshagan. Al mismo tiempo es plenamente consciente de ser parte de la historia que narra, una historia carente de epílogo, aparentemente extraviada en algún cajón de sastre en la casa de sus tíos en Grodno.
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Los colores. La luz ha sido por fin hallada. Ella le ofrece unas especias. Él por fin puede volar o nadar en el desierto si le place. Entre las arenas movedizas. A continuación puede regresar de nuevo. Podrían incluso ser enterrados de pie. Al final de un largo túnel brilla la luz. Al final de un largo y claro túnel aguarda la oscuridad. La serenidad. La transparencia. Las estrellas. La luna. El aire. El sol. El azul del mar. La silueta de la ciudad. Praga. Fata Morgana. Las convulsiones se acumulan. Los inevitables vómitos nocturnos acuden presurosos. Los ojos se quedan en blanco. La respiración sibilante y ahogada. El desierto todo lo llena. La luz egipcia. La ideología. Las palabras se volatilizan entre las ardientes cenizas y el parpadeo rutilante de las estrellas."

Libuše Moníková
Delirio


"He de confesar que fue Kafka quien me animó a escribir en un idioma que no era el mío propio y en el que nunca me sentiría del todo segura. Me encuentro en una tesitura de lo más ingrata para transmitir a los lectores primarios algo probablemente desconocido y que no suscita un excesivo interés. A pesar de nuestra vecindad con Alemania, me temo que los alemanes apenas saben nada acerca de la historia, política y cultura checa. Espero ser lo suficientemente afortunada como para que mis historias despierten el interés de mis lectores alemanes, aunque no sé si seré capaz.
Soy plenamente consciente de que no abandoné mi país a causa de la represión política en general, sino por causa de la discriminación que sufren las mujeres. La miseria política y económica que se cierne sobre ellas es peor que cualquier terror político. Según el Islam, el patriarcado socialista es la forma más cruel de machismo.
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El mismo paraje, aunque manteniendo el anonimato, sirve de trasfondo a otras propuestas de Kafka: el río, el puente, la colina situada más allá de la otra orilla. Aunque no se mencionen en este caso los nombres de las calles, podríamos seguir el recorrido de Josef K. hasta la cantera, flanqueado por dos pulcros señores que una vez llegados allí le retorcerán un cuchillo en el corazón, igual que sucedía en el primer relato de Kafka.
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Por ese mismo puente llevaron entre dos funcionarios a otro Josef, imaginado por otro habitante de Praga que fue coetáneo de Kafka. El encuentro entre Josef K. y Josef Svejk sobre el Puente de Carlos tiene lugar en otra realidad, más allá de la constelación literaria proyectada –su primer acto podría tener lugar en una taberna llena de humo, donde Kafka escucha divertido los grotescos discursos políticos de Hasek- allí donde por común acuerdo entre los poetas se admite que los protagonistas adopten el papel de extras y los verdugos acompañantes se conviertan en primeras figuras; de este modo, Svejk y Josef K. se verían libres del programa que en un principio les habría sido destinado."

Libuše Moníková
Pavana para una infanta difunta




"Ser escritora es una profesión de homicidas."

Libuše Moníková












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